Tabla Básica (II)
Fandom: Community
Claim: Study Group
Notas: Aquí hay lo que viene siendo crack. Mucho. Diría yo que demasiado, pero nunca hay demasiado crack, eso está comprobado científicamente. Así que sólo hay mucho crack, y sillyness a porrillo, y slash, ya puestos. ¡Ah!, y paranoias sobre viajes espacio-temporales y universos alternativos.
Turismo interdimensional
4.Café
Cuando Annie abre la puerta del piso, desde luego, no es esto lo que se espera. No es que tenga muy claro lo que tiene que esperarse, claro, a estas alturas -meses de convivencia con Troy y con Abed le han enseñado a no fiarse demasiado de la rutina-, pero no tiene nada que ver con esto. O sí. No lo sabe.
En un principio, por supuesto, se le ocurre que debe ser una ilusión óptica. Que son Abed y Troy después de una sesión especialmente cansada de Dreamatorium, que se les ha olvidado quitarse los trajes. Y punto. Ya está. Tiene sentido, y en la mente perfectamente cuadriculada y lógica de Annie esta explicación simplemente funciona.
Claro, que acaba de dejar a Troy en casa de Britta -esta semana comparten coche-, y Abed aún no ha vuelto de esa clase nueva que tiene en Greendale. Así que un poco sí que falla la lógica, en realidad, pero, ¿qué se supone que tendría que pensar Annie, en una situación así? ¿Que unos personajes de televisión han salido de la pantalla, nadie sabe cómo, y están sentados en su salón?
Al parecer, sí.
El Inspector lleva su gabardina de rigor -de cerca se parece mucho más al albornoz que se pone Abed por encima cada vez que hace de él- y el gorro negro incrustado en la cabeza; tiene aspecto cansado y ojeras, y apenas levanta la vista cuando la oye entrar. Constable Reggie abre y cierra la boca, como si no supiera qué decir; ella le imita sin darse cuenta. Se apoya contra el marco de la puerta, respira hondo. Cuenta hasta diez, Annie, se dice. Cuenta hasta diez y piensa en algo que hacer. En... No sabe en qué, pero en algo. Algo que haga esto más normal.
Ehm... ¿Un café?, pregunta; Inspector Spacetime se vuelve, esta vez sí, a mirarla. No bebo café; eso podría alterar mi percepción del continuo espacio-tiempo, causando una serie de graves catástrofes e implosiones imperceptibles para el ojo humano pero vitales en la lucha contra los Blorgons, explica. Constable Reggie sacude la cabeza antes de añadir que, en realidad, sólo se pone muy nervioso.
A Annie se le doblan las rodillas.
16.Insecto
Y, sinceramente, Annie no sabe cómo decirle esto a Abed. O a Troy. Puede que se repita el Incidente-Que-No-Debe-Ser-Nombrado (aunque imaginarse al Inspector en forma de, digamos, muñequito de plastilina es bastante gracioso), o incluso es posible que algo parecido a Butterfly In The Sky vuelva a dejar a Troy fuera de combate. Durante horas.
Así que opta por no decir nada. Podría llamarles, desde luego, y darles la gran noticia por teléfono, pero, por alguna razón, no parece una buena idea. Mejor dejarles que lo vean por sí mismos, se dice.
El Inspector mueve una y otra vez su descafeinado; el ruido de la cucharilla chocando contra la taza es lo único que rompe el silencio. De vez en cuando, Reggie parece a punto de decir algo; Annie se limita a tener una sonrisa educada bien plantadita en la cara. Bebe de vez en cuando pero, en general, le basta con mirar. Observar, más bien. El Inspector se remueve de cuando en cuando, algo incómodo; probablemente no está acostumbrado a quedarse tanto tiempo en un mismo espacio, se dice ella. Parece encogerse, reducirse hasta alcanzar el tamaño de un insecto; lo más seguro es que nunca haya conocido a una fan.
