Así como Lu Han nunca ha tenido nada más grave que una gripe, tampoco ha tenido nadie como Sehun.
«Anterior Hay un paquete esperándole en la recepción la semana siguiente. Tiene remitente de Corea del Sur y la caligrafía cuidada de Minseok. Aparenta ser un libro y no debería ser algo raro viniendo de un licenciado en literatura, pero lo es para Lu Han porque Minseok sabe que él odia leer.
Irónicamente, Minseok no es una persona de muchas palabras, así que no es raro que la nota que acompaña el paquete sea corta.
«Olvidé darte esto cuando viniste de visita. Lo compré en el aeropuerto de Londres; supuse que es lo único que leerías. Espero que te guste.» Lu Han se fija en el libro antes de leer la postdata. No es muy largo y versa sobre el Manchester United. Está casi seguro de que en algún momento lo leerá.
«PD: espero que estés cumpliendo la promesa que me hiciste. Y saluda a Sehun de mi parte.»
El pecho de Lu Han parece dilatarse cuando rememora su último encuentro con Minseok, sus últimas palabras. Suena difícil y Lu Han no es bueno cumpliendo promesas. Pero esta se merece un verdadero intento.
*
Está empezando a pensar seriamente en enviar un mensaje grupal para ofrecer toda su colección de Armani a cambio de que alguien se ocupe por un día de las demandas del CEO de Hilfiger cuando recibe una llamada entrante. Es un número con una característica extraña, similar a la de Beijing. Por un momento supone con cierto pavor que es de sus padres pero luego la amargura se asienta en su estómago. Duda mucho que sea alguno de ellos. Luego piensa en Zitao y hasta en Yixing, por si ha vuelto a perder su celular, y con ellos en mente responde.
La voz le suena familiar. E inesperada.
-Lu Han, soy Yifan -murmura con ímpetu. Siempre lo recuerda así: imponente pero sosegado-. Yo tengo que decirte algo… Y lamento tener que hacerlo, especialmente por teléfono. Lo he intentado antes, pero… no pudimos comunicarnos.
-¿Yifan? ¡Tanto tiempo! -Realmente demasiado. Ha estado pensando mucho en él últimamente y el fiasco que fue encontrarlo, pero ahora que finalmente pueden comunicarse, no quiere dejar la oportunidad pasar-. Yo también quiero decirte algo. ¿Dónde…?
-Lu Han -le interrumpe. Yifan suena nervioso, como jamás lo ha escuchado, ni cuando le propuso intentar ser algo más que compañeros de habitación-. Es posible que te haya contagiado.
-¿Qué? -pregunta perplejo.
Oye un suspiro pesado que se pierde en el silencio y, tras unos segundos, una explicación.
-Tengo un virus. El virus del HIV, que es el del…
-SIDA -le interrumpe y espera no haber sonado brusco, porque no ha tenido la intención. Solo está un poco sorprendido-. ¿Tienes SIDA?
-Yo… lo siento tanto. Nunca quise hacerte esto, Lu Han -promete Yifan con un hilo de voz. Suena tan poco como el Yifan de sus recuerdos y más como el Lu Han de los últimos meses, que él se encuentra a sí mismo intentando calmarlo. Tarda un buen rato en deshacerse de la mayoría de la ansiedad y de un poco de la angustia. Para ello recurre a frases que no son suyas, pero de las que, gradualmente, se está adueñando.
-Está bien, Yifan No tenemos control sobre todo en la vida. Te juro que estará todo bien.
*
Son casi las dos de la mañana cuando escucha la puerta de la habitación y está seguro de que es Sehun. Su olor a tabaco, naranja y juventud es inconfundible. Luego pierde el control sobre el horario y no podría importarle menos.
Su respiración es pesada cuando se recuesta contra la piel blanca de Sehun y no cree poder normalizarla en un buen rato. Deberían deshacerse del condón, pero están cansados y demasiado tranquilos como para moverse. Como mucho considera hacerlo para apretar el culo tieso de Sehun o para quitarle con un beso abierto ese mal hábito de lamerse los labios.
