Nov 01, 2009 02:54
La música estaba un poco alta. Bueno, vale, tal vez un poco demasiado alta. Pero se suponía que en las discotecas, o en los baretos de mala muerte, como era el caso, la música siempre está lo suficientemente alta como para que si estás colocado no oigas ni tus propios pensamientos. Al fin y al cabo, eso era lo que buscaban los que estaban allí. En su gran mayoría.
El garito estaba bastante mal iluminado, y olía a alcohol derramado, a sexo rápido contra la pared del fondo y un poco a colonias cutres mezcladas con desodorantes más cutres todavía. Pero aquel antro, y la gente que había en él, se habían convertido para ella en poco menos que un equipo.
Un equipo de gente sin alma, que quería olvidar su pasado y que no les interesaba tener un futuro. Raoul, viejo lobo de mar, camello y experto en jugar (y trampear, claro está) al poker. David, adolescente casi sin barba, camarero y experto en tirarle los trastos a la primera de cambio. Jacqueline (Jaquie), ex aspirante a modelo, hacedora de rayas de coca y experta en mamadas a desconocidos contra la pared del fondo. Sebastien (Seb) intento de enfermero, el as de los colocones intravenosos y experto en ganar los pequeños campeonatos de dardos que se hacían en el bar (cuando no le temblaba mucho el pulso). Y después, después estaba ella. Elianne (Ely), antes una niña inocente, aficionada al LSD y experta en beber tequila hasta que el otro acabase tumbado.
Podría parecer que no tenían nada en común. Y probablemente no, no tenían nada en común. O tal vez sí. Tal vez el deseo de dejar atrás todo lo que les había hecho daño, ya fuesen ellos mismos o los recuerdos de una vida que, seguramente, siempre fue mejor.
De no ser por ellos, el en garito sólo estaría Michael. El dueño. Porque la gente prefería subirse a lo alto de la calle, donde estaban los bares con buena reputación; pero su pub era mucho más tranquilo, y sobre todo, permisivo.
Jaquie se subió a la barra y pasó una pierna a cada lado y sacó un pequeño estuche que podría pasar por maquillaje, pero dentro no tenía ni colorete ni nada para empolvarse la nariz; al menos, no del modo convencional. Tenía una pequeña bolsita de plástico con coca y una cuchilla para picarla y preparar las rayas.
Seb se sentó en un taburete, antes de sacar su piedrecita de hachís y un mechero para quemar el chocolate. Partió un cigarrillo y mezcló el hachís quemado con el tabaco dentro de una nueva papelina.
-Hey, Ely… ayúdame a liarlo que a mí me tiembla el pulso-dijo el chico haciéndole una seña para que se acercase.
Ella asintió con la cabeza, cambiándole a Raoul un billete de cincuenta por tres tripis. Se metió uno en la boca y se acercó a Seb.
-Bueno… ya sabes que me vas a tener que dar una calada como compensación-le dijo, con una media sonrisa, enroscando la papelina. ¿Quién le iba a decir a ella que terminaría así, allí, liando petas de forma pseudo-profesional?
-Yo te dejaría que me dieses una calada o dos-le dijo David pasando por allí en aquel momento con una caja de cervezas para detrás de la barra.
Ella arrugó la nariz, intentando reprimir una risita.
-La niña ya te ha dicho mil veces que no te va a comer la polla, ni va a follar contigo, ni te va a hacer una paja, chaval, así que machácatela contra una piedra o confórmate conmigo-le soltó Jaquie antes de sacar un billete de veinte enroscado y agacharse sobre su perfectamente derecha raya de coca y esnifarla de un tirón.
Ahogó un gemido y esbozó una sonrisa de satisfacción, echando la cabeza hacia atrás. Su larguísima melena negra quedó esparcida sobre la barra.
Ely encendió el peta que le había liado a Seb y le dio una calada, antes de pasárselo a su dueño. Replegó las piernas contra el pecho, sobre el taburete, esperando a que el tripi le hiciese efecto. Normalmente tardaba un poco. Pero después era el paraíso en la tierra. Y no, no tenía nada de lo que quería. Pero no sentía nada. Y eso era mucho mejor. Los recuerdos eran cálidos y dulces. Y el resto del tiempo era suficiente con beber para no asumir que eran alucinaciones.