Una eternidad más tarde, una llave en la cerradura. La puerta se abre para dejar paso a un Troy en chándal, de vuelta del entrenamiento de, según él, baloncesto -aunque lleva zapatos de baile en la bolsa, y mallas. Es Annie la que le ayuda a hacerla, al fin y al cabo-, y a un Abed con aspecto ensimismado. Ambos se detienen después de dar apenas unos pasos; observan a los inesperados invitados con los ojos muy abiertos.
Abed es el primero en salir del trance; apenas le lleva unos segundos. Cierra la puerta tranquilamente, respira hondo, se acerca al Inspector. Sabía que esto tenía que pasar. El otro hombre asiente, un gesto grave en la cara. Aquí y ahora, dice.
El joven estudiante de cine da unos pasos atrás, le dedica una sonrisa a Annie. Volveré para cenar, asegura. Ella no se atreve a dudarlo.
Siempre supo que era especial.
23.Cartas
A Troy hay que sentarle, después de eso. Annie le obliga a beber un vaso de agua -después de haber probado a echárselo encima, por si acaso-, a respirar hondo, a tranquilizarse.
¿Abed?, pregunta el chico; ella se sienta a su lado, se encoge de hombros. Mira a Reggie, porque a lo mejor Reggie sí que sabe dónde -cuándo- están el Inspector y su amigo; el hombre, sin embargo, sacude la cabeza.
Sólo me dijo que tenía algo importante que hacer aquí. Ahora, añade, como si se le acabara de ocurrir. Tiene la misma cara de preocupación de Troy, y a Annie se le forma una sonrisa cariñosa casi sin quererlo; tiene ganas de darles un achuchón a los dos, ahora mismo, tranquilizarles un poco. Se pregunta si es la misma expresión que tiene ella cada vez que Jeff se mete en algún rollo raro. Probablemente no, se dice. Al fin y al cabo, su... ¿novio?, bueno, si tuviera que fruncir el ceño cada vez que Jeff arma alguna, ninguna crema antiarrugas podría ayudarla. Además, ella es mucho más sensata. Y todo suele acabar con una buena colleja -y un discurso que Annie ignora expertamente, y puede que un beso un poco más difícil de pasar por alto-, y punto.
En fin, qué vamos a hacerle, se dice. Prueba a encender la tele, pero eso sólo hace la situación un poco más incómoda; es como si el tiempo pasara alrededor de ellos, sin tocarles. Annie no sabe muy bien cómo funciona eso, pero es la sensación que tiene. Deja escapar un resoplido; Troy tiene la mirada perdida. Parece un niño, se dice. Igual que el otro tipo, que es mucho más bajito en persona, y algo así como más achuchable.
Muy bien, ya vale, murmura. Vamos a hacer algo. Y justo entonces la solución se le aparece; casi puede ver la bombillita encenderse sobre su cabeza -puede que haya tomado algo que no debía, sí-.
Vamos a jugar a las cartas.
Y el tiempo parece pasar más rápido.
26.Pistola
Baja la pistola, Jeff, ordena una voz conocida a su espalda. Sólo quieren hablar.
El Inspector asiente con la cabeza; Abed le imita, y ese Jeff desconocido, ese que tiene sólo un brazo y un arma apuntando directamente a su cabeza, titubea. Jeff, repite la voz, con un tono peligroso, esta vez. El hombre obedece.
Abed no necesita darse la vuelta para saber quién está detrás, por supuesto. Se reconoce bastante bien a sí mismo y, de todas formas, ya se lo esperaba. El Inspector sí que se gira, sin embargo, así que el chico le imita. Y es como estar delante de un espejo, sólo que el espejo tiene perilla y un asomo de bigote, y una expresión depredadora en los ojos. Inclina la cabeza hacia un lado; el otro Abed hace lo mismo hacia el lado contrario. Se ríe. Es una risa estándar de malo de película, por supuesto. Ni siquiera convertirse en villano va a cambiarle tanto, supone.