-Hey, Sehun -lo llama con suavidad-. Estoy pensando en buscar departamento mañana. Cerca del Puerto Victoria, quizás. ¿Quieres acompañarme?
Por toda respuesta, recibe un asentimiento y un «claro» con voz adormilada.
Su respiración es pesada, pero no se ahoga.
*
Nuevamente se encuentra pensando que Yixing podría ser el peor mejor amigo del mundo, mientras éste juega con la lima de su limonada como un niño y dirige de vez en cuando pequeñas miraditas de fascinación en absoluto disimuladas al Bosendofer. Lu Han le acaba de presentar a su novio y de confesar que tiene SIDA, mas no ha conseguido una reacción superior a «Qué lástima, Lu-ge… Pero te estás tratando, ¿no? Avísame si necesitas ayuda en algo», antes de cambiar el tópico de manera casi drástica hacia la mini serie que estará filmando en Hong Kong en los meses siguientes.
-E iba a utilizar únicamente jazz, especialmente para las escenas decisivas, pero la semana pasada estaba intentado organizar los guiones gráficos de los primeros dos capítulos y ¿adivina qué encontré? Los boletos del concierto tributo a Jeff Buckley. Y entonces pensé «Jeff Buckley». O algo de The Beatles. Y ambos son asombrosos y quiero utilizarlos, pero ¿con un bailarín de jazz?
Yixing suspira, entre resignado y angustiado, como si el dilema le estuviera produciendo un dolor intolerable. Probablemente lo hace. Es tan apasionado y comprometido con su trabajo que puede obviarse de los alrededores y referirse a él como su bebé.
Luego lo mira con ojos caídos y labios ligeramente abiertos, en una expresión suplicante y de desamparo que utiliza únicamente con las personas que le son cercanas. Lu Han la conoce bien, la ha visto varias veces después de la universidad. Es casi inevitable ceder ante ella, si bien por aquellos años solo pedía silenciosamente el sofá para dormir y un bol de arroz.
-A mí no me mires -dice Lu Han, ligeramente apenado-. Yo no soy el creativo aquí.
Su amigo frunce el ceño y le intenta mirar enfadado. Es imposible, porque Yixing es demasiado comprensivo como para enfadarse. Quizás por eso es también tan libre y ciertamente feliz. Lu Han aún se siente lejos de ser como él, pero sí está unos cuantos pasos más cerca. Al menos, está en paz consigo mismo.
-Podrías cambiar el enfoque del tema de la serie -propone Sehun, con una expresión tan imperturbable que raya el aburrimiento, mientras juega con el borde de su propia limonada. «Después tengo que trabajar», le había dicho luego de hacer su pedido al camarero y Lu Han está henchido de orgullo.
En los ojos de Yixing se gesta un brillo de esperanza que se desvanece tan pronto como Sehun se hunde de hombros.
-¿Sabes? Podrías tratar tu serie sobre el honor -propone-. De cómo el bailarín es aceptado en la mafia y los códigos raros de ésta. El honor… No sé. Una vez oí que es uno de los grandes temas universales. -El recuerdo es lejano y borroso, como si hubiese sido de Lu Han diferente-. En esos contrastes podrías usar Jeff Buckley, ¿no?
Es una pésima idea, pero los ojos de Yixing se iluminan y sonríe hasta que se le marca un hoyuelo en su mejilla. Es la misma expresión que utilizará más tarde, cuando Sehun se vaya con una caricia disimulada pero que Yixing sí notará y le diga un «Me alegra que hayas dejado de hacer la vista gorda a la boa en la habitación», a lo que Lu Han se reirá y bromeará nuevamente con elefantes y serpientes aunque esta vez sin tensión en su risa.
-Lo intentaré -acepta Yixing-. Aunque no sé si funcionará. Todas las historias son distintas.