Y continúa !:D
Capitulo 10: Mientras quede por decir una palabra.
Se frotó la cabeza y rascó el resto del cuerpo por varias partes antes de levantarse, después de arreglarse todavía dormido bajó hasta la cocina donde desayunó con los demás. Saboreando el vaso de leche, observó por la ventana que hacía demasiado viento aunque el cielo anunciaba lluvia o tormenta. Salió al jardín y paseo observando las plantas y los árboles. Las flores eran escasas, muy pocas sobrevivían al frío y en otoño se quedaban desnudas. El suelo estaba inundado de hojas, avanzando por el paseo cualquiera podía adivinar por donde habían pisado los enormes pies de Sungyeol.
Aquel paseo matutino, mitad costumbre mitad descubrimiento - pues cada día era diferente - , por lo general le inspiraba para escribir en el cuaderno y cumplir con su trabajo.
A veces se preguntaba si lo estaría haciendo bien, pero otras simplemente se dejaba llevar y no volvía a releerlo. Lo último que había escrito, había sido una revelación para él ya que se descubrió a sí mismo en lo más bajo y a su amo en lo más alto .Quizás aquellas palabras no agradasen al moreno.
Cuando regresó al interior de palacio, dispuesto a coger su cuaderno y escribir, se encontró en el interior de su habitación a Myungsoo. Quién estaba leyendo el libro que tanto recelo guardaba.
Nervioso, Sungyeol se abalanzó sobre él y agarró el libro con las dos manos hasta que se hizo con él. De hecho, el príncipe de hielo ni siquiera había hecho resistencia, provocando que el alto al tirar se cayera de culo.
Desde el suelo, avergonzado y a la vez enfadado, Sungyeol miraba fijamente a Myungsoo sin apartar la mirada. Sabía que él no podía enfadarse, que siempre tenía que estar de acuerdo con las acciones de su amo. El corazón latía a mil por hora y los dedos dejaban sus huellas dactilares marcadas en las tapas del libro, que estaba siendo estrujado sin compasión. Calmando la respiración, se levantó e hizo una reverencia.
- Lamento mucho mi comportamiento amo, este libro es lo único de valor que tengo y no lo comparto con nadie… - Se explicaba titubeante el larguirucho sin levantar la cabeza en su flexión - He actuado mal, puede castigarme.
No podía calcular con exactitud cuánto tiempo había pasado desde que había entrado en el cuarto hasta que Myungsoo se había ido. Sólo. Sin entender nada, seguía sorprendido por la reacción del príncipe de hielo, quién haciendo uso de su apodo no había mostrado expresión alguna, tan sólo lo había ignorado.
Después de guardarlo donde lo había dejado, se sentó sobre la cama pensativo. Quizás el moreno se había enfadado, algo totalmente comprensible, lo mejor sería dejar que el tiempo pasase, no quería volver a equivocarse. El hecho de que Myungsoo invadiera su privacidad, le ponía en igual de condiciones que a él por haber leído aquellas cartas a escondidas.
A la hora de la comida, Sungyeol decidió acercarse al comedor sin llegar a entrar. Detrás de la puerta, paralizado y triste por haberle dado semejante bienvenida, observó a través de la cristalera como Myungsoo comía totalmente sólo.
Recopilando todas las veces que habían hablado en un flash que duró tan sólo unos segundos, pensó que tal vez a pesar de todo Myungsoo también era una hoja marchita.
No sabía qué había provocado aquello pero cuando quiso darse cuenta era demasiado tarde, entre sus mano volaban las páginas de aquel libro que el plebeyo guardaba con tanto fervor. Las historias que contaban, breves y profundas, eran anónimas. Las letras estaban desgastadas por el tacto y donde por voluntad propia se dividían borrones impedían leer la que parecía la historia más corta.
Quiso descifrar aquella frase, durante la mayor parte del tiempo permaneció inmóvil buscándole un sentido pero no pudo encontrarlo, porque Sungyeol enfadado en cuanto entró en el cuarto se lo quitó de las manos.
