Si le mandasen definir esa noche con una palabra, Elianne habría escogido “épica” de su diccionario de palabras para definir noches de cena en Cannes y fiesta en el Morrison’s. Ella y Helena se habían montado una noche de chicas por su cuenta, y se habían mantenido a una distancia prudencial de todos los seres humanos de género masculino que había en el pueblo. Porque una noche de chicas en la que se involucran los chicos… es contraproducente, ¿no? Y su definición sería “épica” porque Helena había logrado dar puerta a tres chicos que se acercaron con esperanzas a ellas, y su amiga dando puerta a chicos era algo bastante épico de ver.
Caminaba colgada del brazo de su amiga pelirroja, intentando ignorar el daño que le hacía la tira de la sandalia en el talón. Se las había puesto porque tenían el tacón bastante alto y para entrar en el Morrison’s tenía que aparentar ser una mujer medianamente hecha y derecha.
-¿Viste la cara que se le quedó al segundo?-preguntó, entusiasmada, mirando a su acompañante con una sonrisa.
-Como si cualquiera de ellos hubiese tenido la mínima oportunidad…-masculló Helena, con cierta indiferencia-Tú estás ocupada y yo no me lío con gente que me entra apestando a vodka con naranja.
-Pobrecillos…-murmuró Elianne-… el último en venir parecía bastante amable.
-Elianne, no se trata de que parezca amable o deje de parecerlo. Acuérdate de que las apariencias engañan-explicó Helena con una leve sonrisa.
-Lo sé, Lenita, lo sé…-susurró, mientras reconocía a dos de los chicos que, entre otros, volvían de Cannes. Caminaban juntos, como hablando en voz baja entre ellos-Por cierto, ahí van tus amiguitos…-señaló hacia ellos.
-Oh, vaya… ¡vamos!-agarró a Elianne del brazo y apuró el paso para intentar alcanzar a los dos chicos-¡Vosotros dos! ¡Esperadnos!-los llamó.
Elianne se dejó arrastrar por Helena hacia los dos chicos. Se las arregló para mantener el equilibrio cuando su amiga la soltó y compuso una sonrisa cuando su amiga se separó de los dos chicos, a los que había abrazado a la vez. Eran, ni más ni menos, Adrièn Fronsac (su primo, al que no se atrevía a mirar a la cara) y Lionel Fournier (el chico con el que tenía una relación indefinida).
-¿De dónde venís a estas horas?-preguntó Helena-Y sobre todo… ¿por qué habéis salido sin mí?
-Venimos de Cannes, y lo mismo podríamos decirte a ti, pelirroja-dijo Adrièn con una sonrisa.
-Yo he tenido que escoltar a Ely para evitar que los hombres la acosasen-dijo, con cierto tono mordaz. A Elianne no se le escapó la mirada maliciosa que le lanzó a Lionel.
-¿Acosarte?-tenía esa sonrisa medio traviesa que hacía que a Elianne le temblasen las rodillas cuando estaban solos-Novatos-añadió, con cierto tono despectivo.
-Nah, ya sabes que yo no soy de las que se deja acosar-replicó ella, mientras entraban en el castillo.
-Ely ¿quieres venir a dormir conmigo?-preguntó Helena, pasándole el brazo por los hombros a la chica-Si a mí me hiciesen subir ahora hasta la Sala Común de Aruge creo que me quedaría dormida en algún rincón.
-Nah, Lenita, no me va a matar lo de subir escaleras-dijo, encogiéndose de hombros-Además, no creo que nadie me acose en el castillo-añadió, con una sonrisa un tanto gamberra asomando a sus labios.
-Te acompaño-dijo Lionel, pasándole el brazo por la cintura-Por si alguien intenta acosarte, más que nada.
-Sí, ya, que nos conocemos, Fournier-dijo Helena, pegándole un empujoncito en el hombro-Vamos, Fronsac, tú y yo vamos a fundirnos con nuestras camitas. Te veo mañana, Ely.
Elianne se despidió de su amiga con un gesto de la mano y respiró profundamente, antes de girarse hacia Lionel con una sonrisa. Se puso de puntillas y depositó un minúsculo beso en su mejilla, antes de emprender el camino hacia su Sala Común.
