Espero que guste y pls comentar !>-<
Capitulo7: Me falta el aire.
Myungsoo le había pedido que dijera algo y en ese momento su mente retrocedió todo lo que pudo en el tiempo en búsqueda de algún error, porque seguro que había hecho algo mal y le iban a regañar. Sin embargo cuando contestó nervioso “Creo…que no he hecho nada mal, amo”, el príncipe de hielo le había ordenado dejar la bandeja sobre el tocador y mirarlo fijamente a los ojos.
Los ojos de Kim Myungsoo eran oscuros, siempre los había imaginado así, pero si los veías más detenidamente durante varios segundos se podía apreciar un brillo color ambarino que lo hacía más humano, más real. Porque a pesar de llevar bastante tiempo en aquel sitio, del trato que recibía, su amo parecía de otro planeta; no se enfadaba como Sungkyu o expresaba alguna emoción, no se reía o gritaba, tan sólo hablaba sereno, pausadamente y sin exaltarse.
Abriendo la boca para decir algo, sin saber exactamente el qué, cuando se acercó a Myungsoo asustado simplemente se dejó llevar.
- ¿Por qué me pide esto, amo?
- ¿Por qué me tienes miedo?
No sabía que responder, nunca se había planteado que era lo que sentía con respecto a él, quizás tenía razón pero era algo natural, impuesto por la diferencia entre clases.
- Porque usted es mi amo y yo sólo soy…su vasallo, señor.
El reloj se había parado, todo permanecía inmóvil excepto la mano de Myungsoo que agarraba la suya con delicadeza. “Respétame, no tengas miedo. Es diferente” y tras decir estas palabras, lo había soltado, Sungyeol había cogido la bandeja llevándola hasta la cocina y se había encerrado en su cuarto.
No recordaba cuantas veces había mirado a los ojos de Kim Sungkyu, tampoco su color o el tacto de su piel; pero estaba seguro de que no se parecía en nada al del príncipe de hielo. La verdad, aquella escena había sido de lo más extraña y nunca había imaginado que algo así fuera a pasar, aunque fuera un amo atípico.
Los siguientes días pasaron con normalidad, parecía que ninguno de los dos quería recordar aquella tarde, aunque Sungyeol había intentado entender el significado de lo que le había dicho para satisfacer a su dueño. A veces se sentaba a los pies de la cama, lo miraba de reojo mientras esperaba a que comenzase el dictado y le servía él la leche. Esas pequeñas cosas, que nunca había hecho con alguien de su clase social, hacían más amena la convivencia y trabajar se había vuelto más agradable.
Ninguno de los dos hablaba más de lo estrictamente necesario, pero sentía que era más cercano que antes y la relación era más estrecha.
A veces los demás plebeyos comentaban despectivamente sobre el trato que recibía, algunos decían que era porque había sido cedido por su mejor amigo Sungkyu, otros porque al amo le gustaban los hombres, Sungyeol se molestaba pero no se metía en dichas conversaciones porque fuera verdad o mentira su vida seguiría igual y además todos eran unos envidiosos.
A lo largo de su vida, no había tratado con gente que fuera así, la envidia era algo que veía externamente en confrontaciones vecinales. No entendía porque habrían de malgastar el tiempo maldiciendo a los demás si eso no solucionaría nada, tan sólo los hacía más infelices.
Ya no recordaba la última vez en la que Sungyeol se había sentado en la silla y la Srta. Jiae había subido la bandeja con la jarra de leche. Ahora, todo aquello lo hacía su vasallo personal. Sungyeol.
Para romper la barrera de la comunicación, Sungkyu le había dicho que empezará hablando él “Woohyun es un charlatán, así que es diferente” había dicho entre risas, y era verdad; Myungsoo recordaba que aquel joven siempre decía algo con o sin permiso de su amo. Un caso excepcional, pues lo normal era que la relación entre clases sociales no fuera más allá de lo profesional y necesario. Pero el príncipe de hielo sabía que su amigo tampoco era como todos y por esa razón se habían llevado tan bien desde siempre.
Por la tarde, antes de que Sungyeol comenzara a anotar algo, se había propuesto entablar conversación. Primero tosió un par de veces, luego se mordió los labios nervioso y ante la mirada curiosa del plebeyo había dicho sin pensar.
- ¿Eres feliz aquí?
Aquella pregunta, que había hecho torpemente, sorprendió a ambos. Pero el más alto, pensando mucho, tardó en contestar varios minutos que parecieron una eternidad ante la mirada atenta de su amo.
- Yo...Estoy bien, amo - respondió secamente cogiendo el cuaderno nervioso y pasando las páginas.
