Jul 04, 2008 00:51
Ser un Black implica demasiadas cosas. Implica estar por encima de cualquier cosa en el mundo, y al mismo tiempo estar ligado a todos los que contienen esa misma sangre corriéndoles por las venas.
Sirius odia ser un Black. Porque él no es superior a nadie. No es superior a Remus porque él sea mestizo y licántropo. No es superior a Evans porque ella sea hija de muggles. Su sangre es roja. Como la del resto de la humanidad.
Más que ser un Black, Sirius odia a su familia, porque, tal vez sean cosas de la sangre, pero en concreto su prima Bellatrix le hace perder el control de sí mismo. En todos los sentidos.
Cuando la tiene cerca desearía matarla, estrangular ese cuello largo, blanco y delgado que tiene, o clavarle los dientes en él hasta hacerle sangre. Porque ella logra descontrolarlo de una forma que él jamás antes ha experimentado. Porque ha estado con muchas mujeres, algunas mayores que Bellatrix. Pero ninguna logra desatar ese remolino incesante en el fondo de su estómago, que es mezcla de odio y ganas de abrirla de piernas contra la pared, que terminará por arrastrarlo todo a su paso.
Lo peor, y más humillante, al menos para Sirius, es que ella consigue dominarlo sin ningún tipo de ataduras. Con su mera presencia, Sirius pierde el dominio de si mismo. Se queda a su completa merced.
Tal vez sea por el influyo de sus labios rojos, o de sus ojos grises enmarcados por un flequillo negro, que le hace parecer más oscura de lo que es en realidad. Pero en realidad es por la sangre. Porque la sangre para los Black es lo que la droga para un toxicómano. Logra sacar lo peor de ellos.
Bellatrix sabe el influjo que ejerce sobre Sirius, o al menos eso piensa él, y lo utiliza para torturarlo sin usar la varita.
~&~
El calor en el número 12 de Grimmauld Place siempre ha sido pegajoso y asfixiante, pero desde que la casa parece oprimirlo, a Sirius le parece todavía más sofocante, más pegajoso y más abrasador. No puede escapar de él, porque parece estar en todas partes. En cada estancia de cortinas de terciopelo negro o verde oscuro. En cada esquina donde se amontonan objetos de magia negra. En cada cuadro de sus antepasados, que lo miran con desprecio cada vez que pasa, por el mero hecho de haber ido a Gryffindor.
El único lugar libre de retratos, de terciopelos y de magia negra, dentro de lo que cabe, es la biblioteca. Las cortinas son de seda negra, no tan asfixiante como el terciopelo, ni por asomo.
A oscuras se siente genial. Como si nadie pudiese molestarlo o encontrarlo allí. Necesita el frescor del sillón de cuero negro en el que está tumbado. Y refugiarse en los cuentos de Bael el Bardo, como cuando era niño. Lo que necesita en realidad es olvidarse de esa casa, pese a estar en ella, de su familia y sobre todo de Bellatrix.
Porque si, sus primas son preciosas. La más guapa de ellas es Andromeda, pese a que ahora no deba considerarla prima. Tenía una espesa melena clara y los ojos oscuros y expresivos. Porque la belleza de Narcissa es demasiado nacarada. Sirius jamás se atreverá a decir que no es absolutamente preciosa, porque lo es. Como un ángel. Y Bellatrix posee ese tipo de atractivo salvaje, el que va ligado al carácter. Y Sirius la odia. Porque es de los pocos seres humanos capaces de sacarlo de sus casillas.
Por eso se refugia en la biblioteca, porque ella no va allí.
Se abre la puerta levemente y Sirius ve entrar a alguien en la prácticamente completa oscuridad. Se encoge un poco más sobre sí mismo. No quiere que nadie vaya a molestarlo.
Se enciende un candelabro y él puede ver el reflejo del fuego sobre la piel casi desnuda de Bellatrix. Siente como si le acabasen de clavar un puñal en lo más hondo del estómago. No entiende por qué la piel de Bellatrix parece tan blanca bajo ese escotado vestido rojo sangre.
Rojo sangre. La puta sangre siempre. Rojo como los labios de Bellatrix, que son carnosos y se curvan en una sofisticada sonrisa cuando lo ve repantigado en el sofá de cuero negro.
