Título: No one wants to be defeated
Fandom | Personajes: Mischief Managed RPG | Aaron/Kalle
Rating | Advertencias: PG-13 | Spoilers de la próxima generación (?)
N/A: Well, no conocéis a Kalle y Aaron. Ella es hermana del coso guapo del drabble anterior (la 3ª de 10 xD) y por lo tanto, hija de los cosos guapos de hace dos. Es la chica menos femenina que existe. Aaron (coso precioso), proviene de una familia de guardaespaldas de élite, y ha sido entrenado para matar (y sabiendo que tendrá que morir, eventualmente) desde que era pequeñito. And this is it ~ El título lo he sacado de Beat it de Michael Jackson. Y va dedicado a
usah porque sin ella nada de esto sería ni siquiera remotamente posible.
Palabras: 1603
Los últimos rayos de ese débil sol de primavera, que empieza a esconderse tras las montañas que rodean el lago de Hogwarts, se cuelan por las rendijas de las ventanas del vestuario. El suelo está lleno de colchonetas y él la mira con los brazos en jarras, desde esos treinta centímetros de altura que los separan.
-Vamos, pequeña, como te he enseñado -su voz no es más que un susurro que logra que a ella se le ponga la piel de gallina. Cómo odia esas estúpidas reacciones de su cuerpo.
Deja huir una pequeña risa mientras salta hacia él y enreda las piernas en las suyas para desestabilizarlo y hacerlo caer. Definitivamente no como él le ha enseñado. Acaban en el suelo, ella encima de él. Alza las cejas, incorporándose hasta quedar sentada horcajadas sobre su cintura, y se cruza de brazos.
-Mejor que como me enseñaste -señala, con una pequeña sonrisa triunfal.
Él tiene los ojos cerrados, las manos cerradas en puños en el suelo, a ambos lados de su cabeza. Respira hondo, como si estuviese concentrándose.
-¿Cuántas veces te he dicho que no puedes pillarme por sorpresa? -susurra, en voz baja, sin abrir los ojos.
-Apróximadamente unas ciento treinta y cuatro desde que me enseñas a pegar de verdad -repone, con tono aburrido. Se mira las uñas, increíblemente mordidas, sin prestarle mucha atención al chico debajo de ella-. Ya sé todo el rollo de que si te pillo por sorpresa te pondrás todo Terminator conmigo y podrías matarme y blablablá -pone los ojos en blanco antes de apoyar ambas manos sobre el pecho de él e inclinarse un tanto para hablarle más de cerca. Sus rizos rubios caen sobre el rostro del chico-. Pero no tendría ningún tipo de sentido que intente desestabilizarte con algo que tú controlas y que sabes cómo contrarrestar sin siquiera esforzarte -razona, apoyando las manos a ambos lados de la cabeza del chico.
Él abre los ojos. Ojos color cielo.
-Ese no es el punto, Kalle. ¿No entiendes que podría... matarte? -susurra él, con la voz ronca.
La chica pone los ojos en blanco de nuevo.
-Todos tenemos que morir algún día -masculla ella, casi en un gruñido-. Y prefiero morir joven y que me mate alguien que sabe a morir de vieja y ser una carga para todos los que me quieren -se inclina un poco más sobre él, tanto que sus narices casi se tocan-. Además, Aaron, ni todo el entrenamiento del mundo te serviría para matarme a mí -susurra, con una sonrisa casi gamberra perfilándose en sus labios. En realidad sabe que sí, pero es el tipo de contestación que funciona como un acto reflejo en ella.
-No entiendes nada sobre el amor, pequeña -susurra él.
-Seguramente entiendo más que tú, chaval -gruñe, en un tono con el que prácticamente lo está desafiando a ponerlo en duda. ¿Hola? Ha crecido en su casa, no es como si necesitase explicar mucho más al respecto.
-Nadie que te quiera te consideraría nunca una carga. Ni ahora, ni cuando seas una anciana -murmura él. Sus manos se van aflojando poco a poco, dejan de ser puños y todo su cuerpo se relaja.
-Pero yo me consideraría una carga para ellos -puntualiza.
-Pero no es cosa tuya sino de ellos -susurra él. Sus manos bajan hasta las piernas de ella.
-No sé ni por qué estamos hablando de esto siquiera... -gruñe. Alza las cejas al notar las manos del chico subiendo por sus piernas-. ¿Qué se supone que estás haciendo? -su tono es encantador, el tipo de tono encantador que precede a un puñetazo.
-¿No te has dado cuenta? -esboza una sonrisa gamberra-. Era todo parte del plan para tenerte encima y poder meterte mano -le explica, burlón.
Ella se echa a reír. A mitad de una carcajada, y con más fuerza de la que alguien podría esperar en alguien de su estatura, agarra las manos de él y vuelve a dejarlas a ambos lados de su cabeza, recargando todo su peso sobre las muñecas de él para inmovilizarlo.
-Pues tendrás que matarme antes -susurra pegando su nariz a la de él.
-... o no -replica él. Y con un movimiento que ella considera insultantemente sencillo (como un recordatorio de que él va a superarla siempre en estatura, fuerza y destreza), se libera de sus manos y hace que ambos giren sobre las colchonetas, dejándola atrapada debajo de su cuerpo.
