Tabla Básica (II): 7, 8, 13

May 03, 2012 12:45


Tabla Básica (II)
Fandom: Community
Claim: Study Group



7. Celos

Abed no es bueno leyendo emociones. No, eso no es del todo exacto. Abed lee las emociones perfectamente; sólo tiene problemas interpretándolas.

Como con Troy, que llora prácticamente a todas horas. Troy es su mejor amigo, por supuesto, pero, aún así, ¿cómo se supone que Abed va a saber cuándo tiene que consolarle? Hay ocasiones en las que, dicen los demás, es obvio. Él no acaba de entenderlo.

También está Annie, por supuesto. Annie, que es mucho más complicada de lo que parecía en un principio -que no sólo busca buenas notas, que también quiere ser querida-. Annie, que se escandaliza por todo y está dispuesta a intentar cualquier cosa al menos una vez, con ellos dos; Annie, que puede llegar a ser molesta pero es, ante todo, adorable.

No es sólo con los demás, desde luego. Uno puede fingir la famosa empatía, más o menos; el problema de no entender las emociones llega cuando están dentro. Cuando no puede expresarlas, porque no sabe qué se supone que tiene que expresar; cuando no hay nadie que le ayude a reaccionar, a hacerlo todo un poco más fácil.

Como algunas mañanas, por ejemplo, mañanas en las que Abed despierta y se levanta y todo está bien hasta que llega a la cocina, con una Annie en pijama y adormilada que, de alguna forma, ha sacado tiempo para preparar tortitas. Troy llega justo detrás de él, apenas despierto, y sonríe y dice que genial, esto sí que es empezar bien el día; la sonrisa de Annie se ensancha, y a Abed se le revuelve un poco el estómago. Con él no se ríe así, piensa, y se sienta, y come y de vez en cuando se le atasca en la garganta algún comentario, porque no sabe si es adecuado, si va a funcionar en este escenario concreto, con estos personajes. Son momentos en los que se siente inútil, inseguro, pequeño.

También están, por supuesto, las reuniones con el grupo de estudio. Jeff, concretamente, y la forma en la que Annie prácticamente besa el suelo que pisa. Es tan obvio que van a acabar juntos, se le ocurre a veces, es tan predecible que hace que el resto del guión pierda calidad, consistencia. Que algo le cosquillee dentro, en el pecho, y le haga casi fruncir el ceño, casi cambiar de expresión. Abed cree que necesitaría un traductor para sí mismo, para entenderse, saber. Quizás así todo estaría más claro. Quizás así se atreviese a ponerle nombre -celos, por ejemplo- y todo estaría mucho más ordenado.



8. Religión

Abed Nadir es mucho más de lo que parece a simple vista; eso le quedó claro a Shirley hace mucho. Puede que fuera durante esa guerra de videos que tuvieron -o, en sus palabras, ese ataque injustificado contra su religión que, por cierto, incluyó una gran blasfemia-, o incluso antes. De todas formas, el cómo o el por qué no es muy importante: lo que cuenta es que lo sabe.

Sabe que le resulta difícil expresarse, pedir ayuda. Sabe que las cosas le afectan a más niveles de los que una puede imaginarse desde fuera. Y sabe que, sea lo que sea lo que le pasa ahora, no está nada bien.

Le acorrala a la salida de una de las clases -Economía Básica y Nuevas Tecnologías, una de esas meclas extrañas que sólo la falta de profesores puede propiciar- y se lo lleva, prácticamente a rastras, hasta un rincón de la cafetería. Jeff y Annie están hablando en otra mesa, un poco demasiado juntos, desde su punto de vista, pero ya les echará la bronca más tarde; ahora tiene cosas más importantes en las que pensar. Pierce ha desaparecido, seguramente en busca de alguien nuevo a quien atormentar, y Troy y Britta... Bueno, Shirley prefiere no pensar en qué pueden estar haciendo, sobre todo teniendo en cuenta que ni siquiera han pensado en casarse -y que, probablemente, Britta ni siquiera quiera pensarlo-. Hace mucho que ha aprendido a no tomarse demasiado en serio esas cosas en lo que respecta a sus amigos, aunque no le guste demostrarlo.

Así que están solos los dos, Abed y ella, y el chico le mira con esa expresión inmutable que tiene siempre. Si no fuera madre de tres criaturitas -y no hubiese pasado por un marido que mentía como un cosaco acerca de estar pegándosela con una stripper-, puede que Shirley se hubiera dejado engañar. No lo hace.

Bueno, empieza, porque no sabe cómo empezar. Le resulta raro hablar con Abed así, cara a cara, los dos solos y sin que haya ninguna estupidez de por medio. No lo hace desde hace mucho. Quizás ese sea parte del problema; probablemente ninguno de ellos lo hace. A excepción de Troy, claro.

