Nate, Nathaniel Archibald [Gossip Girl]
Te llamas Nate, Nathaniel Archibald, y tu vida parece estar escrita desde su primera letra hasta el mismísimo punto final. Ir al mejor colegio de pago de todo el Upper East Side, salir con Blair Waldorf desde que tienes uso de razón simplemente porque debes, ser asquerosamente rico y disfrutar con ello. Vivir en un mundo de superficie satinada y brillante, con luces engañosas, de colores cálidos y agradables.
Te llamas Nate, Nathaniel Archibald, y tu vida no es como te gustaría a ti que fuese. Levantarte cada mañana y hacer lo primero que te apetezca, sin dar explicaciones a nadie ni vivir marcado por llevar uno u otro apellido, que nadie sepa tu nombre, vivir como tú y no la sociedad quiere, ser completamente libre y disfrutar con ello. Vivir en un mundo salvaje, de voluntad y libertad, donde nadie sepa tu nombre, donde el aire que llegue a tus pulmones sea el que tú quieras respirar.
Te llamas Nate, Nathaniel Archibald, y tu vida se ha desmoronado. Te levantaste una mañana y tu padre estaba arruinado, metido en la droga hasta las cejas, robando y desfalcando, destruyendo el pequeño paraíso con patitas de cristal de bohemia en el que tu madre creía vivir.
Te llamas Nate, Nathaniel Archibald, y paso a paso por la vida, has encontrado a tus verdaderos amigos. Dan, Dan Humpfrey, que no tiene mucho, pero lo que tiene lo da con el corazón, te ha acogido en su casa. Y sabes que lo hace sinceramente, porque quiere o le apetece, no porque se lo imponga una estúpida moral social o la hipocresía típica de aquellos a quienes les sobra el dinero.
Se llama Jenny, Jenny Humpfrey, y debería ser como una hermana para ti, con toda esa vitalidad quinceañera, con toda esa sonrisa, esa energía, y sobre todo, esa decisión.
Se llama Jenny, Jenny Humpfrey, y está caminando por terreno resbaladizo. Un terreno resbaladizo que no te gusta un pelo.
Se llama Jenny, Jenny Humpfrey, y acaba de besarte, tímida y decidida a la vez, breve, pequeño.
Te llamas Nate, Nathaniel Archibald, y ahora eres tú quien quieres besar a Jenny, aunque sabes que sólo deberías verla como una hermana pequeña, que si lo haces tal vez te ganes un puñetazo o dos. Pero has encontrado el camino al mundo salvaje, de voluntad y libertad. Donde sólo puedes respirar el aire que tú quieras. Su aire.
Y la besas.