Así como Lu Han nunca ha tenido nada más grave que una gripe, tampoco ha tenido nadie como Sehun.
«Anterior III. Expirar
Son las dos de la mañana cuando regresa al hotel. Su ropa apesta a alcohol y a decisiones correctas pero que tal vez hubiese sido mejor si nunca las hubiera tomado. La habitación posee un fuerte olor a sándalo y quiere reírse porque ¿qué demonios tienen los hoteles con los aromatizantes a sándalo? Pero también huele unas notas cítricas y se abraza a ellas lo más que puede porque no puede reír en realidad, no cuando tiene la furia mezclada con la angustia y atoradas en su garganta. Se está ahogando. Le falta el aire en sus delicados pulmones y está seguro de que en cualquier momento explotará. Sus ojos le arden y le es indudable que estaría al borde de las lágrimas si no fuera porque su rabia le supera.
Un hombre no llora.
Un hombre no puede hacer muchas cosas, de hecho. O pierde su honor.
Pero, ¿qué demonios es el honor?
Se mete sin mucho preámbulo en la cama donde Sehun ya está durmiendo. El aroma a cítrico se hace más potente y ya no le interesa saber qué cítrico es, solo quiere abrazarlo fuertemente, tanto como quiere golpear la almohada y llorar de angustia. ¿Por qué él? ¿Qué es el honor? ¿Cómo es un hombre honrado? ¿Por qué él no?
Jadea y tose un poco y quizás realmente se está ahogando. Es una nueva tormenta cerniéndose sobre él que agita los mares y está creando olas altísimas en su mente.
-¿Hyung? -escucha de repente en su oído y se exalta un poco. Sehun abre los ojos y lo mira fijamente, el ceño fruncido en preocupación y molestia-. ¿Dónde has estado? ¿Por qué te fuiste y sin el celular? ¿Y si te sucedía algo? Aún tienes que hacerte nebulizaciones.
Tal vez en otro momento el tono intranquilo de Sehun lo hubiese conmovido más, pero cuando su cielo se oscurece de esta forma, le es extremadamente difícil ver algo más allá de sus mano.
-Sehunnie, ¿qué tal te llevas con filosofía? ¿O la ética? ¿O lo que sea?
-¡¿Qué?! -cuestiona Sehun, con los ojos bien abiertos en desconcierto; una expresión que no es común ver en su rostro y que francamente le es graciosa, pero no está de humor para reírse-. ¿De qué demonios hablas, hyung?
Lu Han debe respirar profundamente unos segundos si no quiere tener un ataque de tos. Sehun no le comprende, por supuesto que no le comprende si con suerte se comprende él mismo. Juega unos segundos con la bufanda que todavía no se quitó de alrededor su cuello y piensa en el peso de la mirada decepcionada de su padre y la escandalizada de su madre. Y el asco. El asco es el peor.
-Del honor, Sehun. ¿Qué es el honor? -pregunta finalmente y puede ver que su expresión de confusión no varía. Suspira e intenta organizar sus pensamientos para poder explicarse mejor-. Fui a ver a mis padres hoy.
-¿Por qué no me dijiste y…?
-Tenía que hacerlo solo -contesta con una suavidad que su frustración e ira no deberían permitirle-. Mis padres y yo… no tenemos la mejor relación -sospesa la última palabra que ha dicho y chasquea la lengua, como si tuviera que haber gracia en algún sitio-. Ahora ni siquiera sé qué tipo de vínculo tenemos si a pesar de todo, de todo, soy una deshonra para la familia.
-Hyung…
-Aparentemente perdí mi honor, Sehun -dice con sorna, pero la seriedad de su declaración lo golpea de lleno y lo sofoca-. ¿Qué es el honor, Sehunnie? -pregunta y ahoga un sollozo en la almohada-. ¿Qué es?
¿Es casarse con una mujer como Song Qian, tal y cómo sus padres siempre esperaron? ¿Es ser admitido en el aburrido club de golf? ¿O es simplemente ser admitido? ¿Por quiénes? ¿Por qué? ¿Bajo qué condiciones? ¿Acaso se puede recuperar?
Se muerde la uña del pulgar y se lastima el dedo. No llorará. Si no ha llorado hasta ahora, no lo hará por esto. Así que ahoga otro sollozo y cierra fuertemente los ojos. Con suerte, la ola pasará rápido y el cielo se esclarecerá.
Pero no lo hace. Solo se embravece y el único salvavidas que reconoce le envuelve con fuerza la cintura. Es ligero y poderoso como el viento y huele a cítricos y no le murmura nada. Ni una sola palabra. Porque no puede hablar o porque no quiere o porque simplemente sabe que Lu Han no lo escuchará. La tormenta es demasiado fuerte.
Se duerme finalmente alrededor de las cuatro, con la angustia ganándole terreno a la rabia y las preguntas atacándolo más rápido que la tos.
¿Por qué es él una desgracia? ¿Por qué eso fue lo único que le dijo su padre antes de invitarle a retirarse?
*
Abandonar Beijing no le es difícil. De hecho, es mucho más sencillo que la primera vez. No hay nadie que lo despida en el aeropuerto y sus maletas son un poco más livianas. Además, por cada buena anécdota de la ciudad, se lleva también un recuerdo con sabor agrio.
Ciertamente le pesa no haber podido localizar a Yifan, ni en persona ni por teléfono, pero se marcha con la relativa tranquilidad de que Zitao le avisará si sucede algo, ya sea sobre su antiguo compañero o sobre sus propios resultados. «No puedes controlar todo», le advierte Sehun y él quiere replicarle que querer es poder, mas no es cierto. Últimamente ha querido apretar mucho pero no ha podido controlar casi nada, ni sus propias emociones.
Pensar en su padre diciéndole de frente que era una desgracia lo hace sentirse completamente abatido y pensar en pisar Seúl lo pone totalmente frenético. Y al parecer Sehun es muchísimo más observador de lo que jamás le ha dado crédito, o él es el mayor libro abierto de la historia, porque Sehun busca su bolso de mano y luego lo empuja lejos de las sillas de plástico y de la zona de embarque, hacia el baño. Allí lo lleva hasta un cubículo y los encierra a ambos.
Lu Han puede sentir su respiración agitarse e intenta determinar hace cuánto que no hacen algo. No es mucho, pero si lo tiene que comparar a la cantidad de actividad que tenían antes de esta situación, es bastante patético. Aunque duda por un segundo. ¿Sexo en el baño del aeropuerto? Suena excitante, mas suena el doble de peligroso y no sólo porque podrían perder su vuelo.
Sehun parece tener una idea completamente diferente, porque lo retiene contra la pared de madera y le abre el abrigo y la camisa con velocidad. Pasea su mirada con tranquilidad por su pecho y se relame los labios en un mal hábito que tuvo siempre, pero que a Lu Han lo pone a mil. Se estira para intentar capturar sus labios, pero Sehun lo detiene con un brillo especial en los ojos y niega con la cabeza. Entonces él se agacha y besa su mandíbula de manera casta pero con fuerza, como si lamentara no poder dejar una marca, y desciende lentamente por su cuello, lamiendo y dejando un camino de saliva.
