09. Engaño Mutuo.
Los juegos no eran como antes. Al ser niño, tan sólo bastaba una canción, un poco de imaginación y, tal vez, otro niño con quien compartir. Porque eso eran; sólo juegos mezclados con inocencia.
Bella sacude su cabello, hundiendo sus dedos para quitar los pensamientos aterradores en su cabeza mientras Edward, lentamente, abrocha su camisa.
Porque esto era un juego.
Un engaño mutuo.
“¿Eso es lo que siempre seremos?”, pregunta Bella, distante, fija en la ventana.
Niebla. Húmedo. Lluvia. Gris. Pinceladas de un mal día.
Edward no contesta.
“¿Un engaño?”, sigue Bella. La garganta no siempre aguanta el nudo. Y las lágrimas nunca pueden ser retenidas tanto tiempo.
Y Edward no soporta la idea de estar lejos mientras ella llora, por eso se acerca y la abraza fuerte. Muy fuerte.
De alguna forma, ambos juegan al engaño. Él, con su novia. Ella, con su marido. Ambos engañan, juegan a que son algo ficticio. Algunas veces resulta, y se puede olvidar la culpa. Algunas veces, duele tanto que sólo salen lágrimas.
“Pero…”, finalmente habla Edward, voz ronca y rasposa, casi apenas audible, “lo que yo siento por ti no es engaño. No puede ser engaño”
No siempre todo es un final feliz.
Ni siquiera un vivieron para siempre…