Pues sí, lo que han escuchado. He aquí una segunda parte de este epic-crash-autoinducido-fiestadelcrack!, sólo para ustedes.
Y he vuelto de mi hiatus!!! Yeeeeeih!!! Ya puedo volver a spammearles con entradas sin sentidos y fangirlismos varios. Life is life. Shit happens in between.
Les quiero ♥
Fandom: Merlin
Categoría: One-Shot que tomó proporciones épicas y tuvo que ser acomodado en capítulos xD
Palabras: 9619 (por ahora...)
Género: Comedia, Aventura, Comedia de enredos, con pequeños toquecitos de drama, porque soy una drama queen.
Personajes: Hints Morgana/Merlin, Merlin/Arthur. Básicamente Merlin y Morgana enredados en el tiempo y espacios temporales gracias a un hechizo que salió mal. Y Nimueh. Y Uther. Y posiblemente Morgause.
Advertencias: Spoilers de las dos primeras temporadas de Merlin, cuando menos. Y crack. Mucho crack.
Notas: No a ser tomado muy en serio
Primera Parte Segunda Parte:
De pronto las callejuelas del Camelot del pasado ya no parecían tan encantadoras. Mientras se daban de lleno con paredes que en el futuro no debían de estar allí, atropellaban a comerciantes furiosos y corrían por todos los escondrijos posibles, el mundo a Merlin y a Morgana se les antojó un sitio hostil.
No se habían ni parado a pensar qué era lo que estaba pasando. Y el hecho de que por primera vez, también su contraparte femenina tampoco tuviera idea de quienes eran esos desconocidos, no hizo mucho para calmar los nervios del mago. Cuando hacía poco se había preguntado cuál sería la siguiente cosa en salir mal además de la magia, allí estaba la respuesta. Persiguiéndoles con caras neutras, túnicas blancas y armas que se veían mortíferas, una especie de palos que lanzaban bolas de magia re potenciada o piedras o cositas de metal o algo así. No querían detenerse para descubrirlo.
Mierda. Se encontraban ahora en una calle ciega, y aquellos hombres extraños a los que no se les veían los ojos se les acercaban apuntándolos con fiereza.
Aquel era el momento en el que cualquier perseguidor habría aprovechado para decir la sentencia, o presumir por haberles atrapado, o tal vez echar un discursillo de esos a los que los villanos eran tan dados (Porque tenían que ser villanos, ¿no?), pero el silencio cadavérico que se sepultó entre ellos y sus adversarios le hizo pensar que aquellos debían de ser seres mágicos, o algo aún peor.
Miró de reojo a Morgana, mientras retrocedían para quedar estampados contra la pared de piedra. Susurraba hechizos, uno detrás del otro en un arranque de desesperación, pero nada ocurría. Estaban atrapados.
Y justo en el momento en el que Merlin cerró los ojos, resignándose a su suerte, y a una muerte dolorosa aún antes de haber nacido, una voz lo interrumpió.
-Por aquí.-Se oyó un susurro, justo detrás de sus cogotes, donde hacía un momento había habido piedras.
Cayeron hacia atrás, jalados por una fuerza que ambos reconocieron instantáneamente como magia. Y pronto la pared de piedras volvió a aparecer pero justo delante de ellos.
Voltearon a ver a su salvador, que corría por la callejuela trasera del mercado, y sintieron sus corazones acelerados en el mismo instante en el que el desconocido volteó por menos de un segundo para gritarles apremiantemente:
-¡Vengan!
Y ellos no eran quien para desobedecer a las órdenes impuestas. Y como no tenían otra opción , eso hicieron, como alma que lleva el diablo, desapareciendo por los recovecos oscuros que ninguno de los dos había visto antes. Los barrios bajos de la ciudad, parecía, pero no se detuvieron ni un momento a verificarlo.
Cuando Merlin pensó que ya no podría más, la túnica granate del desconocido se detuvo en una esquina. Y pronunciando unas palabras, abrió la pared enfrente de ellos, mostrando una puerta de hierro que atravesaron aguantando el aliento, sin siquiera preguntarse exactamente a dónde conduciría.
El joven mago se derrumbó contra la pared del escondrijo. Últimamente se había deshabituado a los largos trotes. Su mayor emoción los últimos días había sido acompañar a Arthur a irse de caza, o revisarle la correspondencia privada antes de que se despertase (Bastantes admiradoras tenía el príncipe de Camelot y todavía no se dignaba a querer casarse, aunque Merlin conocía muy bien sus razones).