Sus manos se pasean en sentido contrario, subiendo desde la cinturilla del pantalón por su vientre y su cintura, y finalmente se encuentran con su lengua en su pecho. Lo acaricia con ímpetu y un poco de prisas, desde la clavícula hasta el diafragma, mas lo mira con exacerbada tranquilidad y hasta una ceja alzada en altanería cuando pasa su lengua bien húmeda por su tetilla izquierda y Lu Han gime suavemente. Podría ser una de las miradas más sucias que ha recibido de Sehun hasta el momento, pero se niega a admitirlo, a menos hasta que la reciba cuando el joven esté de rodillas, con sus manos a cada lado de sus muslos y su boca insolente alrededor de su miembro.
Como si hubiese leído su pensamiento y quisiera simplemente torturarlo, Sehun se aparta. Entonces rebusca algo en su bolso de mano y Lu Han mentiría si dijera que no le decepcionó escuchar un ‘pop’ y que sea la tapa del marcador permanente.
Se vuelve a inclinar sobre su pecho, cada mano sobre sus pectorales, y con tranquilidad remarca el «bueno» sobre su tetilla izquierda. Lo remarca una, dos, tres veces hasta que parece un tatuaje. Y como cada vez que lo ha remarcado, comenta un «Y que no se te olvide, hyung».
Esta vez también besa, lame y mordisquea su tetilla derecha hasta dejarla completamente estimulada y le da un beso rápido, de boca abierta, con un brillo travieso en los ojos.
-No te demores, hyung, hay un avión que tomar.
*
«Las ciudades están construidas para la albergar la nostalgia» le había dicho Minseok una vez, un libro de Murakami colgando de su mano izquierda, mientras la derecha se balanceaba en la ventana, «y, sin embargo, tú amas vivir en la ciudad.»
«La ciudad es divertida y eso es todo lo que importa», le había dicho Sehun, la primera vez que salieron a caminar por los pasadizos de Hong Kong, «tú eres divertido, hyung. ¿Puedo llamarte hyung, cierto?»
No sabe quién tiene razón, o si debería buscar un balance entre ambos.
Honestamente, prefiere la de Sehun.
*
Atardece en Seúl cuando llegan. El viaje en taxi desde el Aeropuerto de Incheon lo realizan en calma. Lu Han nunca ha estado en Seúl y a sus nervios le agrega la emoción de pisar un país nuevo que pronto le revuelve el estómago. Siente como pierde un poquito de fuerzas y se marea, así que quiere tomarle la mano a Sehun para estabilizar su mundo. No obstante, puede notar también la mirada curiosa del taxista por el retrovisor y no desea que esa simple curiosidad se convierta en desprecio, menos cuando está en un país extranjero.
-¿Primera vez en Corea? -cuestiona el taxista con cordialidad. Tiene la bondad de hacerlo lentamente, marcando cada sílaba, y Lu Han se sorprende a sí mismo entendiendo más de lo que hubiese pensado. Hace años que no practica su coreano y se pregunta si recuerda más que unas cuantas frases básicas.
-Yo no -anuncia Sehun a su lado-. Soy de aquí. Pero él… -se interrumpe y deja la frase en el aire. Se da cuenta de que su expresión no es completamente impasible, sino que tiene una mirada interrogadora y potente que lo hace temblar. En este tiempo se ha acostumbrado a las miraditas de reojo de Sehun, pero sin nada más severo que molestia. Lo que menos necesita ahora mismo es desprecio o desconfianza.
Todo este viaje tampoco debe ser fácil para el joven, se recuerda.
-Primera vez -asegura. Y luego se las apaña para actuar confundido, como si no pudiera entender nada, para evitar que la conversación se centre nuevamente en él.
Se detienen en la puerta de un hotel grande en las cercanías a Gangnam, a pesar de que Sehun dice que bien podrían ir a otro lado, que recuerda un alojamiento no tan lujoso pero igualmente bueno al otro lado del río Han. Lu Han se hunde de hombros y alega que «están de vacaciones», después de todo. Aun si ha sido la semana libre del trabajo con más altibajos emocionales que ha tenido. Aun si ha pasado más de la mitad de ella en el hospital, recibiendo nebulizaciones y miradas despectivas.
Duda por un segundo de si acaso está haciendo lo correcto. Si su salud resistirá tantas emociones en tan poco tiempo o si debería haber espaciado «estas charlas» en el tiempo.
-Hyung… es solo este ¿Kim Minseok, no? -Oír ese nombre lo hace saltar. No lo ha pronunciado más que en sus recuerdos y una vez hace un par de meses, y sinceramente lo sorprende no solo que Sehun lo recuerde, también que él mismo se exalte de esta manera. Kim Minseok fue hace mucho, se recuerda.
Pero en el rostro impasible de Sehun no solo hay unas pequeñísimas notas de suspicacia, también otras de cautela.
-Sí.
-¿Y él fue importante?
«No, no. Claro que no», está tentado a contestar. Se ahorraría el dolor de Sehun. Ya ha logrado ver esa expresión antes y no es una que aprecie en absoluto. Le parte el corazón, de hecho. Sin embargo, Sehun ha estado con él en estos momentos, soportando golpes que no debería recibir porque no son para él, nada es su culpa, y los ha tolerado con una estoicidad envidiable. Parece lejos de desmoronarse, de alejarlo y escupirle, pero más cerca de exigirle sinceridad. Sinceridad que se merece.
-Vivimos un año juntos.
Sehun asiente con lentitud y quizás Lu Han se ha equivocado, quizás Sehun sufre más de lo que él puede ver.
-¿Qué pasó?
Lu Han se hunde de hombros. Es una pregunta que se ha hecho varias veces. Quizás ni él sabe ya bien qué pasó.
-¿La vida? -contesta tentativamente y puede entender perfectamente el ceño fruncido de Sehun. Eso no es una respuesta, es una evasiva, pero una que se le escapa naturalmente de la lengua-. Yo no quería que él perdiera una gran beca en Inglaterra, él no quería que tuviera más problemas con mis padres. Así que llegamos a la conclusión de que lo mejor era separarnos -explica tranquilamente, como si en aquellos años el dolor no hubiese sido intolerable y no se hubiese pasado dos semanas enteras acampando en el sofá de Yixing, en pijamas todo el día y con ojos hinchados.
El silencio se instaura entre ellos por unos segundos. Entre el bullicio de la ciudad y de los autos, cree poder oír el sonido de los grillos y a Sehun tragar saliva con dificultad.
-Y si hubieses ido a Inglaterra, ¿ahora…? -Sehun se interrumpe. Su expresión se ha quebrado en una mezcla de curiosidad y consternación que sacude el pecho de Lu Han. Cree que jamás ha visto tantas emociones en el rostro impasible del joven y ninguna de ellas son agradables. Vuelve a desear con todas sus fuerzas regresar en el tiempo, revertir esta situación, que no haya enfermedad ni malos tragos, solo sonrisas e insolencia en el rostro de Sehun.
Pero nuevamente es imposible, solo le queda continuar e intentar ser fuerte. Intentar que Sehun vuelva a mostrar únicamente sonrisas e insolencia.
-No había lugar para mí en Inglaterra -le asegura-. Y Beijing ya no era el lugar de Minseok. -Su visado se vencía y quizás que su paciencia también, aun si jamás se lo expresó. Antes de irse solo le hizo prometer que sería fiel a sí mismo, como si Lu Han pudiera entender algo así. Minseok era el de los libros y las ideas profundas.