Ninguno de los dos sabía realmente qué era lo que tenían, ninguno de los dos quería saberlo, y sobre todo, aunque la curiosidad los corroyese, ninguno de los dos quería ser el primero en preguntar a dónde llevaba esa relación, qué significaba o qué sentía el otro. Lo único que sabían era que estaban bien.
La chica se paró en seco y se apoyó en una columna, doblando la pierna para intentar aliviar el dolor en los talones.
-Espérame un minuto, ¿quieres?-murmuró, moviendo el pie de forma circular-Estos cabrones me están haciendo daño-añadió, señalando a los zapatos con un gesto, mientras se cambia de pie y movía el otro de la misma forma.
-Ven aquí…-susurró Lionel, aunque fuese él quien se había acercado. Elianne esbozó una pequeña sonrisa cuando él le pasó los brazos por la cintura.
Un movimiento brusco, y lo siguiente que supo fue que él acababa de cargársela al hombro.
-Señor Fournier…-dijo, con fingido pesar-¿Tiene usted por costumbre confundirme con un saco de patatas? Por cierto, y creo que te lo voy a decir siempre que me levantes así, tienes un culo precioso.
Lo oyó soltar una risita sorda, y casi pudo ver esa sonrisa traviesa suya, como si la tuviese grabada en las retinas.
-Entonces, señorita Noire, creo que tendré que levantarla así con más frecuencia-replicó él, mientras pasaban por lo que ella identificó como la puerta de la Biblioteca.
La Biblioteca estaba oscura, dado que a nadie se le ocurre ir allí a las dos y pico de la mañana. Bueno, no, a ella se le estaba ocurriendo ir, pero no para estudiar.
-Oiga, ¿señor Fournier? Bueno… Lionel, ¿puedes dejarme en el suelo?-dijo, agitando las piernas-Acabo de tener una idea-añadió, justo antes de notar como el mundo giraba mientras él la dejaba en el suelo y la sujetaba de la cintura para evitar que se diese el gran batacazo contra el suelo.
Acababa de esbozar esa sonrisa de niño malo que lograba que a Elianne se le fuese el santo al cielo en el mejor de los casos (esa sonrisa que la incitaba a pensar en cosas en las que no pensaría una señorita).
-¿Qué idea?-preguntó, acercándola más a su cuerpo.
Elianne se dejó llevar, y se abrazó a su cuello, poniéndose levemente de puntillas. Rozó su nariz con la del chico, mientras sus manos agarraban las de Lionel. Se separó de él, llevándolo medio arrastras.
-Creo que te va a gustar-dijo, con una sonrisa traviesa-Se trata de un sitio grande, vacío y oscuro-añadió, remolcándolo hasta la Biblioteca y soltándose de él una vez hubieron cruzado las puertas.
-¿La Biblioteca? ¿En serio?-él la atrapó de nuevo entre sus brazos mientras Elianne daba una vuelta sobre sí misma, mirando las numerosas estanterías oscuras que se alzaban hasta el techo en largas y lóbregas hileras-¿Planeas hacerme estudiar a estas horas?
-Mmmmm… puede, todo depende de cómo te portes-susurró Elianne, sentándose sobre una de las mesas que se encontraban al lado de las altas ventanas. Se recostó hacia atrás cuando Lionel se acercó y la acorraló allí.
-Me portaré bien… dependiendo de lo que me prometas…-susurró en su oído, logrando que la piel de los brazos de Elianne se erizase. Le iba la cabeza a toda velocidad, y aquello no podía ser nada bueno, ya que tener cientos de pensamientos insanos por segundo acabarían volviéndola loca. Más.
Lo apartó con un pequeño empujoncito y saltó al suelo, escurriéndose entre él y la mesa, dejando una de las esquinas de ésta entre ellos. Lo miró a los ojos, que parecían absorber la escasa luz de la luna y brillaban tantísimo. Lentamente, le dedicó una breve sonrisa traviesa, mientras se iba arremangando la camiseta poco a poco, hasta quitársela por la cabeza.