Reconocía que había sido una falta de educación por su parte, no tenía porque haber entrado e invadir su privacidad. Por eso al ver como se había puesto el más alto se había limitado a retirarse
Se había sentido mal cuando le había pedido disculpas, también era cierto tuvo que contener la risa al ver la culada que se había dado.
En sus aposentos, mientras abría la caja que había traído de su viaje , cogió una carta al azar de entre el montón que estaba unido por un lazo dorado. Sentado en el alfeizar de la ventana, empezó a leer.
25 -II.
Buenos días.
Como ves, respondo mis misivas con extremada rapidez y delicadeza.
¿Cómo te encuentras? ¿El tratamiento está haciendo efecto?
Ahora estamos en invierno, hoy ha nevado. Todavía recuerdo lo bien que lo pasamos la última vez que vimos la nieve juntos.
¿Sigues con el diario, no?
Mientras esperaba tu carta, anoté diez veces te quiero, cada día aunque parezca que ha pasado lo mismo, vuelvo a enamorarme.
Hoy otra vez, te quiero.
Con los ojos cristalinos, guardó de nuevo todo y lo dejó como estaba sobre el baúl, se levantó y fue al servicio a lavarse la cara con agua. Sabía que aún no estaba preparado, Sungjong era alguien a quien jamás olvidaría. Invadido por los recuerdos, cabizbajo, tomó entre sus manos el pomo de la puerta dispuesto a atravesarla y pedirle disculpas a Sungyeol por su intromisión.
Al abrir la puerta, los ojos grandes y marrones de Sungyeol abiertos como platos lo sorprendieron, tragaron saliva y le invitó a pasar a sus aposentos.
- Tengo algo que decirte… - musitó despacio el larguirucho mientras entraba en la estancia y se quedaba de pie quieto en el medio de ella.
- Yo primero - contestó cortésmente Myungsoo apoyando las manos en la pared y sin apartar la mirada del plebeyo.
Capitulo 11: We are not what we say we are.
Los ojos del príncipe de hielo se clavaban como flechas atravesando por completo su mirada. Myungsoo tenía algo que decir, pero él también.
De pie y sin acercarse a su amo, asintió con educación esperando a que el moreno hablara.
Myungsoo tragaba saliva nervioso, una y otra vez se pasó la lengua por los labios hasta que por fin dijo las primeras palabras, sin apartar la vista del plebeyo.
- Yo… siento mucho haber entrado y tomado sin permiso tu libro, no sé que se me pasó por la mente. Perdóname, Sungyeol.
Atónito, perplejo, negó varias veces con la cabeza para transmitir que su amo no tenía porque hacer eso.
Era la primera vez que alguien de su clase social se refería a él por su nombre, Sungkyu jamás lo había pronunciado y aquella escena era demasiado surrealista. ¿Un noble llamando por su nombre a un plebeyo? por supuesto tenía que tratarse de Myungsoo.
Asimilando las disculpas del noble y con la pulsación a mil por hora, el príncipe de hielo aguardaba en silencio una respuesta que parecía que no iba a llegar, el más alto de los dos se acercó y tomó aire dispuesto a contestar.
- Amo, no se disculpe…Soy yo quién no debe alterarse de esa forma, mi comportamiento ha sido inaceptable…
Myungsoo negaba con la cabeza, separándose de la pared, sus pies habían comenzado a moverse hacia él y justo cuando ambos cuerpos se encontraron al mismo nivel se detuvo. Inmóvil, agachó inconscientemente la cabeza cuando la mano de Myungsoo se levantó, seguro que le propinaba un golpe en la nunca (con Sungkyu había recibido más de uno.) Sin embargo tras varios segundos, abrió los ojos sorprendido al sentir como los largos dedos de su amo le acariciaban la cabeza.
