Vicio 07

Aug 09, 2009 20:48

Autor: hikari_world
Fandom: Samurai Deeper Kyo
Claim: Kyo/Yuya
Tabla: Básica
Tema: #07 - Celos
Título: Celos
Resumen: Porque hasta un hombre como Onime no Kyo tiende a ponerse celoso con lo que considera completamente suyo.
Advertencias: Spoilers.
Notas: Bueno, después de tres meses... cuando hace siglos que lo tengo escrito, me decido a publicarlo el último día XD necesito un reminder como sea... *suspiro* En fin... Realmente no hay mucho que decir al respecto. Simplemente que lo escribí de un tirón, porque es una escena que me imagino con tantísima facilidad que hasta me asusta xD Tiene SPOILERS, me temo, así que si alguien lo lee queda bajo su propia responsabilidad en el caso de que no se haya leído el manga.

¡Avisados tais! XD

Sin más dilación, lo publico ^^

¡Saludos!


#07. Celos

-¿Qué te pasa?

-Nada.

Es la pregunta y es la respuesta, sucedida por un gruñido de disconformidad, que se llevan repitiendo desde hace varias semanas. Y el tema ya empieza a hartarla, porque no comprende el por qué de su actitud hosca y brusca- más de lo normal- cada vez que se acerca a uno de sus clientes, ni porqué la insulta más de lo normal; aunque no se queja de los arrebatos pasionales que le dan cada noche, que los lleva a perderse en el cuerpo del otro hasta altas horas de la madrugada. Pero eso no compensa para nada su actitud de cada día. Por eso, cuando repite la pregunta y cuando se encuentra con la misma respuesta por enésima vez, decide que es momento de plantarle cara y averiguar por qué demonios se está comportando así.

Kyo la mira desde su sitio, en el suelo, junto a la puerta. Es de noche y el viento sopla tenuemente. Sus ojos rojos la están penetrando con mucha intensidad, como si quisieran comérsela, como si no hubiese en ese momento, en el mundo, nada más que observar.

-Bueno, ¿es que no piensas decir nada?

La sigue mirando, y de pronto gira la cabeza en otra dirección, sin responderle. En ese momento comienzan a llover toda una serie de improperios contra su persona, en el que lo más suave que le dice es algo referente a su madre. Sonríe, en ese ángulo en que ella no puede verlo, divertido ante lo fácil que es hacerla gritar y protestar, como siempre. Pero eso no quita que siga enfadado. Furioso. Frustrado.

Y es que, cada mañana, siente un pinchazo fuerte en la nuca cada vez que se percata de que alguno de los hombres que se paran a comer porque les pilla a mitad de camino mira a Yuya con interés. Con demasiado interés para su gusto. Sabe perfectamente que llama la atención; no todos los días se ve a una jovencita rubia de ojos verdes y piel blanca, moviéndose graciosamente entre las mesas con un kimono demasiado corto de colores brillantes. Pero no le gusta que esa atención que se prende en sus ojos al principio, vaya desvariando a más. No le gusta que se fijen demasiado en el movimiento de sus caderas, ni en sus muslos blancos de carne dulce, ni en su cintura, ni en su pecho, para nada grande ni lustroso. Mucho menos le gusta que sus miradas asciendan por el cuello y los hombros y se pierdan bajo las líneas del kimono, intentando imaginar lo que hay debajo.

Por eso, cada vez que se da cuenta de que la están mirando demasiado, empieza a gruñir desde el otro lado de la habitación, donde está la cocina y en cuya puerta siempre se sienta para observarla. Eso los amedrenta, pero a la vez llama la atención de ella, que frunce el ceño y se acerca para reprenderle por ello, alegando que si sigue así van a quedarse sin negocio, cosa que Kyo duda mucho. Primero porque no es su negocio sino el de ella. Y segundo porque, aunque le fastidia muchísimo reconocerlo, mientras ella siga allí, la afluencia de varones no cesará mientras siga siendo de buen ver.

No es la primera vez que siente esa incomodidad ni ese pinchazo que se va acrecentando en la nuca. Lo lleva sintiendo mucho tiempo, cada vez que Benitora o Yukimura comienzan a acercarse demasiado a ella, o siempre que Kyoshiro la espía cuando él cree que no se da cuenta. Ha llegado a pasarle, incluso, cuando ve cómo cura a Akira, con sus manos pequeñas y de dedos largos, con un cariño que él siente que no debería estar dirigida a la persona del muchacho.

Bontenmaru le explicó el origen de ese sentimiento, y Kyo no pudo hacer menos que soltar una carcajada, incrédula. Esa bestia gigante de un solo ojo había insinuado que él, Kyo, Onime no Kyo, el último de los verdaderos Mibu, estaba celando a Yuya como un perro a su dueño. A Yuya. A su sirviente nº 1. Le pareció tan absurdo en ese momento…

Y sin embargo, es la palabra que le está dando vueltas en la cabeza en ese momento, mientras la escucha farfullar y replicarle que si sigue sin decirle nada se va a marchar de la habitación y lo va a dejar solo.