Pese a ello, sí se hizo una promesa: comportarse como un hombre y no volver a meterse seriamente con nadie, mucho menos otro hombre. Sin embargo, nunca ha sido bueno con las promesas. Su mayor ejemplo está frente a él, contemplándolo con ojos inseguros.
*
La familia de Sehun es realmente encantadora. Sus padres están inmensamente felices de ver a su hijo de nuevo después de tanto tiempo, que su madre abraza a Sehun con mucha fuerza por unos minutos y no se aparta aun cuando Sehun empieza a revolverse incómodo, y su padre los invita a ambos a quedarse. Comprarán carne y soju y harán una gran cena para festejar.
Lu Han no puede evitar sonreír con fuerza, espontáneamente, y sentir unas cuantas punzadas de envidia.
-¿Cuánto tiempo se quedarán? -pregunta la Señora Oh, desde la cocina donde se encuentra lavando las hojas de lechuga.
-Solo unos días, má. Nuestras vacaciones ya se acaban -contesta Sehun y él puede notar el pesar alojarse en la mirada de toda la familia.
-¿El hotel? ¿Y cuándo la universidad, Sehun? -cuestiona su padre con seriedad.
-El año próximo, quizás -responde con un hundimiento de hombros, incierto. Su expresión es nuevamente impasible y Lu Han descubre que en realidad es un reflejo de la de su padre. Éste se mantiene sereno por un instante y luego suspira como si ya se hubiese resignado hace tiempo y murmura algo rápido que Lu Han no comprende pero que supone que se parece a un «Solo gradúate de algo antes que me muera».
A él le hablan con lentitud para hacerse comprender y nadie le pregunta nada muy personal, más que si conoce a Jongin y por qué no viajó con ellos, que también lo extrañan. Aparentemente, por lo que logra entender, Jongin y Sehun siempre habían sido un dúo dinámico y bastante entrañable, que se empujaban mutuamente más allá de su timidez.
El pecho de Lu Han se contrae ante la mención de Jongin. La amistad entre ellos se había enfriado completamente hasta el punto que a veces Lu Han se pregunta si alguna vez iniciaron alguna. Fue una amistad efímera, pero le ha agarrado tanto cariño al chico que no puede evitar la angustia. Él es bueno haciendo amigos pero nunca perdiéndolos.
Entonces se fija en Sehun con pena, porque si para él es doloroso, para el chico debe ser mil veces peor. Son cercanos desde la infancia y puede ver plenamente su aflicción cuando intenta ocultarla al desviar su mirada hacia su comida. Y el pecho de Lu Han se contrae el doble hasta sentir un dolor muy agudo que pareciera partirle el corazón en pedacitos. No le gusta ver esa expresión en Sehun. Desearía que jamás tuviera que hacerla.
Los padres de Sehun se reservan su curiosidad cuando él se excusa para tomar el cóctel de medicamentos y luego continúan contándole historias que para su hijo son vergonzosas, pero que Lu Han encuentra encantadoras. Le cuentan de cuando Sehun pensó que podría cruzar el río Han a nado a finales de otoño y cuando insistía cada fin de semana en ir a la Torre Namsan porque quería ser un astronauta, pero primero quería saber si las estrellas eran divertidas.
Lu Han se ríe y agradece varias veces la comida y la velada, porque lo ha pasado bien. Lo ha pasado increíble de hecho y lamenta tener que regresar al hotel y que esta sensación de calma, de estar bien, se esfume en cuanto piense en el día siguiente. Así que le propone a Sehun caminar, como solían hacerlo antes por las calles de Hong Kong. Caminar para conocer la ciudad, para distraerse, para retrasar el tiempo, para conocerse.
-¿Así que querías ser un astronauta? -cuestiona con algo de sorna cuando ambos acaban en un puesto callejero de Kimbap cerca del parque Han, comprando un solo plato porque en realidad están llenos.
-¿Quién no quiso ser astronauta? -responde Sehun con algo de mosqueo y le roba el bocado más grande-. Pero tenía solo siete. A los siete todos tenemos sueños bobos. ¿Cuál era el tuyo, hyung?
-Estrella de futbol -contesta y sonríe abiertamente, porque recuerda las ansias por ir a las prácticas, driblar la pelota frente a los defensores y meter el gol. Cada partido se sentía como si fuera un momento decisivo de su vida-. Hasta mediados de secundaria estaba seguro de que lograría entrar al Manchester. Hombre, creo que incluso aprendí inglés solo para cuando me recluten -ríe al recordarlo. Era un iluso, realmente era un iluso. Sin embargo, le duele un poco cuando se ríe y ¿por qué Sehun no hace ni una mueca de gracia?
-¿Qué pasó, hyung? -cuestiona con un halo de seriedad que Lu Han hubiese querido evitar a toda costa-. A ti te encanta el fútbol y eres bueno. Joonmyun-hyung siempre quiere que estés en su equipo. ¿Por qué cambiaste de idea?
Se revuelve un poco en su asiento y piensa en pedir algo de soju. El soju es agradable; confunde un poco los alrededores. Seúl es grande y atractiva, pero se está pareciendo a Beijing, cargándose poco a poco de pasado.
-Crecí -dice simplemente y se siente ligeramente acechado bajo la mirada escrutadora de Sehun que lo insta a seguir, a explicarse. A Sehun no le gusta recibir sus respuestas sencillas, al parecer-. Es un juego, no más. Un deporte que hacer los fines de semana para distenderte. Y el fútbol profesional es un sueño tonto, casi no se triunfa allí. Hay muchas más posibilidades de éxito si estudias finanzas -elabora mientras se sirve soju. Luego se lo bebe de un tirón, porque las palabras no saben en absoluto agradable en su boca.
Sehun frunce el ceño hasta que toda su frente se arruga. Es curioso que pueda mantener una expresión neutra e impasible durante mucho tiempo, pero que cuando la rompa, demuestre tanto sus sentimientos. La incredulidad y quizás un poco de molestia.
-¿Quién demonios dice eso?
Abre la boca para contestar un «yo» ligeramente desafiante y ligeramente temeroso, pero la cierra inmediatamente porque no es cierto. Él no lo dijo; es más, jamás se le hubiese pasado por la cabeza cuando era más chico.
-Mi padre -reconoce tras unos segundos. Y no quiere más kimbap ni soju ni más viento. La noche estaba siendo tan linda y calma, ¿por qué empezar a agitarse? Hoy no quiere ahogarse de nuevo, no es algo que disfrute en absoluto-. ¿Y tú? -pregunta rápidamente, cualquier cosa que aleje el ojo de la tormenta de su cabeza-. ¿Qué querías… quieres hacer? -se corrige porque Sehun es joven, Sehun aún es joven.
Sehun parece aceptar la tregua y sospesa su respuesta por un instante.
-¿Yo? Nada. Yo no soñaba con nada -dice tranquilamente y se finaliza el kimbap. Hay amargura en su voz, pero no tanta como había imaginado-. Yo me aferré a los sueños de Jongin; actuar, modelar, viajar. Pero no duraron mucho, cuando no sientes algo como propio, lo pierdes rápidamente. Quizás por eso Jongin sí pudo continuar la universidad en Hong Kong.