El nudo que tenía en la garganta desapareció. Confundido, se dijo a si mismo que su confesión podía esperar. Era un cobarde, pero no quería estropear el momento ni mucho menos hacer enfadar al príncipe de hielo.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que la fina mano de Myungsoo se había posado en su cabeza y repetía aquel masaje con sumo cuidado y lentitud. Aquella sensación nueva y agradable, rompió sus esquemas y confirmó su teoría de que la frialdad por la que era conocido era tan sólo un bulo que iba de boca en boca sin ninguna credibilidad. Probablemente, era más sensible que muchos de los que vivían en Viewtiful haciendo alarde de lo buenas personas que eran. Además leyendo las cartas había descubierto que era una persona muy generosa y sensible.
Por el rabillo del ojo observó cómo el moreno parecía que estaba llorando y Myungsoo cerraba los ojos. Cohibido, se mordió los labios hasta que se decidió a hablar.
- A...Amo... ¿está bien?
- Puedes irte. Gracias -dijo en voz baja y carraspeando mientras se apartaba y abría de nuevo la puerta para que Sungyeol se fuera de sus aposentos.
Ya fuera, asimilando lo que había pasado, se preguntó si Myungsoo lloraba por lo que había pasado o si había sucedido algo en el viaje. No entendía nada.
Aquel día lleno de emociones terminó tan pronto se recostó en la cama y cerró los ojos. Había sido demasiado agotador y delante del plebeyo había derramado las lágrimas que días atrás en el funeral por el aniversario de la muerte de su amante y alma gemela no habían salido.
Entre las sábanas, Sungjong, reía y lo abrazaba.
No recordaba la última noche que había tenido sin soñar, hacía meses que en bucle cualquier imagen se repetía hasta que se despertaba. Y al hacerlo, tan real como la vida misma, acariciaba a la nada que junto a él habitaba aquel espacio.
Ya habían pasado varias horas así que Sungyeol estaría paseando por el jardín. Salió listo para bajar al centro de la ciudad y lo encontró sentado en un banco contando las hojas del suelo, o eso parecía. Levantó un brazo y le indicó que se acercara.
Juntos en el carruaje ninguno de los dos habló hasta que llegaron a su destino.
Paseando por las calles, ambos se detenían y Sungyeol tomaba nota de las cosas que el moreno le explicaba. Estaba siendo un día productivo. Un vendedor ofrecía a muy buen precio espejos de gran valor .Los grabados, la pedrería que adornaba los bordes, todo indicaba que eran una pieza de coleccionista sin embargo mucha gente no se detenía en el puesto.
Myungsoo se había parado y uno a uno los analizaba con detalle. Tras elegir uno, se lo enseñó al larguirucho y levantó las cejas.
- Es precioso ¿no crees?
Sungyeol, aunque lo observó durante varios segundos, tan sólo asintió con educación y se mantuvo detrás de su amo sin meterse por el medio.
Suspirando por la frustración de tener al plebeyo más soso del universo a su lado, compró el espejo y le dio la bolsa para que la llevara. Pasearon un poco más pero ante el inminente aguacero que iba a caer se dirigieron al carruaje. En el interior ya, Myungsoo sacó de la bolsa el espejo y se observó moviendo la cabeza hacia la derecha e izquierda y poniendo diversas caras sin decir nada, después miró para el de pelo largo de reojo a través del objeto y se rió al ver como Sungyeol nervioso se tapaba la cara con la mano para no verse.
Ya en palacio y tras el entretenido camino de vuelta a casa, se deshizo de la ropa de abrigo, que estaba algo mojada debido a la lluvia que los había alcanzado en el trayecto hasta la entrada, se acercó al habitáculo donde se había metido ya el plebeyo y llamó varias veces .
- Adelante - se escuchó de inmediato.
Myungsoo abrió la puerta pero no entró, le miró fijamente y con seriedad.
- En cuanto estés listo sube a mis aposentos, tenemos que escribir.