-¿Están bien?
El silencio se hizo entre los tres mientras por primera vez, Merlin y Morgana se fijaban de quién era su rescatador.
Una Nimueh muy joven los miraba con sus ojos azules llenos de bondad, su cabello recogido, sus labios carnosos y en su rostro ni un ápice de la frialdad o la perversidad que lo curtirían treinta años después. Aún así debía de tener más años de lo que aparentaba, pues ninguno de los jóvenes hechiceros habían presenciado una magia tan fuerte en alguien tan jovial, ni siquiera entre ellos mismos.
Morgana asintió rápidamente porque la manera en la que la miraban ya se estaba pasando de incómoda. Merlin cerró repentinamente una boca que no sabía que había abierto.
-¿Dónde estamos?-Preguntó la bruja, rápidamente haciéndose cargo de la situación.
Nimueh la miró con benevolencia y el mago miró alrededor. No había un solo centímetro de pared que no estuviese ocupado de aquella habitación mágica a donde habían llegado a parar. Libros, pergaminos, frascos, pociones, vísceras, jaulas de animales vivos, plantas, macetas, tapices con propiedades fantásticas, velas cantarinas, bichos disecados y polvos brillantes.
-Esto es donde vivo. Van a estar seguros.-Hablaba lento y de manera aterciopelada, mientras les miraba con un cariño y una comprensión infinitos.- La puerta tiene un hechizo contra las fuerzas externas.
Tomó aliento por un segundo y escudriñó en sus caras, todavía perturbadas por tanta emoción y que parecían mirarla con tanta curiosidad.
- Lo que significa que sólo pueden entrar si yo los dejo entrar.-Explicó a continuación mientras sus ojos refulgían.- Aunque eso ya lo saben ustedes.
Merlin se preguntó exactamente cómo sabría ella que ellos tenían magia sin saber siquiera sus nombres. No era una capacidad que se pudiese ver a simple vista, lo sabía él de primera mano que llevaba encubriendo su secreto más de media vida. Pero pronto la respuesta se hizo evidente.
-¿Por qué les estaban persiguiendo los caballeros del tiempo?- Lo dijo sin malicia alguna, sólo curiosidad, mientras tomaba asiendo en un taburete forrado de hierbas y les observaba indagante.
-Con que eso eran…-Susurró Merlin para sí mismo, aunque todos lo escuchasen.
-¿Son… viajeros?-Preguntó Nimueh ignorándole y dejó escapar la última palabra con un tono especial, como si le tuviese gusto a lo prohibido.
Entonces todo tenía sentido. El por qué Nimueh les había protegido. El por qué habían tomado su interés. Habían sido perseguidos por los caballeros del tiempo. Morgana por haber intentado matar a Uther, él por haber aplastado una mariposa, ambos hechos que interrumpían la continuidad del tiempo “horriblemente”. Por eso Nimueh había sabido lo que eran, sabía que eran hechiceros fuera de la norma que habían roto aquel tabú de viajar en el tiempo; y sus ojos ensoñadores, llenos de admiración no eran sino consecuencias de aquello.
Antes de que alguno de los dos, pudiese pensar qué repercusiones tendría en el futuro el haberse encontrado con Nimueh antes de que fuese una hechicera peligrosa, cada uno contestó a su pregunta rápidamente.
-Sí.-Murmuró Morgana, unida en afecto fraternal con su antecesora en cuanto a hacerle la vida desgraciada a Uther se trataba.
-No.-Respondió Merlin al mismo tiempo, queriendo ahorrarse otra paradoja parecida a la de la mariposa y empeorarlo todo aún más.
Ahora, algo que no se le había pasado por la cabeza era que tal vez ella les podría ayudar, y eso Morgana ya lo había procesado, maquinado y vuelto a procesar. Tal vez por el hecho a que estaba acostumbrada a pensar rápidamente, tal vez porque estaba desesperada por salir de esa situación tan embarazosa, y no tenía el coraje (o la ignorancia, más bien) de tomarse todo aquello como una aventura más, tal como lo hacía Merlin.