-Jaquie, cuando quiera que tú me limpies el sable te lo pediré-le dijo David a la morena, pasándole a Michael una cerveza por el aire, que él se encargó de abrir contra el canto de la barra.
-David, en serio… tanto presumir de sable, trabuco o cañonazo acabará haciéndome pensar que la tienes diminuta-le dijo Ely con su mejor sonrisa de niña buena-pero no, gracias, no me apetece comprobarlo ahora mismo-añadió saltando del taburete y acercándose de nuevo a Raoul, que colocaba ante él cartas de poker en cuatro montoncitos.
Era un tío genial. Todos lo eran, en realidad. Incluso David. Y sería fácil, demasiado fácil de hecho, decirle que sí y terminar haciéndolo con él contra la pared; pero David no cumplía los dos requisitos básicos para hacerle perder el norte: no era mayor que ella y no le había hecho daño. Masoquista. Sí bueno, tal vez un poco. Otros desayunan cachorros y nadie los juzga por ello. O casi.
-¿Juegas? -preguntó Raoul lanzándole una carta. Ely la atrapó y la giró. Casualidad o tal vez que el destino estaba intentando putearla un rato. Era el as de corazones.
-No sé jugar-dijo con una media sonrisa.
-Te enseño-Raoul empezó a repartir.
-No, en serio. La mierda esta me va a empezar a hacer efecto ya y después ya sabes que no estoy para jugar precisamente-le dijo con una sonrisa.
Ella no recordaba nunca lo que hacía cuando estaba puesta, pero Sebs solía controlarla para que no hiciese nada relativamente peligroso. Sabía que una vez había terminado bailando medio desnuda con Jaquie en la tarima donde Michael tenía la batería y las guitarras que aporreaba de vez en cuando. Pero Sebs no le dejaba ir más allá. El pobre de Sebs que cuando estaba puesto temblaba tanto que apenas podía sostener nada en las manos.
-Disfruta del viaje-dijo Raoul con una sonrisa traviesa que en su rostro resultaba, cuando menos, extraña.
Ely asintió con la cabeza y se giró, para ver a Jaquie bailando en el medio de lo que, si eso fuese un garito normal, sería la pista de baile. Bailaba al ritmo de Springsteen. Don’t retreat. Don’t surrender. Like soldiers in the winner’s night. No. Ni un paso atrás. Nada de rendirse. Al menos eso lo tenía bien claro. Había empezado la partida perdiendo. Pero como diría Raoul: todo depende de cómo sepamos usar nuestras cartas.
Cabezota ella.
Notaba un pequeño zumbido en los oídos. Que no tenía nada que ver con la música. Y sabía que su viaje a Nunca Jamás estaba a punto de empezar. Se levantó y notó como si el suelo desapareciese bajo sus pies. Jaquie la agarró de las manos y empezó a dar vueltas con ella, al ritmo de la música. Sólo que la música ya no estaba en el aire. La música estaba en ella. Y en Jaquie. Ellas eran la música y el aire se movía a su ritmo.
El aire cambió, adquirió un nuevo ritmo. I believe in a thing called love. A ratos. I wanna kiss you every minute, every hour, every day. Absolutamente.
Jaquie sacudía el pelo al ritmo de la música, y el pelo de la chica azotaba sus brazos desnudos, haciéndoles cosquillas. Ya no eran música. Eran el viento. Ya no había suelo. Sólo estaba Jaquie, y los chillidos que pegaba al cantar la canción. Y las vueltas. El mundo se había vuelto vueltas, vueltas y más vueltas.
Sentía calor. Un calor por todo su cuerpo. Como si su sangre estuviese en llamas. You can live like an animal in the jungle where we play. Veía luces. Luces de colorines. Luces de colorines para adornar una oscuridad vacía. Notaba algo en el pecho. Algo molesto. Y lo dejó escapar.
Se sintió caer, y al mismo tiempo se reía. Se reía tanto, tantísimo que empezó a dolerle. Seguía teniendo calor. Pero estaba tumbada, con las piernas colgadas. Estaba con Jaquie, y ambas flotaban en una nube. Una nube lisa y pegajosa, así como de madera, pero nube al fin y al cabo.
De repente Seb encajó su cabeza entre la suya y la de Jaquie y Ely giró la cabeza para darle un pequeño beso. Después volvió a mirar al cielo plagado de estrellas.