No le había dado tiempo a ponerse todo lo cómodo que le hubiera gustado, con tan sólo una bata, el príncipe de hielo le indicó al plebeyo que podía pasar en cuanto escuchó su voz al otro lado de la puerta.
- Ayer ¿tenías pensado algo? Creo que podría anotar tus palabras y las mías.
Sungyeol asintió y escribió en el cuaderno, se lo pasó a su amo y esperó su aprobación.
- Está bien, ahora escribe…
« Sueños, soledad, hoja marchita»
El larguirucho obedeció escribiendo todo y apretó los labios al escuchar la última frase.
- Ya esta, amo.
Myungsoo se pasó la mano por el pelo revolviéndose el flequillo y se quedó pensativo.
- Ahora queda lo que escribiremos hoy. Pero primero ¿hablamos un poco? -preguntó sin apartar la mirada de Sungyeol.
Capitulo 12: Time forgotten.
A pesar de que Myungsoo imponía demasiado, cuando comenzaron a hablar, perdió la vergüenza poco a poco. La conversación era normal, no habían profundizado en temas escabrosos ni le habían sometido a un tercer grado. Tampoco sabía a dónde se había ido de viaje o porque había llorado. Básicamente aquella tarde, mientras hablaban, el mundo que los rodeaba y que protagonizaban ellos permaneció en movimiento como siempre sin grandes cambios pero a la vez diferente a todos los días anteriores.
La relación entre el amo y el plebeyo era peculiar. Sungyeol sin embargo negaba que Myungsoo le trataba con privilegios siempre que Woohyun bromeaba sobre el tema. Sungkyu cada vez que los visitaba, no podía ocultar que detestaba que Sungyeol tuviera que estar también con ellos para anotar cosas.
Día a día ninguno observó ningún cambio pero el círculo entre los dos se hacía más y más pequeño, atándolos de forma invisible con una cuerda que les hacía depender el uno del otro.
Frente a la chimenea, sentado sobre el suelo y acariciando la alfombra que estaba debajo con las manos extendidas y con la mirada perdida en su amo, Sungyeol disfrutaba viendo dormir sobre el sillón a Myungsoo. Últimamente, desde que había comenzado el invierno, se habían trasladado desde los aposentos hasta el salón donde los dos pasaban la tarde encerrados. El moreno le enseñaba sus libros favoritos, incluso le había dejado uno para que leyera cuando tuviera tiempo libre, y el larguirucho después conversaba sobre lo que le parecía.
Aquel nivel de confianza, a veces le había confundido, pensaba que un amo no era un amigo. Pero sentía que en efecto, eso es lo que eran.
Se puso de pie y se acercó al príncipe de hielo, la imagen era enternecedora y sin pensar comenzó a acariciarle el pelo despacio. Aquel chico era demasiado bueno. Recordaba cómo semanas atrás la escena era al contrario y Myungsoo se había roto. Se sentía miserable por haber invadido su privacidad pero a la vez feliz de haber podido descubrir todas aquellas cosas que sólo de aquella forma habría podido entender.
Subiendo por las escaleras, entró en los aposentos de su amo y dejó sobre el baúl el cuaderno. Después se sentó sobre la cama y cerró los ojos. El sentimiento de culpa iba a volverle loco. Frotándose los ojos con frustración, antes de echarse a llorar, se levantó de nuevo y se metió en su habitáculo.
Myungsoo le había prohibido despertarlo, decía que le ponía de mal humor, y como no quería que se enfadara cuando se quedaba dormido en el sillón lo dejaba allí y se iba para la cama. Una vez se había quedado toda la noche a su lado esperando a que se despertara pero también le había echado una reprimenda. Así que obediente, simplemente cumplía las órdenes del príncipe de hielo.
Con los ojos fijos en el techo, sin ver nada más que oscuridad, cerró los ojos y tragó saliva. Tenía que confesar lo que había hecho o se volvería loco. Escribir una carta fue si primera idea pero la desechó al momento en cuanto pensó la ironía que era decirle que había leído sus misivas en otra. Dando vueltas en la cama, Morfeo lo atrapó antes de dar con una solución.