La joven hechicera sonrió en silencio con sus labios encarnados. Merlin y Morgana se miraron con furia el uno al otro. No hacía falta decir que su salvadora estaba intrigada por aquel secreto que ambos parecían guardar, pero aún así no dijo nada mientras saltaba de un lado a otro con jovialidad y les ofrecía algo de comer. Y si había algo que diese más hambre que ser perseguidos en un pasado remoto por los caballeros del tiempo, aliado con tu peor enemiga, Merlin no lo conocía. No todavía, por ahora.
-
Era algo extraño contemplar de nuevo a una persona que ellos creían muerta. Y si era en el pasado aún más. Nimueh debió de haber sospechado cuando los dos jóvenes no le quitaban la vista de encima ni parpadeaban mientras les contaba la interesante historia del hijo del botánico de la esquina, pero no dio muestra de ello y simplemente les miró sin poder creerse su suerte.
Descubrieron poco después que aunque Nimueh no era especialmente una hechicera demasiado poderosa, por lo menos todavía no, tenía una obsesión insana con los prohibidos viajes en el tiempo y el hijo del botánico. Y eso les era especialmente útil. Sobretodo con la inmensa colección de tomos y libros vedados que había recolectado, y que ahora les serviría para saber más o menos cómo podrían salir de aquel embrollo.
Ellos tampoco podían creerse su suerte.
-Es verdaderamente agradable. Quien se lo hubiese esperado.-Murmuró Merlin en cuanto la hechicera tuvo que salir a hacer unas compras a…, adivinaron, al botánico de la esquina.
Morgana le sonrió.
-Me pregunto si sería tan agradable si supiese que tú eres quien la mata.-Contestó con los ojos brillantes y Merlin hizo una mueca.
-
-Así que… así que supongo que ustedes dos son hechiceros.-Oyeron decir a su anfitriona con mucha animación, mientras rebuscaban por entre los libros de Nimueh algo que les pudiese ser útil. El desorden allí no era normal.
A Merlin un escalofrío le recorrió la espina dorsal, por la manera de decirlo de la hechicera, a voces, a gritos y sin ningún tipo de sutileza, mientras aireaba su mayor secreto al público distinguido de su guarida desordenada.
Morgana sopesó la afirmación, ¿podría decirse que eran hechiceros cuando ninguno de los dos tenían magia ahora y lo máximo que estaban capacitados de hacer era hacer sonar a los grillos?
-¿Podrían ayudarme entonces a terminar de preparar mi elixir de hepimog?
Los dos viajeros en el tiempo cruzaron la mirada. No había nada especial en preparar un elixir, seguramente de vida, o de enamoramiento, o cualquier cosa que quisiese Nimueh. Pero el hecho de que fuese de hepimog, una especie de criatura mágica en forma de conejo completamente extinta en el futuro, hizo que se les abriesen los ojos con algo parecido a la curiosidad en un caso, y a la avaricia en otro.
Por lo menos si estaban estancados allí, podían aprovechar para aprender un poco.
En primer lugar aprendieron que el hijo del botánico se llamaba Gaius, y Merlin escupió un poco del almuerzo por la nariz. En segundo lugar, que aquel elixir de amor verdadero era para él. Y en tercer lugar, que las mandíbulas de hepimogs que estaban usando mordían. Según Nimueh, la pócima iba a ser tan efectiva que valían la pena todas y cada una de las mordeduras. Por supuesto, que ella no era la encargada de sacarles los dientes.
La hechicera, mientras hacía papilla el resto de las especias; veía cómo se las afanaban entre los dos, con solamente manos y dedos para sacarles uno a uno todos lo molares; y como buena observadora que era, su pregunta, que más bien era una certeza, no tardó en llegar:
-No tienen magia.-Sonrió.-¿Salió mal el encantamiento, no?
Morgana de pronto se hundió en el pozo profundo de la vergüenza, sus labios se fruncieron y sus mejillas se colorearon, así que fue Merlin el que tuvo que responder por ella con un asentimiento de cabeza casi imperceptible.
-No exactamente como se quería, no.-Merlin luchó contra una sonrisa y perdió.
-¿Y por ahora sólo han perdido sus poderes?
A Nimueh le brillaron los ojos, los dos hechiceros se preguntaron al mismo tiempo lo que quería decir “por ahora sólo”, y en sus miradas perdidas se traslució aquel enorme signo de interrogación dentro de sus cabezas.
