“Ciertamente Ben se ha hecho un lugar entre ellos, ¿verdad?” comentó Hermione un rato después sonriendo ante la horda de niños increíblemente sucios y cubiertos de pegamento que había en el jardín. Arthur estaba sentado entre ellos, rodeado de figuras todas torcidas de animales de papel maché, sonreía como un loco , tenía periódico empapado de pegamento pegado en los lugares maá extraños, y que culminaban en una torre sobre su cabeza. Molly estaba parada aterrorizada en la puerta.
“Es el único primo que sabe algo sobre papel maché,” dijo Ron con una risita. “¿Quién hubiera pensado que algún día el hijo de Malfoy le enseñaría a los nuestros los puntos finos sobre una artesanía muggle?”
“Estoy segura que también ayuda el no tener a Michelle por aquí,” comentó Hermione. “¿Cómo está Alec?”
“Bien.” Harry se mordió el labio inseguro. “Aunque... eh...”
“Yo no me preocuparía por el golpe,” le dijo ella interpretando bien su preocupación. “Mañana puedes hablar con él sobre eso.”
“Un momento,” dijo Ron. “¿No eres tú la que siempre me está dando sermones sobre que ‘la disciplina debe seguir inmediatamente a las travesuras’?”
“Eso es porque los niños chiquitos no suelen recordar muy bien sus travesuras,” le dijo ella. “Dudo mucho que Alec olvide haber golpeado a Remy. Además, estaba defendiendo a su amigo.”
“¿Y qué pasó con lo de ‘la violencia nunca es la respuesta’?”
“Son circunstancias extraordinarias,” le contestó a secas. “Hablando de eso,” verificó la hora en su reloj. “Draco ya debería haber salido del trabajo, ¿no?”
Harry asintió nervioso. “Entonces será mejor que nos vayamos,” dijo y fue a despedirse de Alec y Ben, mientras Ron y Hermione se alistaban para marcharse también.
“Van a estar bien, cariño,” le dijo Molly mientras abrazaba a Alec con fuerza. “Ya tengo yo el encantamiento de Ben, y tan pronto como terminemos de limpiar aquí, les daré pasteles de calabaza.” Ella echó un vistazo por el jardín y suspiró. “O al menos cuando terminemos de separar a los niños que están pegados.”
“Gracias,” le dijo él, abrazó a Ben y se paró decidido a no preocuparse por ellos. “Ahora, pórtense bien con sus abuelos, y no se metan en problemas,” les dijo firme. Ambos niños asintieron con aire ausente y Harry supo que la promesa de los pasteles de calabaza era demasiado como para que pudieran haber escuchado una palabra de lo que les había dicho.
“Gracias por ofrecerte a ayudar,” le dijo a Bill mientras se dirigían a la chimenea. “Será de mucha ayuda tener ahí a otro rompedor de maldiciones.”
“Saluden a Malfoy de mi pagte,” comentó Fleur incómoda, intentando ser cortés pero su comentario se habría escuchado mejor con una expresión un poco menos agria en la cara.
Harry se puso el abrigo y entró en la sala deteniéndose en seco al ver a George y Charlie parados junto a la chimenea ya con sus abrigos también.
“¿A dónde...?”
“Vamos contigo,” dijo Charlie animadamente.
Harry los miró sin comprender.
“Vamos, compañero. Mientras más, mejor, vámonos.”
Harry se aclaró la garganta, estaba avergonzado por lo conmovido que se sentía por ese gesto de apoyo. “Vámonos, entonces,” dijo y uno a uno, los seis entraron en la chimenea.
**
“Honestamente, no creí que terminaríamos esto hoy,” dijo Draco al final del día al salir fresco de la ducha y secarse el cabello.
“Ayuda tener cinco ayudantes,” dijo Harry. “Y magia.”
“Aún así.”
Miraron a su alrededor.
“¿Estás seguro de esto?” preguntó Harry nervioso y Draco le dirigió una pequeña sonrisa.
“Por supuesto que no,” contestó en voz baja y con un beso borró la brusquedad de sus palabras. “Obviamente que estoy contento, pero... es un gran paso. Sigo creyendo que no ha pasado mucho tiempo desde...”
“Casi diecisiete años,” dijo Harry con una sonrisa. “Si cuentas desde el día en que nos conocimos.”
Draco puso los ojos en blanco. “Está bien, de acuerdo, diecisiete años.” Soltó una risita. “Vaya. ¿Por qué nos tomó tanto tiempo?”
“Vamos.” Harry le tomó la mano y juntos caminaron por el departamento. Miraron el cuarto de los niños acondicionado con una litera. El cuarto de invitados, que podría convertirse en una recámara si los niños decidían que querían habitaciones separadas. La sala, el comedor, el estudio. El lugar era una mezcla cómoda de muebles de los dos, aunque menos por parte de Draco, pues su departamento debería seguir dando la apariencia de estar habitado hasta que terminara el ciclo escolar en Dublín. Al no tener una red Flu, a los muggles les habría resultado imposible comprender que Draco viajara todos los días de Londres a Dublín para dar clases.