Casi puede ver la bombillita encenderse sobre su cabeza.

¿Cómo estás?, dice, y tiene que formular la misma pregunta de dieciséis formas distintas en un espacio de tiempo de apenas diez minutos para conseguir la respuesta que quiere. Al final, y puesto que a Abed se le da excesivamente bien jugar a las evasivas, acaba por reunir todo el valor y la caradura que tiene y decirlo directamente.

¿Te molesta que Troy esté saliendo con Britta?

Por supuesto, no es tan sencillo. No están saliendo saliendo, pero es obvio que hay algo entre ellos. Lo bastante obvio como para que Shirley, como buena amiga que es, se preocupe por la salud de sus almas inmortales. Así que, lógicamente, también debe de ser lo bastante obvio como para que Abed Nadir se sienta, quizás, algo apartado. Fuera de lugar. Solo.

La respuesta, esta vez, tarda un poco más en salir. Dice no, no me molesta, y a Shirley casi le da un ataque porque, bueno, no es precisamente lo que esperaba. Era un resultado predecible, basándonos en el cambio que han sufrido ambos personajes a lo largo de las tres temporadas, y es ese mismo tono monótono, como si fuera una enciclopedia, como si nada de esto le afectara. Pero, justo entonces, Abed añade algo más. Es sólo..., y se calla. Y algo se tuerce dentro de él y la expresión le cambia por un instante; a Shirley se le parte el alma. Casi sin pensarlo, lo abraza.

Sabes que nos tienes a nosotros, ¿verdad? Sabes que siempre, pase lo que pase, nos vas a tener aquí, y de verdad lo piensa. Son una familia, al fin y al cabo: si hay algo en lo que todas sus religiones están de acuerdo -bueno, a excepción de la de Pierce, probablemente, aunque nunca ha sabido en qué cree exactamente ese hombre-, es en la importancia de eso.



13. Piel

A veces es mucho más difícil de lo que habría imaginado, años atrás. A veces es mucho más complicado, más doloroso; a veces se mira al espejo y casi puede ver a ese joven que iba a comerse el mundo, el chiquillo que se parecía, quizás, un poco a Jeff -sólo que Jeff, y que nadie se lo oiga pensar, decir, es probablemente un poco más sensato. Y más gay-. El que tenía un padre al que odiaba y que le hacía cagarse de miedo cada vez que le llamaba por su nombre.

Los otros se lo notan, a veces. Ese miedo a envejecer, porque cuando uno envejece debería hacerlo rodeado de otra gente, con alguien a su lado dispuesto a cambiarle los pañales cuando haga falta y a escuchar las batallitas de otros tiempos. Sí, puede que sea eso. Debería ser más fácil, ahora que está con ellos -debería poder aceptarse a sí mismo y encontrar la paz interior y todo ese rollo new age-, pero a Pierce sigue sin dársele bien, eso de ser viejo. Puede soportar otras cosas, sin embargo. Puede aguantar ser el malo, el loco, el imbécil; puede ser casi cualquier cosa, mientras sea algo.

A veces, Pierce se pregunta cómo ha pasado tan rápido, el tiempo. Los años de juventud, los matrimonios, los hijos que nunca tuvo -y los que tuvo sin saberlo-. Cómo es que no se ha dado cuenta antes, cómo es que se ha dejado coger sin ofrecer resistencia, pasivo, débil. Justo como dijo su padre, cuando era un niño, justo como le repitió mil y una veces hasta que se convirtió en algo propio, una vocecilla en su cabeza que hace las veces de conciencia, de vez en cuando.

Querría decírselo a alguien. A ellos, a su grupo de estudios, porque son todos más jóvenes que él y alguien debería advertírselo. A Jeff, sobre todo, porque Jeff le recuerda mucho al Pierce de antes, y a veces podría ser un hijo -la mayor parte del tiempo es un enemigo-. Ten cuidado con lo que haces, con cómo lo haces; ten cuidado, porque podrías acabar siendo uno de esos viejos patéticos, ya sabes, como Leonard -como yo, tendría que decirle también, por supuesto-. Con la piel arrugada, un mapa cruzado de líneas que no llegan a ninguna parte, el pelo blanco, escaso, con los ojos vacíos y la casa vacía y la vida tan vacía de todo.

Admitirlo no es fácil.

c: pierce hawthorne, c: abed nadir, fanfiction, f: community, c: annie edison, c: troy t-bone, c: jeff wingler, c: shirley bennet, 30vicios

Previous post Next post
Up