Cuando Sungyeol se fue de sus aposentos, Myungsoo se recostó en la cama y frotándose la cara estresado y frustrado, tragó saliva. No era bueno con las palabras pero esperaba que Sungyeol cooperara algo, o bien podía tomar ejemplo de su amigo que hablaba por los codos. Aunque la idea de que Sungyeol hablara tanto le ponía los pelos de punta, probablemente no lo aguantaría.
Por la noche un mensajero del reino vecino había llegado a palacio con un mensaje, en el salón Myungsoo y él estuvieron hablando durante un rato hasta que tras las oportunas reverencias ambos se despidieron. Aquel imprevisto, retrasaría sus planes de viajar hasta el mercado y hablar con su siervo pero no tenía opción.
Tras la curiosa mirada del resto de plebeyos que vivían en palacio, el príncipe de hielo caminó directo hasta el cuarto de Sungyeol, golpeo dos veces la puerta y pasó. En el interior, el larguirucho, que estaba sentado en la cama leyendo, se incorporó sorprendido.
- ¿Sucede algo, amo? -preguntó tieso como un palo sin apartar la vista de él.
Asintiendo con la cabeza, ordenó.
- Debo irme de viaje, cada día que no esté escribe en el cuaderno lo que se te ocurra. ¿Entendido?
Capitulo 8: La primera versión.
A la mañana siguiente, después de dormir más que nunca, Sungyeol se levantó y fue hasta la cocina. Allí todo estaba como siempre, parecía que la ausencia de su amo sólo le había otorgado privilegios a él, que trabajaba a su vera cada día. Era algo extraño que no le hubiera ordenado que lo acompañara en el viaje, pues solía estar con él siempre que tenía que ir a algún lugar más de dos días, Myungsoo era muy meticuloso a la hora de anotar cosas en su cuaderno.
¿Por qué no le habría ordenado ir con él? ¿Por qué tenía que anotar palabras en su lugar?
Sungyeol estaba seguro de que no lo haría bien, aunque nunca había intentado escribir algo sabía que talento para la escritura no tenía. Quizás saldría a pasear por el reino y anotaría palabras de cosas peculiares que viera, una especie de diario/diccionario. Probablemente sería la mejor opción sino quería dejar las hojas en blanco y ganarse una regañina. Con suerte la ausencia de su amo no sería muy larga.
Paseó por el pueblo con Woohyun, ya que hacía mucho tiempo que no estaban juntos, ambos disfrutaron charlando sobre las últimas semanas en palacio. Namu le dijo que Sungkyu seguía igual de gruñón pero que ya estaba acostumbrado. Sungyeol explicaba lo raro que era Myungsoo y que muchas veces no lo entendía. Entre risas y alguna que otra anécdota, habían pasado las horas tan rápido que sin ninguno de los dos quererlo ya tenían que despedirse.
- ¡Ya me dirás que le parece a tu amo, tu forma de escribir! -gritó desternillándose el de piel tostada mientras se despedía con la mano.
- ¡No te burles de mi~! -respondió con el mismo tono Sungyeol agitando la mano hacia los lados en señal de despedida y aguantando las ganas de darle un capón a ese enano.
Al llegar al castillo dispuesto a trabajar, el larguirucho buscó el cuaderno para anotar las palabras, pero recordó que Myungsoo no le había dejado el cuaderno antes de irse; tendría que subir hasta sus aposentos y cogerlo, esperaba que si lo descubría no se enfadase porqué sino subía no tenía forma de cumplir con sus deberes.
El atardecer desde allí se veía de una manera espectacular, absorto en el cielo, de pie frente al ventanal, sin pensar en nada, Sungyeol entendía porque todos los días a la misma hora su amo desaparecía.
Después de varios minutos sin moverse, se acercó al baúl para coger el cuaderno pero ahí no estaba, extrañado y sin saber dónde podía estar sino era ahí abrió el baúl pero en su interior tan sólo había ropa. Se agachó por si se había caído detrás o por la misma zona pero tampoco halló nada. Después de buscar durante varios minutos se topó con una caja de color dorado, escondida tras el escritorio, la cual llamó su atención. Quizás ahí tenía otros cuadernos y podía hacerse una idea de lo que quería con más exactitud.
Sentado sobre el suelo y con la caja sobre sus piernas, Sungyeol levantó la tapa y descubrió que allí no tenía libretas sino cartas; estaban agrupadas en varios montones y atadas por un lazo. Entre sus manos, tomó el primer paquete de misivas y leyó por encima “creo que no nos volveremos a ver, sabes a lo que me refiero…estoy tan triste.”
