Efectivamente, tal y como sospechaba tengo el pie de un precioso color de sangre estancada, pritty. No descarto que se gangrene y haya que cortar la pierna, y es verdad que nunca me han gustado mis tobillos pero esto me parece pasarse. Como tengo cierta fama de exagerar pues igual no es para tanto, ya veremos.
Por cierto, gracias por el osito de felpa, Lux, muy bien pensado, ¡es dificil agredirse a una misma con un osito de peluche, incluso aunque seas yo!
Lo que pasa después del Felices para siempre.
Después de asesinar a la bruja y de que Gretel la cocinara en el gran horno de la casita de chocolate y se la comiran -acompañada de un poco de zumo de manzana y queso fresco-, Hansel y Gretel decidieron quedarse en la pequeña casa de dulce perdida en mitad del bosque porque, las cosas como son, la vieja lo tenía todo bastante bien montado, y al fin y al cabo a ellos dos no los querían en su casa y de alguna forma iban a tener que procurarse el sustento. Así que durante varios años vivieron razonablemente felices. Gretel se convirtió en una cocinera bastante buena, se especializó mucho en dulces y postres, para reparar las partes de la casa que se comían los niños que llegaban hasta ellos, y en condimentar carnes y dejarlas en su punto, tiernas y jugosas. Hansel conocía el bosque mejor que cualquier cazador y se encargaba de eliminar rastros y caminos y crear otros nuevos destinados únicamente a confundir a cualquiera que entrase en ellos, hacerles girar y rodar hasta perderlos y que al llegar a la preciosa casita de jengibre y azúcar quemado, entre las brumas del cansancio, solo les quedase espacio para el agradecimiento y el alivio.
Con el paso de los años los niños dejaron de acercarse a la casita, la llegada de la burguesia hizo que mucha gente se dirigiese a las cuidades en busca de una vida mejor y los que se quedaron tenían buen cuidado de no dejar que sus hijos se adentrasen solos en ese bosque en el que tanta gente había desaparecido y donde, se decía, los hijos de una vieja bruja, a la habían matado, y que vivían ahora de manera antinatural, hermanos bajo el mismo techo, mantenían sus ritos y costumbres a pesar de la llegada de los nuevos tiempos modernos. Esto era completamente falso e injusto, por supuesto, Hansel y Gretel siempre tuvieron una gran visión de futuro, escaso aprecio por la tradición brujeril y gran facilidad para improvisar y adaptarse, así que decidieron hacer lo que hacia la mayoria, emigar a la ciudad.
En Londres se establecieron en una casa de dos pisos en la esquina de Fleet Street que alquilaron gracias al pequeño tesoro que la vieja bruja tenía enterrado en el jardín, bajo un tejo centenario, pequeñas joyas y monedas mohosas que le había ido robando a sus víctimas a lo largo de los años, y tomaron la decisión de formar una pequeña empresa familiar, cambiandose el nombre por aquello de la sonoridad, Todd&Lovett S.L. Montaron una pequeña barbería en el piso de arriba regentada por Hansel, y una tienda de pasteles de carne caseros horneados por Gretel en el de abajo, uniendo así las dos cosas que mejor se les daban hacer a los dos hermanos, rebanar cuellos y cocinar carne y pasteles. Tuvieron un gran éxito, gracias en parte a que Gretel realmente era una buena cocinera y en parte a que Hansel tenía un gran pulso con la navaja de afeitar. Cuando quería, al menos.
Pero esta idilica existencia se estropeó cuando Hansel se enamoró de una rubia más bien tonta con la que se casó después de dejarla embarazada y que le abandonó al cabo de un año por un juez, corrupto, que deportó a Hansel bajo cargos más o menos falsos para que dejase ya de tocar las narices de una vez con la custodia de la niña, y Gretel, sintiendose traicionada y abandonada por su compañero de toda la vida, se dio a la bebida y al exceso de rimmel y colorete para disimular los disgustos.
Después de muchos años en el extranjero Hansel encontró la manera de regresar a Londres en un carguero y volvió a su antigua casa de Fleet Street, con su hermana que le esperaba a pesar de todo y que le había guardado sus navajas de afeitar, bien afiladas y brillantes, con la esperanza de que algún día su hermano volviese con ella. Durante un corto espacio de tiempo volvieron a ser felices, la tienda de pasteles de carne volvió a sus primeros tiempos de esplendor y Gretel se permitió soñar con tener una vida normal, comprarse una casita en la costa y tal vez adoptar algún huerfanito y no comerselo aunque tuviesen mucha mucha hambre. Por desgracia Hansel solo tenía una idea en la cabeza, la venganza, y vengarse se vengó, pero la cosa no terminó bonita, sobre todo para la pobre Gretel, que acabó como un Pedro Navajas cualquiera, cocinada en su propio horno por el ingrato de Hansel.
Y felices, lo que se dice felices, no sé si serían, tendrían sus ratos, me imagino, como todo el mundo, pero perdices seguro que entre niño y niño también comieron. Fin.