Hmmm, ¿alguien recuerda que, allá por noviembre, una autorcilla publicó una entrada prometiendo drabbles de varios fandoms? No, seguro que no. Bueno, para quien sí que se acuerde, aquí va la tercera parte. De seis. Eso dice mucho de mi velocidad y constancia, supongo, pero qué vamos a hacerle.
Fandom: Being Human (UK)
Characters: Annie/George/Mitchell
Accidente
Quiere creer que es algo más que un accidente, algo más que una casualidad como otra cualquiera. Quiere creer que tiene un significado más profundo -siempre ha sido una romántica, qué vamos a hacerle-, este haberles conocido. Que es el destino el que les ha llevado hasta aquí, a los tres -George podría no haber salido a pasear, Mitchell podría haber dicho que no, Owen podría haber sido el hombre de sus sueños-, pero lo cierto es que es sólo, si se para a pensarlo, azar. No intentes leer más en todo esto, Annie, no pienses que te tenían reservado algo así -disfrútalo mientras puedas, nada más-. Y es por eso que se lo calla, aunque se le ocurra, de vez en cuando, es por eso que prefiere reír y tocar -intentarlo, al menos-, tenerlos cerca. Son lo mejor que le ha pasado en la vida -muerte-, son lo mejor que tiene el mundo. Y, si son sólo producto de un accidente -extraño, único, increíble-, bueno, que así sea.
Fidelidad
Es algo extraño, lo que tienen. Es algo un poco bizarro, la verdad, algo de lo que la Annie de antes, el George de antes -el Mitchell de antes no, claro, pero es que el Mitchell de antes era un poco más animal que otra cosa- se habrían escandalizado. Pero está bien, sinceramente, está mejor de lo que debería estar, objetivamente hablando.
No es oficial, desde luego. No está firmado en ninguna parte, nadie le ha puesto nombre -sólo surge, de vez en cuando, más a menudo de la cuenta, quizás, y hay besos húmedos y manos frías, como de humo, y cuerpos cálidos y algo mucho más grande que todo eso, debajo-, pero es real, es más real cada vez que se miran, cada día que despiertan enredados, los tres. Y no se prometen nada, no hay anillos ni citas, pero es difícil no ser fiel, a todo esto -a sus compañeros de piso, sus amigos, sus como quieran llamarlos-. Les sale solo, natural. Es justo como tiene que ser; es perfecto.
Luna
Echa de menos, admite, poder mirarla. Solía encantarme, le confiesa a Annie; tan redonda, tan romántica. Y Mitchell sacude la cabeza, sonríe, le promete le echaremos una foto, no te preocupes. George se termina de desnudar, asiente. Estupendo.
Le dejan solo, cierran la puerta. A Annie se le rompe un poco el corazón, cada vez; Mitchell lo niega, por supuesto, pero siempre tarda unos segundos de más en volver al coche. Sólo por si acaso, sólo por si la luna decide cambiarlo todo, dejarles en paz. Sólo para tener claro que George está a salvo.
La mañana siguiente tarda mucho en llegar.
Qué
Hay veces que lo piensa. Si pudiera volver atrás en el tiempo, si pudiera cambiar un sólo día, cambiaría ese paseo. El día en que viajó a Escocia, quizás, el momento en que decidió que ir a dar una vuelta era una buena idea. El instante en que escapó del hospital.
Otras veces, sin embargo, George Sands se lo plantea de otra forma. Está maldito, desde luego -es difícil negarlo-, pero qué habría sido de su vida si no lo estuviera. Qué habría pasado con él de no haber conocido a Mitchell, a Annie, a Nina. De no haber sentido al lobo crecerle dentro tantas veces, de no haberle aullado a la luna una vez al mes. Y se le ocurre que, quizás, tampoco merece tanto la pena, eso de ser humano. Que está ligeramente sobrevalorado, al final.
Victoria
No esperan vencer, ninguno de ellos; no son tan estúpidos. No quieren una victoria aplastante -no existe, piensan, saben-; sólo buscan un empate, que les dejen en paz. Intentan vivir, insiste George, no sé por qué no pueden dejar que sigamos adelante. Ni siquiera molestamos, y eso es mentira, por supuesto, porque Mitchell molesta a los vampiros incluso sin intentarlo, incluso cuando se supone que está de su parte y hace lo que ellos quieren y George y Annie fingen no mirar.
Es agobiante, a veces, es cansado y peligroso y hay momentos en que los tres se preguntan si no sería más fácil rendirse, dejarles ganar. Dejar que les destruyan; no tienen fuerzas para seguir luchando. Pero entonces, piensan, entonces se perderían unos a otros. Volverían a ser los de antes, los monstruos que caminan por inercia, porque no hay nada más que hacer, que pensar. Volverían a estar solos, se les ocurre. Mantenerse juntos es la única pequeña victoria que les queda.