Well you can need me, well I want you too.
¿Sabéis quién es guay? musguita. That's who. Hace como 24 horas le propuse un AU con Chuck y Dan para que me hiciera un gráfico (tiene un meme en su tumblr, que es el tumblr del bien y de todo lo guay). La idea original era 'chuck candidato a presidente/dan director de campaña', y lo que salió fue ESTA MARAVILLA que me hace ovular, cogiendo un poquito del universo The West Wing. Y cuando las cosas molan yo me inspiro, y lo que iba a ser un parrafito de explicación de mi proceso mental al pedir eso y al recibir eso se acabó convirtiendo en 500~ palabras. Y eso son muchas palabras, así que merece la pena dejar constancia de ello.
Chuck Bass es un hombre demasiado ambicioso, tanto que roza lo insano. Tanto que algunos de sus compañeros en la Casa Blanca, donde trabaja codo con codo con el Presidente en materia de economía, aún no entienden cómo confía en él. Ellos no lo hacen, aunque es innegable que es inteligente, y es capaz de predecir las fluctuaciones en los mercados con una exactitud que casi parece clarividencia, y que es una de esas personas que es capaz de mover el mundo él solo a fuerza de simple obstinación.
Pero Dan confía en él. Eso no es gran cosa, Dan Humphrey es un simple escritor de discursos dentro de una sala con otros diez con tanto talento como él o más; uno de los escalones de abajo en la gran pirámide que es la Casa Blanca, pero confía en Chuck, en que hay algo bajo esa apariencia de trepa, porque nadie trabaja dieciséis horas diarias bajo la mayor presión del mundo si no cree en lo que hace.
Está en el Despacho Oval cuando el Presidente pronuncia la frase. “Podías ser un gran sucesor, Charles”, y puede que él trate de tomárselo como un comentario sin importancia, pero Dan sabe que las ansias de subir aún más alto de Chuck han sido legitimizadas, y que nada va a quitarle la idea de la cabeza.
-Podrías serlo -dice Dan días después, mientras mastica un trozo de sandwich de pavo-. Candidato -aclara-. Tienes tiempo para preparar una buena campaña.
-No tengo tiempo, tengo que revisar este dossier antes de las dos… -empieza a excusarse él, se levanta de la mesa y cierra la carpeta que estaba leyendo mientras comía despistadamente unas hojas de lechuga seca y pálida.
-Andaré contigo.
-Dan, ¿qué quieres? -suspira, andando en zancadas largas mientras Dan le sigue a un par de pasos tratando de que no se le caigan los papeles que lleva en la mano. Tiene las yemas de los dedos manchadas de tinta azul, se fija Chuck.
-Puedes ser el candidato demócrata, Chuck. Y debes, porque eres la persona que Estados Unidos necesita, porque te he visto trabajar y eres bueno en lo que haces, el mejor que yo haya conocido en mi vida; y tienes carisma y ganas y nombre, y la cara a la que votan las mujeres de sesenta años y las universitarias de la costa Este. Pero no vas a serlo porque no le caes bien a nadie. -Chuck se frena, le encara y frunce las cejas con el desagrado de alguien que se ve obligado a ahuyentar a un ratoncillo indefenso pero molesto. -Yo puedo cambiar eso.
-Me resulta sorprendente que tú le caigas bien a alguien.
-Lo hago -contesta secamente-. Resulto muy simpático porque parezco poco amenazador. Punto número uno de tu campaña, deja de tratar de ofender al único voto que tienes seguro.
-No tolero a los pusilánimes.
-¿Crees que he llegado hasta aquí vendiendo galletas de las Girl Scouts, Chuck? -le espeta sin cambiar el gesto-. He dicho que lo parezco. Las apariencias son un gran arma política. Ese es el punto número dos, ¿quieres que te los vaya apuntando?
Chuck Bass es un hombre demasiado ambicioso, tanto que roza lo insano. Tanto que algunos de sus compañeros en la Casa Blanca, donde trabaja codo con codo con el Presidente en materia de economía, aún no entienden cómo confía en él. Ellos no lo hacen, aunque es innegable que es inteligente, y es capaz de predecir las fluctuaciones en los mercados con una exactitud que casi parece clarividencia, y que es una de esas personas que es capaz de mover el mundo él solo a fuerza de simple obstinación.
Pero Dan confía en él. Eso no es gran cosa, Dan Humphrey es un simple escritor de discursos dentro de una sala con otros diez con tanto talento como él o más; uno de los escalones de abajo en la gran pirámide que es la Casa Blanca, pero confía en Chuck, en que hay algo bajo esa apariencia de trepa, porque nadie trabaja dieciséis horas diarias bajo la mayor presión del mundo si no cree en lo que hace.
Está en el Despacho Oval cuando el Presidente pronuncia la frase. “Podías ser un gran sucesor, Charles”, y puede que él trate de tomárselo como un comentario sin importancia, pero Dan sabe que las ansias de subir aún más alto de Chuck han sido legitimizadas, y que nada va a quitarle la idea de la cabeza.
-Podrías serlo -dice Dan días después, mientras mastica un trozo de sandwich de pavo-. Candidato -aclara-. Tienes tiempo para preparar una buena campaña.
-No tengo tiempo, tengo que revisar este dossier antes de las dos… -empieza a excusarse él, se levanta de la mesa y cierra la carpeta que estaba leyendo mientras comía despistadamente unas hojas de lechuga seca y pálida.
-Andaré contigo.
-Dan, ¿qué quieres? -suspira, andando en zancadas largas mientras Dan le sigue a un par de pasos tratando de que no se le caigan los papeles que lleva en la mano. Tiene las yemas de los dedos manchadas de tinta azul, se fija Chuck.
-Puedes ser el candidato demócrata, Chuck. Y debes, porque eres la persona que Estados Unidos necesita, porque te he visto trabajar y eres bueno en lo que haces, el mejor que yo haya conocido en mi vida; y tienes carisma y ganas y nombre, y la cara a la que votan las mujeres de sesenta años y las universitarias de la costa Este. Pero no vas a serlo porque no le caes bien a nadie. -Chuck se frena, le encara y frunce las cejas con el desagrado de alguien que se ve obligado a ahuyentar a un ratoncillo indefenso pero molesto. -Yo puedo cambiar eso.
-Me resulta sorprendente que tú le caigas bien a alguien.
-Lo hago -contesta secamente-. Resulto muy simpático porque parezco poco amenazador. Punto número uno de tu campaña, deja de tratar de ofender al único voto que tienes seguro.
-No tolero a los pusilánimes.
-¿Crees que he llegado hasta aquí vendiendo galletas de las Girl Scouts, Chuck? -le espeta sin cambiar el gesto-. He dicho que lo parezco. Las apariencias son un gran arma política. Ese es el punto número dos, ¿quieres que te los vaya apuntando?