Le besa, con avidez, con ganas, mordiéndole el labio y metiéndole la lengua hasta la campanilla. No importa si el coreano parece ahogarse porque nunca lo hace, siempre abre más la boca, pidiéndole más y más. La saliva les resbala en las mejillas, les cae por las barbillas. Las lenguas se buscan fuera de las bocas, se comen, se devoran. Como si fuesen los caminantes que habitan las ciudades.
Se restriegan, se arañan, se pellizcan y se muerden. El cuello, el pecho, agarrando con los dientes los pezones y tirando hasta que el muchacho gime de dolor pero de un placer aún mayor. Como bestias, como animales, se lamen cada centímetro de piel.
El coreano se agarra de su pelo mientras el rubio le muerde el cuello y chupa y lame ahí donde ha mordido. Se rozan las erecciones, suspiran pero el aire hace tiempo que no les importa. Aliviarse, frotarse, fricción, fricción, fricción. Devorarse.
El sudor les recorre y cuando Daryl coge la polla del chaval entre sus manos se le resbala. Tan caliente. Tan excitado. Le pajea con una mano, el pulgar apretando en la punta, resbalando, fundiendose. Con la otra mano le agarra la cabeza para que no deje de besarlo, de morderle los labios. Porque cuando gime expone el cuello y tiene que morderle la nuez. Porque deja los labios entre abiertos y tiene que meter en ellos su boca. Entonces se le cruza una idea repentina, quiere algo entre esos labios y no precisamente su lengua.
“Cómeme la polla” le ruge, le ordena, sobre sus labios, esos labios que quiere que le saquen gemidos desde lo más hondo de su estómago.
La mirada de Glenn se vuelve fuego líquido, sus ojos se vuelven opacos y lame su estómago mientras baja hacia su entrepierna. Susurra algo avergonzado pero con lujuria en la lengua “dime si lo hago mal” y se relame con expectación antes de sacar la lengua y darle un lametón en la punta. “Entera” le apremia y el coreano obedece y abre bien la boca metiéndosela de golpe, cerrando un poco los labios, haciendo algo de presión. Daryl echa la cabeza hacia atrás y le agarra del pelo, embiste por reflejo mientras Glenn se la mete y la saca y sus labios le besan llenos de líquido preseminal y se lo relame y jamás ha tenido tantas ganas de follarse una boca como las tiene ahora. Embiste aún más fuerte y Glenn ronronea con él dentro. “Dame tu mano”, Glenn obedece, siempre obedece. Entonces Daryl se los mete en la boca, chupándoselos como si fuese su propia polla. “Traga” y con sus dedos en la boca hace un movimiento como si se los fuera a tragar, el coreano lo imita con su polla y suspira, gime, a punto de correrse. “Otra vez, otra vez, otra vez” repite mientras el chico le obedece, con la lengua del rubio andando entre sus dedos. Los muerde cuando siente que se va a correr y Glenn no se aparta, lo engulle con ganas, sin dejar de mover los labios, bebiéndose todo el semen de Daryl mientras le folla la boca con ganas.
Cuando termina, le tironea del pelo para que suba a su altura. “Ven, ahora quiero meter mi lengua en tu boca” y lame los restos de su propio semen de los labios del coreano antes de meterle la lengua donde hacía solo unos segundos había estado su polla. Glenn está demasiado ocupado teniendo un orgasmo casi sin tocarse, solo la lengua de Daryl lamiendo cada centímetro de su boca, así que obedece. Lo que quiera hacer con él, que lo haga. Él obedecerá siempre.