Regresan al hotel en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Cuando Sehun acaricia su vientre y su cadera antes de dormirse, no puede evitar recordar la primera vez que escribió en su cuerpo.
*
Cuando toca timbre de la dirección que Minseok le envió y quien le abre la puerta no es el hombre menudo que recuerda, teme que sea la misma situación de Yifan otra vez. El hombre tiene labios gruesos y ojos grandes que lo miran expectante mientras él vacila qué hacer.
-¿Kim Minseok? -cuestiona simplemente y puede sentir la confusión que Sehun también emana a su lado. El muchacho en la puerta simplemente asiente y se corre a un lado para dejarlos pasar. También, por su tono, pregunta algo rápidamente que él en su miedo y dudas no capta-. ¿Qué?
-Que si te espera, hyung -le aclara Sehun en inglés.
-Oh, creo que sí. Le avisé por mail que lo visitaría en estos días -responde, aunque duda de haber pronunciado bien una que otra palabra en coreano.
Hace mucho que no lo habla tanto. Desde tercero de la universidad de hecho, cuando con Minseok se comunicaban a través de mandarín y coreano, ambos quebrados y acentuados, o con caricias y jugadas de fútbol.
Con Sehun es distinto, se comunican a través de inglés y mandarín, y del ocasional coreano. Pero utilizan especialmente las caricias, los besos y las miradas para decirse todo lo que en voz alta no pueden pronunciar. Se pregunta por un segundo el porqué hay más caricias y miradas que mandarín.
El muchacho no le presta mucha atención a sus palabras, solo asiente quedamente y los guía a través del departamento. No es grande, solo extremadamente limpio y huele fuertemente a sándalo. El sitio es simple y dice a gritos «Minseok», tal y cómo lo recuerda, con esa obsesión por la limpieza y el aroma purificador y energético del sándalo.
Sin embargo, cuando el muchacho les señala una habitación y se hace a un lado, la persona con la que se encuentra no es tal y cómo recuerda a Minseok.
Está acostado en una cama, con las sábanas pulcramente alrededor de su cuerpo extremadamente delgado. Su rostro ha perdido completamente la redondez que poseía hace unos años y sus pómulos se han vuelto más prominentes, casi tanto como su clavícula. Está pálido y tiene el cabello negro extremadamente corto, como el que le dijo una vez que odiaría llevar. Incluso sus ojos parecen distintos, más rasgados y agotados.
-¿Minseok? -lo llama suavemente, su voz completamente tomada por el asombro.
El hombre levanta la mirada del libro que sostiene con sus manos huesudas para mirarlos y sonríe.
-¡Lu Han! -saluda y deja el libro a un lado-. ¡Cuánto tiempo! Vamos, pasen -les dice y señala el sillón que está a un lado de la cama, cerca de la ventana cerrada que intercepta el bullicio del exterior-. Me sorprendí el otro día, cuando recibí tu mail. No lo esperaba.
Lu Han se agita un poco. Está indeciso entre tomarle la mano a Sehun como apoyo o acercarse a Minseok, porque ¿qué le ha sucedido?
-Sí… tengo algo importante que decirte, pero… -masculla en mandarín.
-¿Qué? Lo siento, mi chino está desgastado -dice con un poco de vergüenza. Luego se fija en otro punto, más a la derecha de Lu Han y sonríe con amabilidad-. ¿Quién es él? ¿Tu pareja?
Él simplemente asiente quedamente, todavía bastante asombrado e inseguro. Recuerda que Minseok siempre le decía que parecía un eterno niño de cinco años, incluso por su forma de actuar. Y era un poco irónico, porque Minseok también poseía facciones que no aparentaban en absoluto su edad, pero se desenvolvía de una manera tan madura que causaba fascinación en Lu Han.
Sehun toca ligeramente su brazo y se adelanta para hacer una pequeña reverencia.
-Oh Sehun -se presenta-, mucho gusto. Perdona, ¿pero qué te sucede?
Ahoga un jadeo y contiene por un segundo la respiración. No sabe si pedir disculpas en su nombre o si vocear también su pregunta o qué. Si bien no parece molesto, Minseok está sorprendido. Aunque no tanto por su insolencia, como sí por su nacionalidad.
-¿Eres coreano? Discúlpame tú a mí, entonces -dice e intenta sentarse en la cama. Sehun se adelanta e intenta ayudarlo, mas Minseok se las apaña bien-. Gracias. Pues sucede que estoy enfermo.
-Sobre eso… -inicia Lu Han.
-Espera que pida un poco de té -suspira Minseok. Luego llama suavemente al otro hombre con un «Kyungsoo-ssi, ¿podrías traernos té?» que recibe inmediatamente una afirmación.
Entre tanto, Minseok le cuenta y le pregunta pequeños detalles sobre todos esos años. Le dice que se pasó aquel año estudiando en Inglaterra, encerrado en Oxford, y hasta consiguió un trabajito como profesor de literatura oriental, pero que no pudo ir a conocer el estadio del Manchester United, y se ríe «¡de solo imaginar todo lo que me dirías!». Luego arruga ligeramente el ceño cuando escucha que Lu Han trabaja como organizador de eventos en un hotel cinco estrellas de Hong Kong.
-¿Así has elegido continuar cediendo? -pregunta Minseok con ojos caídos y una nota de reprobación en su voz. Lu Han deja escapar un confuso «¿qué?». Por alguna razón, al lado de su expareja se siente como un niño de cinco años nuevamente, ignorante y sermoneado-. Deja… -suspira y toma de la mano del chico menudo una taza de té-. Gracias, Kyungsoo-ssi. Ahora, bien, ¿sobre qué deseabas hablar?
Lu Han se retuerce sobre sí mismo. Lo ha dicho antes y lamentablemente tendrá que decirlo toda su vida, pero eso no evita que el miedo y los nervios vuelvan a revolverse en su estómago. Percibe una caricia suave, de ánimo, en su espalda y se deja tranquilizar por ella. Afortunadamente Sehun está allí, con él, y se siente como una brisa cálida.
-Minseok, estoy enfermo. Lo descubrí hace poco y no sé desde cuándo, pero tengo SIDA -dice con cuidado, en un coreano que practicó toda la noche en voz baja. Ya había entendido que lo mejor era ser directo y preparar un escudo por las dudas-. Quería que lo sepas, más que nada para que…
-¿Me haga el ELISA? -le interrumpe Minseok-. Tranquilo, no me interesa.
-¿Qué? -deja escapar Sehun, con los ojos bien abiertos en estupor, nuevamente haciendo perceptible los pensamientos de ambos.
-Que no me interesa -repite. Luego se explica, con un poco de resignación y cansancio-. Creo que sí di seropositivo en mi último análisis, que tengo el virus de HIV al menos hace un año, pero ya no me interesa. Mírame -pide y señala vagamente su cuerpo, piel y huesos que parecen a punto de romperse-. Tengo osteosarcoma con metástasis por toda mi columna y ya casi mis extremidades. Necesito de alguien que me auxilie todo el tiempo. Lo último que me preocupa es una enfermedad que se puede o no desarrollar y matarme en los próximos diez años.