Hubiera sido más agradable que esta decisión hubiera sido tomada por elección más que por necesidad, pensó Harry mientras inspeccionaban su sala. Pero a Draco le había costado trabajo lidiar solo con la publicidad, y la idea de que Ben pudiera estar en peligro era aterrorizante. Y considerando que Harry tenía un acceso fácil a la seguridad del Ministerio, de Gringotts y de la familia Weasley...
Había sido una decisión difícil, habían sopesado las ventajas y desventajas, los riesgos relativos, costos y beneficios. Para ser honestos, Harry también se sentía inseguro al respecto y desearía que hubieran tenido más tiempo para meditarlo. Por encima de todo, desearía que hubieran tomado la decisión basados solamente en el amor y el compromiso en vez de la seguridad o la practicidad.
Pero una vez que los hijos entran en escena, ya nunca ninguna decisión puede tomarse sin tener en cuenta la seguridad o la practicidad. El romance puro era para gente sin ningún dependiente. Además, todavía había espacio para el romance sin perder de vista lo práctico, sólo tendrían que trabajar un poco para encontrarlo.
Observó a Draco arreglar ausentemente los cojines del sofá y tuvo que admitir que Draco había tenido razón; el azul oscuro se veía mejor a un lado del piano. La mudanza había salido bastante bien, aunque no había habido mucha de la camaradería espontánea que era la norma en una reunión Weasley. Era natural, después de todo, Draco no era un Weasley. Y por Merlín que lo sabía, a pesar de la reciente y muy bien recibida actitud por parte de algunos de los familiares de Harry, el pasado no estaba enterrado y el presente que estaban construyendo todos juntos era frágil. Estaba amenazado por la publicidad y la exposición, por la ansiedad de Harry hacia Alec, por los asuntos que Draco todavía no superaba con respecto a su pasado así como por los riesgos normales que amenazan a cualquier relación...
Se dirigió hacia él y lo abrazó metiendo la cara entre su cuello. Respiró su aroma a limpio y jabón, piel tibia, sintió que Draco le correspondía, y de pronto lo golpeó la realización de que mañana despertarían juntos, él iría a recoger a los niños a la Madriguera y Draco los estaría esperando aquí cuando regresaran. Ya no serían nada más unas horas antes de que él y Ben tuvieran que regresar a su departamento a tiempo para que Draco se presentara a trabajar el lunes por la mañana, sino que estarían aquí todo el día. Cierto, los dos tendrían que ir a trabajar el lunes, pero se verían el mismo lunes por la noche. Y el martes en la noche. Y el miércoles en la noche.
Se estremeció, pues de pronto se sintió abrumado. Ahí estaba otra vez, ese sentimiento que no era del todo real, de que estaba arriesgando su corazón, otra vez, y si algo le había enseñado el colapso del estadio, era que no podría lidiar con otra pérdida en su vida. No otra vez. No podía perder a Alec, pero tampoco podía perder a Draco o a Ben.
Y ahora estaba temblando, y se sentía como un idiota rematado. Draco había estado a su lado durante la pesadilla del hospital y Harry se había aferrado inconscientemente a él para poder seguir adelante, pero esto era diferente. No había razón para este pánico, para el miedo que lo estaba devorando.
“Harry,” le susurró Draco en el cuello. “¿Qué pasa?”
Intentó controlarse, y de pronto, recordó vividamente el abrazo que le dio a Draco mientras éste lloraba después de haberle contado a Ben acerca de su pasado, antes de que Draco recobrara la compostura y lo alejara.
Maldición, pensó, intentando calmarse. Desde el incidente había sido capaz de mantener las lágrimas a raya, en cada ocasión se había dicho que no era el momento adecuado para permitirse desmoronarse; primero había sido por la preocupación por la audición de Alec, luego el estrés de su recuperación, aunado a la maldita publicidad, la preparación para la mudanza y... y ahora no había otra cosa más que ellos dos aquí, pero aún así, todavía no era el momento para esto. Quizá lo mejor sería que se serenara, como lo había hecho Draco.
Y probablemente le funcionaría tan bien como le había funcionado a Draco.
En cambio, lo acercó más hacia sí. “Son sólo sentimientos. Eh. Tengo miedo de que esto no vaya a funcionar. Tengo miedo de - de no ser capaz de sobreponerme si tú... si te vas. No puedo volver a perderte. Para ser sinceros, estoy hecho un lío con todo esto.”
Draco se tensó mucho.
Harry comenzó a alejarse, mortificado. “No,” susurró Draco abrazándolo más fuerte. Vaciló un poco, pero luego se hundió en él. “Yo... también estoy hecho un lío.” Soltó una risa temblorosa, insegura. “¿Crees que podamos calmarnos juntos? ¿Juntar tu lío y el mío?” acercó más a Harry. “Te... te amo. Te lo dije, no voy a ir a ningún lado. No otra vez.”
Harry asintió en silencio, tenía la garganta apretada.
“Esto no es un ‘felices para siempre’, ¿verdad?” preguntó Draco suavemente.
Ahora fue Harry el que soltó una risita temblorosa. “Muy parecido.” Volvió a besar a Draco y luego se aclaró la garganta. “Muy bien, bueno, si ya terminamos de platicar... tenemos una recámara que bautizar.”
Y Draco sonrió.
**