Cuando camina por la biblioteca, hacia él, las luces del candelabro se reflejan en los brazos desnudos de Bellatrix, y ella contonea las caderas al cruzar la estancia, logrando que Sirius trazase un camino visual por ellas, hacia su perdición.
Ella se planta delante del sofá y se pone de cuclillas delante de Sirius, con las piernas ligeramente abiertas, dejándole una perfecta visión de sus bragas de encaje.
Él, tragando saliva, clava su mirada en los ojos grises de su prima, desafiante. Se miran durante unos segundos, casi como si se estuviesen probando mutuamente. Casi como si fuesen un imán, Sirius siente que los labios de ella lo están llamando a mudos gritos.
-¿Qué quieres, Bellatrix?-y Sirius le habla como siempre. Con una frialdad que casi raya en la indiferencia.
-Nada, primito… están sirviendo la cena en el comedor, y creí que tal vez tendrías hambre.-respondió. Sirius fue consciente de que los labios de su prima se movían tan sinuosos como la serpiente del escudo de Slytherin, y en alguna parte de su cerebro saltó la incertidumbre de cómo se sentirían esos labios alrededor de su polla.
-Pero resulta, Bella, que no me apetece comer.-dice, incorporándose en el sofá.
Bellatrix se sienta en el sofá, al lado de Sirius y acaricia con sus dedos largos la nuca de su primo, que se estremece, rogando en su fuero interno que ella no note las ganas que tiene de abrirla de piernas en ese puto sofá.
-¿Estás seguro?-la voz de Bellatrix logra empalmarlo casi tanto como si le estuviese metiendo mano.-Mira que después va a venir Rodolphus y no sé si podrás comer…-añade parpadeando con lo que pretende ser inocencia.
Sirius la maldice mentalmente. Es más puta que una Ravenclaw. Joder. Es una zorra. Y él sólo quiere follársela. Tiene dieciséis putos años, y ella veintitrés y se casa dentro de dos semanas. Sirius no sabe si aguantará tanto tiempo allí encerrado sin hacer alguna tontería.
Ella logra despertar sus más bajos instintos. Lo más oscuro de sí mismo. Pero al mismo tiempo, Sirius sabe que a ese juego pueden jugar dos.
-¿Y qué pasa, Bella; a ti no te apetece comer?-pregunta, mirándola con la cabeza ladeada, entre el flequillo. Su prima lo mira, frente a él, y se aparta un mechón negro azabache que le cuelga por dentro del escote.
-A mi si, Sirius.-replica con una sonrisa.-Ya sabes que tengo un hambre voraz… pero prefiero cazar mi propia comida.
-¿Y si la presa se convierte en depredador?-pregunta él, colocando intencionadamente una mano al lado de su cintura, en el sofá, intentando provocarla, o asustarla, o algo.
-Aun que intenten cazarme, Sirius, no lo consiguen…-responde, tras morderse levemente el labio inferior.-Porque todos acaban haciendo lo que yo quiero.
Sirius se maldice interiormente a si mismo, pero prácticamente encima de su prima, ya no hay marcha atrás. Ahora toca correr a ciegas hacia delante. Morir o matar, de placer, si es necesario.
El primer beso, en la nívea clavícula de Bellatrix, podría decirse que es casi tierno. Aparta levemente su pelo negro, mientras sube, tan solo con los labios, por el cuello de su prima hasta llegar a detrás de su oreja, donde empieza a besar, ahora con lengua, haciendo que Bellatrix, por muy chica dura que sea, ahogue un ronroneo al tiempo que mete la mano por el borde de su camiseta, sin importarle que sea muggle.
Y Sirius la odia. La odia tanto que cree que le explotará la polla de tanto odio, pero el tacto sedoso, y venenoso, de su piel le está haciendo perder la noción de las cosas. De la misma realidad. Cuando raspa su barbilla con los dientes y mete las manos bajo la falda, en realidad no cree que vaya a morirse de calor tan pronto.
