Jun 29, 2004 00:51
Qué curiosa sensación es el miedo. Creo que no hay nada que hable más de una persona que aquello que teme. Y teniendo en cuenta que a medida que crecemos cambia el objeto de nuestros miedos, podríamos observar la evolución de esa persona y entenderla a partir de ello.
Todo esto viene porque hoy estaba de cháchara con unos compañeros y ha salido el tema de lo que temíamos de pequeños. De cinco que éramos, tres estaban realmente acojonados por monstruos tipo Freddy, Chucky y etc. Los dos restantes éramos más sofisticados y temíamos a entes tipo espíritus, fantasmas o, poniéndonos espléndidos, el diablo mismo. Recuerdo que en cuarto de primaria un compañero mío, q respondía al nombre de Xavi Castelló, se dedicó a contarme a la hora de matemáticas el argumento de el Exorcista. Si Xavier Castelló hubiera sido de la edad de mi hermana, formaría parte de la chunga pandilla de amigos de Tamar, pero casualidades de la vida, estaba destinado a amargarme las noches de un mes con el coñazo del Exorcista. No sabéis el miedo que me daba la idea de que el diablo pudiera infiltrarse en mi cuerpo. Por algún motivo siempre me he creído tan gafe que estaba convencida de que yo tenía más papeletas que nadie para ser poseída. Así que me pasaba las noches temblando, durmiendo con las gafas puestas (hombre, si viene habrá que verlo, no? Nunca he sido partidaria de taparme hasta arriba con la colcha.Da calor, y es de cobardicas XD). Al final, comprendí que lo mejor para no tener miedo era vivir en la ignorancia. Es decir, convencida de que a mí no podía pasarme nada malo. Creer en este principio, en cierta medida, es básico para poder salir a la calle tranquila.
Preocupados por este episodio de terror nocturno, mis padres vieron por la tele el anuncio de un muñeco que se encendía cuando lo abrazabas. Era el GUSILUZ. Qué bien, por fin un amiguito de tela que la ilumine en sus pesadillas! Mis padres corrieron a comprármelo, pero no contaron con un par de detalles: que encendido, el Gusiluz daba más miedo que las pesadillas, y que además, para encenderlo,más que abrazarlo, tenías que estrangularlo al estilo lucha grecorromana.¿Había que matar al gusiluz para que se encendiera, o bastaba con violar y secuestrar a su familia? Supongo que esto estaba ya pensado por los astutos fabricantes de juguetes: su hijo estará tan hecho polvo intentando estrujar al bicho para encenderlo, q se dormirá sin mayor problema. Y además, tendrá unos bíceps estupendos.
Y a partir de aquí, dejé de tener temores institucionalizados (El Diablo, Los Ladrones, etc) para entrar en una fase más profunda: el miedo a "Los Otros". Siempre presumo de ser una persona escéptica y práctica, pero no engaño a nadie. Siempre he tenido una imaginación desbocada y es más divertido atribuir lo extraño a causas sobrenaturales que a casualidades. La frontera que separa miedo y morbo-si es que están separados-es un terreno de lo más atractivo. Creo que no soy la única que en las escenas de terror de cualquier película mínimamente buena (por ejemplo, Ringu) se tapa los ojos pero mira a través de los huecos de los dedos. Soy consciente de que lo que voy a ver me va a impresionar, pero aún así, necesito verlo.
En la tradición hollywoodiense, los golpes de efecto en el cine de terror solían venir acompañados de música inquietante que crecía a medida que se acercaba ese "susto". Y durante décadas, ese mecanismo ha sido efectivo. Pero a estas alturas, la música ya no hace más que poner sobre aviso al espectador, anulando parte de la sorpresa. Por eso, simplemente se juega con esa anticipación que crea la música para luego dar una falsa alarma, y reservar los silencios para el verdadero golpe de efecto. En este sentido, el cine japonés de terror ha supuesto una inyección de originalidad para Hollywood. Recuerdo una escena de la versión americana de The ring, la de la sobrina muerta dentro del armario, con la boca desencajada. Todos los que estábamos viendo la película sabíamos que iba a caer algun susto: la habitación estaba oscura, el plano era de espaldas...y la musiquita. Demasiado chungo para no dar un susto en cualquier momento, así que estábamos preparados. Y el momento llega. Me tapo los ojos. Golpe de música. Uf, ya está, ya ha pasado. Retiro mis manos y ENTONCES BAM, LA IMAGEN DEL CADÁVER CON LA BOCA ABIERTA. Una imagen muy muy fugaz, tanto que no te da tiempo de recrearte. Pero ya la has visto. Ese efecto sincopado pilla desprevenido y cuando te das cuenta ya has visto esa imagen espantosa y la tienes clavada. Qué grande es el cine.