Con la espalda hecha pedazos por la mala postura que había cogido en el sillón, se metió en la bañera para sentirse mejor. El agua caliente siempre aliviaba el dolor y por unos minutos le abstraía de la realidad.
Asomado a la ventana, sonrió al ver que había nevado durante la noche, bajó hasta la planta de abajo y buscó a Sungyeol para salir al jardín y disfrutar de la escena. Después de recorrer toda la casa y preguntarle a la Srta. Jiae si sabía donde se podía encontrar Sungyeol, salió él solo a ver la nieve.
Aunque hacía frío, paseó bastante tiempo por el jardín esperando a que el plebeyo apareciera sin éxito. De nuevo en el interior de palacio, preocupado por el larguirucho se apoyó en el alfeizar de la ventana de sus aposentos y esperó. Cansado y sin resultado, bajó al salón a leer, encendió la chimenea y cogió el libro que el día antes había empezado con Sungyeol.
- ¡Amo!
Levantó la vista del libro y se giró hacia la puerta donde Sungyeol le miraba cubierto de nieve.
- ¿En dónde estabas? No puedes salir así -le impuso el moreno levantándose y acercándose a él para ayudarle a quitarse la ropa.
Sorprendido, con las manos sujetadas con fuerza por la muñeca por el plebeyo, lo miró serio.
- ¿Qué haces? Suéltame -hizo fuerza con los brazos para que lo liberara del amarre y volvió a decir en tono más alto-. He dicho que me sueltes.
Sungyeol, bajando los brazos lo soltó y bajó la cabeza nervioso.
- Amo, yo...tengo que decirte algo -pronunció nervioso.
No entendía nada, ni la actitud del plebeyo ni que tenía que decir, aún enfadado asintió para que hablara, aunque la verdad le daba igual lo que tuviera que decirle.
El más alto de los dos, tosiendo y sin mirarle a los ojos tomó aire con profundidad y al expirar comenzó su confesión.
- Amo yo he leído las cartas que están en sus aposentos, sé que es imperdonable… -se detuvo para tomar aliento- haga conmigo lo que quiera. Lo merezco.
Sin dar crédito a lo que estaba pasando, lleno de ira y decepción, las palabras se atoraron en su garganta cuando quiso gritarle. Sus brazos se paralizaron cuando quiso golpearle. Y atónito, no podía apartar la mirada de Sungyeol mientras su corazón se apagaba lentamente.
- …Vete, lárgate, no vuelvas… -le empujó hacia la puerta tras volver en sí y gritarle-. ¿¡He dicho que te vayas!!¡VETE! -abrió la puerta y esperó a que saliera para derrumbarse detrás de ella.
Con la cabeza entre las manos, se apretó las sienes y cerró fuerte los ojos, Sungkyu tenía razón. Un plebeyo… era un plebeyo “podrás divertirte o usarlos pero nunca serán como tú o te entenderán”. Y aquel acto tan detestable, le daba la razón. ¿Qué importaba si Sungjong estaba muerto? ¿Si era lo que más le importaba? Su historia ya no era suya, su intimidad había sido profanada y aquel detestable ser le había hecho confiar en él. Pobre iluso, se dijo para sus adentros, no sabía lo que era el respeto.
Golpeando los muebles del salón y sin poder dejar de gritar cosas sin sentido, salió de allí directo hasta su cuarto y ordenó que tirasen todo lo que había en el habitáculo donde hasta entonces Sungyeol había vivido.
No se trataba de saber lo desconocido, de leer algo que no era suyo, era más allá de eso. Myungsoo se sentía traicionado y se preguntaba cuánto de cierto había en todos los momentos que habían compartido juntos, porque le había dado tanto si un pobre como él no le había dado nada… más que problemas.