De repente, es como si todo se precipitase. Las manos de Bellatrix terminan de quitarle la camiseta y Sirius, que se separa levemente de ella para poder quitarla por los brazos, mira a su prima a los ojos, y puede ver en ellos un brillo peligroso, salvaje; casi depredador. Y en ese justo instante Sirius entiende que no la ha cazado, sino que ha caído en su juego cruel. Ese juego en el que algo en su interior lo empuja a perder.
Ese algo, entiende mientras ella mete una mano dentro de sus calzoncillos, es la sangre Black. Lo oscuro que hay en Sirius. El deseo. Prohibido. Destructivo.
Lame el lóbulo de la oreja de su prima, logrando que gima casi desesperada y se arquee contra él en el sofá. A Sirius los gemidos de su prima se la ponen cada vez más dura, y los dos dedos que tiene metidos bajo sus bragas de encaje negro no hacen más que empalmarlo más con cada gemido de Bellatrix contra su mejilla.
Ella le tira del pelo con fiereza, para terminar metiéndole la lengua en la boca. Esa lengua viperina que hace que Sirius ahogue un gruñido al mismo tiempo que ella mueve las caderas, intentando rozarse contra la erección de su primo.
En esos momentos, Sirius la odia más que nunca. Mientras sus manos, grandes y con un par de callos del bate de Quidditch, le quitan el vestido casi con desesperación. Bellatrix lo está besando, casi como si desease ahogarlo. Y Sirius siente que se hunde en un estanque de odio y placer.
Bellatrix le pone una mano en el pecho desnudo y lo empuja, quitándolo de encima de ella, y Sirius obedece, como cualquier perro amaestrado y se sienta.
Ella se sienta a horcajadas sobre él, apoyando las manos en los hombros de Sirius, y clavándole las uñas más de lo necesario. Él está rendido a su voluntad, y la odia por eso; por conseguir minar sus deseos hasta convertirlos en sexo. Tan solo eso.
La lengua de Sirius corre por su cuello hasta conseguir que ella le agarre la polla y se la vaya metiendo lentamente.
Cuando está por completo en el interior de su prima, Sirius siente como si lo recorriese una descarga eléctrica y se aferra con fuerza a las caderas de Bellatrix. Sus labios del color de la sangre se separan levemente, cuando deja escapar un gemido con el que casi parece rozar el éxtasis.
Sirius le pasa los dedos por la espalda. Le encantaría poder apuñalarla. La odia. Tiene el poder sobre él, y lo más humillante es que ambos lo saben. Ella ha desatado lo más bajo de su interior y se aprovecha de ello.
Cabalga como si quisiese llegar al fin del mundo, mientras sus gemidos hacen que la espalda de Sirius sea recorrida por pequeñas contracciones que salen de su polla y llegan a todo el cuerpo. La odia más que a nada en el mundo cuando ella echa la cabeza hacia atrás y suelta un ronco gemido que sacude a Sirius desde lo más hondo, haciendo que se abrace a sus caderas.
Bellatrix se muerde los labios, tiene los ojos cerrados y la cara perlada de sudor. Se pega contra Sirius, que la abraza con fuerza de la cintura y hunde el rostro en su cuello, ahogando un gemido contra su piel blanca. En esos momentos no entiende para nada lo que siente. Solo sabe que no es capaz de odiar a alguien que se mueve de esa forma.
Nota como empieza a contraerse, y sabe que está a punto de correrse. Siente algo oscuro debido a ello. Sus dedos se clavan en su carne prieta y aprieta. La aprieta contra su cuerpo y le muerde en la clavícula. Ella gime en su oído. Y de repente…
-¡BELLATRIX! Baja, por favor. Está aquí Rodolphus.
Ella se detiene en seco, pediendo el equilibrio y casi cayendo de espaldas, si Sirius no la estuviese sosteniendo. El chico la abraza contra su torso, respirando en su cuello. Nota como ella jadea, porque sus pechos se rozan con el suyo.
Apoyándose en los hombros de Sirius, se gira hacia la puerta.
-¡BAJO EN DIEZ MINUTOS!-y Sirius está seguro de que la han oído hasta en casa de James. Se gira hacia él y le dedica una sonrisa que podría rozar lo felino.-¿Por donde íbamos, primito?-pregunta acercándose al lóbulo de su oreja, antes de lamer despacio.
