Tabla Básica
Fandom: Ben10 AF
Claim: Kevin/Gwen
23.Cartas
Es un chico de su clase, el que le escribe. Richard Nosequé -tampoco es como si Kevin quisiera aprenderse el nombre-, un tipo alto y, según Julie -y Gwen, aunque no quiera decirlo-, bastante mono. Puede que mucho.
Son sólo un par de cartas, al principio, así que lo pasa por alto. Kevin, admitámoslo, no tiene derecho a estar celoso. No mucho.
Pero tres cartas son demasiado.
¿No deberías tirarla directamente?, pregunta, con los puños apretados y el ceño fruncido. Intenta controlarse un poco -sabe que a Gwen le desespera, eso de que dispare antes de preguntar-, pero es obvio que le cuesta. Que puede estallar en cualquier momento.
¿Por qué iba a hacerlo?, dice ella, molesta. Si alguien tiene que poner reglas, le advierte con la mirada, no serás tú, desde luego.
No hay discusión posible, ante esa expresión; Kevin lo sabe, y calla. Se mete con Ben durante un rato, para disipar su mal humor, pero ni siquiera con eso basta. Gwen ha guardado la carta junto con las otras.
Dos semanas más tarde, decide que ya ha tenido bastante.
¿Por qué las guardas? Y a Gwen no le da la gana de responderle, por lo visto, y se limita a levantar una ceja.
¿Por qué no? Son bonitas. Románticas. Kevin no sabe descifrar la mirada que acompaña todo esto. Demasiado extraña.
¿Sigue recibiendo cartas? Ben Tennyson, por su parte, puede ser un gilipollas, pero al menos conoce a Gwen, y a veces hasta la entiende. Es por eso que ha decidido preguntarle, Kevin, si él sabe de qué va todo ese rollo, las cartitas y el chico alto y guapo, y si quizás se ha cansado ya de él, la pelirroja.
Sí. Y las guarda.
La conversación que sigue es casi surrealista; Ben comenta algo de Julie y los partidos de tenis, cuando aún estaban en el instituto, y de cómo ella le comunicaba puntualmente que ¿Te acuerdas de Hodge, el de clase? Hoy también vino a verme.
¿Qué coño tiene eso que ver conmigo? Ben le dirige una mirada inescrutable. Maldita madurez.
Van quince cartas, cuenta Kevin en algún momento. Quince cartas que serán probablemente maravillosas y no harán más que soltar piropos, quince cartas que Gwen probablemente lee en la intimidad y que le hacen soñar con el chico alto y guapo que, en la mente del moreno, está cobrando dimensiones gigantescas. Ya es hora de hacer algo, se dice.
Lo único que se le ocurre es coger lápiz y papel.
A Kevin no se le da bien escribir. En realidad, se le da fatal; nunca ha sido un genio en nada, y mucho menos con las letras. Pero se esfuerza -más o menos- y le dedica todo el tiempo que no le dedica a sus otras actividades, que no es mucho, en realidad. Y luego mete la cartita de marras en un sobre, y lo cuela por debajo de la puerta de la casa de Gwen.
Imbécil, le dice ella, al día siguiente. ¿Sabías que tu carta la cogió mi hermano? Y no, no lo sabía, y podía vivir sin saberlo; lo único que le interesa a Kevin es si le gustó. Gwen se sonroja, asiente.
No seguirás pensando en el tal Richard, ¿no? La pelirroja ríe.
Nunca he pensado en él, confiesa. Le doy clases de inglés algunas tardes, le cuenta; tiene doce años. Y le besa. Y Kevin se siente muy estúpido -estúpidamente feliz.
20.*Silencio
Gwen se deja caer en el sofá. Está cansada -no todos los días se encuentra una con su abuela desaparecida, ni todos los días dicha abuela desaparecida intenta matarla.
Ben y Kevin entran detrás, y los padres de Gwendolyn saben, de algún modo, que allí están sobrando. Que necesitan tiempo, esos tres, para poner las cosas en claro, las cartas sobre la mesa.
Podrías haberte ido, comenta Kevin; Gwen, la cabeza entre las rodillas, responde con un no quedo. Firme, también.
Se hace el silencio, un silencio incómodo, y Ben parece pensar que ese es un buen momento para marcharse, con un gesto de mano y un tengo prisa. Nos vemos.
Kevin se remueve, incómodo. Lo habría entendido,dice.
¿Querías que me fuera? Y ahí él no sabe cómo responder, porque por supuesto que no -ya se lo dijo-, por supuesto que no quiere que se vaya, ni antes ni ahora ni nunca, pero Gwendolyn es demasiado buena, demasiado perfecta para quedarse aquí por siempre. Con él.
Era una buena oportunidad, le dice, finalmente; lo demás lo calla. Espera que ella entienda, porque no quiere -no puede- expresarlo en palabras. No se le dan bien.
Ya, pero... Y levanta la cabeza; tiene los ojos llorosos, y parece pequeña y frágil, tan distinta de la Gwen a la que está acostumbrado que su primer impulso es abrazarla, protegerla de todo y de todos, incluso de sí mismo.
Se aleja un poco más, se sienta en la misma esquina.
¿Pero?
No quería dejar la Tierra, dice ella, y le dirige una sonrisa diminuta, temblorosa. Tengo aquí a mis padres, y a Ben y a... Ti, quiere decir, pero lo deja en el aire. Kevin entiende.
24.Humillación
Casi no puede creerlo, cuando lo escucha. Casi le cuesta creerlo, y luego lo piensa, y maldice. Por supuesto. ¿Por qué no? Kevin es el chico malo, al fin y al cabo; no debería extrañarle.
Pero es que confiaba en él, a pesar de todo, aunque sus instintos gritaran ¡Cuidado!, Ten mucho cuidado con él. Habría sido tan fácil ser racional, inteligente -ser la Gwen de otras veces- y no dejarse llevar. Habría sido mucho más seguro, también.
Se siente humillada, patética. Querría pegarle, matarle o -mejor todavía- arrancarle los huevos, castrarle a lo bestia para que nadie, ni siquiera una rubia perfecta y malvada pudiera captar su atención, robarle lo que es suyo. Propiedad de Gwendolyn Tennyson, gracias.
Eres un capullo, le repite, incluso después de derrotar a Charmcaster y arreglarlo todo, incluso después de hablar. Y es que es cierto, es cierto, y no va a cansarse de repetirlo; se lo merece.
Lo siento, ¿vale? Ya te lo he dicho. Pero Kevin no lo entiende. No es cuestión de sentirlo, no es cuestión de que le diga que la quiere -aunque eso ayuda-, de que la abrace y la bese e intente que todo sea como antes.
Necesita algo más que eso.
¿Qué tenía ella, eh?, suelta al final, y se muerde el labio. No está segura de querer escucharlo.
Kevin se lo piensa.
No lo sé, dice al final. No tengo ni la más mínima idea. Y Gwen sabe que tendrá que conformarse con eso, porque el moreno le tiene alergia a hablar, sobre todo si es de algo importante.
Llámame cuando lo descubras, le contesta, y le deja plantado.
Media hora más tarde él llama a su casa.
No eras tú, le dice. Era lo que necesitaba. Ya sabes. Y no, no sabe. Estaba cabreado y eso, y... Era una chica guapa, también.
Y Gwendolyn Tennyson cierra de un golpe la puerta, y se deja caer en la cama.