Celos.

Celos.

Celos.

-¡Como quieras! ¡Luego no vengas a… pedirme nada!

El portazo que da ni siquiera lo inmuta. Está demasiado concentrado, con el ceño fruncido y respirando profundamente, en las palabras de su amigo.

¿Celoso?

¿Él?

¿Celando a Yuya?

Tenía muy claro que era su mujer. Eso no se lo iba a negar nadie. No le hacía falta celar algo que era tan obviamente de su propiedad. Era suya. Única y exclusivamente de su persona. Llevaba su nombre escrito en la piel, porque se había encargado de grabarlo con cada beso, con cada caricia y con cada mordisco, con su propio olor y con su sudor.

Y sin embargo todos esos tipos la miraban como si eso no fuese así. Como si ella fuese carne nueva sobre la que echarse. La miraban con ojos codiciosos, haciéndole en su imaginación todo lo que él le hacía por las noches; seguramente soñaban con tenerla entre sus brazos y hacerla delirar. Pero eso era algo que sólo podía hacer él. Nadie más. Igual que nadie más podía verla desnuda ni tocar su piel. Quizás por eso no le gustaba que curase a Akira. ¿Él no tenía ya a la cría de los Mibu?

Apretó la funda de la Tenro entre sus dedos de la mano derecha y se levantó, espada en mano, dirigiéndose hacia la habitación de Yuya. Cuando abrió se la encontró con la yukata blanca, el pelo suelto y suave sobre sus hombros, y su olor, femenino e inconfundible, inundaba todo el recinto, como el incienso.

-¿Qué quieres? -incluso su voz sonaba relajada. Se peinaba con los dedos con lentitud, mirándolo.

Gruñó de nuevo, cerrando tras de sí y dejando la katana en el suelo. Avanza hacia ella y se arrodilla a su lado. La coge de los brazos y la mira. Todo su ser le golpea como un cubetazo de agua fría y lo comprende con demasiada rapidez. Claro que está celoso. Muy, muy celoso. Porque quiere ser el único con el privilegio de mirarla y de darse cuenta de lo bonita que es, aunque lo niegue mil veces; el único que se de cuenta de tiene la manía de juguetear con su coleta mientras está sentada sin nada que hacer; el único que se percate de que tiene una mancha rosada detrás de la oreja, seguramente de nacimiento; el único que pueda tocar su pelo sin que ella se de cuenta, porque se queda dormida cada vez que se acuestan juntos. No quiere que nadie más vea el brillo de sus ojos cuando sonríe, ni que se de cuenta de que su sonrisa es capaz de calmar al corazón más tumultuoso, como el suyo propio. Ni que la besen.

La simple idea de imaginar que otros labios se mezclan con los suyos lo vuelve loco. Muy, muy loco. Demente. Por eso, en un arrebato la besa. La besa como todas las noches, marcando en su boca que es suya. Sólo suya. La abraza, la aprieta contra su cuerpo, la inunda con su calor y con su olor. Hace que su melena negra caiga sobre su frente y la roce con cuidado mientras sus caras se mueven al besarse.

Cuando se separan, su aliento cálido y dulce le golpea los labios, y siente la tentación de morderlo sino fuera porque es algo incorpóreo. Es tan delicioso como toda ella. Como sus suspiros y sus jadeos. Como su forma de pronunciar su nombre cuando se ha quedado sin respiración.

-¿K-Kyo? -pregunta sin comprender nada de lo que acaba de suceder.

Él sólo la tumba en el suelo y la mira desde arriba, sonriendo con superioridad, como siempre que sabe que ha ganado.

-No me pasa nada -le susurra con voz grave, sabiendo que eso la hará estremecerse-. Pero si alguno de los tipejos que te miran por la mañana se acerca a ti lo que yo considero demasiado, le corto las manos.

Yuya parpadea, sonrojándose y comprendiéndolo todo, y cuando sonríe, Kyo se echa de nuevo sobre su boca, cortando la risa que sabe que está por llegar. Yuya no puede hacer menos que abrazarse a su cuello y perder las manos en su pelo, como cada noche.

No es momento de hablar. Ya por la mañana se meterá un poco con él por ese ataque tan estúpido de celos que lleva dándole la vara desde hace las semanas.

PD: Perdón si no está como debiera, pero aún tengo que aprender a manejarme con esto u.uU y no quería quedarme fuera de la fecha de entrega ni nada.

fics, claim: kyo/yuya, livejournal, tabla básica, autor: hikari_world, fandom: samurai deeper kyo

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