Pero esa interrupción ha servido para que Sirius se controle a sí mismo y ate su autocontrol, aunque eso signifique quedarse a medias. Deposita un beso en el cuello de su prima, bajando hasta su clavícula.
-¿No querrás hacer esperar a tu flamante prometido, no, primita?-dice con la voz ronca.
-¿Qué pasa, tigre? ¿Estás celoso?-pregunta ella levantándose de encima de él. Sirius la mira con odio, al tiempo que siente una vergonzosa sensación de pérdida.-Sabes que aunque tenga que casarme, la sangre siempre tira, ¿verdad, Sirius?
Él gruñe por toda respuesta, mientras ella se pasa el vestido rojo sangre por la cabeza. Sirius se sube los pantalones y los calzoncillos, que han estado olvidados a la altura de sus tobillos y se pone la camiseta, que está tirada al lado del sofá, mientras Bellatrix, sin mirarlo, cierra la puerta de la biblioteca a sus espaldas.
Sirius se pone de pie, notando incómodo que los pantalones le oprimen la polla, y se vuelve hacia el sofá. Respira hondo, intentando no pensar en lo que acaba de pasar. De repente sus ojos, grises, se detienen en algo negro que hay al lado del sofá, en el suelo de madera noble. Las bragas de encaje de Bellatrix.
La sonrisa que se esboza en sus labios finos es de todo menos buena. Las coge y se las guarda en el bolsillo de los vaqueros. Odia a su prima Bellatrix. Es una puta. Lo utiliza porque sabe que logra anular su voluntad.
Sirius prefiere no pensar en ello. Le echa la culpa a la sangre y mira hacia otro lado. Así es más fácil.
Apaga el candelabro de un soplido y cierra la puerta de la biblioteca a sus espaldas, intentando no pensar en lo que dirían Remus y Evans si algún día tuviesen la oportunidad de entrar allí.
~&~
Cuando entra en el salón siente las miradas de todos los presentes clavándose en él, y no puede negar que le molesta. Pero odia a Bellatrix y quiere hacerle pagar el que lo haya utilizado. Y si tiene que ser delante de todos los Black, mucho mejor.
El salón se coloca en forma de semicírculo, orientado hacia el tapiz donde los ojos de Sirius no pueden evitar repasar el hueco dejado por su prima Andromeda unos veranos atrás.
Su madre se sienta en el centro del semicírculo, flanqueada por su tía Druella y su abuela Irma. Las tres guardan silencio, escuchando las notas que Narcissa arranca del piano de cola que hay en la estancia. Sirius casi siente escalofríos cuando su prima levanta la mirada de la partitura y la clava en él.
Él la ignora. Su mirada se cruza con la de Bellatrix, que está sentada en la pequeña galería al lado de la ventana, con Rodolphus. Tiene las mejillas sonrojadas, y Sirius sabe que no es por su prometido.
Sirius se coloca de espaldas a las tres mujeres que escuchan a Narcissa, y al mismo tiempo de del prometido de su prima, logrando que ella le dedique una fugaz mirada por encima del hombro de su futuro marido. Sirius esboza una sonrisa triunfal, que Bellatrix consigue captar, y él se saca sus bragas del bolsillo, las agita levemente -y casi puede notar como el corazón de Bellatrix, como si fuese el suyo, se acelera- y se las vuelve a guardar en el bolsillo.
La dulce música del piano se detiene de golpe, y Narcissa pasea su mirada desde él hasta Bellatrix un segundo antes de acercarse a su madre con una leve sonrisa y recibir un beso en la frente.
Sirius no puede apartar la mirada de Bellatrix, que sonríe a Rodolphus con esa mezcla entre la perversión y la inocencia. Esa que hace que Sirius se vuelva loco. Esa que despierta lo más oscuro de sí mismo.
Prefiere ignorarlo todo y echarle la culpa a la sangre, que desata siempre lo más oscuro, porque la sangre siempre tira.
longitud: historia larga,
~ escrito: fanfic,
fandom: harry potter,
# periodo: quinesob,
advertencia: incesto,
pairing: bellatrix/sirius,
advertencia: lemmon