-Oh. Tal vez se los he debido de decir antes.-Murmuró con delicadeza la anfitriona, mientras ellos parecían muy dedicados a moler los dientes extraídos, que luego mezclarían con una sustancia asquerosa de color mostaza.
-Dicen…-Su tono de voz se fue haciendo cada vez más bajo.-Los libros y los hechiceros que lo han intentado, por debajo de la mesa, por supuesto…porque saben que ese es el único tipo de magia que ha sido prohibido…dicen que…
No. No sabían que la prohibición de la magia hubiese empezado por ahí. Y si lo había hecho debía de haber sido por una razón. Aún así, eso no les importaba en aquel momento en el que se habían quedado estáticos esperando que Nimueh continuase con sus predicciones. Parecía un tanto insegura de si decir lo que pasaba por su mente, y Merlin y Morgana se temieron de pronto los acontecimientos más viles y apocalípticos a los que sus imaginaciones tenían acceso.
-¿Sí?-Contestó la bruja, apremiándola a continuar.
-Dicen que se va a poner peor.
Si se hubiese podido cortar el silencio con un cuchillo, tal vez lo hubiesen usado para untarlo con el pan de la cena. Pero no se podía. Entonces se quedaron allí contemplándolo por unos momentos, con los ojos muy abiertos, como si la desgracia hubiese caído sobre ellos definitivamente.
-¿Pero cómo…?-Susurró Merlin unos instantes después, porque en verdad no podía imaginarse cómo su situación pudiese empeorar.
Al parecer para el cosmos no era suficiente ser perseguidos por los caballeros del tiempo; haber matado una mariposa y haber cambiado el orden estelar del universo; hacerse amigo de una de las mayores hechiceras de todos los tiempos que, sí, había matado con sus propias manos; y hacerlo todo acompañado de su peor enemiga. No. Parecía que en cuanto se trataba de él, jamás sería suficiente.
-No lo describen exactamente.-Nimueh intentó restarle importancia, pero aún así, el tono bajo con el que pronunciaba sus palabras predecía fatalidad.-Es como un enorme espacio en blanco así que no sé a qué se refiere…
-¿Pero qué dicen?-La voz de Morgana olía a desesperación, y Merlin temió por quincuagésima vez en las horas que llevaban juntos que a la bruja le fuese a dar un síncope o un ataque de nervios.
-Dice…vamos, no tiene sentido.-La hechicera sonrió, intentando transmitirles una tranquilidad que no sentía. Fue recibida con un silencio mortuorio.-Dicen que va a haber saltos, cada vez más cortos. Es extraño, todavía no he descubierto lo que quiere decir… pero dicen que va a haber dificultades… pero no deberían de preocuparse…
¿Saltos? ¿Qué demonios quería decir eso exactamente? Los dos enemigos se miraron, unidos ahora por una única cosa, consternación en cuanto a lo que el futuro les deparaba, algo irónico debido al hecho de que eran viajeros en el tiempo, después de todo.
-Pero… eso tiene solución.
Las palabras de Nimueh eran casi como un poema en el que ambos estaban embebidos. Frenéticos, sedientos de más, llenos de ideas de desesperación y desmoralización y en menor medida una esperanza que ahora se henchía por un segundo.
-Qué… ¿qué debemos de hacer?-Susurró Merlin.
Y si la muchacha les hubiese dicho que tenían que hacer diez saltos de rana con los ojos vendados y cantando alavíboradelamar, lo hubiesen hecho. Allí quedaba, en una esquina llorando, el orgullo desconsolado de los dos más grandes hechiceros de todos los tiempos. Abandonado. Olvidado.
-Dependiendo de cómo lo hayan logrado…-Y la curiosidad brilló en su mirada. Pero no era una maligna. Aquella Nimueh, sin ninguna duda era la personificación de la bondad, de nuevo para sorpresa de Merlin.
-¿Fue un amuleto encantado? ¿O una pócima de Reburbitania?
-Fue una piedra.-Respondió rápidamente Morgana, danzando entre sus manos.- La piedra de Fandorin.
-¡La piedra de Fandorin!-Merlin volteó hacia ella impresionado.
-¿De dónde la has sacado?-Murmuró indignado, preguntándose de dónde habría conseguido Morgana aquella roca legendaria, el mito secreto mejor guardado de los sacerdotes druidas de la Galia. Con que eso había sido aquel pedrusco marrón pupú que había usado en su baño termal. No había ya por qué preguntarse cómo tanto poder había salido de algo tan pequeño.