Dejó caer la camiseta al suelo, alzando levemente una ceja, un tanto desafiante. La única reacción que percibió por su parte fue su nuez moviéndose. Elianne se llevó las manos a la cintura y se desabrochó la falda, dejando que cayese por sus piernas, mientras ladeaba la cabeza lentamente. La apartó a un lado, y se alejó de Lionel bordeando la mesa. Cuando estuvo en el lado opuesto al que él estaba, apoyó las manos sobre la mesa.
-Te prometo que te lo vas a pasar bien…-dijo, apartándose de la mesa y girando sobre sí misma hasta quedar mirando la oscuridad que reinaba entre las estanterías-… pero para eso, vas a tener que atraparme antes-añadió, dando un paso hacia la oscuridad.
-Ely…-la voz de Lionel sonaba ronca, tal vez con una pequeña nota de advertencia.
La chica soltó una risita, ladeando la cabeza para mirarlo.
-La parte buena de que lleve tacones es que, si sigues el sonido, no te va a ser difícil atraparme…-añadió, antes de adentrarse en la oscuridad.
Corrió entre las estanterías, rompiendo el silencio con sus tacones. Si semanas antes le hubiesen dicho que estaría haciendo eso se habría echado a reír incrédula, pues correr en ropa interior por una biblioteca era para ella una especie de sacrilegio. Pero cuando estaba con Lionel ni siquiera estar rompiendo unas veintiocho normas del colegio la preocupaba.
Se detuvo, escondida entre dos estanterías, pegándose lo máximo posible, antes de emprender el camino de vuelta, intentando caminar de puntillas para que los tacones no hiciesen ruido. Llegó al pasillo contiguo al punto de partida, y asomó la cabeza para espiar si Lionel seguía por allí. Era extraño jugar al escondite con él, sobre todo cuando hacía tanto tiempo que no jugaba a eso, pero el corazón le latía a cien por hora, no sólo por la carrerita desde una punta a otra de la biblioteca intentando no hacer ruido, sino también de anticipación, dado que estaba claro lo que iba a acabar pasando una vez Lionel la encontrase, y que llevaba pasando desde aquella noche en que dejaron a un lado todo lo que se habían hecho y dicho mutuamente, y decidieron dejarse llevar por el momento; eso, tal vez, hacía que Elianne tuviese ganas de dejarse encontrar con facilidad. Dio un paso hacia la mesa, sin preocuparse de hacer ruido, pero entonces unas manos se cerraron en torno a su cintura.
Soltó un chillido de sorpresa, notando como el corazón le latía furioso en la garganta. Se giró lentamente entre sus brazos y se puso de puntillas para besarlo.
-¿No sabes que no se puede gritar en una biblioteca?-preguntó él, sobre sus labios, antes de que Elianne atrapase su labio inferior en un suave mordisco.
-Pues entonces…-delineó sus labios con la lengua, notando como avanzaban hacia la mesa, un poco a trompicones y tropezando uno con las piernas de otro-… no me hagas gritar-añadió.
Notó como su espalda se daba suavemente contra la mesa y se pegó aún más al chico. Lionel la aupó haciendo que quedase sentada y se coló entre sus piernas. Estaban completamente pegados, atrapados en ese beso a medias dulce a medias furioso.
-Es un poco tarde para eso…-susurró él al separarse de sus labios, subiendo por su mejilla.
Una de las manos que Elianne tenía en su cuello bajó lentamente, para tironear de su camisa, logrando abrir un par de botones. Bajó la otra mano para lograr completar la tarea, mientras notaba como los dedos de Lionel recorrían su espalda. Entreabrió los ojos y se estiró para quitarle la camisa por los hombros, al mismo tiempo que él le desabrochaba el sujetador.
Se soltaron el uno al otro durante un segundo, para librarse de las prendas que estaban intentando quitarse. Y volvieron a besarse, con más ímpetu esta vez; sus lenguas se encontraron y la chica ahogó un suspiro, notando como en alguna parte de su cuerpo se liberaba adrenalina. Elianne enroscó las piernas en torno a la cintura de Lionel intentando sentirlo más cerca. Notaba una de sus manos subiendo por su costado hasta llegar a su pecho. Rompió el beso y escondió el rostro en el cuello del chico y lentamente fue subiendo, depositando un reguero de diminutos mordiscos sobre los que se paraba a besar, hasta llegar a su oreja y atrapar el lóbulo entre los dientes, suavemente, antes de delinearlo con la lengua. Lo notó inspirar con fuerza, y toda su espalda se tensó bajo su mano.