¿Qué quería decir? ¿De quién era aquella carta? Definitivamente no debía estar leyendo eso, parecía íntimo y si su amo lo tenía escondido era por un motivo. Levantándose nervioso, puso la caja sobre la cama y metió de nuevo todo dentro, al cerrar la tapa percibió que tenía grabado un mensaje en uno de los laterales, pasó despacio el dedo índice por encima de las letras y se mordió los labios con lentitud al entender su significado. Aquello era algo muy personal y preciado por eso estaba tan bien guardado.
Era noche cerrada, cuando Sungyeol ya había leído varias de aquellas cartas movido por la curiosidad, sabía que estaba violando la intimidad de su amo pero algo en su interior le empujaba a querer comprender porque era así. En esas misivas, hablaban de amor, pero también de dolor y el larguirucho suponía que por esa razón Myungsoo era tan introvertido y raro.
II- IV
Hoy hace sol, ¿recuerdas cuando nos vimos por primera vez? Teníamos tanto calor que parecíamos dos animales deshidratados, por suerte encontramos aquella fuente y pudimos refrescarnos…me gustaría volver a ir allí contigo. Hay tantas cosas que me gustaría poder vivir a tu lado…pero últimamente no podemos hacer más que estar sentados y hablar. Por supuesto, me gusta que hablemos, hablar y hacerte reír, ver esa sonrisa que me gusta tanto.
Mis padres, han hablado de trasladarnos de nuevo, no sé a dónde me llevarán esta vez pero les he dicho que antes de movernos una vez más quiero despedirme de ti. Aunque existan estas cartas, sabes que no es lo mismo.
Te quiero.
Cuanto más leía, más ganas tenía de saber que habría contestado Myungsoo en sus cartas, de conocer al que las escribía y saber si todavía se carteaban.
XXX- XI
¡Buenos días!
¿Cómo estás? cada vez escribes menos, tú última carta a penas era un párrafo .Estoy preocupado, si me dices que estás bien entonces me conformaré con saber de ti, sean las letras que sean.
Ahora vivo más lejos, pero no sé como es este lugar, mis padres no me dejan salir. ¿Tú también crees que podría pasarme algo?
Porque soy como tú, esta es mi respuesta. Si quieres saber más, escribe.
Te quiero.
Leyendo durante toda la noche, riendo y llorando entre hoja y hoja, Sungyeol conmovido no podía dejar de leer aquella historia que tenía entre sus manos. Pero cuanto más sabía, más preguntas se hacía sobre Myungsoo, todo era una cadena.
Guardando en su lugar la caja, bajó por las escaleras y se encontró con la Srta. Jiae que llevaba el cuaderno en la mano.
- Oh, el amo me ordenó dárselo cuando se marchó. Pero no era capaz de encontrarle…
-Ah, lo siento. No se me ocurrió que podría hacer eso y yo también lo estaba buscando. Muchas gracias, señorita Jiae.
Y tras hacerse con su cuaderno, se encerró en su cuarto, tomó aliento y escribió en la página que correspondía.
«“Descubrimiento”, “perdición”»
Y al final de la hoja.
«“Lástima.”»
Capitulo 9: I can feel you.
Por la noche Sungyeol se despertó entre pesadillas, tenía remordimientos. Ahora las palabras que había leído estaban impresas en su memoria dando vueltas como una noria, repitiendo como un mantra todos los te quiero de aquellas hojas. Myungsoo, el príncipe de hielo, sabía lo que era el amor. Y en cambio, una persona alegre y sociable como él no tenía ni idea.
A veces se preguntaba si al ver a una chica guapa, aquella sensación de atracción podría ser producto del enamoramiento pero luego desechaba la idea al observar como a su alrededor la gente no se unía por mera atracción. Woohyun decía que era algo normal, sólo que el larguirucho lo idealizaba demasiado, por esa razón no lo encontraba.
Moviéndose de un lado al otro de la cama, agitado, pensó en como disimularía todo lo que había descubierto en las últimas veinticuatro horas; probablemente se pondría nervioso o estaría más distante, sería demasiado evidente que algo había cambiado. Un cambio significaría retroceso y Myungsoo era demasiado listo, sospecharía enseguida que algo había sucedido en su ausencia.
Atrapado por Morfeo, esa noche, Sungyeol sólo tuvo sueños desagradables, cada una de las personas que conocía poco a poco desparecían y como títeres, dejaban atrás las cuerdas que le unían con el pasado.
Cuando se despertó, observó como unos ojos oscuros se clavaban en su pupila, dio un brinco y salió de la cama, por suerte aquella persona no era su amo. Resulto ser el hombre que cuidaba del campo, y había acudido en busca de su ayuda pues tenían mucho trabajo.