-Herencia familiar.-Murmuró entre dientes la bruja, negándose a mirarle, antes de fijar su completa atención en una Nimueh que parecía extasiada.
Qué herencia familiar, ni que ocho cuartos. La había robado de algún lugar, o la habría comprado a precios carísimos. Habría matado, chantajeado y hechizado a más de uno, de eso Merlin estaba completamente seguro.
Y todas las propiedades de la piedra, pensó con desesperación. La llamada “llama de la paz”, en manos de aquella mala malísima cuya máxima aspiración era asesinar cruelmente a Uther-novalelapena-Pendragon. ¿Qué demonios se había fumado?
Pero mientras él mantenía aquella cara ofuscada, una mezcla de horror, indignación, incredulidad y admiración, porque también la había, las mujeres se concentraban en asuntos más importantes.
-No estoy segura entonces de cómo podría ser…-Murmuró Nimueh dubitativa.
Pero cualquier sugerencia de ella, hasta la más pedorra sería un gran avance en cuanto a estrategias para salir de allí se trataba, así que Morgana la aupó a más.
-Bueno, la mayoría de los hechizos de viajes en el tiempo se resuelven por el mismo hechizo. Normalmente duran unos minutos, media hora los muy poderosos.
Bien, eso no servía de nada. Que continuase.
-Pero suponiendo que les ha salido mal… supongo que tendrían que encontrar una constante. Algo que sea un vínculo entre su presente y aquella época en la que están estancados… Aunque yo no diría estancados, tampoco.
-¿Una constante?-Merlin tragó saliva, intentando descifrar el idioma en el que la hechicera les estaba hablando.
-Sí, mágica a ser posible. Así sería más poderoso el vínculo, tal vez algo que posean…-Continuó Nimueh.-Algún amuleto que les sea fácil encontrar…
-¿No sería lo ideal hacerlo con la propia piedra?-Sugirió Morgana mientras se le iluminaba la mirada.
Nimueh la miró sonriente como si la idea se le acabase de ocurrir a ella. Merlin no pudo sino pensar que aquella joven parecía medio cortita de luces, pero le restó importancia. Cualquiera que hiciese tratos serios con Uther, en el pasado o en el futuro, era seguramente medio tonto y tenía deseos de morir.
-Oh. Con la piedra sería ideal.-Asintió con la cabeza.
Bien. Aquello había parecido bastante fácil. Morgana sonrió con satisfacción, antes de darse cuenta con una mirada de reojo a Merlin, que en verdad no tenía ni idea de dónde podría estar la piedra de Fandorin en aquel momento.
-
-¿Me pasas el aberro?
Morgana levantó la mirada del libro de runas en el que había estado estancada las últimas horas, en su vano intento por encontrar alguna pista de dónde se podría encontrar la piedra en aquel período en el tiempo.
La habían visto por última vez en el año de 455 en Constantinopla, y si tenían que viajar a Constantinopla para buscarla, probablemente estaban jodidos, así que intentaba encontrar una pista más reciente.
Por eso aquella interrupción de Merlin, que continuaba ayudando a Nimueh a hacer su elixir del amor eterno, le sentó como una patada en el estómago, y de pronto, los viejos odios volvieron a renacer. Se había acordado exactamente de por qué todo había salido mal.
Si él no se hubiese entrometido en primer lugar…
-Hemos sido enemigos desde siempre, Merlin.- Sus ojos refulgieron, su voz sonó como uñas afiladas en una pizarra sucia, y supo al más puro veneno.
Merlin levantó la cabeza expectante, como si no pudiese creer a sus oídos.
-¿Por eso no puedes pasarme el aberro?-Dijo con una media sonrisa.
Morgana estuvo a punto de estrangularle con la mente, y probablemente habría encontrado una manera de hacerlo si no hubiese sido por el hecho de que su magia era ahora poco menos que una ráfaga de viento muy fría.
-Estoy hablando en serio.-Escupió sobre el suelo mientras sus ojos se endurecían y de pronto pasaba por su mente la idea definitiva de conseguir la piedra ella sola y dejarle estancado allí en el pasado por siempre.
Pero no era tan simple, pronto lo descubriría.