Notaba una de sus manos en su pecho y la otra en su muslo, y sobre todo, notaba esos besos que lograban que se le incendiase el inconsciente y que todo, incluidos sus pensamientos, se volviesen calientes y líquidos, como el chocolate caliente. Le costaba respirar, y sin embargo, había llegado a ese punto en el que cualquier cosa la hacía sentirse bien. Le daba igual si Lionel le mordía el cuello o si lamía el lóbulo de su oreja, lo único que importaba era que la siguiese tocando así y que hiciese con ella lo que quisiese.
Bajó las manos lentamente por su pecho, mientras rozaba lentamente su nariz con la del chico, antes de atrapar sus labios y besarlo como impulsada por algo más grande que ella. Notó una de sus manos en la espalda, atrayéndola más hacia él, pegándose más aún, sin dejar de besarla. Elianne siguió bajando las manos, delineando sus abdominales con las uñas, hasta llegar al botón de su pantalón. Lo desabrochó y entonces rompió el beso y escondió el rostro en su cuello, intentando encontrar el valor que le hacía falta para continuar llegados a ese punto (no hacía ni dos meses que se había liado por primera vez con él y aunque era considerablemente menos tímida que entonces, eso era algo que no se iba de golpe, y ambos lo sabían). Notó la mano que Lionel tenía en su espalda subiendo lentamente por su piel, hasta enredar los dedos en su pelo y lograr que levantase la cabeza para besarla. Esos besos lograban desconectarla, derrumbar sus barreras, hacerla olvidarse de todo. Coló una mano dentro de su pantalón y notó como un leve gruñido retumbaba en su garganta.
Elianne rompió el beso cuando notó como él colaba la mano en la última prenda que le quedaba, echó la cabeza hacia atrás, notando como todo su cuerpo se tensaba, incluso en contra de su voluntad. A lo único que atinaba en ese momento era a mover un poco más enérgicamente la mano que tenía dentro de su pantalón, mientras notaba como sus dientes mordisqueaban la piel bajo su oreja, logrando deshacerla un poquito más. Se estremeció cuando sus dientes llegaron al lóbulo de su oreja, ahogando un gemido al mismo tiempo que se pegaba más a él. Más cerca, más caliente, más demencial.
Se separaron, lo justo para mirarse a los ojos un instante (un instante de esos que perduran en la eternidad), y entonces Elianne se ayudó de las manos que tenía dentro del pantalón del chico para librarlo de la ropa que le quedaba. Luego, se apoyó sobre las manos en la mesa y levantó las caderas, para dejarle quitar su última prenda. Volvieron a mirarse a los ojos, pegándose completamente el uno al otro. Elianne entrelazó los brazos tras el cuello de Lionel y cerró los ojos al notar como entraba en ella.
Dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo y entreabrió los ojos antes de rozar su nariz con la del chico. Se soltó de él y se apoyó sobre sus manos, atrayéndolo más hacia ella con las piernas, que seguían enroscadas en su cintura. Se estiró para besarlo y contuvo un gemido al sentirlo moverse como si quisiese torturarla.
Sus manos se encontraron sobre la mesa, y Elianne entrelazó los dedos con los de él. Ese beso estaba logrando romperla un poquito, deshacerla y derretirla. Ahogó un gemido contra sus labios, sintiendo como se moría poco a poco. Sus pieles ardían en contacto, y en ese momento no podría decir cuál de los dos desprendía más calor.
La chica se dejó caer hacia atrás, acabando con la espalda contra la mesa, justo antes de arquearla, pues así todo resultaba más profundo. Lionel la acorraló sobre la mesa, y ella cerró los ojos, sintiendo como poco a poco se le iba el aire, como poco a poco esa sensación parecía desbordarla por momentos. Abrió los ojos, y se encontró con la mirada del chico; tenía los ojos tan, tan azules… Se mordió el labio inferior intentando ahogar un nuevo gemido, más profundo esta vez, y levantó la mano que no tenía entrelazada con la de él para apartarle el flequillo de delante de los ojos.
