Lady Beldaran
No puedo echar la vista hacia atrás sin sentir tristeza y nostalgia. Supongo que eso nos pasa a todos los Changelings. En estos momentos estoy sentada frente a un bonito fuego esperando las órdenes de la Reina Morgana. Pronto mis compañeros de aventuras y yo nos veremos enfrascados en otra misión diplomática para intentar detener lo que parece se está convirtiendo en otra Guerra del Pacto. Pero en estos momentos disfruto de unos momentos de paz y no encuentro nada mejor que hacer que escribir estas líneas para distraerme un poco. Mi historia comenzó hace 13 años, cuando no era yo más que una niña de 5 años. A mi padre le ofrecieron un buen puesto de trabajo en Miami, Florida. Así que sin pensárselo dos veces, mi padre nos arrastró a mi madre y a mí de Madrid a Miami. Cuando llegamos allí yo apenas sabía hablar inglés. Todos mis compañeros se reían de mí, pero eso no me importaba porque yo había creado un mundo mágico a mi alrededor para protegerme de las miradas y los insultos maliciosos de los otros niños. Además, mis amigos mágicos me hacía compañía en mis horas de soledad. Al principio no había nada, pero poco a poco mis amigos imaginarios fueron cobrando vida propia. Un gato con alas de murciélago, al que yo llamé Shoun, y Lisset, una mariposa con cuerpo de mujer. Ellos eran todo lo que yo necesitaba para ser feliz y estar en paz con el mundo entero. Siempre hablaba con ellos, incluso cuando mis padres estaban delante. Y mis padres siempre me echaban una charla con eso de que los gatos con alas y las hadas no existen…¡Pero qué equivocados que estaban! Total, pasaron los años.
Cuando cumplí 7 empezó a pasarme algo fascinante. Un día mientras estaba en la escuela soñando despierta, vi pasar volando a través de la ventana a un Pegaso. Recuerdo que me quedé con la boca abierta. Lo seguí con la vista y recuerdo que me guiñó un ojo ¡A MÍ! Se lo dije a mi compañera y ésta me miró como si fuera un bicho raro. Acto seguido se lo dijo a la profesora y me pasé la tarde castigada escribiendo "Los pegasos no existen."Dos días después, mi madre me llevó con ella de compras. En el supermercado vi a un caballero luchando contra un dragón. Cuando se lo dije a mi madre ella me miró con preocupación. Después nos fuimos a casa. Por el camino me di cuenta de que varias criaturas nos seguían. Shoun y Lisset siempre estaban cerca, pero encima había una preciosa gárgola gris sonriéndome. No sabía que las gárgolas podían sonreír. Recordando la cara que puso mi madre la última vez que la dije que vi algo, decidí guardar el secreto de mi nuevo amigo. Mi madre seguía mirándome como si fuera una alienígena, todavía no se la había pasado el enfado conmigo por decirle lo del caballero. Cuando llegamos a casa me envió directamente a mi habitación y se fue a hablar con mi padre.
Al día siguiente me llevaron a ver a un psicólogo. El me preguntó cosas sobre mis amigos imaginarios y el resto de las criaturas que veía. Yo se lo conté todo con la inocencia que tan solo poseen los niños. Después de nuestra tercera sesión él me gritó que nada de eso existía. No había caballeros, ni pegasos, ni duendes…nada. Todo era producto de mi imaginación. Yo no pude resistirlo más. Él estaba destruyendo todos mis sueños, estaba destruyendo a todos mis amigos. Sin pensarlo dos veces salí corriendo de la consulta. No sabía a dónde iba pero tenía que marcharme. No quería volver a casa por miedo a que continuaran obligándome a visitar a ese tonto psicólogo. Así que corrí y corrí sin rumbo por la ciudad. Al atardecer paré en un pequeño parque a las afueras de Miami. Allí había dos niños jugando, pero realmente no eran niños…bueno, lo eran y no lo eran. No podía distinguir nada. En un momento eran niños y al otro eran seres de belleza inigualable. Uno de ellos tenía cuernos y pezuñas y el otro parecía un búho. Ellos me miraron y sonrieron. En ese momento mi mente se puso en blanco, y acto seguido hubo un estallido de colores. Empecé a bailar el baile del sueño. Empecé a dar vueltas y más vueltas hasta que caí inconsciente en el suelo.
