Desde que desperté, hoy en la tarde, estuve pensando en algo, para escribir. Quise desear feliz navidad a todos quienes pudieran/quisieran leerme. Incluso pensé en alguna que otra historia, del tipo cursi-navideña que me hiciera sentir bien por un momento, pero que, sin duda, me haría preguntar (en unos cuantos meses, cuando decidiera leerla de nuevo), ¿qué demonios se supone que escribí? Realmente tenía algo bastante concreto, una felicitación "muy yo", con risas y palabras tontas, que hicieran reír a otros. De algún modo sé, que desde hace mucho, mucho tiempo, acostumbro a decir cosas estúpidas, sólo para que alguien más sonría, cuando no siente deseos de hacerlo; o cuando se siente mal por alguno que otro motivo.
Sí. Esta entrada iba a ser diferente. Hasta que sentí, que debía dedicártela a ti. Y aún no sé por qué, sólo sé que son casi las once de la noche; que muchos se están yendo a dormir, que vivieron su día de navidad, de la mejor manera posible y que, tal vez, no debería estar escribiendo esto. Pero no puedo evitarlo, el asunto ya se convirtió en necesidad.
Desde hace mucho rato, que no dejo de pensar en ti. Desde hace poco (menos de un minuto, la verdad), comencé a pensar en que tal vez, esta actualización debería ser privada. Aún no sé qué escribiré, pero sé que estará lo suficientemente lleno de sentimientos, como para que sea expuesto al público, sin que nadie piense que lo escribo por dramática, o porque quiero dar lástima, porque me complico o qué sé yo. Y, así, de pronto, empiezo a pensar que dirías algo parecido a: "Bah, ¿y lo que piensen, qué te importa?" Y ese pensamiento, es el que hace que decida, que sí... la entrada será pública, dentro de lo que cabe, claro. Y es, simplemente, porque siento que llegué a un punto en el que necesito hablar de ti y quiero que los demás sepan, lo importante que fuiste para mí.
¿Fuiste... o aún eres?
Todavía recuerdo aquel día. El día en que supe qué pasó. De hecho, siento que no voy a poder olvidarlo, aunque lo intente. Recuerdo a la persona que me acompañaba. Recuerdo todo lo que hice esa tarde. Recuerdo la calle que recorrí. La promesa que hice. La promesa que no cumplí. Recuerdo el mensaje, que decía: "Conéctate, que pasó algo", recuerdo esa angustia. Recuerdo el segundo mensaje. Recuerdo la noticia... recuerdo esas palabras, recuerdo la especie de unión que hubo en la promoción, en la misma promoción que nunca va a estar completa, porque siempre vas a faltar tú. Lo recuerdo. Recuerdo que sonreí, porque siempre, siempre, sonrío cuando me dan una noticia como ésa, porque tal vez quiero pensar que es una broma, o porque los nervios no me dejan hacer más. Recuerdo que lloré. Recuerdo que pregunté si sólo estabas herido, o si ya no volverías más. Recuerdo el día previo. El reencuentro. Recuerdo nuestro último abrazo. Recuerdo la última palabra que, ¿irónicamente? te dije. Ese "cuídate" que nunca, nunca, seré capaz de olvidar. Recuerdo a Zuli, quejándose de tu manera de manejar. Diciendo que estabas loco. Lo recuerdo. Recuerdo cada momento de ese ocho de junio, de ese día previo. Aún me reprocho, el haber discutido con Jesús. Por algo tan estúpido, además. Aún me reprocho, el haber permitido que el orgullo me ganara y haberme perdido esa foto. Esa última foto. Aún me lo reprocho. Aún no me lo perdono.
Todavía recuerdo las preguntas. La necesidad de saber, de todos los que me preguntaron por ti. Aún lo recuerdo. Aún recuerdo haber caído en cuenta de lo sucedido, el día siguiente. Cuando me peinaba, frente al espejo y me perdía en esa mirada extraña, en los ojos hinchados reflejados en el vidrio. Recuerdo el abrazo, de mi mejor amiga. Recuerdo la reunión. Las ganas de llorar. Las recuerdo y las siento de nuevo, ahora, cuando debería estar durmiendo. Recuerdo el viaje en Metro, la conversación extraña, las preguntas del tipo: "¿Te acuerdas de ese día, que llamamos a su casa?". Recuerdo las risas, cuando sin darnos cuenta, comenzamos a hablar de otras cosas, creo que para no pensar en ti y no echarnos a llorar en un vagón. Recuerdo los nervios. Ésos, los que sentí cuando no sabía qué iba a encontrar. Recuerdo la rabia. Recuerdo el silencio. Recuerdo las lágrimas. Las preguntas. Los ¿por qué?
Aún recuerdo todo eso.