Ya podrías contarme el chiste, murmura el que Abed ha decidido bautizar como Evil!Jeff. Suena bien, supone. Mucho mejor que Jeff, simplemente, porque entonces se le viene a la cabeza el Jeff de su propio mundo, su propio universo, y no cree que tengan mucho en común, a estas alturas. Poco más que el nombre; ni siquiera coinciden en el número de brazos.
Evil!Abed -porque ya que se pone, también tiene que cambiarle el nombre a su otro yo- sacude la cabeza. No tiene importancia, dice; sorprendentemente, Evil!Jeff no protesta. Abed no puede evitar preguntarse qué es lo que ha cambiado tanto esta realidad; debe de haber sido algo importante.
Casi como si pudiera leerle los pensamientos, Evil!Abed habla. Dice ya te habrás dado cuenta de que esto es algo diferente, supongo. Se dirige a él; ignora al Inspector Spacetime descaradamente, como si no estuvieran en la misma sala, como si ni siquiera existiera. Al parecer, le resulta mucho más intersante hablar consigo mismo. Y va a cambiar mucho más, Abed, añade; se le forma una sonrisa maligna en los labios, justo por debajo del amago de bigote. Si le preguntaran, Abed diría que le quedaría mucho mejor uno de cartulina negra, en realidad, pero nadie le pregunta, así que no lo dice.
No si podemos evitarlo, suelta de pronto el Inspector; por supuesto, ambos Abed sabían que iba a decirlo. Al fin y al cabo, son los fans número 1 de la serie en sus respectivas realidades, seguidos de cerca por los distintos Troy Barnes (aunque Abed no está seguro de que exista un Evil!Troy; se lo imagina con otra perilla igual a la de su contraparte, pero más conseguida, y con la voz de pito, estropeada, por algún motivo); se conocen cada intervención al dedillo.
¡Ah!, pero Inspector, murmura Evil!Abed, no creo que estéis en condiciones de hacerlo.
Sin hacer ningún ruido, Evil!Jeff avanza hasta colocarse detrás de ellos, y aprieta el gatillo.
11.Caramelo
Hay un estallido de luz; el Inspector desaparece. Ninguno de los dos Abed le ha visto hacer algo así en la serie, pero no podrían jurar que haya muerto realmente; de todas formas, y por si acaso, el Abed original -el que no es de este extraño universo- levanta las manos en señal de rendición.
Veo que has tomado la salida más sensata, murmura Evil!Abed; hace un gesto con la mano, y, de alguna forma, Evil!Jeff consigue colocarle unas esposas. Algún día tendrá que preguntarle al Jeff de su universo si sabe hacer algo así; claro que, para eso, primero tiene que salir vivo de esta realidad.
Andando, murmura Evil!Jeff; Evil!Abed ha desaparecido, así que su contraparte obedece, sólo por si acaso. El otro hombre le obliga a avanzar por entre los corredores de Greendale; aquí parece otro lugar, sin embargo, mucho más oscuro y siniestro. Los pasillos que, juraría, se sabe de memoria parecen haber cambiado; es como si hubiera vivido una guerra, sólo que mucho más cruel, mucho más terrible que cualquier partida de paintball. Además, observa Abed, al parecer ha tenido algo que ver con almohadas.
Evil!Jeff le obliga a entrar en la sala de estudio de un empujón; con las manos atadas, Abed apenas puede mantener el equilibrio, y habría acabado en el suelo de no ser porque el otro hombre le sujeta del cuello de la camiseta. Tampoco es cuestión de joder la mercancía tan pronto, murmura en su oído; pretende ser terrorífico pero, sinceramente, el Jeff de su mundo tiene bastante más autoridad, incluso cuando está de buenas. Este parece... débil, torpe, incapaz, incompleto de una forma que no tiene nada que ver con el brazo que le falta. Es otra cosa.
Abed cree que va a cerrar la puerta en ese mismo instante, a echar la llave y a esperar instrucciones, pero no lo hace. En su lugar, le empuja contra la pared, pero con suavidad; le obliga a darse la vuelta, también, a mirarle. La pistola está bien guardada en alguna parte; sin ella, Evil!Jeff sólo parece un hombre perdido, desesperado.