Cuando volví a abrir los ojos todo había cambiado. Los niños ahora sí que no eran niños y junto a ellos estaba el hombre más grande que jamás había conocido. Pero tampoco era un hombre. Su piel era de color azul. Su pelo y sus ojos eran oscuros como la noche. Y tenía unos cuernos largos. Llevaba la barba enlazada en dos trencitas que le colgaban a ambos lados de la boca. Él también me sonrió. Recuerdo pensar que mucha gente me había sonreído ese día. Eso me hizo sentir especial. Yo le devolví la sonrisa. Algo transcendental había pasado y estaba segura de que las respuestas las tenía ya a mi alcance. Él se dio a conocer como el Conde Javelin, un troll al servicio de la Casa Gwydion. Y me dijo que yo era un Changeling, un hada. Me levanté y me di cuenta de que el suelo estaba más lejos que de costumbre. Me acerqué a un charco que se había formando con la lluvia que había caído esa mañana. Cuando vi mi imagen reflejada no podía creer que yo fuera eso. En vez de tener el pelo negro, éste había cobrado un tono plateado. Mis ojos cobraron un tono gris aún más luminoso. Y si eso no fuera poco, mi piel se tornó azul y me habían salido cuernos. Parecía una versión más pequeña del Conde Javelin, bueno, mejor dicho, una versión femenina más pequeña. Un mes después me bautizaron. Fue una ceremonia muy hermosa. Ese día descubrí mi verdadero nombre, el cual tan solo tres personas saben, el resto me llama Beldaran. Desde ese día el Conde Javelin fue mi tutor. El conde era dueño de una academia de esgrima. Cuando no estábamos en Caer Flamingo, pasábamos las horas practicando diferentes tipos de esgrima y lucha. Él me enseñó todo lo que sé sobre las artes y sobre la historia de los Fae. Fue el mejor maestro que pude tener. Con el tiempo juré lealtad a la Casa Gwydion, ya que creo que ellos son los más capaces para gobernar a los Changelings. Aún así, hay que vigilarlos muy de cerca porque ya nos han fallado una vez, esta es la última oportunidad que les damos. El día que juré lealtad a esta casa, el Conde Javelin me obsequió una hermosa espada quimérica. Era una espada de hoja ancha, podía ver mi rostro reflejado en ella. Su mango estaba labrado en fina plata. A ambos lados de la empuñadura había dos cabezas de dragón esculpidas y los ojos de estos dragones eran azules, unos hermosos zafiros que brillaban con luz propia. Él me dijo que esa espada había estado en su familia desde hacía mucho tiempo y que se llamaba North Star.
El conde y yo salíamos mucho de cacería. En una de esas cacerías nos encontramos con un grupo de plebeyos revolucionarios que todavía creían que estábamos en la Guerra del Pacto. Ese grupo estaba compuesto por redcaps en su mayoría y solo tenían una idea en mente: destruir a los sidhes. El conde y yo no podíamos permitir que eso pasara, y como ninguno de los dos conocíamos el miedo nos lanzamos al ataque. En poco tiempo sus fuerzas se vieron diezmadas bajo el constante ataque que les infligimos. Acabamos con ellos en casi nada de tiempo, algunos de ellos escaparon. Les perseguimos pero no pudimos encontrarlos. Cuando volvimos victoriosos a Caer Flamingo, la mismísima Reina Morgana me nombró Lady por esta hazaña. Nunca antes había estado yo tan orgullosa de mí misma como ese día. Un mes después tuve que salir de Caer Flamingo a llevar una misiva al rey David. Cuando volví, fui directamente a la academia de Javelin. Cuando llegué vi que las puertas estaban cerradas y que nadie contestaba en su casa. Pensé que a lo mejor había ido a Caer Flamingo. Dirigí mis pasos hacia la capital del Reino de Arenas Blancas. Mientras me acercaba a la corte tuve un mal presentimiento. Cuando me encontraba con los miembros de la corte, éstos me miraban con pena y no eran capaces de sostener mi mirada. Llegué ante la presencia de la Reina Morgana. Ella me dio la terrible noticia de que el Conde Javelin había sido asesinado por un redcap. Lancé un grito desgarrador en parte por pena y en parte por rabia. Yo estaba convencida de que era uno de los rebeldes que se nos había escapado aquel día. Y juré por nuestra madre Dana que no descasaría en paz hasta que su muerte fuera vengada. Ese día entré en mi legado oscuro. Tardé un año y medio en volver a mi legado más luminoso. Desde entonces han pasado muchas cosas. Todavía sigo buscando al maldito que mató a Javelin pero al mismo tiempo sigo cumpliendo con mis obligaciones. Bueno, tengo que dejar de escribir, por allí veo a Sir Darien, un sidhe de la Casa Gwydio y a Kalana, una eshu. Seguro que me están buscando. ¿Nos habrán asignado alguna misión?