Paréntesis cinéfilo aparte, quería contaros una anécdota patética para mostraros hasta qué punto las circunstancias pueden echar por tierra la voluntad escéptica de cualquiera.
Era un viernes por la tarde. Mis padres, como de costumbre, se habían marchado con mi hermana a la playa. Yo era dueña y señora del piso, y para hacer algo productivo, me propuse limpiar un poco el cuarto. Cogi las revistas que mi hermana tenía apiñadas en la estantería y después de hojearlas un rato ( siempre va bien saber 100 maneras de conquistarle, Cómo besar sin que su nariz choque con la tuya o conocer el testimonio de Tania, de 12 años, cuyos injustos padres consideran que no debería llevar un piercing en el clítoris). En una de estas revistas, cuyos nombres ya os sonarán a todos, había un especial dedicado a Halloween. Le eché un vistazo. Se dedicaban a explicar historias que ya habíamos visto en películas americanas, pero con nombres españoles. Y en el margen izquierdo, un tentador cuadrito que rezaba:
"¿ Sabías que...?". Yo quería saber! Así que leí cosas como que los poltergeist se manifiestan sobre todo ante mujeres durante el período y niños. Una soberana parida. Tiré la revista, acabé de ordenar y salí por ahí un rato, olvidándome totalmente del tema.
A las 2 ya estaba en casa de nuevo. Me puse a ver una peli, y a las 4 decidí acostarme. Una vez en la cama, hice lo q hago siempre: repasar y ordenar los datos percibidos durante el día. Y salió el tema poltergeist. Solté una risita en la oscuridad, recordando lo ridiculo q resultaba. Pero...ya llevaba 10 minutos pensando en ello. Y notaba como un escalofrío helado soplando por mis vértebras. "Jajajaja Magda, qué idiota eres, con lo racional, pragmática y Scully que eres, te vas a asustar tú solo porque estés sola en casa, a oscuras y a punto de venirte el período...socorro. Ahí me cagué de miedo. Me aferré a la sábana, notando el latido frenético de mi corazón en las sienes, como si fuera un tambor. No podía apartar la vista del cuarto. Sabía que muchas cosas extrañas suceden por sugestión...pero felicidades, no podía dejar de sugestionarme!!!!. Y entonces sucedió.
Se cayó un estuche de la estantería.
Dejé de respirar. Me quedé helada, tiesa como una alcayata, con los ojos fijos en el estuche suicida y con el estruendo de la caída reverberando en mis oídos.¡¡¡Mierda, un poltergeist, si es que lo sabía!!!. Permanecí agarrotada durante 5 minutos, hasta que saqué valor de no sé donde y salté de la cama, le di al interruptor y dije en voz bien alta: BUENO, VOY A ENCENDER LAS LUCES PORQUE COMO AQUÍ NO HAY NADA PUES ME APETECE LEER EN EL COMEDOR, Y FIJATE, ENCIENDO LA DEL PASILLO TAMBIÉN PORQUE NO TENGO MIEDO PERO MIRA POR DONDE, ESTO ESTÁ MÁS BONITO ILUMINADO. Y, sabiendo que seguramente la caída del estuche respondía al desorden de la estantería, dediqué media horita a ordenar esa estantería, empujando bien todos los enseres al fondo, para que ninguna caída accidental pudiera producirse. Y si se caía algo más...por mis muertos que me iba a dormir al rellano XDDD. De esto hace ya tres o cuatro años, y es tremendamente ridículo, aunque las pasé canutas en ese momento XD.