No habla con dureza, Minseok jamás ha usado la dureza, pero sus palabras resuenan fuertemente en su cabeza. El aire es pesado y gracias a Dios Sehun está allí para contenerlo. No, a Dios no, porque Dios no solo se ha desquitado con él, también lo está haciendo con las personas que más quiere.
-¿Osteo…?
-Sarcoma. Es cáncer de hueso, Lu Han.
-Oh. -No puede decir más, solo agarrarse de Sehun para no empezar a rascarse el pecho en busca de una forma de deshacerse del aire que lo ahoga.
-Sí… -suspira Minseok. Luego lo contempla desde la cama con ojos cansados mientras bebe té ya frío-. Has cambiado, Lu Han. Has cedido completamente y te crees que debes ser Odiseo, pero no debes. Los demás no tienen que verte victorioso para serlo. Todavía tienes tiempo, Lu Han. Esta vez, en serio, prométeme que serás más fiel a ti mismo -le pide con sincera preocupación.
Lu Han dice que sí, especialmente porque no sabe qué más decir. Aún está obnubilado por el contraste entre el chico encantador que estudiaba literatura y bebía café con él a cualquier hora y el hombre que cierra los ojos con cansancio.
*
Son casi las dos de la mañana cuando Sehun lo agarra fuertemente de la cintura para que deje de dar vueltas entre las sábanas y lo aprisiona contra su pecho. El aroma a cítricos lo calma, así como sus susurros en su oído.
-Hyung, si no te puedes dormir, dime qué pasa -pide y Lu Han puede notar que está eligiendo sus palabras. Debería congratularse, quizás está aprendiendo finalmente a descifrar la impasibilidad de Sehun.
-Estoy preocupado por Minseok -manifiesta en un murmullo-. Está mal y solo, y mañana tenemos que irnos…
-Tienes lástima -simplifica Sehun.
-¿Está mal sentirla?
-No, hyung, solo significa que eres bueno.
Se deja abrazar y besar hasta que su cuerpo se relaja completamente. La incertidumbre no deja de ser una constante en su mente, mas le deja espacio para otros pensamientos. Como la suavidad de la piel nívea de Sehun o las cicatrices en sus manos y su mejilla.
-Ni siquiera entendí lo que me dijo -confiesa con una sonrisa pequeña y algo apesadumbrada.
Sehun besa suavemente sus sienes y acaricia su cabello. Últimamente no es tan extraño encontrarlo comportándose de esta manera, como un sedante, y alentador al mismo tiempo. No le molesta en absoluto; en cambio, es una faceta de Sehun de la que era ignorante y que ahora halla agradable.
-Yo sí… creo que lo entiendo -susurra Sehun para su sorpresa.
-¿Qué quieres decir?
Las palmas calientes de Sehun se apoyan en sus hombros y frotan ligeramente en círculos la zona, antes de subir hacia su cuello y acariciar suavemente el inicio de su mandíbula. Sehun suspira y cierra momentáneamente sus párpados antes de mirarlo directamente a los ojos. En ese instante, Lu Han se da cuenta de que no le gustará lo que oirá.
-A veces me da la impresión de que intentas demasiado ser como Joonmyun-hyung, hyung. Y a mí me agrada solo un Joonmyun-hyung.
*
Regresar a Hong Kong se siente raro. No solo porque casi no han hablado en todo el viaje, sino porque realmente se siente diferente. El aire sigue siendo húmedo y pesado hasta que se le cuela en los huesos, pero ya no lo ahoga completamente como antes. Camina aturdido, pero no ahogado. Quizás necesitaba regresar a Beijing y conocer Seúl para darse cuenta de que Hong Kong nunca ha sido tan malo. O quizás él ha cambiado en el viaje y se ha hecho más resistente.
Lo que sea, le agrada.
Joonmyun los va a buscar al aeropuerto en su nuevo auto y él no puede evitar sumarse a Sehun en los comentarios burlones, porque Joonmyun y Ferrari no van juntos. Joonmyun tolera las burlas como un caballero y lo insta a subirse al auto, así los lleva a sus casas a la velocidad permitida. Y quizás debería haber sospechado, porque Joonmyun es un pésimo mentiroso.
Pero no lo hace; recién se da cuenta cuando están acercándose al edificio de Sehun y éste bufa una maldición. En la puerta está Jongdae, con una sonrisa gatuna y un «¡Bienvenidos!» demasiado emocionado escapándosele de los labios. Entonces nota el volumen de la música y puede entender a Sehun.
Deja escapar un gemido de agotamiento cuando Jongdae empieza a arrastrarlos escaleras arriba.
-Llevo siglos buscando una excusa para destrozar el departamento de Chanyeol -le cuenta con un brillo malicioso en los ojos y una sonrisa enorme.
-Es mi departamento también -se queja Sehun.
-Calla, mocoso -dice Jongdae simplemente y Joonmyun se ríe suavemente-, que en serio estoy feliz de que hayan vuelto. No hagas que me arrepienta.
El ritmo de la música es acelerado y electrónico, bastante adictivo, y lo despierta un poco de su letargo. El lugar está repleto de botellas de alcohol, snacks y gente que no conoce. Le presentan a Bai Xian, un chico menudo pero muy simpático y charlatán que le confirma que sí, su regreso simplemente fue utilizado de excusa.
-¿Así que se han ido de vacaciones? ¿Y a dónde?
-A Beijing y Seúl -responde y se pasa la mano por el cabello antes de elaborar una explicación-. Sehun quería conocer Beijing y yo jamás estuve en Corea.
-¡Venga! ¿Y qué tal la pasaron?
No es una pregunta difícil de responder. Incluso hay cientos de respuestas prefabricadas que podría dar y que tiene en la punta de la lengua cuando lo piensa seriamente. ¿Asombroso? En absoluto. No ha podido encontrar a Yifan, estuvo en el hospital, Zitao se ha quebrado enfrente de él y Miseok le ha dado un sacudón emocional. Y como si no fuera poco, sus padres…
Se muerde los labios y fabrica una sonrisa. Tampoco puede descargarse con un extraño.
-Bien.
-¿Bien? -se alza la voz de Jongdae a su lado y Lu Han puede verlo con una ceja alzada y dos botellas de licor en la mano-. Mierda, si eso es «bien», no quiero estar ahí para «excepcional» -comenta con sarcasmo y le ofrece una botella-. Vamos, escupe. ¿Sehunnie ha querido meterte mano? ¿Te ha hecho empeñar todos tus Givenchy para que le compres comida?
Lu Han niega inmediatamente con la cabeza y luego deja escapar una risita. Bebe unos cuantos sorbos de licor. Tiene un aroma agradable y un gusto sabroso, pero debe leer la etiqueta para darse cuenta de que es de naranja.
-Nada de eso. Solo me ha hecho pensar… hay cosas en mi vida que quizás no estén bien. No sé. No sé qué hacer ni qué cambiar ni na-…
-Haz una lista -le interrumpe Jongdae-. De esas que hace la gente, de cosas a hacer antes de morir.
-¿Cómo?
Jongdae se hunde de hombros y toma otro par de sorbos de su botella. Por su expresión, ya no parece muy interesado en la conversación, pero Jongdae es de esas personas que jamás abandona a sus amigos cuando cree que lo necesitan.