-Quítate -gruñe, furiosa.
Él delinea su mandíbula con la nariz, en una caricia tan lenta que casi parece una tortura.
-¿Y si no quiero? -susurra, luego. Ella siente sus labios contra el borde de su oreja. Se le crispan los dedos, se queda sin aire y es sólo un escalofrío que la recorre por completo. Con la garganta seca, se las arregla para retorcerse.
-Quí-ta-te -repite, en tono cortante.
Él ríe, y soltándose de ella rueda por el suelo hasta quedar tumbado a su lado. Ladea la cabeza para mirarla.
-¿Contenta?
-Vete a la mierda. Odio que hagas eso -le gruñe, palmeando suavemente sobre su propio estómago. Lo que no le dice es que odia que haga eso porque la hace sentirse vulnerable.
-Lo sé. Por eso lo hago -reconoce él, con una sonrisa desvergonzada.
Ella entrecierra los ojos. Si las miradas matasen, ahora mismo Aaron estaría ahogado en una piscina de napalm.
-Sigo sin saber por qué has accedido a enseñarme a pegar de verdad -comenta, dirigiendo la mirada al techo a la espera de que los latidos de su corazón se normalicen-. Con todo ese código moral que te gastas de jamás pegar a alguien cuando no estás trabajando -añade, burlona.
Burlona, sí. Aunque en el fondo él sea una de las pocas personas fuera de su familia a quien respeta. No porque sepa pegar -aunque esa parte es así como acojonantemente genial-, sino porque está dispuesto a dar su vida por alguien a quien no conoce, simplemente porque tiene que hacerlo.
-Lo sabrás cuando estés preparada -replica él, en un tono igual de burlón.
-Ugh. Te odio, imbécil -le gruñe. Y aún así, sonríe.
-Ya lo sé. Es parte de mi encanto -replica él, incorporándose y levantándose en un solo movimiento. Se vuelve hacia ella y le tiende la mano-. Venga, vamos, que seguramente ya es hora de cenar.
Ella se levanta sin aceptar su mano, dedicándole una mirada ofendida por haber creído por un sólo segundo que no puede levantarse ella sola.
-Eso que esperas... no va a pasar nunca. ¿Lo sabes, verdad? -le comenta, mientras se guarda las manos en los bolsillos de la chaqueta del uniforme.
Porque no tiene caso fingir que no sabe que él vive esperando a que ella se cuele por él como una idiota. No tiene sentido fingir que no sabe el motivo real por el que le está enseñando técnicas de las que usan en su familia. No tiene sentido fingir que no existen todas esas ganas de follar que son como una corriente eléctrica entre los dos. Pero tampoco tiene caso dejarse llevar, bajar la guardia y dejar que la convierta en alguien vulnerable. No tiene sentido permitirse enamorarse de él cuando existe la certeza inamovible de que va a perderlo. Por eso no piensa hacerlo.
(Además, ella no se enamora. Esas chorradas de sentimientos le van más a sus hermanas que a ella).
-Kalle... -él suelta su nombre casi en un suspiro, mientras entierra los dedos en esa locura de rizos rubios que es su pelo-, ¿de verdad crees que voy a rendirme? -la mira a los ojos (haciéndole sentirse estúpidamente pequeña) y sonríe. Una sonrisa casi resignada-. He renunciado a tener una vida real por haber nacido en mi familia. Pero ni siquiera por ti voy a renunciar a tener esperanza -añade, usando la mano que tiene en su cabello para despeinarla aún más de lo que se despeina de forma natural.
Ella le suelta un puñetazo en el brazo, por toda respuesta, alejándose para que no la despine más. Después tendrá que desenredarse todo eso y no tiene intenciones de morir en el intento. Se cruza de brazos, manteniéndose a dos o tres pasos de él mientras camina. Le gustaría poder decirle que la esperanza es algo estúpido y sin mucho sentido. Pero se lo guarda. Porque para pasarse tres pueblos y ser un mal bicho ya tiene a sus hermanos.
-Buena suerte con eso -le suelta, con cierta brusquedad.
-Gracias. La necesito -replica él, burlón.
Ella lo mira de soslayo. Sabe que debería sentirse halagada porque él quiera algo con ella. Sabe que objetivamente Aaron no está nada mal. Pero no piensa arriesgarse a que algo duela. Aunque le guste pegarse, no ha llegado al extremo de ser emocionalmente masoquista. Aún así, le sonríe. Debe reconocer que le gusta el hecho de que sea tan cabezota como ella.
Ríe, negando con la cabeza.
-Y tanto...
Pero están a punto de entrar en el Gran Comedor, hay un montón de personas a las que tiene que arreglárselas para ver (asegurarse de que siguen enteros) sin que se note que lo está haciendo, como para darse cuenta realmente de que Aaron sonríe y tiene la mirada teñida con ese brillo que sólo aparece cuando la mira a ella.
A lo mejor es bueno que decida no fijarse. A lo mejor es bueno que esté tan ciega. A lo mejor cuando realmente quiera darse cuenta, será demasiado tarde. Y todo irá bien.