Título: La mañana de Navidad
Fandom | Personajes: Cruciatus RPG | Ashley Saunders & Kalevi Virta
Rating | Advertencias: PG-13 | Nada, bueno, spoilers xD
N/A: De los personajes que aparecen en este relato, sólo Ashley me pertenece. Kalevi es de Ericka (¡esposa! <3). Actualmente, en el rol, Ash tiene 13 años y Kal tiene 16. En este drabble tienen 18 y 21. Están viviendo juntos y se quieren tanto que dan asquito. Sé que no conocéis a Ash (ni a Kal), de momento, pero... planeo hacer que eso cambie :D // Este relato lo presenté al concurso de relatos navideños del foro.
Palabras: 1386
Se habían quedado despiertos hasta tarde. Abrazados en la cama, en silencio. Mirándose de esa forma en que se miraban ellos, con una complicidad que hacía pensar que no existía nada más en el mundo. La verdad es que a veces no existía nada más. Pero no esa noche. Esa noche había sido distinta. Estaban a la escucha, esperando oír pasos por el tejado, esperando el indicativo de que un hombre de barba blanca y traje rojo estaba a punto de bajar por la chimenea. Chimenea que habían dejado apagada, por si acaso.
Contra las dos de la madrugada ella se había quedado dormida. Él había estado jugando con su pelo, y eso lograba adormecerla. Poco después, se había dormido él.
Pero ahora, con los primeros rayos de sol entrando por la ventana, ella abre los ojos. Sonríe, al darse cuenta de que aún tiene los dedos de él entre el pelo, y se incorpora lentamente, sin despegarse demasiado del calor que le proporciona el cuerpo de su mejor amigo, su amante, la persona a la que quiere más de lo que jamás creyó querer a nadie... su todo. Quiere quedarse así para siempre. Sin embrago, él abre los ojos y sonríe al verla sonreír a ella. Acaricia su pelo, despacio, y ella se estira ligeramente para saludarlo con un suave beso en los labios.
-Buenos días, duendecillo -susurra.
-Buenos días, elfo de las nieves -murmura ella.
-¡Los regalos! -apremia él, mientras en su rostro aparece una expresión de entusiasmo que lo hace parecer mucho, muchísimo más joven.
-¡Cierto! -ella es más joven y tal vez por eso parece una niña pequeña, cuando ambos salen de la cama y corren descalzos hacia el salón.
El árbol sigue tal y como lo dejaron la noche anterior. Con sus adornos rojos y dorados, sus luces intermitentes. El platito con las galletas que habían dejado la noche anterior sigue intacto. Al llegar al salón se toman de la mano y entrelazan los dedos con un gesto más inconsciente que premeditado. Se miran simultáneamente y se lanzan a por los regalos. Hay cuatro cajas enormes a los pies del árbol. Son como niños. Como niños la mañana de Navidad.
Se sientan en el suelo. Ella levanta la primera caja. La sopesa y ve que tiene el nombre de él. Se la pasa con una sonrisa.
-Esto es para ti -dice con dulzura, colocándosela en el regazo.
Él rasga el papel, emocionado, para encontrarse una enorme caja de chocolatinas de todos los gustos y sabores. La sonrisa que esboza podría, ciertamente, iluminar la noche. Ella se muerde el labio inferior y alarga el brazo para acariciarle suavemente el pelo.
-Espero que nos duren mucho... -susurra, mientras él levanta una caja redonda y se la tiende. Porque aunque sean para él, ella está segura de que acabarán siendo para los dos. Le encanta verlo tan contento, tan entusiasmado.
Con cuidado, ella rasga las pegatinas del papel de envolver, para que no se rompa el bonito motivo azul con estrellitas plateadas. Saca un par de patines con cuchilla, para patinar sobre el hielo. Tuerce la boca un instante.
-Me voy a romper una pierna con esto -dice, riendo, mientras se los enseña.
-Sabes que no. Te enseñaré a patinar sobre el hielo y haremos carreras en la laguna.
-¡Me ganarás fijo! -dice ella con un puchero.
-Tú ya me has ganado antes. Al Trivial, al Scrabble, al Monopoly...
-Y tú me has ganado en...
Pero se detiene cuando una de las cajas se mueve. Se miran el uno al otro, con los ojos muy abiertos. Después miran a la caja que se ha movido. Vuelven a mirarse. ¡Menudos Gryffindor están hechos! Él alarga la mano, mientras ella se estira todo lo que da su corta estatura para poder ver mejor, y entreabre un resquicio de la caja. Por ella sale una nariz negra y una lengua rosa que lame los dedos del joven.