-Solo toma un lápiz y un papel y pon lo que más quieres hacer antes de morir. Pero por favor, por favor, sé más original que «paracaídismo» y «buceo», Lu-ge.
Bebe unos cuantos tragos más de licor e intenta pensar seriamente en la idea mientras saluda gente que al menos conoce. Continúa igual, con la incertidumbre siendo dueña de su mente.
Vislumbra al otro lado de la sala la tez bronceada de Jongin entre las figuras más pequeñas de Jongdae y Joonmyun. Tiene su propia botella de licor en la mano y sus labios gruesos estirados en una sonrisa construida y desarmadora, tal y cómo la había descripto Sehun hace tiempo. Su pecho le duele, la angustia de una amistad enfriada tomándolo por rehén, y saluda simplemente por intentar. No espera mucho, menos cuando Jongin lo inspecciona con ojos pesados y fríos, pero obtiene un gesto de saludo antes de verlo encaminarse hacia la puerta.
Entonces una sonrisa enorme se le dibuja en la cara y su pecho ya no le duele tanto, sino que siente un ramalazo de lo que debe ser alegría.
Quizás sea el licor el que lo hace pensar así, pero lo primero que desea anotar es «ser feliz».
*
La noche ya ha caído en Hong Kong cuando Joonmyun entra en la sala de eventos y le llama la atención. Están solos, entre el mármol de las columnas que brilla impecablemente y las finas cortinas que enmarcan el ventanal que muestra el precioso jardín interno.
-¿Qué haces todavía aquí? Mira que no te pagarán las horas extras -bromea, pero como de costumbre no tiene gracia-. ¿Admirando la belleza de la naturaleza? -cuestiona, aún en son de broma. Y la verdad es que no, a Lu Han podría importarle menos la naturaleza-. Aunque sí, lo lirios están preciosos este año… Vamos, puedes hablarme, si quieres -ofrece con clara preocupación. Lu Han se frota el cuello y piensa seriamente cómo decirle sus pensamientos que, mire por donde lo mire, son estúpidos.
-Es que es tonto -se defiende-, pero ¿no quiero ir a mi habitación? Tampoco tengo muchas ganas de salir, menos después de la resaca que tuve gracias a Jongdae, y sí quiero dormir, pero…
-No quieres ir a tu habitación del hotel -resume Joonmyun, asintiendo en comprensión-. ¿No te estarás cansando del hotel?
-No, claro que no -rechaza inmediatamente-. Me gusta este lugar. Y vivir aquí ha sido la decisión más eficiente, ya que nunca estoy lejos del trabajo, me ahorro encargarme de los impuestos y la limpieza… pero a veces lo siento… -se calla porque no sabe cómo explicar lo que siente. Ese vacío que se instala en el ambiente cuando abre la puerta y solo encuentra pulcritud. Nada más que lujo y pura pulcritud.
-¿No tuyo? -cuestiona Joonmyun y se ríe suavemente de su expresión sorprendida-. Vamos, he estado en tu habitación y se siente como cualquier otra suite. Impersonal, sería la palabra.
Lu Han hace una mueca. Joonmyun nunca se equivoca, después de todo. A pesar de lo mucho que a Lu Han le gustaría decirle lo contrario, tiene que darle la razón. Él también ya lo ha pensado alguna vez, en colgar la camiseta del Manchester United y poner algún cuadro, quizás de él y Yixing, o con Sehun.
-¿No será hora de que te establezcas? -pregunta Joonmyun suavemente.
-¿A qué te refieres?
-A que… ¿vivir en un hotel? ¿No se siente como un viaje constante? Pareciera que el cualquier momento vas a hacer las maletas y saldrás corriendo. Y llevas ¿cuánto? ¿Más de tres años en Hong Kong? ¿No sería tiempo de que decidas si quieres o no quedarte? Hasta Sehun se ha buscado compañero de departamento.
*
El camino hacia el departamento de Sehun es un poco largo y debe tomar algún bus o un taxi si quiere apurarse, pero hoy tiene tiempo y decide caminar un poco. Se pone una bufanda al cuello y empieza a andar por las calles de Hong Kong con calma, empapándose con los colores, los aromas y la humedad de la ciudad. Los pasadizos lo desconciertan unas cuantas veces, pero la música que se escabulle desde Lan Kwai Fong y la algarabía en la que se mezclan inglés, cantonés y decenas de idiomas más lo llaman y se sigue moviendo por una ciudad llena de vida.
El aire hasta le parece más liviano mientras le manda un mensaje a Sehun. Le gusta Hong Kong, le gusta demasiado. Quizás y hasta se esté enamorando de la ciudad. ¿Por qué querría irse? Se ha hecho unos cuantos amigos, ha conseguido una persona sorprendentemente comprensiva y tiene un trabajo que aunque no es el de sus sueños, tampoco le desagrada en lo absoluto.
¿Por qué no querer comprometerse? ¿Por qué no establecerse?
Los rascacielos ocultan el horizonte y él ha estado tan calmo que no se ha fijado ni por un segundo en el cielo. El viento silba y le golpea en el rostro, pero no es advertencia suficiente y Lu Han no anticipa la tormenta que se desata.
Echa a correr lo más rápido que puede e intenta ocultarse debajo de los pequeños techos de las tiendas. No desea en absoluto acabar nuevamente en el hospital, con las nebulizaciones y los prejuicios como dosis obligatorias. Se apura y llega con la respiración agitada al edificio de Sehun.
Chanyeol le abre la puerta, con ojos bien abiertos y un paraguas en la mano.
-Pareces un fideo que se escapó de la sopa -dice sorprendido, aunque su expresión es mucho más graciosa que sus palabras. Lu Han haría un comentario pero tiembla demasiado a pesar de ser verano y prefiere pedir permiso-. Claro, claro. Yo me tengo que ir a trabajar, pero hay toallas en el armario de Sehun -le informa.
Lu Han se lo agradece en un grito y se dirige directo a la habitación de Sehun. Se seca el cabello con ganas y decide tomar prestada una camiseta para cambiarse; sin embargo sigue temblando violentamente. Y con el frío lo acosa el miedo. Así que también le roba una chaqueta que le parece lo suficientemente abrigada y se encierra dentro de ella. Se mira en el espejo del baño y se ríe suavemente. Sehun será más joven, pero tiene hombros más anchos y en Lu Han la chaqueta queda bastante holgada.
Puede sentir ese aroma cítrico que ahora solo duda entre si es naranja o toronja, y es excesivamente cursi y estúpido para un hombre y jamás lo admitirá, pero solo quiere quedarse atrapado en ese aroma. Mete las manos en los bolsillos y está por acercar su nariz al cuello cuando siente algo dentro de la chaqueta.
Es un papel, muy arrugado y que Lu Han conoce perfectamente. De memoria, incluso. Dónde está cada coma y dónde cada punto.
Solo que él lo conoce de manera diferente.
*
-Eso es lo malo de Hong Kong, la ciudad monzónica. Las tormentas, aun siendo esperadas, son demasiado repentinas -le había dicho una vez, entre la risa y la empatía, a Jongin y Sehun apenas habían llegado al pub, completamente empapados y mirándolo a través de sus flequillos mojados como cachorros molestos.