-No desde siempre.-Respondió Merlin, mientras bajaba la mirada. No. No habían sido enemigos desde siempre. En eso se había equivocado ella.
El mago buscó en sus ojos aquel resquicio que siempre encontraba, aquel color familiar que le indicaba que aquella era Morgana Le Fay, la misma Morgana de cinco años antes, y ella se vio desarmada por un segundo, antes de cerrar los ojos y cargar de nuevo con su postura. Era ya irremediable.
Merlin suspiró y le lanzó una mirada significativa.
Oh no. Allí venía de nuevo, Morgana cerró los ojos rebuscando en su interior un poquito de paciencia. No el discurso. No creía poder enfrentarlo frente a Nimueh, aquello ya iría a parecer una telenovela mexicana.
-Hubo una época en la que era tonta y era mísera y no conocía ni mis capacidades ni mis limitaciones morales.-Respondió como si se lo hubiese aprendido de memoria; mientras volvía a enfrascarse entre las hojas apergaminadas del libro.- Tal vez en aquel entonces te llamé amigo.
-Pero esa no era yo.-Le miró desafiante mientras las palabras ahora fluían por su propia cuenta y se permitió un esbozo de sonrisa malévola que Morgause le decía que le quedaba tan bien. Sobretodo si la hacía de medio lado.- Nunca fui yo.
Había dejado a Merlin con las palabras inspiradoras-transforma-gente en la boca. Y su ceño fruncido ahora se lo resentía.
-¿Entonces quien eres ahora?-Merlin la miró cansado, como si a sus escasos años de vida, hubiese perdido la esperanza en la humanidad (O en encontrar un archienemigo decente, pero eso era ya otro asunto).
-Tu peor enemiga y se mantendrá de esa manera.-Sentenció la bruja, como para convencerse a sí misma.
-Muy bien.-Se encogió de hombros Merlin.-Agarro el aberro yo sólo. Muchas gracias.
Pero en cuanto había terminado de echar el aberro en el caldero que Nimueh había dejado humeando en una esquina, se dio cuenta de que había agarrado el frasco incorrecto. Aún así, frunciendo el ceño, le restó importancia. Tal vez por ese error había sido que Gaius no se había enamorado de la hechicera en primer lugar. Tal vez por no echarle el potaje correcto le habría quedado aquel párpado caído. Quién sabía. Él no era quién para preocuparse.
- Wow.-Nimueh le sorprendió por la espalada con un tono confidencial.
- ¿Qué le has hecho?-Murmuró, señalando con la cabeza a Morgana. Había oído toda la conversación, seguramente, atándose sus propios cabos.
¿Arruinarle la vida desde que había descubierto que tenía poderes? ¿Frustrarle el sueño de su vida? ¿Intentar matarla? ¿Traicionarla? ¿Apuñalarla por la espalda? Había tanto de dónde elegir, así que el mago se decantó por lo más fácil:
-No estoy muy seguro.-Respondió ladeando la cabeza.
-Tranquilo… dicen que con unas flores casi todo se arregla.-Nimueh sonrió encajándole un codo entre las costillas que pretendía ser una picardía compartida.- Vamos, que si a mí me mandasen flores…
La hechicera continuó dando saltitos por su escondrijo, tarareando una canción de amor que le pertenecía sólo a ella y al hijo del botánico. Merlin se encogió de hombros de nuevo e intentó seguir, sin pensar demasiado en qué habría querido decir Nimueh con aquello. Después de todo, había cosas más importantes en las que concentrarse.
-
-¿Cómo es?-Dijo jovialmente, ignorando la atragantada que se echaron instantáneamente sus invitados.- El futuro, digo.
Pero no hacía falta aclararlo. Ya tanto Merlin como Morgana estaban en sus asientos, contemplando el sencillo plato de sopa que Nimueh les había ofrecido antes de partir, con una mirada lánguida.
Morgana se mordió un labio y la mirada cristalina de Merlin de pronto, tomó medidas drásticas y se convirtió en una de culpabilidad total. Si algo pudiera haberle dolido más que el golpe amenazante que le había sentado Morgana por debajo de la mesa, era la posibilidad de tener que hablarle a Nimueh de su futuro.
Por supuesto omitiría ciertas partes (como las que le pudiesen haber indicado que estaba cenando con su asesino), pero aún así, no dejaba de ser sinceramente doloroso contarle a alguien cómo todo se iba a ir al traste.