La mañana pasó rápido, en movimiento las horas parecían segundos y cuando se dio cuenta estaba sentado en la mesa comiendo con los demás plebeyos del castillo. El ambiente entre todos era agradable pero a veces cuando Guk, Jin o Jong se reían o hablaban entre dientes para que los demás no los entendieran Sungyeol se sentía fuera de lugar. Al principio de su estancia en el palacio todos lo habían recibido con los brazos abiertos, uno más de la familia podría decirse, pero con el paso de los meses la relación se había enfriado hasta un punto sin retorno.
La relación tan estrecha que mantenía con su amo había molestado a más de uno, el joven Guk por ejemplo, siempre había hablado con el amo, no muchas frases, pero en el palacio todos decían que era su favorito, hasta que llegó él. La señorita Jiae, una hermosa mujer que inspiraba ternura, aunque estaba resignada, también le había contestado mal en más de una ocasión cuando Sungyeol se había acercado a decirle algo.
Esas situaciones, tan tensas pero habituales, habían encerrado a Sungyeol en una espiral de auto diálogo en la ausencia de su amo. Y como cada conversación interna, la reflexión conllevaba conclusiones, la mayor parte de las veces todo se resumía en un sencillo confiesa todo.
Pasaron varias semanas en las que poco a poco se fue acostumbrando a escribir en el cuaderno palabras al azar, algunas que sonaban de forma divertida, otras que no sabía que querían decir y algunas descriptivas físicas o emocionales.
Por la tarde, antes de volver al interior del palacio, paseaba por los jardines, hiciera el clima que hiciese. Se preguntaba por qué el príncipe de hielo tardaba tanto, porque empezaba a echar de menos todos aquellos momentos que se desdibujaban en su memoria con el paso de los días. Quería vivir otra vez los paseos por el reino, anotar en su cuaderno cosas que no entendía y tener un nudo en la garganta cada vez que Myungsoo decía su nombre.
El viaje había durado más de lo previsto, la estancia en aquel paraje durante todos aquellos días que en conjunto habían rozado el mes, le había hecho pensar en muchas cosas. Se había replanteado la vida.
Con el galope de los caballos como música de fondo, Myungsoo sentado en la parte trasera del carruaje sostenía entre sus manos una caja de madera del tamaño de las palmas de sus manos, apretándola contra su abdomen y cerrando los ojos, inmóvil pasó así el resto de trayecto hasta palacio.
Paso a paso, recorriendo el camino hasta la entrada sin soltar aquel preciado objeto, se preguntó cómo se las habría arreglado Sungyeol en su ausencia y si habría obedecido sus órdenes. Al abrir la puerta el silencio sepulcral que lo acogió le hizo estremecerse, pero no esperaba otra bienvenida pues era tarde y todos estarían durmiendo. La luz de la luna que se colaba por las ventanas hacía que subir por las escaleras fuera mucho más sencillo. Una vez se incorporó de nuevo, tras dejar sobre el baúl su caja y cambiarse de vestimenta, se metió en la cama y tomo aire.
Quería saber si todo seguía igual que como lo dejó, si Sungkyu seguía igual de loco y Woohyun charlatán. Si no hubo problemas y Sungyeol estaba bien. Absorto, con la mirada fija en el techo, en tan sólo unos segundos, el príncipe de hielo se había quedado dormido.
Abrió los ojos. La luz del alba indicaba que otro día comenzaba. En el lavabo frotándose la cara con agua, después de hacer sus necesidades, decidió que lo primero que haría sería ver lo que el larguirucho había escrito en su cuaderno. Después de arreglarse y bajando las escaleras lo más rápido que pudo pero con educación, caminó por el pasillo que conducía hasta la puerta del habitáculo donde lo encontraría. Quieto. Se detuvo unos segundos pensando si estaría dormido o despierto. Entró sin llamar a la puerta y sobre el colchón el cuerpo desnudo del plebeyo yacía boca abajo. Su piel morena y cabello largo, al igual que las heridas que tenía a lo largo de sus ciento ochenta centímetros contaban miles de historias que le hubiera gustado saber, pero un noble no se entrometía en esas cosas.
Agachándose a coger el cuaderno que reposaba sobre el suelo, cerca de la cama, contuvo el aire a escasos centímetros de su rostro mientras se erguía .En silencio salió de allí y se dirigió al salón.
Sentado en una cómoda butaca, pasó las páginas hasta llegar a las que no había leído. Durante un rato estuvo atento, perdido en las absurdas palabras que no conseguía descifrar, según pasaron los días y el cuaderno rozaba el final, Myungsoo se percató de que Sungyeol no había estado bien en su ausencia. La última hoja era una frase, el texto más largo que pudo escribir mientras no estaba, ponía “las hojas se marchitan y el príncipe es el árbol.”