-Mirad cuantas estrellas de colorines… y que grandes-dijo, con un suspiro, con los dedos de Jaquie trazando círculos sobre la palma de su mano.
-Ely… son los focos del techo-explicó Seb con voz paciente.
Ella lo miró extrañada.
-¿Y qué son los focos más que estrellas condensadas?
Jaquie soltó una carcajada.
-Pues pueden ser… pequeñas luciérnagas teñidas…
-O pequeñas hadas enjauladas-dijo Ely, preocupada por las pobres hadas.
-Las hadas no existen-le dijo Jaquie como si se hubiese vuelto loca.
-Sí existen-replicó ella indignada-cuando quieras te presento a una.
-Yo quiero conocer a un hada-dijo Seb con voz soñadora-O al menos a alguna tía que esté dispuesta a abrirse de piernas-añadió, quejumbroso-ya no recuerdo la última vez que me acosté con alguien.
-Yo me… ¿abriría de piernas? Tío… eso suena mal y todo-dijo Ely con disgusto-el caso es que si no fueses tan bueno conmigo probablemente podría llegar a… follar contigo. Pero yo a mis amigos no me los tiro. Norma de la casa-dijo con una sonrisa traviesa.
-En mi caso es sólo que no me gustas-dijo Jaquie con sencillez-David tiene mucha energía… esa energía que tienen a los dieciséis y que no vuelven a tener jamás…
Seb soltó un quejido y después suspiró.
-Chicas… ¿cuándo fue la última vez que echasteis un polvo? -preguntó, con tono curioso.
-Hace tres semanas, creo…-respondió Ely, contando por los dedos el tiempo que hacía que Charles se había ido a Australia.
-Yo hace tres horas-dijo Jaquie, encogiéndose de hombros, un poco complicado, dado que estaba tumbada-ya os dije que David tiene energía.
-Pues yo hace tres meses…-se quejó Seb.
-Ay, hombre… que tres meses no son para tanto-le dijo Ely dándole un empujoncito cariñoso en el hombro.
-No, supongo que no…-se quedó en silencio mirando al techo-¿Cuántos años teníais cuando follasteis por primera vez?
Ely se quedó mirando al techo, intentando, pese al tripi, ahogar los recuerdos. Si no estaría perdida.
-Yo tenía catorce… fue en el gimnasio de mi instituto, con un chico y su hermano gemelo… fue genial-dijo Jaquie con una sonrisa soñadora.
-¿Con dos a la vez? -preguntó Ely, intentando olvidarse de sus propios recuerdos-¿La primera?
-Sí, cariño… una vez que abres el paquete, puedes abrirlo por todas partes… a la vez-dijo con sencillez.
-Pero… pero… joder-Ely negó con la cabeza-hay paquetes que son sólo de adorno, ¿sabes?
Jaquie soltó una risita y se puso bocabajo.
-Ya, no sé… duele horrores, pero mira, una vez que te lo han abierto… ya está abierto-dijo con sencillez, apoyándose sobre los brazos-pero deja de preguntar y suelta prenda-añadió, clavándole los dedos en la tripa.
Ely cerró los ojos. Sorprendentemente no dolía. Podía escapársele la sonrisa de idiota y acelerársele el corazón, que no dolía. Al menos, no mientras el tripi durase.
-Fue… a los dieciséis, con el chico…
-Ohhhh, con el chico misterioso-dijo Seb girándose para mirarla-¿Por qué no dices nunca su nombre? -preguntó luego.
Ely cerró los ojos y respiró profundamente.
-Porque duele-explicó con sencillez-Y ahora, querido Seb, cuéntanos lo tuyo.
El chico cerró los ojos y se relamió.
-Fue a los diecisiete… hace dos años-explicó, con tono soñador-con la madre de la que por aquel entonces era mi novia.
-¿Te follaste a la madre de tu novia?-preguntó Jaquie impresionada.
-Y lo dices como si fuese la gran cosa, señorita “dejo que me desempaqueten lo que sea”-le dijo Ely con una sonrisa perezosa.
Ahora era cuando llegaba la segunda parte del tripi. La parte en la que, si no se movía, se quedaba sobada en esa nube de madera, que en realidad era una mesa. Se incorporó de golpe y saltó al suelo.