Ahora debe decírselo a sí mismo. Y no hay empatía. Tampoco risa.
*
Sehun regresa rápido, con una bolsa de supermercado y una mirada que se puede hallar en algún punto entre alegre y confusa. Sostiene su celular y el marcador en la otra mano y tiene la ropa un poco mojada, pegándosele a los hombros y marcando la forma de su trasero con cada paso que hace hasta el sillón, hasta él. De cerca se ve tan despreocupado que es irritante.
-¿Para qué quieres el Sharpie, hyung?
Lu Han frunce el ceño al tiempo que le arrebata el marcador. Sus dedos se tocan ligeramente, un roce efímero e inocente que, sin embargo, se siente como si le hubiesen quemado. Se aparta unos cuantos pasos y ahora sí vislumbra la confusión en toda la cara de Sehun.
-Para escribir -responde con obviedad y chasquea suavemente la lengua-. Yo también quiero escribir en ti. En nosotros.
Sin siquiera tomar su brazo, hace trazos rápidos, despiadados, que dejan marcado un «mentiroso» en inglés antes de que Sehun se aparte pasmado. Y esa simple reacción le produce un retorcijón en el estómago, de malsana satisfacción. Pero no se compara al que siente cuando escribe con rabia «sidoso» en su propio brazo.
-Hyung, ¿qué demonios…? -exclama Sehun, con los ojos bien abiertos.
Por un momento, piensa en no continuar ni explicarse, que el mocoso se quede eternamente atónito. Podría ser lo más comparable al golpe que ha recibido él, directo en el pecho, y que lo ha dejado sin aire en los pulmones.
-Siempre dices que escribes en mí cómo soy, ¿no? -empieza a explicar, intentando fingir una tranquilidad que no siente-. Características mías que «puedo o no ver», me dijiste una vez. «La realidad» -cita con cierto sarcasmo-. Pues esta es la puta realidad, Sehun: yo soy un sidoso y tú un mentiroso. Lo escribo para que no lo olvides -intenta hablarle como se le hablaría a un mocoso de cinco años, pero cuando está experimentando una emoción tan fuerte como la rabia que le está ocasionando tormentas, tifones bien violentos, Lu Han rara vez se cree coherente. Y siempre ha creído que la pedagogía no es lo suyo-. Encontré tu examen. Tu ELISA -le dice finalmente, enfadado de que Sehun parezca tan ignorante-. Eres seronegativo, ¿no? Has tenido la puta suerte de no agarrar el virus y has elegido engañarme, ¡por meses! ¿Qué? ¿Acaso era muy divertido?
-Para nada, hyung -responde inmediatamente, pero sigue sabiendo como a un instante demasiado tarde.
-¿Entonces por qué?
-Porque quería ayudarte.
Lu Han bufa.
-¿A qué? ¿A sentirme peor? -escupe-. ¿A hacerme notar que mi padre tenía razón, que solo soy una desgracia de hombre? -Tiene un nuevo retorcijón, pero está lejos de ser por satisfacción-. Joder, ya ni siquiera sé si soy un hombre. Solo un puto enfermo.
-Mierda, hyung, mierda -maldice como si no pudiera decir otra cosa. O como si no supiera qué decir. Tiene el ceño fruncido y la mandíbula tensa, y ahora parece enojado, como si tuviera una razón válida para estarlo. Lu Han podría reírse; jamás ha visto tantas expresiones suyas en tan poco tiempo-. No eres menos hombre que nadie. Tienes un maldito pene…Mierda, no, ni siquiera es eso -farfulla y parece reconsiderar sus palabras por unos segundos-. Tienes que sentir que algo es tuyo para que lo sea. Si te consideras hombre, eres un hombre. No tiene que decírtelo alguien más. Nadie -sisea-. ¿Y qué si tienes SIDA? No eres menos persona por tener SIDA. No es que vayas por ahí matando personas.
Esta vez Lu Han sí se echa a reír. Se ríe con todas las ganas que no siente con una risa tan poco suya que parece lastimar a Sehun. Pero claro, se dice, cómo no va a sentirse herido. Si Sehun aún es un niño, incluso utiliza las justificaciones de uno.
Sehun aún es un mocoso.
-No, claro que no. Solo puedo condenarlas a una vida de pastillas y neumonías. Condenarte a ti -le recuerda por las dudas. Por si no lo ha entendido en todos estos meses-. ¿Por qué dejas que esto pase? ¿Por qué sigues conmigo?
-¿Por qué no puedes abrirte lo suficiente y permitir que alguien esté contigo? -responde Sehun y él no sabe si es un simple contraataque o si es tristeza lo que le hace endurecer su voz- No me importa si tienes SIDA, un hijo o un par de cornamentas. Solo quiero estar contigo, hyung.
Lu Han cierra los ojos por un segundo y deja escapar un suspiro profundo que se parece más a un bufido. Lo que se temía: Sehun aún es un moco testarudo.
-No deberías querer eso. Es lo más irresponsable que oí en mi vida. Incluso para ti.
Un silencio tenso se instala entre ellos, que se extiende lo que Sehun dura en sacudir la cabeza lentamente, en negación. Resignada negación.
-Creí que lo habías aprendido, hyung. No se puede tener control sobre todo.
*
Un golpecito en la puerta le avisa que Joonmyun ha llegado. Y eso, que ya es más del mediodía. Tiene un paquete con comida para llevar del restaurante del vigésimo quinto piso en sus manos y un nuevo regaño sobre que el café no es comida en su boca.
-¿Te gusta tu trabajo? -le pregunta, vacilante, entre bocadillos de pollo y pimiento y listas de pedidos.
-Claro que sí -contesta Joonmyun con una mueca de desconcierto-. ¿Qué? ¿Acaso ya te has hartado de Hilfiger?
-No, claro que no -niega inmediatamente como si alguien pudiera verlo-. Pero… ¿Cómo puedes? Con todas esas grillas y clientela pesada…
-Me divierte. La gente encuentra diversión en diversas cosas; en el orden, en la música, en la naturaleza, en la tecnología… a mí me gusta hacer que la gente se sienta bien. Satisfecha. Siempre me gustó ser un buen anfitrión. Si para eso tengo que lidiar con otro tipo de trabajo, papeleo, pues lo haré.
«Diversión». La palabra resuena fuertemente en su cabeza y no puede evitar asociarla al césped crujiendo bajo sus pies al correr, a la adrenalina, a café, a Sehun. No es que no le guste su trabajo; ha aprendido a apreciar la fragancia a Dior, la belleza de un adorno de rosas bien ubicado, la precisión de los minutos; pero le estresa. Le estresa hasta puntos insospechados, que solo desea acabar e irse al M bar, en el vigésimo quinto piso, a beber algún trago mientras la vista nocturna de Hong Kong lo engulle.
-¿Entonces siempre supiste que querías ser Guest Service Manager? -cuestiona con un poco de sorna fingida. En realidad, está intrigado.
-Chief Concierge -le corrige-. No. Para nada. Quise probar suerte en la cocina, pero solo logré rebanarme unos cuantos dedos y toparme con las ratas más asquerosas que vi en mi vida.
-¿Ratas?