-Oh, vamos.-La joven hizo un gesto con la mano.- Ya sé que no es conveniente que digan nada. -No les gustaría cambiarlo todo.
En verdad había muchas cosas que habrían querido cambiar, pero ambos eran seres que no estaban acostumbrados a obtener lo que querían, así que podían aguantarse. En primer lugar porque no querían caer en las manos de los caballeros del tiempo bajo ningún concepto.
-Supongo que debe de ser próspero.-Comenzó Nimueh, mientras su voz ensoñadora se perdía en un intento fútil de hacerles hablar.-Y mágico. Oh, debe de ser maravilloso.
-Pero jamás haría un hechizo para verlo, jamás he tenido el suficiente valor.-Aclaró seguidamente, sin darles tiempo a mandarle alguna mirada llena de compasión.- Se necesita una magia muy poderosa, ¿saben?
Tal vez por eso les miraba como si fuesen el mesías encarnado, pensó Morgana, pero no lo dijo.
-Sí, bueno…-Respondió ambiguamente Merlin, cuando el silencio se hizo todavía más incómodo.
-¿Qué tal es Uther de rey?-Continuó la joven hechicera con entusiasmo.- Su boda es la semana que viene.
No dejo de pronunciar la última frase con cierta tristeza. Seguramente era otra más de las féminas desesperadas por la apasionante figura del príncipe de Camelot. Era difícil no serlo. Si hasta a la misma Morgana le había latido con fuerza el corazón al verlo aparecer por la calle. Aunque esto era debatible, podía haber sido también la perspectiva de por fin derribarle.
-Es encantador,-Nimueh dejó escapar un suspiro ensoñador.- Estoy segura de que será un buen gobernante.
Allí sí había sido demasiado para el espíritu valeroso de Morgana que ahora se henchía de nuevo con la rabia que sólo podía traer el verse a sí misma reflejada en aquella pobre ilusa, y saber lo que pasaría con ella, sus buenos deseos, y el futuro de la magia en Camelot.
-Sí.-Dijo Merlin rápidamente antes de que su compañera tuviese tiempo de decir nada.-Es muy bueno, muy… bondadoso.
-Nimueh.-Morgana la miró exaltada, de hermana a hermana, de perseguida a perseguida, de desesperada a desesperada.- No hagas tratos con…
La patada llegó como un bólido y Morgana se encorvó con dolor, recordando de nuevo su puesto. No podían cambiar nada. Era extremadamente peligroso. No querían cambiar nada. Y aún así, todo aquello parecía tan injusto. Sus lágrimas de pronto no fueron sólo de dolor, sino de horror y furia pura.
-¿Con quién?-Nimueh murmuró sin entender mucho.
Merlin negó con la cabeza antes de pararse de su lugar en la mesa. Aunque no quisiese admitirlo, a él tampoco le gustaba aquello. Habrían podido ahorrar mucho dolor, muchas muertes, en apenas un segundo, en apenas una observación. Pero era demasiado peligroso.
-Deberíamos de irnos.-Dijo antes de verse contrariado en su área de moralidad exacerbada.- Deberíamos de comenzar a buscar la piedra.
Morgana se paró detrás de él y se despidió de Nimueh con un abrazo. Sus labios fruncidos en un mohín de desconsuelo lo acompañaron de vuelta a la calle y se encontraron de nuevo sin saber qué hacer, sin saber cómo comenzar a buscar y lograr su cometido.
De nuevo solos. De nuevo desolados. De nuevo sintiendo el peligro bajo la piel. De nuevo en aquel mundo traslúcido de algún lugar en el pasado al que no pertenecían. No todavía.
Miró de reojo a su compañera, y su boca comenzó a murmurar unas palabras: “¿Por dónde comenzamos? “. Pero no tuvo chance de ello. El remolino de luz les envolvió en menos de un segundo y sus cerebros rebotaron contra sus cráneos, estampándose otra vez sobre una tierra muy familiar.
Estaba pasando de nuevo.
Ya no sabían dónde estaban.
D' END Continuará...
PD: Yeah. He tomado prestado algún toque de Lost, con lo de la constante y los saltos, porque sinceramente una vez les metí en tal problema, no sabía exactamente cómo sacarlos xDDDD. Además... lolarious cross-over is lolarious.