Recuerdo un abrazo, cuando ya no pude más, cuando iba de vuelta a casa..., cuando entendí que ya no podría verte de nuevo. Recuerdo ese momento. Me asusto como esa vez. Recuerdo ese instante, en el que pude sentir cómo se rompía algo, en el corazón. Cómo había empezado a llorar. Recuerdo que quise hacerlo en silencio, creyendo que si nadie me escuchaba, podía pasar todo más rápido. Recuerdo quiénes estaban a mi lado. Recuerdo quién me abrazó. Recuerdo cómo me dejé caer, en su hombro y llorar como hacía tantísimo tiempo que no lo hacía. Recuerdo esa angustia. La recuerdo. Y no quiero volver a llorar. Aunque ya es prácticamente imposible. Porque es difícil recordarte. Y es difícil no querer hacerlo. Porque si en algún momento se me va tu rostro, siento que lo puedo atrapar. Pero tu voz... ¿por qué ya no recuerdo tu voz? ¿Por qué permití que se me perdiera tu voz?
Aún recuerdo el día en que te conocí. Las charlas, cuando teníamos horas libres. Recuerdo la billetera. Recuerdo su historia. Recuerdo los billetes viejos. Recuerdo que me hablabas, a pesar de lo que pasó con Jesús. Recuerdo que me dijiste "yo sólo conozco su versión", como queriendo decir que no pretendías tomar partido. Recuerdo ese baile, el día de graduación. Recuerdo los días de clase. Esa tarde en la que hablamos, en medio de inglés. Recuerdo aquella otra, cuando aceptamos no sentirnos parte de la promoción. Recuerdo todo eso... y todavía no sé por qué.
No fuiste mi mejor amigo. De hecho, sólo fuiste un amigo. Uno bueno. Uno que estaba, cuando mi mejor amigo no. Uno que quiso saber, si iría al reencuentro de la promo. Uno que me felicitaba en cada cumple. Uno que aceptaba jugar UNO, cuando lo pedía en un nick. El que enviaba zumbidos. Fuiste un amigo. Formaste parte importante, de la mejor época de mi vida. Y te fuiste. Así, sin más. Sin que estuviéramos preparados para ello. Y creo que por eso me marcaste tanto. Porque de un modo u otro, me hiciste entender, que para morir, sólo necesitas estar vivo, como he escuchado por ahí.
Y tú lo estabas. ¡Cuán vivo estabas!
Por eso, es que no lo entiendo.
Ya son dos años y medio; y todavía no lo entiendo.
No entiendo por qué te fuiste.
No entiendo por qué ya no estás.
Aunque, en el fondo, quiero creer que sí estás por aquí. De un modo, que me siento incapaz de explicar; con una fe increíblemente grande... y estúpida, quiero creer que lees todo esto. Quiero creerlo. Porque eso me hace sentir más tranquila. Porque no me sentiría capaz de seguir, al saber que no tienes idea de cuánto te extraño. De cuánto te quiero. De cuánto me habría gustado, hablar mucho más contigo. De cuánto quisiera regresar el tiempo. De cuánto quisiera, que estuvieras aquí. De lo difícil que resulta, dar con un día en que no haya pensado en ti. En lo que pasó. En cómo te fuiste, cuando no tenías que hacerlo.
Me gustaría que estuvieras aquí, porque quisiera recordarte de otra forma. Porque quisiera tener otra imagen de ti. Porque las fotos no ayudan. Porque aún puedo verte allí. Porque, cuando recuerdo la última vez que te vi, a mi cabeza sólo viene la imagen a través del cristal. Porque cuando viajo a ese momento, sólo puedo recordar a los chicos, sus lágrimas, sus preguntas, los abrazos que les dí... intentando (de nuevo), que pudieran sentirse bien. Pero ¿cómo se iba a lograr eso? Si el que estaba debajo del cristal eras tú... su mejor amigo. Me gustaría que estuvieras aquí, porque quiero volver a hablar contigo. Porque quiero hacer que nuestra amistad crezca. Porque, simple y sencillamente, no debías irte así. Y es por eso, que necesito que estés aquí.
Aún no puedo olvidarte. No sé si quiera llegar a hacerlo.
Aún quiero decirte miles, millones de cosas.
Aún quiero despertar y fijarme en que todo era una pesadilla.
Aún...
Y siento que nunca será suficiente, que te entregue todas mis letras (porque no encuentro una mejor manera de hacerte saber lo que pienso). Y sé que algunas personas nunca podrán entender por qué me afectaste tanto. Lo único que sé, es que de todo corazón, espero que puedas leer esto... y sepas que deseo, que allá arriba, donde sé que estás, estés teniendo una muy feliz navidad. Aunque ya haya llegado el veintiséis.
Gracias por tantos momentos. Gracias por esa amistad. Gracias por formar parte de mi historia. Gracias por los recuerdos imborrables. Gracias por ser de la XXVI. Gracias por las bromas. Gracias por los gestos. Por las risas. Gracias a ti... sólo eso, gracias.