-Grandes -añade con un asentimiento-. Del tamaño de mi cara -aclara con un poco de asco y Lu Han hubiese deseado que no lo haga-. Creo que incluso chillé un par de veces, o unas cuantas -comenta con una risa incómoda-. Pero luego me quejé con un compañero y éste me recomendó para reemplazar a un mozo y ahí descubrí que adoraba la atención al cliente. Que la gente venga en busca de mi ayuda, poder ayudarlos y recibir sus agradecimientos. Me hace sentir bien.
Con el cansancio en las venas, se le ocurre que Joonmyun será caballeroso, gentil y afable, pero no es perfecto. No es un hombre perfecto. Solo uno de buen carácter y feliz, a menos que la sonrisa enorme y sincera en su rostro pueda significar otra cosa.
-Entonces… ¿me ayudas con esta lista?
Joonmyun lo mira sorprendido. Parece un poco exagerado. Y Lu Han está un poco irritante últimamente, así que frunce el ceño antes sus palabras.
-¿Qué quieres mi ayuda? No sueles… -empieza. Sin embargo, Joonmyun es realmente bueno en lo que hace y se acerca los papeles hacia sí con una sonrisa predispuesta y un «claro» gentil.
*
Ha estado toda la noche sentado en Lan Kwai Fong, en las afueras del pub donde trabajan Sehun y Chanyeol, bebiendo licor de naranja. Se podría volver adicto a ese licor por culpa de Sehun. Porque ya ha definido que su aroma cítrico es a naranja y si se lo pone a pensar a razón del licor, Sehun es como una gran naranja, amarga por fuera y por dentro…
No, no. Sehun es un hombre. ¿Por qué Sehun es un hombre? Porque así lo cree. O porque tiene pene. Y esa no es una buena dirección de pensamiento. Menos cuando está en la calle y alguien sale del pub con unos jeans ajustados y el cabello castaño cuidadosamente revuelto y ¿ese es…?
-¡Sehun! -grita y lo sigue trastabillando hacia dentro de la callejuela. Agarra su brazo y antes de que se dé vuelta ya está seguro de que es Sehun porque su olor es inconfundible. No sabe bien qué hace cuando lo abraza fuertemente y lo besa. Lo besa con fuerza y se abraza a su pecho plano. Plano porque es un hombre. Y es un hombre porque tiene pene. ¿O porque así lo cree…?
No importa, porque a fin de cuentas Sehun es un hombre.
Entonces Lu Han siente un nudo en su garganta que le impide respirar correctamente y que hace que sus ojos se agüen y que emita sonidos débiles, como quejidos.
-Hyung, ¿qué te pasa? ¿Qué sucede?
-Que eres un hombre.
La expresión de Sehun no se transforma en una de confusión cuando susurra un «Y… ¿qué?», sino de desafío. Aun entre pequeños sollozos y embriaguez, Lu Han lo nota.
-Y que yo…
¿Él qué?, piensa repentinamente. ¿Que también es un hombre? ¿Quién podría decirlo? Si está borracho y se abraza a otro hombre y, mierda, jamás ha podido mantener una promesa, ni siquiera a sí mismo. ¿Qué clase de hombre no puede mantener una promesa, especialmente una tan simple? Cada semana acaba con al menos una cerveza en la mano, aun cuando se había prometido al inicio de la universidad que no volvería a beber, luego de tantas resacas y deslices.
-…yo no he aguatando todo el partido -dice finalmente, en un susurro quebrado.
-¿Qué?
-Te besé. Tendré una amarilla.
¿Cuántas amarillas se merece? ¿Cuántas ha recibido ya?
-¿Qué demonios?
¿Una por Sehun, otra por Minseok, otra por Yifan… y más amarillas? ¿Cuántas amarillas se podía recibir antes de una roja?
-¿O ya tengo una roja? -susurra para sí. Tiene roja. Tiene una tarjeta roja. No ha aguantado todo el partido, ni siquiera puede continuarlo. Está enfermo y tiene roja… ¿el SIDA cuenta como tarjeta roja?
-Hyung -lo llama Sehun con voz apremiante. No obstante, él apenas lo escucha. Tiene la mirada desenfocada y el labio inferior temblando, porque en su mente el licor confunde la tormenta, confunde el abucheo de la multitud con una ola enorme. Necesita unos fuertes sacudones, furiosos, para volver a prestarle atención-. Hyung, ¡la vida no es un maldito partido! No deberías seguir reglas. No hay metas ni medio tiempos; ¡ni siquiera hay un maldito árbitro!
Lu Han arruga el ceño. Aun ebrio, no le gusta ser sermoneado. Logra enfocarse y observar el perfil largo del joven enfrente suyo. Tiene las cejas fruncidas y sus labios forma una sola línea, larga y pálida de la fuerza con la que está tensando su mandíbula afilada. Tiene también restos de cenizas de cigarrillo y sonrisas en su ropa. Pero por sobre todo, tiene un aire que por primera vez le parece a pedantería.
-Tampoco es todo una maldita aventura -contraataca con acidez-. No todo es diversión.
Quizás espera ira, que se aleje en silencio con una mirada irritada. Quizás lo quiere. Quizás ruega que no.
-Lo sé, créeme que lo sé -dice Sehun con un suspiro-. Solo es como quiero vivirla para sentirme bien, y eso es lo que importa, ¿no? ¿Sentirse bien? -cuestiona y Lu Han está por contestarle que no sabe. Que últimamente no sabe nada de nada-. Me gustas, hyung. Mierda, te quiero incluso. Porque me haces sentir bien. Pero tú no…
Lu Han quiere decirle que él también se siente bien, pero los sollozos toman su garganta y las lágrimas se desbordan de sus ojos y es mentira. Es una gran mentira, porque su pecho se sacude y se retuerce y cuando menos se da cuenta está llorando fuertemente mientras Sehun lo abraza. Lo abraza con ímpetu, apretándolo contra su pecho y dándole palmaditas incómodas en el hombro. Sehun de hecho apesta en lograr que alguien se calme, pero lo intenta y de alguna manera lo logra. Lo envuelve con su aroma a naranja y lo acuna en su calor por un buen rato.
Hasta que en algún momento no se siente como si lo van a echar del partido, o le darán amarilla o ha pedido la pelota. No se siente correcto. Se siente simplemente bien.
*
Hay un paquete esperándole en la recepción la semana siguiente. Tiene remitente de Corea del Sur y la caligrafía cuidada de Minseok. Aparenta ser un libro y no debería ser algo raro viniendo de un licenciado en literatura, pero lo es para Lu Han porque Minseok sabe que él odia leer.
Irónicamente, Minseok no es una persona de muchas palabras, así que no es raro que la nota que acompaña el paquete sea corta.
«Olvidé darte esto cuando viniste de visita. Lo compré en el aeropuerto de Londres; supuse que es lo único que leerías. Espero que te guste.» Lu Han se fija en el libro antes de leer la postdata. No es muy largo y versa sobre el Manchester United. Está casi seguro de que en algún momento lo leerá.
«PD: espero que estés cumpliendo la promesa que me hiciste. Y saluda a Sehun de mi parte.»
El pecho de Lu Han parece dilatarse cuando rememora su último encuentro con Minseok, sus últimas palabras. Suena difícil y Lu Han no es bueno cumpliendo promesas. Pero esta se merece un verdadero intento.
*
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