Tabla Ilusoria: 02, 11, 19, 22, 28

Aug 15, 2011 14:21

¡Por fin! Ya era hora de avanzar un poquito con la tabla, ¿no? Así que aquí van cinco viñetitas^^ Revivo por momentos! Spoilers de la 3º temporada y esas cosas (volúmenes 3 y 4), aunque poquitos.

Tabla Ilusoria
Fandom: Heroes
Claim: Nathan Petrelli

2. Paso a paso
Monty fue muy lento aprendiendo a hablar, recuerda. Puede verlo, casi, moviendo los labios y balbuceando, intentando que “baba” sonase a “papá” y que “güela” fuese “abuela” para todos. Monty aprendió a hablar muy despacio, pero tenía una sonrisa siempre preparada, y no le hacía falta más.
También se acuerda de Simon, de las noches en vela, vigilando, de Heidi a punto de llorar -este niño no está bien, le pasa algo- y la fiebre y ese pecho diminuto incapaz de subir, de bajar. De cómo le cogía en brazos y le arrullaba y conducía hasta el hospital cada semana. Bronquitis; se pasó el primer año sin poder respirar bien.
Y míralos ahora, se dice; saluda con la mano. Desde lejos. No puede acercarse a ellos, señor; lo siento. Ya sabe. Su mujer... Su ex mujer nos lo ha pedido, y es ella quien tiene la custodia. Lo siento.
Y qué importa, quiere gritar, qué importa cuánto lo sientas, qué importa que sean órdenes y haya papeles de por medio. Sólo quiero verlos. Sólo quiero estar con ellos y cogerles en brazos, como cuando eran pequeños, cuando eran bebés y yo no supe disfrutarlos. Enseñarles a andar de nuevo, paso a paso -volver atrás en el tiempo-. Y duele verles de lejos, duele no poder hablar con ellos cada día, duele todo lo que no hizo, no quiso hacer, todo lo que no tendrá. Duele ver que son sus hijos, pero cada vez menos. Que se alejan. Paso a paso.

11. Doble filo
Se pregunta cuánto falta. Cuántos días, horas, minutos, cuándo van a mirarme y a ver más allá. Y está asustado, puede admitirlo. Está aterrado porque sólo tardarán un segundo, sólo les hace falta un segundo para verlo, y entonces dejará de ser el senador, dejará de ser el señor Petrelli para convertirse en uno más. No serás el cazador: serás la presa.
A veces piensa que está exagerando. Danko y él se llevan mal, sí, pero ahí acaba todo: no hay motivos para que sospeche. Está siendo cuidadoso, está siendo discreto, borra todas sus huellas. Sería absurdo, si se lo preguntasen a alguien. Para qué iba él a denunciarles a todos, para qué iba a montar toda esta operación si fuese uno de ellos. Un monstruo.
Y se descubre a sí mismo pensando en eso cada día, pensando qué ocurriría, cuánto tardarían en cogerme. Lo admite: no es el mejor escapando. No es como Parkman, como el doctor Suresh, como su propio hermano. No está hecho para ser un rebelde, un criminal, un fugitivo.
Es un arma de doble filo, toda esta operación, se dice. Podría llevarte a lo más alto, Nathan. Si sale bien. Si sale bien, podrías ser cualquier cosa. Podrías rozar el cielo -y esa es la otra posibilidad: si lo hace, si vuela alto, la caída le destrozará-.

19. Rayo de sol
Cuando despierta le duele la cabeza; no está seguro de querer abrir los ojos. Puede que recuerde algo de la noche anterior -el bar y esos chavales y esa estúpida idea suya de beber para ganarles algo de dinero, para demostrar que él también puede ser un buen padre-; puede que no quiera recordarlo. Nathan Petrelli se siente peor de lo que se ha sentido en mucho, mucho tiempo, y no sólo físicamente.
Ha metido la pata. Se ha equivocado tantas veces y en tantas cosas que es difícil saber cómo empezar a arreglarlas, por dónde hacerlo. Lo ha intentado con Peter, lo ha intentado con Claire, Dios sabe que lo ha intentado consigo mismo, de alguna forma. Y para qué, en realidad; hay tanto por perdonar que nadie sabe cómo hacerlo, tampoco. Ni siquiera él.
Y de pronto escucha algo, a su izquierda; alguien se mueve, y Nathan abre los ojos.
El sol le deslumbra, pero sólo es un segundo. Intenta levantarse, y es entonces cuando nota el peso de la manta; se le escapa una sonrisa. Puede que aún quede algo, si la tiene a ella. Puede que aún quede esperanza para él, para el senador Petrelli, tan hipócrita y mentiroso, tan hijo de sus padres. Puede que le haya dejado algo al mundo, piensa, mirando a Claire.