-Vamos a bailar, Jaquie-dijo, agarrando a la chica de las manos y haciendo que se levantase.
-No, Ely, por favor... estoy cansada.
Ely compuso un puchero antes de soltar una carcajada.
-Oh, vamos, Jaquie, te tiraste a dos tíos la primera vez que echaste un polvo, no puedes estar cansada para bailar conmigo-dijo, como si su razonamiento fuese irrefutable.
Jaquie esbozó una sonrisa que demostraba a todas luces (escasas) que estaba muy pagada de sí misma.
-Sí, nena. A mí me gustan las cosas grandes y sobre todo en abundancia-dijo, antes de rodearle la cintura con un brazo y hacerla girar.
Ely soltó un chillido, porque sus pies dejaron de hacer contacto con el suelo y éste se mezcló con una carcajada. Todo daba vueltas. Y no sabía como se las estaba apañando Jaquie para hacerla dar vueltas en el aire. Pero todo era etéreo. Y sus pies no pisaban en firme. Aunque en esos momentos nada pisaba en firme. Sus emociones nadaban en un barco de papel en un mar que las anestesiaba y las reducía a la nada; sólo quedaba la risa sin alegría y entregarse por completo a la sensación de vacío. Y sin embargo sentía. Sentía el roce electrificante de la luz contra su piel, y las manos de Jaquie, que quemaban. Sentía risas del pasado. Sentía el tacto de la arena en los pies, aún cuando estaba bastante lejos de la playa. Oía el ruido del mar en sus oídos. Una parte de ella acababa de teletransportarse a Roscoff. Donde todo era más fácil. Donde, con muchas excepciones, casi había sido feliz.
-Ely... nena... hey...-Jaquie la estaba sacudiendo.
-Eh… ¿por qué me sacudes? ¿qué pasa?
-Pensé que te estabas yendo.
-¿Irme? -soltó una risita-¿A dónde?
Se soltó de ella y fue dando vueltas, hasta que chocó contra Seb.
-No dejes que te atropelle, Seb, podríamos acabar en el suelo… y eso no mola.
Seb le puso un porro entre los labios y ella dio una calada.
-Vamos a la parte de atrás, a ver si se te pasa el subidón, porque te va a dar algo.
Jaquie le rodeó a Ely la cintura con los brazos y apoyó la barbilla en su hombro.
-Se estaba yendo hace un segundo-le dijo a Seb.
-¡Oye, que no me iba a ninguna parte! -Ely los miró a ambos, confusa, antes de que la empujasen por el pasillo del almacén y la sacasen al patio trasero del bar de Michael.
Había montones de cajas de plástico vacías apiladas contra la pared y en el suelo crecía hierba. Hacía calor, pues, pese a ser de noche, estaban en pleno julio.
-Vale… ¿por qué aquí no hay música? -preguntó Ely a Seb, cruzándose de brazos y alzando la barbilla.
-Porque necesitas que se te baje o te va a dar algo-dijo Seb, haciendo que le diese otra calada al porro.
Solía hacer efecto. Los tripis le aceleraban las pulsaciones, los porros se las relajaban. Y Seb intentaba que los acelerones no fuesen tan graves como para terminar en el hospital. En el fondo Ely sabía que era un aburrido, o eso creía cuando estaba colocada. Cuando no, la invadía una mezcla entre gratitud y culpabilidad. Y agradecimiento.
-¿Sabéis? Podríamos montarnos un trío aquí… nadie nos molestaría-dijo Jaquie sentándose en la hierba y tirándose hacia atrás.
-¿Un trío? ¿Nosotros? -Ely la miró, ladeando la cabeza, antes de sentarse a su lado, y tirarse hacia atrás como ella-Tía… a ti se te va la olla.
Y lo había ido a decir la más cuerda, por supuesto.
-Oh, vamos, no es tan raro. Seb podría darse con un canto en los dientes-dijo Jaquie con convicción.
-Podría-dijo el aludido tumbándose entre las dos-si no fuese porque yo no me follo a tías que van puestas.
-Después te quejas de los tres meses… ¡aburrido! -le dijo Ely, antes de acurrucarse contra él. El suelo estaba un poco frío debido al rocío que caía por las noches.
-Créeme, nena, ahora te pareceré aburrido, pero mañana por la mañana me lo agradecerás.