Abed sabe lo que va a hacer antes de que lo haga. Llámalo presentimiento.
El beso es salvaje, húmedo, desesperado; el beso es animal y necesitado, es un ruego, una disculpa, es toda la frustración contenida dentro de ese hombre. Abed cierra los ojos e intenta no pensar, pero es difícil; su cerebro analiza la situación sin darle oportunidad de opinar al respecto. Se pregunta si el Jeff de su realidad sabrá igual, a una mezcla de tabaco y vodka caramelo, dulce y amargo y tan extraño, todo al mismo tiempo.
Maldita sea, murmura Evil!Jeff, cuando se separan. Aprieta los dientes y sacude la cabeza, le agarra de la camiseta y le hace chocar contra la pared con algo más de rabia, pero sin dejar que se haga daño. Abed respira hondo, cuenta hasta diez. Después, le devuelve el beso, más largo, más apasionado.
Evil!Jeff no ve venir el rodillazo. Trucos de película: cliché número 276.
12.Espinas
Abed espera pacientemente, escondido en uno de los armarios de la limpieza. Si Evil!Abed quisiera encontrarle, supone, ya lo habría hecho; probablemente ni siquiera se ha molestado en buscarle. Al fin y al cabo, es el Inspector quien suponía una amenaza, después de todo; si no, sería él a quien habría alcanzado el disparo de Evil!Jeff.
Abed -el original, el que no forma parte de este universo de locos- tiene una habilidad especial: puede infiltrarse en la mente de otros, pensar como ellos, sentir lo que sienten. Más o menos. Annie lo llama empatía; supone que es por culpa de eso que se siente tan mal por lo del rodillazo. El pobre Evil!Jeff no tiene la culpa de ser malvado, supone. Además, el Jeff de su mundo se lo habría hecho pagar, pero este no ha tenido siquiera la oportunidad. En el fondo, supone Abed, tampoco lo ha intentado. Es casi como si no hubiera querido hacerle daño.
Puede que tenga algo que ver con el beso.
Sacude la cabeza. Hay ruido fuera, así que procura controlar la respiración, no llamar la atención de nadie. Con un poco de suerte, quien sea pasará de largo; esto, al fin y al cabo, no es más que un armario de la limpieza.
Sin previo aviso, la puerta se abre.
Lo primero que piensa Abed, al verla, es que debe de ser una realidad muy terrible para que tenga ese aspecto. Quién iba a imaginarse a Britta Perry con un mechón azul en el pelo, al fin y al cabo.
Lo segundo, que probablemente esto sea el final. O eso, o el momento perfecto para que aparezca otro de los clichés de película, concretamente el 1235; a saber: salvado por un miembro de la Resistencia.
Al parecer, en este universo están bastante obsesionados con Star Wars.
Britta le hace un gesto para que permanezca en silencio antes de acercase a él y susurrarle al oído, en voz lo bastante alta como para que pueda oírla cualquiera en un radio de tres kilómetros a la redonda, que está aquí para salvarle. Eres nuestra última esperanza, AU!Abed -y, por un instante, él casi cree que va a cambiar el nombre por Luke. Estaría bien-; Evil!Abed se ha vuelto loco.
Britta tarda unos diez minutos en darse cuenta de que las esposas no están cerradas con llave. Más o menos lo mismo que tarda el que, supone Abed, es Evil!Troy en encontrarles.
Tal y como había imaginado, tiene la misma perilla que Evil!Abed, sólo que mucho mejor conseguida; al parecer, a él sí que le sale bigote. ¡Están aquí!, chilla, y es cuando Abed descubre que, por lo visto, tiene lo de la empatía desarrollado a un nivel extremo, porque también ha acertado en lo de la voz de pito; se pregunta qué más sabe de este mundo sin haberse dado cuenta, y si es cosa del Inspector. Sacude la cabeza; no tienen tiempo para esto.