Entonces lo sintió, una contracción en el bajo vientre, que hizo que se incorporase a medias, moviéndose contra él, justo antes de abrazarse de nuevo a su cuello, notando como esa contracción se convertía en miles, notando como el calor corría por todo su cuerpo, notando como se quedaba sin aire y todo lo que no fuese Lionel desaparecía de repente. Notaba su brazo en torno a su cintura, abrazándola con fuerza, y notaba ese gruñido que retumbó en su pecho y terminó ahogado en medio de un beso tal vez demasiado furioso. Notaba ese orgasmo, sacudiéndolos a la vez, deshaciéndolos un poquito más de lo que ya estaban deshechos; dejándolos inmóviles, completamente pegados y sin respiración. Con las frentes pegadas, respirando el mismo aire y seguramente con los corazones latiendo a la misma velocidad.
La chica soltó uno de sus brazos de su cuello, y acarició el pelo de Lionel al tiempo que besaba su sien con suavidad. El chico se incorporó, despegándose de ella, y la miró, haciendo que sus narices se rozasen. Estaba increíblemente guapo, con los labios enrojecidos y los ojos brillantes, tanto que Elianne casi se enamoró otra vez de él. Cerró los ojos, intentando alejar de ella ese pensamiento en ese momento, y se estiró levemente para besarlo de nuevo, de una forma más suave, más calmada, hasta que una pequeña ráfaga de viento frío la recorrió; o tal vez fuese porque al no estar pegada a él, ya no tenía tanto calor: se estremeció.
-¿Estás bien?-preguntó Lionel separándose de ella.
Elianne asintió con la cabeza, bajando de un saltito de la mesa.
-Tengo un poco de frío, no es nada-dijo con suavidad, buscando su ropa con la mirada. Por algún motivo que se le escapaba, habían dejado de dolerle los pies.
Se vistió en tiempo récord, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo que le llevaba normalmente, y se acercó al chico, que tenía la camisa a medio abrochar. Terminó de abrocharle la camisa, mientras él le rodeaba la cintura con los brazos.
-¿Vas a tener alguna idea más o vas a dejar que me asegure de que nadie te acosa de camino a tu Sala Común sin distraerme de mi trabajo?-preguntó Lionel, mientras salían de la Biblioteca y emprendían el camino hacia Aruge.
Elianne se giró hacia él y le dedicó una sonrisa gamberra.
-Reconoce que te lo has pasado bien-dijo, clavándole el dedo índice en el pecho.
-Bueno… reconozco que no ha estado mal del todo-replicó, componiendo su sonrisa de niño malo.
La chica contuvo una risita. Empezaba a saber leer el significado bajo lo que él decía, y además, debía contener las ganas de comérselo a besos en ese mismo momento, porque era la sonrisa, simplemente.
Llegaron a la entrada de la Sala Común de Aruge, y Lionel tiró de Elianne hasta que quedó pegada a él de nuevo. La chica se puso de puntillas y se abrazó a su cuello antes de besarlo. Notaba sus brazos alrededor de la cintura, y de repente, las ganas de decirle que se quedase a dormir con ella fueron casi irreprimibles. Por suerte, pudo reprimir el impulso, porque lo que menos necesitaba ahora mismo era tenerlo en su cama toda la noche.
-¿Mañana volveremos a jugar al escondite?-le preguntó él, mientras sus narices se rozaban.
-Mmmmm…-fingió reflexionar durante un momento-… creo que mañana podríamos jugar al pañuelo-susurró Elianne, antes de volver a besarlo.
-Creo que podría llegar a gustarme…
-Fijo que sí-añadió ella, soltándose de él (aunque todo su cuerpo protestase por ello)-Buenas noches, Lionel Fournier.
-Buenas noches, Elianne Noire-respondió él, despidiéndose con un gesto de la cabeza.
Elianne le dedicó una última sonrisa, y cruzó la puerta de su Sala Común. Una vez estuvo dentro, dejó escapar un suspiro y se tiró en plancha sobre el primer sofá que encontró.
Si le mandasen definir esa noche con una palabra, decididamente, “épica” se habría quedado corta.