-Nah, Seb, Ely tiene razón. No te atreves con nosotras-lo picó Jaquie.
-Claro que no, Jaquie, al fin y al cabo sólo soy un pobre intento de enfermero frustrado… mi talento como actor porno se perdió por el camino-dio una calada a su porro, antes de que Ely se lo quitase de entre los labios y le diese una calada.
El aire de la noche y el porro estaban haciendo que el efecto del tripi se fuese a la mierda. Y volvía a tener emociones, pese a que la capacidad de teletransportarse a la playa de su niñez, a su Roscoff, se hubiese ido. Volvía a estar casi consciente. Perdida sólo en la nebulosa del hachís, con un pequeño e incesante latir en la cabeza, que le indicaba que al día siguiente estaría medio muerta hasta las siete de la tarde como mínimo. Menos mal que podía vaguear en casa de Jaquie y no tenía nada más que hacer que sobrevivir hasta la noche siguiente. Si seguía así acabaría autodestruyéndose en menos de tres meses. Pero tampoco era como si le importase demasiado.
-¿Qué echáis de menos de lo que… erais antes? -preguntó Jaquie, estirándose por encima de Seb para quitarle a Ely el porro y darle ella misma una calada.
-A… a mis amigos-dijo Seb-los que me dieron puerta cuando se enteraron de que me metía heroína.
Ely le acarició el brazo derecho, despacito, por la zona en la que tenía moratones y la piel surcada de pinchazos. Ella le tenía pánico a las agujas. Y más allá de que jamás juzgaría a nadie por intentar autodestruirse, lo admiraba profundamente por atreverse a clavar algo en su propio cuerpo. Ella se había hecho un piercing, sí… pero no se lo había hecho ella misma.
-Yo echo de menos a mi madre…-dijo Jaquie, en voz baja-me tiró a patadas de casa cuando supo que los rumores que corrían por el pueblo eran ciertos, y que su hija se dedicaba a hacer mamadas en los cambios de clase. Pero era una buena mujer, pese a ello.
-Os va a sonar un poco tonto…-susurró Ely-… pero… yo echo de menos la inocencia que tenía antes…-Su mirada bajó, sin poder evitarlo, hacia su muñeca izquierda, donde aún tenía las marcas de despedida de su hermanastro-… el sentir que el mundo está ahí pero nada va a hacerme daño… -se encogió de hombros, pese a estar tumbada.
-Creo que todos daríamos más de lo que tenemos con tal de recuperar esa inocencia-susurró Seb, rodeándole los hombros con el brazo y atrayéndola hacia él, al mismo tiempo que atraía a Jaquie con el otro brazo.
-Sí, no sé… mírame a mí-dijo Jaquie, asomándose sobre el pecho de Seb-soy lo peor de este mundo, con diferencia, y en el fondo, muy, muy, muy en el fondo, me sigo considerando una niña, porque, Ely, recuerda que si pierdes a esa niña que llevas dentro, que todos llevamos dentro, no te quedará nada por lo que ilusionarte.
Ely asintió, con un suspiro, antes de apoyar la cabeza sobre el pecho de Seb. Era un tío; pero era muy distinto a todos los tíos que había conocido. No había intentado nunca nada con ella, la respetaba y la trataba como a una igual. Y sobre todo, cuidaba de ella cuando ni siquiera a ella misma le interesaba hacerlo. Habría podido quererlo, si le quedase corazón para ello.
Porque los tres eran absolutamente diferentes. Tan completamente distintos como tres personas que jamás se hubiesen conocido. Personas con historias diferentes, personas humanas. Y al mismo tiempo se parecían más de lo que podrían parecerse dos hermanos. Porque los tres buscaban lo mismo: la autodestrucción. Y pese a ello, se cuidaban los unos a los otros.
Porque por muy negro que sea nuestro camino, siempre intentamos arrojar un poco de luz al camino de los demás.
Y, aunque sonase risible, era un motivo, tal vez el único, que tenían para vivir.
advertencia: lenguaje explícito,
personaje: seb,
# periodo: quinesob,
comunidad: lajugueteria,
longitud: one-shoot,
personaje: jaquie,
· fuente: tabla,
advertencia: drogas,
personaje: elianne noire,
fandom: rpg (multiversity),
~ escrito: rpg