¡Huye!, chilla Britta, al tiempo que se coloca entre Evil!Troy y él, dispuesta a dejarse la vida. Abed echa a correr; no mira atrás, pero una lágrima se le desliza por la mejilla. Cliché 204: un personaje inamovible que se echa a llorar -de una forma estoica y masculina, por supuesto-.
Llega a la cafetería sin aliento; de alguna forma, sabe que es ahí donde tiene que estar lo que busca. El Inspector no le ha explicado demasiado, pero lleva imaginándose algo así desde el momento en que atrapó el dado en el aire, el día de la inauguración del piso; ya se había supuesto que, de algún modo, Jeff había conseguido crear otras realidades. Sólo era cuestión de tiempo que una de ellas se convirtiera en algo así, y que sus habitantes decidieran invadir el resto. Típico argumento de ciencia ficción, supone.
Igual que esto.
La máquina es enorme; tiene forma de cabina de teléfonos, un aire steampunk, y deja escapar sonidos agudos y molestos, además de alguna sacudida. Probablemente sea obra de Garret, aunque no está dispuesto a preguntarle a nadie. No si eso implica estar en la misma habitación que, probablemente, Evil!Abed, que parece ser el único con respuestas en este universo, ahora que el Inspector ha desaparecido.
Se acerca a la máquina de viaje interdimensional despacio, saboreando el momento. Sólo tiene que destruirla, se dice, y todo habrá acabado. Claro, que entonces no podrá volver a casa, pero, se dice, merece la pena. Sólo por si acaso, mantiene una breve discusión consigo mismo -cliché 176- antes de intentar nada.
Obviamente, no le da tiempo a destruirla. Ni siquiera a aflojar un tornillo.
Quién lo diría, murmura una voz detrás de él. Escucha el ruido de una pistola al cargarse. Vas a resultar ser más molesto, incluso, que ese entrometido del Inspector. Una espinita que no hace nada más que joder.
Cliché número 12: el supervillano siempre aparecerá en el momento menos oportuno.
17. Pimienta
Es Evil!Jeff quien le apunta de nuevo con la pistola, obviamente; tiene aspecto derrotado, esta vez, vencido. Parece bastante más peligroso que antes, en realidad.
Abed respira hondo antes de sacudir la cabeza. No dice nada, sin embargo, porque ninguna de las grandes frases que sueltan los héroes en estas ocasiones parece adecuada; en su lugar, se acerca a sus enemigos despacio, paso a paso. Se detiene junto a una mesa, a mitad de camino, y espera a que Evil!Abed haga lo mismo; su contraparte le da el gusto, por supuesto. Al fin y al cabo, es como un final de película, dice, sólo que esta vez no ganan los buenos.
Tiene una sonrisa fría en los labios, de nuevo; es tan típico, tan cliché, que el cineasta alternativo que Abed lleva dentro se revuelve y lo maldice. Evil!Jeff sería un enemigo bastante más original, aunque sólo por el hecho de que es un hombre y su papel suelen ocuparlo mujeres -mujeres que, por cierto, acaban volviéndose en contra de su propio bando. Si esto está tan lleno de tópicos, puede que eso también funcione, aunque Abed lo duda bastante-. Aún así, es algo más soportable.
Se lo dice. Sabes que esto se ha repetido hasta la saciedad, ¿no? Ahora me contarás tu plan malvado y yo haré algo imprevisto que acabará con él. Lo tienes claro, ¿verdad?
Evil!Abed se encoge de hombros. No voy a contarte nada, le dice. Y no voy a esperar pacientemente a que Jeff decida apretar el gatillo, arriesgándome a que se vuelva en mi contra como cualquier sub-villano de película. Se encoge de hombros; Abed supone que no es el único al que se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de cambiar un poco la dinámica de los finales.
Además, añade Evil!Abed, dudo mucho que vayas a hacer algo inesperado a estas alturas. Al fin y al cabo, eres yo: sé lo que estás pensando.
Abed inclina un poco la cabeza. Evil!Abed se ríe.
