Tabla 30 Vicios
Fandom: Misfits
Claim: Misfits
18. Tabaco
Sinceramente, no sabe qué esperaba. Un gran romance quedaba fuera de lugar -ni siquiera ella es tan estúpida, a estas alturas. ¿Que algo le saliera bien? Qué tontería. Ella no es de esas chicas, no es de las que tienen suerte. Sólo hay que echarle un vistazo al meollo que es su vida, al desastre que tiene delante. Kelly Bailey no está hecha para tener suerte, no está hecha para tener novio, no está hecha para nada en particular. Y, joder, todavía duele.
No es que Bruno fuese perfecto, claro -en realidad, y si se para a pensarlo, el hecho de que fuese un gorila le quitaba bastante encanto. No es que fuese el hombre-mono de sus sueños, el caballero sin caballo que estaba esperando,no. Es sólo que le tiene cariño, le tenía cariño, es sólo que era sincero y la veía bonita, y se sentía tan bien, eso. Por fin alguien de verdad, alguien que la valoraba y que pensaba darlo todo por ella.
Hasta la vida.
Joder, se lamenta; Natahan no dice nada. Joder, ¿no vas a reírte ahora? Y él, el muy capullo, sigue callado un rato -ahora que necesita que hable, de verdad, que necesita que sea un bocazas para poder cabrearse y golpearle y, joder, descargarse un poco.
¿Quieres un cigarro?, le dice, en cambio, al cabo de un rato, y suena como algo más, suena como si hubiese algo detrás -suena como te entiendo, ¿sabes?, o a lo mejor no te entiendo, pero estoy aquí para ti.
Siempre.
22. Dinero
Podrían ganar dinero, con todo esto. Eso es lo que les dijo la mujer -que serían famosos, ricos, populares. Que serían todo lo que Curtis siempre quiso ser, lo que perdió hace sólo un tiempo, hace sólo una vida. Les dijo que sería todo un éxito; la gente siempre alucina con cosas de este tipo, comentó Nathan entonces, y la mujer frunció un poco el ceño antes de darle la razón.
Supone que se lo merecen, en cierta forma. No realmente, claro; habría bastado con un castigo más leve, con algo un poco menos horrible, para hacerles entender que la han cagado. Al menos, para Curtis. Quizás Nathan habría necesitado algo más, con lo imbécil que puede -podía- llegar a ser; pero, en el fondo, ni siquiera él estaba demasiado contento con esto. O eso espera.
Esa mujer les mostró todo un mundo, es cierto, les entregó algo así como las llaves del Paraíso en una tarjeta. Por lo visto, el cielo también tiene sus monstruos, sus castigos. Que irónico, supone.
Cuando Simon le enseña el mensaje -cuando Simon entra en su habitación, en realidad-, casi no quiere creerlo. Es todo tan retorcido, todo tan raro -no deberías estar aquí, le dice, y es entonces cuando le mira a los ojos, azul contra negro, y se da cuenta de que no queda rastro del chico invisible, de ese “Barry” con el que Nathan no paraba de meterse. Es entonces cuando se da cuenta de que él nunca fue lo bastante bueno, de que, de haber un héroe entre ellos, sólo podría ser Simon. Y casi tiene sentido.
Podrían haber conseguido mucho dinero, con todo esto de los superpoderes, con ser diferentes -especiales-, pero la han cagado. Como siempre, más o menos -como con lo del vigilante de la condicional, con lo de la segunda vigilante de la condicional, con prácticamente todo lo que han tenido entre sus manos, cualquiera de ellos. Y esta vez ni siquiera es culpa suya. No mucho, por lo menos.
No sabe qué pensar, cuando entran en el baño. Cree que va a haber sangre y sólo hay leche, y la imagen de “Monsieur Grand Fromage” se le aparece de golpe. Y luego desaparece Nikki, y sabe que esto sólo puede ir a peor.
¿Qué hacemos?, pregunta. No sabe qué espera. Quizás que Simon le dé una contestación, quizás que le diga lo que ya sabe -que no hay nada que hacer. Que estarán muertas, ya; que incluso Nathan estará acabado, si no lo está ya. Que piense en pasado, cuando hable de cualquiera de ellos, y eche a correr. A volar.
En lugar de eso, Simon aprieta los puños, sale del baño. Y Curtis sabe que va a vengarse -que va a intentarlo. También sabe que no podrá. No solo, al menos.
Y, oh, es tan horrible cuando la encuentra. Huele raro, huele a leche rancia, y Kelly está muerta. Y Curtis quiere volver atrás en el tiempo, pero no sabe a dónde, a cuándo, no sabe por qué, y no funciona. Quizás prefiera seguir adelante, como Simon. Vengarles. Vengarse.
Es muy curioso, pasar de atleta a asesino, a guerrero, a héroe. Sólo ha necesitado unos meses, una tormenta estúpida y una gran cantidad de dinero de por medio.
23. Soñar
Alisha no es una niña pequeña, ya. Tuvo años y años para serlo; los desaprovechó, por supuesto. Alisha no es una niña pequeña, ni una adolescente estúpida y pastelosa. Alisha no cree en el amor a primera vista.
Alisha está harta de estar tan sola.
Curtis está desnudo, justo delante de ella, está desnudo y está bueno y está tocándose porque ella no puede hacerlo. Masturbándose porque no pueden tener nada más, y a Alisha le extraña, a veces, que no se haya ido. Puede que la quiera. Puede ser. O quizás es la costumbre -por lo que le ha dicho, necesitó más de veinte intentos para dejarlo con Sam.
Alisha también se toca, más despacio. Cierra los ojos en algún momento -no porque no quiera verle a él, no es eso. Es sólo que es más fácil así, y de pronto se le viene a la cabeza -el encapuchado, tan cerca de ella, una mano desnuda en la suya propia, y ese último contacto que ha tenido, eso que es lo único que le queda, y es tan cálido y tan real y tan intenso que le hace correrse a la primera. Gime, controla la voz. Curtis jadea.
Es sólo el principio, claro. El encapuchado aparece más veces -en sus sueños, algunas noches; otras, cuando está despierta-, el encapuchado le coge la mano y luego la suelta, juega con ella, roza su cuello y su cara y su pecho, y hay un instante en que no puede más, Alisha.
Sigue sin ser amor, desde luego, y ella nunca más será una niña pequeña. Sigue siendo sólo lujuria, todo esto, y quizás un poco de curiosidad, y la desesperación de quien se encuentra solo. Sigue siendo perfectamente normal, se dice, pensar en él todos los días. Soñar.