Título: Marietta
Fandom | Personajes: Harry Potter | Marietta Edgecombe/Draco Malfoy
Rating | Advertencias: NC-7 | Crack
N/A: Este drabble fue escrito para el reto
"Crack!" de la comunidad
Weird Sisters de Fanfiction. A petición de
Lola P. Malfoy.
Tabla | Prompt: #30. No piense dos veces, está bien
Palabras: 1.299
Hay cosas que sólo ocurren en Hogwarts. Hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida. Hay cosas que, lo quieras o no, te cambian la vida para siempre. Hay cosas, decisiones equivocadas, que dejan marcas en la piel y otras que son invisibles a la vista. Hay cosas que sólo pasan cuando haces caso a tu mejor amiga y te metes hasta las cejas en algo que desde el principio no te ha hecho especial gracia. Hay cosas, ilegales, que acaban por pasarte factura.
Oh, pobre, pobre Marietta.
A decir verdad, nunca has sido más que una cosita menuda, de largo pelo rizado y oscuro con grandes ojos de color chocolate. Nunca has destacado precisamente por tu belleza. Ni por tu desparpajo. Ni siquiera, y eso que estás en la casa de las águilas, por tu brillante intelecto; sí, sí, lo sé, sacas buenas notas... pero hasta Cho, que lleva todo el curso llorando a Cedric por las esquinas, te ha superado en todos los trabajos. Es todo por culpa del ED, te dices.
Al fin y al cabo, siempre ha sido mucho más sencillo echar la culpa de tus problemas a alguien que no eres tú. Oh, pobre víctima de las circunstancias.
De tu personalidad tampoco es que podamos decir demasiado. Callada. Callada e insegura. Eres inteligente, pero esa inseguridad te carcome poco a poco y te hace dudar. Dudar de todo, hasta de tu propio reflejo. Dudar y creer que cualquiera, hasta ese niño de Segundo Año que va al ED, Denis Creevy es mejor que tú con los hechizos aturdidores. Dudar de que realmente valgas la pena. Dudar de que algún día un chico se fije en ti. Dudar, Marietta... ¿cómo puedes osar dudar? ¡Eres una Ravenclaw, por el amor de Merlín! Certeza absoluta. Una sabiduría sin límites es el mayor tesoro de los hombres.
Por eso ahora, mientras caminas decidida hacia el despacho de Dolores Umbridge, lo haces con dudas, con miedo. Porque dudas de todo. Porque siempre has dudado de todo. Oh, pobre, pobre Marietta. ¿Quién te mandaría a ti, para empezar, hacer caso a Cho? ¿Quién te mandaría a ti ir hoy la la Biblioteca?
Oh pobre, pobrecita Marietta... ¿qué va a ser de ti?
Caminabas entre las altas filas de libros buscando el mayor tesoro de los hombres, aunque una parte de ti tenía claro, como lo ha tenido siempre, que no ibas a encontrarlo. Una sabiduría sin límites es algo a lo que sólo la grandísima Rowena podía llegar a aspirar. Tarareabas el "You Are Not Alone" de Michael Jackson mientras caminabas entre las estanterías. Tus dedos acariciaban con suavidad los lomos de los gruesos tomos y tú fantaseabas sobre el príncipe azul.
No es que fueses enamoradiza; nada más lejos de la realidad. Pero nunca te habían besado. Nunca habías sentido la ruda y apasionada caricia de un hombre, esas que describen las novelas de amor que tu abuela te manda cada semana. A veces soñabas con tener lo que Cho había tenido con Cedric (aunque en su momento habías odiado que tu amiga te ignorase por estar con él), preferiblemente sin que él muera de forma horrible a manos de Quien-Todos-Sabemos, claro.
Pero pobre, pobre Marietta... los príncipes azules no acuden a la biblioteca de Hogwarts.
O, al menos, eso creías hasta entonces.
De detrás de una estantería aparece él. El hombre, o chico más bien, al que medio Hogwarts teme y el otro medio no puede ni ver. El dueño del nombre que has visto una vez rodeado de corazoncitos en la puerta del baño del tercer piso y pintarrajeado un pupitre del aula de Historia de la Magia. Draco Malfoy.