Sería una estupidez, por ejemplo, que intentaras distraerme con alguna tontería, con un gesto fútil como, no sé, lanzarme el bote de pimienta que tienes en la mano izquierda -al oír esto, Abed lo suelta- a la cara. En serio. Sé un poco más original. Sé que puedes hacerlo.
Bueno, no es que tú le hayas puesto mucho empeño, tampoco, se excusa Abed. Su contraparte sacude la cabeza.
En fin, un placer conocerte y todo eso, murmura, y saca una pistola pequeña, diminuta -Abed cree haberla visto antes, en su mundo, entre las pertenencias de Annie- y le coloca el cañón en la cabeza. Dispara.
Todo se vuelve blanco.
5.Luz
Todo se vuelve blanco. Abed tarda un instante en darse cuenta de que no está muerto; a partir de ahí, deducir lo que ha ocurrido es bastante más fácil.
El Inspector está justo ahí, con él, en alguna parte; no puede verlo -demasiada luz-, pero tampoco lo necesita. Al fin y al cabo, esto es el Limbo, el único universo sin tiempo ni espacio ni, bueno, nada que no sea luz. Blanca. Brillante. Molesta.
Eso, y el Inspector.
Alguna vez, el Limbo fue algo más que el Limbo. Probablemente tuvo estrellas y planetas, incluso algo de vida inteligente. Ahora no es más que una especie de desierto, y un refugio para aquellos que, como Inspector Spacetime, pueden jugar con las dimensiones como si fueran muñecos recortables, o, mejor aún, uno de estos juegos pintados con tiza en el suelo por la calle. Al fin y al cabo, uno no puede saltar de un muñeco a otro.
Pensé que habías muerto, dice Abed; su propia voz suena extraña aquí dentro. El Inspector tarda unos segundos -bueno, técnicamente no, porque en el Limbo no hay tiempo- en responder.
Puede que esté muerto. Es decir, no recuerdo haberte conocido antes. O después. Probablemente lo que para ti es el pasado sea el futuro para mí. Y estoy muerto. Pero eso será dentro de mucho.
Abed asiente, porque tiene sentido. Frunce el ceño.
¿Vamos a acabar con la máquina?
El Inspector se lo piensa.
No, responde. Acabé con ella cuando era un niño. En otro cuerpo. Unas horas después de esto, creo, murmura. Abed casi puede verle sacudir la cabeza. En fin, lo mejor será que te devuelva a tu mundo, anuncia; el chico se encoge de hombros.
¿Qué pasará con Evil!Abed y los demás?
El Inspector no responde.
Cuando Abed vuelve a abrir los ojos, está de nuevo en su piso. Constable Reggie ha desaparecido; hay un montoncito de cartas en la mesa, delante de donde, supone Abed, ha estado sentado. Annie está recogiendo tazas de café; Troy ha encendido la tele.
¿Vas a contárnoslo?, pregunta, al cabo de unos segundos. Abed se encoge de hombros.
No hay mucho que contar. Viajé a otra dimensión. A una oscura.
¿Cómo de oscura?
Bueno, y se lo piensa. Tampoco quiere asustarles demasiado. Britta tenía una mecha azul en el pelo.
Annie deja caer una taza, que se estrella contra el suelo. Casi inmediatamente, corre a su lado. ¿Cómo estás?, pregunta, ¿te han hecho daño? Abed niega con la cabeza.
No, estoy bien. Aunque no me vendría mal algo de bebida especial, añade, sólo por si acaso, por si cuela. Annie frunce el ceño.
Ya veo, murmura, pero va a prepararla de todas formas.
Troy aparta la vista de la televisión. Tiene los ojos rojos y un poco hinchados, y Abed no cree que sea porque ha perdido -otra vez- al cinquillo. Frunce el ceño. ¿Te pasa algo?
Me habías asustado, admite; Abed se encoge de hombros sin cambiar de expresión. Es más para tranquilizarle que otra cosa, igual que el beso que le da acto seguido, largo y dulce y casi perfecto.
Quizás no debería mencionar a Evil!Jeff, después de esto.