22. Antes del amanecer
Mamá, le dijo, he tenido un sueño. Y Angela le miró, una sonrisa artificial en la cara, los ojos tristes. El niño no se dio cuenta.
¿Qué has soñado, cariño?, preguntó. Nathan frunció un poco el ceño, intentando recordar; los detalles eran confusos. Había luces y olía a hospital -bueno, a algo parecido-, y pinchazos, y un hombre de barba blanca. También estaba papá.
No lo sé. Creo que era... ¿Cómo se dice? No sé qué era, pero daba miedo. Y Angela le abrazó fuerte, muy fuerte, y se le escapó algo así como un sollozo; el niño no lo escuchó. Pero no pasa nada, porque después me escapé, mamá. Podía volar, como los pájaros. Y eso sí ha sido un sueño, pensó su madre, eso sí ha sido un sueño, pero no es tuyo, mi niño. Eso ha sido el sueño de tu padre, el mío. Eso ha sido una pesadilla.
Entonces está bien, ¿no, Nathan? ¿Quieres que duerma contigo? Y el niño sacudió la cabeza. No, mamá. Ya soy mayor. Los sueños no me dan miedo. Pero a ella sí la asustaban, y habría querido permanecer así, apretándole contra su cuerpo, protegiéndolo de todo y de todos; habría querido que fuese siempre un niño. No moverse de su lado mientras la oscuridad acechara; no dejarlo solo ni un segundo, antes del amanecer.

28. Un mal consejo
Nathan quiso ser piloto, una vez. Lo recuerda bien, lo recuerda perfectamente. Fue uno de esos sueños de niños, un capricho pasajero; quiso ser piloto para volar alto, muy alto, lejos de todo. De Arthur Petrelli y los trajes incómodos, de las fiestas aburridas y los sermones de mamá. Pensó, en ese momento, pensó que si pudiera subir a un avión nadie podría alcanzarle. Nunca más. Y estaría solo, y sería libre, iría donde quisiera, no tendría por qué pisar el suelo. Se equivocaba.
Nathan ha sido piloto, al fin y al cabo, durante años. Ha volado tan alto, ha llegado tan lejos, y nunca, nunca los ha dejado atrás. Les llamaba siempre que podía -maldita sea, es una guerra, podría no volver a verlos-, volvió a casa en cuanto terminó todo. Y hay fiestas aburridas de nuevo, sólo que ahora parecen distintas; hay hombres y mujeres bien vestidos ante los que hay que sonreír, saludar. Algunas mañanas, al colocarse la corbata -el nudo es fácil de hacer, una vez le coges el truco-, Nathan Petrelli se pregunta qué es lo que ha cambiado, en estos años. Cómo es que me convierto en mi padre -nunca quise hacerlo-, cómo es que, ahora que él no está, tomo el relevo. Cómo es que sigo esos consejos, cómo es que soy un buen chico, por qué no puedo volar. Lejos, lejos de verdad. Dejar a Heidi y a mamá y a Peter y a los chicos, dejar a Nathan Petrelli.
Podría hacerlo, se dice. En cualquier instante, en cualquier momento. Su padre le dijo, hace ahora mucho tiempo, que hay que maquillar las verdades, el mundo. Que nadie quiere ver, oír, hablar. Así que Nathan Petrelli no vuela, se dice, por respeto. A su padre y a su mujer y a sus hijos, a sí mismo. Y una vocecita le dice que quizás se ha vuelto pesado, quizás es por eso que no vuelas, no saltas, no ríes de verdad. El día a día la acalla, claro. Un mal consejo sigue siendo de utilidad.

c: nathan petrelli, f: heroes, 30vicios, tabla ilusoria, fanfiction

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