Pero Draco Malfoy es algo más que el chico por el que unas cuantas suspiran (y no tienes exactamente claro cuántas suspiran más por su fortuna que por él). Es algo más que unos penetrantes ojos grises que te hacen perder el aliento y sentirte diminuta ante ese brillo frío. Es algo más que un perfecto pelo rubio platino perfectamente peinado. Es algo más que esa sonrisa cargada de desprecio y superioridad que te dirige y que, contra todo pronóstico, hace que te tiemblen las rodillas.
Oh pobre, pobre, pobrecísima Marietta.
Draco Malfoy es el enemigo.
Y tú siempre has estado un poquito colada por él.
Oh, sí, ese siempre ha sido uno de tus mayores secretos. ¿A quién ibas a contárselo? ¿A Cho, tu-mejor-amiga-colada-por-Potter-y-dispuesta-a-odiar-a-quién-sea-por-él Cho? ¿Para que intentase quitarte esas ideas de la cabeza? ¡Ni loca!
Por eso te quedas estática cuando él da un paso hacia ti y sonríe de esa forma que jamás creíste que lo verías sonreír. Sonreírte a ti.
-Edgecombe, justo la persona a la que quería ver...
No puedes creerte sus palabras. ¿De verdad Draco Malfoy quería verte a ti?
-¿A mí? -preguntas insegura, pestañeando confusa.
-Sí... -la sonrisa de Malfoy, una sonrisa torcida y tan increíblemente sexy como te imaginaste siempre a la de los hombres de los libros que te manda tu abuela, hace que las rodillas te tiemblen un poquito más-... me han dicho por ahí que últimamente eres muy amiga de Potter y sus lamesuelas -se encoge de hombros-, es una pena, ¿sabes?
-¿Ah sí? ¿Y eso por qué? -preguntas, con un hilo de voz. Puede que ahora mismo no seas más que un manojo de rodillas temblorosas y respiración contenida, pero no dejas de ser una Ravenclaw. Aunque seas una Ravenclaw de segunda fila.
-Porque Pansy ha dejado caer accidentalmente ayer en la Sala Común que tal vez te interesase tener abiertas tus opciones conmigo, Edgecombe... -se inclina sobre ti y tú retrocedes hasta que tu espalda choca contra la estantería más cercana. Él se te acerca, y por un momento imaginas que va a hacerte el amor apasionadamente en medio de la Biblioteca, como en aquel libro que te mandó tu abuela hacer un par de semanas.
-Yo... sí... -balbuceas sin saber de dónde has sacado el coraje para pronunciar esos dos monosílabos.
Oh, pobre, pobre, pobre Marietta.
-Pues... no estoy seguro de que alguna amiguita de Potter pueda tener algún día opciones conmigo... -susurra él. Notas su aliento sobre tus labios y todo en ti tiembla.
-Oh... pe-pero... -intentas protestar, encontrar argumentos. Pero Draco Malfoy está demasiado cerca de ti y en tu cabeza sólo hay lugar para ponderar cuán marmóreo sea su pecho, cuán jugosos sepan sus labios y cuán fuertes sean sus brazos al empotrarte contra la estantería antes de levantarte la falda.
-Si yo fuese tú y quisiese tener opciones conmigo... iría ahora mismo junto a Umbridge y les contaría todo sobre esos jueguecitos que os traéis...
Oh, pobre, pobre Marietta.
No dudas ni un segundo. Te escurres entre él y la estantería y sales de la Biblioteca como arma que lleva el diablo. Piensas contarle a Umbridge con pelos y señales todo lo que hacéis en la Sala de los Menesteres si eso te va a garantizar una cita con Draco Malfoy.
Oh, pobre, pobre Marietta. Pero qué tonta eres.
Hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida. Como tener a Draco Malfoy juguetón y a la distancia de un casi beso.
Hay cosas que, lo quieras o no, te cambian la vida para siempre. Como que tu mejor amiga y toda la gente a la que, en cierta forma, aprecias te dejen de hablar y te consideren una traidora.
Hay cosas, decisiones equivocadas, que dejan marcas en la piel y otras que son invisibles a la vista. Cosas como esos granos rojos que cruzarán tu cara y dejarán marcas que ni siquiera el tiempo logrará borrar. Como esa soledad que te acompañará desde ahora y para siempre. Como esa soledad que sólo las novelas románticas lograrán borrar.
Definitivamente...
Hay cosas que sólo ocurren en Hogwarts.