Suelta un gritito de alegría mientras abre del todo la caja, de ella sale como un terremoto de pelo blanco y negro, agitando la cola con frenesí y lanzándose sobre él para lamerle la cara. Ella, desde su posición a salvo del ataque afectivo del animal, puede ver un pequeño husky que intenta trepar por su nuevo dueño para alcanzar sus mejillas.
Él se ríe, alzando al perro en brazos. Ella suelta un suspiro extasiado. ¡Un perrito! Se acerca, arrastrándose por el suelo, a su novio y al animalito que tiene en brazos. Besa su nariz con suavidad, y después besa al perrito entre los ojos.
-Es una monada -susurra con una sonrisa. Lo que más le gusta es la sonrisa de él. Más que nada.
Sin embargo, queda aún una última caja por abrir. Se estira y la agarra con la punta de los dedos.
Pesa lo suyo, así que tiene que arrastrarla por el suelo hasta que queda al alcance. Saca la tapa, y lo único que ve son papeles de periódico rasgados. Intrigada, revuelve los papeles, hasta que de repente, unos enormes ojos verdes aparecen en el fondo de la caja, unas suaves orejitas negras y puntiagudas, una cola larga y enroscada... ¡un gato! ¡un gato! ¡un gato! Suelta un chillido y lo alza cuidadosamente en brazos.
-¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! -está tan entusiasmada que apenas puede decir nada más. Alza al gatito en brazos y lo acuna contra su pecho.
-Estoy seguro de que él y Mancha se llevarán bien -dice, mirándola con una sonrisa. En esos momentos, más que nunca, puede ver a aquella niña que una vez fue.
-¿Mancha? Pues mi gatito se va a llamar Pan, por Peter Pan -añade.
-¡Bonito nombre para el gato del hada de los besos! -se acerca ligeramente y roza su nariz con la de él. Como los esquimales.
Pero Mancha se tira de sus brazos al suelo, y sale corriendo hacia la puerta. Ellos juntan sus frentes y sonríen. Simplemente porque sí. Porque les apetece.
-Ya vengo, voy a llevar a Mancha a la nieve -dice, levantándose del suelo.
Ella ve como se aleja hacia la calle, caminando despreocupado, en pijama y descalzo hacia la nieve. Niega con la cabeza, encantada y resignada a la vez. Para él la nieve es como para ella el sol. Con cuidado de no despertar a Pan, que se ha quedado dormido en su regazo, se levanta también y lo deja sobre uno de los cojines del sofá. Después, coge una de las mantas que tienen dobladas sobre el respaldo, con las que se tapan mientras ven películas Disney. Se envuelve bien en ella y sale al jardín. Se ha acostumbrado, en el tiempo que lleva allí, a que jardín sea sinónimo de nieve. Siempre había creído que ella y el frío no eran compatibles... hasta que se dio cuenta que en los lugares más fríos pueden nacer las personas más cálidas.
Lo ve corriendo por la nieve, descalzo, delante del perrito. Da un paso hacia él, en la nieve. Se detiene: está congelada. Sin embargo, da otro paso. Y otro más. Él se gira y la mira con una sonrisa. Ella sonríe también, mientras él se acerca. Cuando llega a su lado la abraza con fuerza, haciendo notable la diferencia de estaturas entre ambos.
-Te he echado de menos -susurra.
-Y yo a ti... -responde ella, apretándose contra él en busca de calor. Y sí, puede que sólo hayan estado separados medio minuto, pero cada segundo cuenta.
-¿Sabes algo?
-Dime...
-Te quiero -susurra, rozando de nuevo su nariz con la de ella.
La chica sonríe, poniéndose de puntillas y apoyándose en sus hombros para alzarse un poco más. Lo besa con suavidad. Él es su todo... como para no quererlo.
-Y yo a ti -susurra, contra sus labios.
-Feliz Navidad -dice luego, pillándola desprevenida, aupándola en el aire y haciéndola girar. Ella cierra los ojos y se ríe a carcajadas, olvidándose por un momento del frío.
Cuando se detiene, se queda así, sujetándola pegada a su cuerpo de modo que ella lo mira desde arriba. La chica le acaricia el pelo, mientras él poco a poco la va bajando, hasta que quedan a la misma altura, más o menos. Entonces, ella se abraza a él. Besa su mejilla con suavidad, y después, susurra en su oído:
-Feliz Navidad para ti también.