Nov 01, 2004 17:53
Dios, qué sueño más extraño tuve ayer noche. Creo que se sumaron los siguientes elementos:
-El disfraz de Orochimaru que llevaba por el Salón del Manga.
(Y por ende, todo lo acontecido durante ese día)
-Una digestión pesada cortesía de un shawarma altamente cargadito pero delicioso.
-La omnipresente agua, que SIEMPRE aparece en mis sueños, y con relativo protagonismo.
-El temor a los muertos (anoche era la noche de Halloween, ¿Trick or Treat? (gracias a Kenneth por explicarme qué era qué)
El sueño era el siguiente:
Mi familia y yo nos plantábamos en un pueblo costero que parecía una versión victoriana de la zona de Cubelles/Calafell (costa tarraconense). Alguien que no conocía nos había prestado su casa junto al mar para que pasáramos allí el fin de semana. Pero a mí la casa me daba mala espina. No es que fuera fea: era de madera oscura, tenía dos pisos, era muy grande y con un porche a lo casa de Norman Bates. Supongo que citando este referente no os hacéis una composición de lugar precisamente idiílica XD. Bueno; pues allí íbamos a pasar el sábado y el domingo. Entramos en el vestíbulo, y distinguimos en la penumbra dos escaleras, que arrancan a izquierda y derecha del recibidor. La de la izquierda está cubierta por una alfombra roja, y la otra, por una de terciopelo dorado, como bruñido.Pese a que todo está aceptablemente limpio,los colores de las escaleras me parecen como obscenos, enfermizos, y me niego a subir al piso de arriba. Mis padres actúan como si nada sucediera y se ponen a deshacer las maletas e ir quitando las sábanas que cubren los muebles.
(Salto/Censura inconsciente en el sueño)
Mis padres opinan que tengo q dar un paseo, salir, hacer algo. Se ponen en contacto con el hijo de una amiga suya ( que sí existe realmente, al igual que su hijo, y me gustaría saber a santo de qué aparecen en el sueño)y le comunican que ya han llegado al pueblo, y que si "puede presentarme amigos" para salir por la tarde". El chico acepta y viene a casa a recogerme. Yo voy vestida de Orochimaru: túnica blanca, lazo lila invertido a la espalda. Echamos a caminar calle abajo. El día parece mejorar: las nubes se abren y el sol hace una tímida aparición. Pero yo no tengo ganas de ir con el chico (Óscar) a ninguna parte. No obstante, le sigo educadamente a un bar, donde dos chicas que también llevan lazos de Orochimaru me saludan y me dan conversación. Me embarga una sensación de malestar. Musitando una excusa, me escabullo como puedo del sitio y me pongo a vagar por las calles.
(Ahora viene un momento confuso que no logro recordar: la sensación de estar caminando, y de otras historias q se intercalan)
Llego a una especie de gran avenida. Me dispongo a cruzar por el paso de cebra, pero entonces se pone en rojo el semáforo, y me toca esperar. Me recuesto contra el semáforo y dejo mi mente divagar cuando, de pronto, noto algo muy frío en los pies. Miro hacia abajo y veo que se trata de agua; agua de mar que está borboteando de algún sitio y que está subiendo de nivel lentamente, sumergiendo el paso de cebra. Retrocedo unos pasos, pero no estoy asustada; es como si ya hubiera visto eso antes. Cuando noto el cosquilleo de los peces pasando entre mis pies, pego un respingo. Entonces, por el rabillo del ojo, distingo algo oscuro detrás de mí.
Aletas. Aletas de tiburones.
Varios tiburones de distintas especies: tintoreras, un tiburón tigre, alguna cría, y un par de tiburones blancos, que son los más grandes. Veo sus largas siluetas oscuras cruzar las aguas cristalinas, y siento la onda expansiva de su aleteo. Tenerlos tan cerca me produce una mezcla de pavor y fascinación. Me sumerjo durante unos segundos y me da escalofríos ver sus vientres blancos, y sus dientes irregulares, pasando tan cerca de mí. De repente, me doy cuenta de que se han detenido, y cuando saco la cabeza del agua me percato de que varios metros pasado el cruce, no hay suficiente agua para que sigan nadando, y se han quedado varados varios de ellos. La situación de los escualos es urgente: salgo corriendo a pedir ayuda y entro en en una pescadería que hay al final de la calle. Sí, una pescadería (por irónico que resulte XD).En ella hay un chico joven, el dependiente, que está hablando con su novia, a juzgar por la cara de cordero degollado y las ñoñerias que suelta. Le obligo a colgar y le suplico que llame a Greenpeace, (¿a quién llamas cuando se atascan tiburones en una carretera?) porque tienen que ayudar a los tiburones a seguir su curso a través de la ciudad hasta llegar al mar.
(No sé si llama o no, no lo recuerdo)
Salgo de la pescadería y me lanzo de nuevo al agua. Nado rápidamente (porque el agua me llega por el el pecho y es bastante incómodo tratar de caminar así)hasta el cruce donde se quedaron varados los tiburones. Me llevo las manos al pelo y me hago una coleta, porque cuando me sumerja me molestará tenerlo flotando alrededor. (Hasta en sueños estoy en todo XD). Me sumerjo y nado entre ellos, acariciando y mojando sus lomos con agua para que no se les seque la piel a causa del sol. Están muy quietos, como desconcertados en ese paraje extraño que es una ciudad semisumergida. No aguantarán mucho más, y eso me preocupa. Buscándoles una posible salida, buceo hasta una boca de metro y abro a tirones la reja metálica. Les conduzco hasta allí y observo satisfecha como nadan ansiosamente hacia los túneles que estoy convencida de que llevan al mar. Para cerciorarme de que pasan todos, les sigo (sabéis, da la casualidad de que no necesito salir a tomar aire XD).
Una vez abajo, aparece en escena un chico cuya presencia en este sueño es aún más inexplicable que la del otro chaval, porque hace como 6 años que no le veo, y jamás habré cambiado más de dos frases con él. Pues el chico en cuestión aparece cuando estoy ayudando a una cría de tiburón a salir de un entramado de cables. Levanto la vista y le veo al lado del cuadro de interruptores de corriente, mirándome con expresión desquiciada. Se me para el corazón ante la posibilidad de que realmente se proponga activar la corriente eléctrica. Le grito que no lo haga, pero no me escucha. Tira de las palancas como un enajenado, con la saliva goteándole y chillando. Cierro los ojos.
Y me despierto.