Staging #3 En la Tormenta

Dec 04, 2006 23:15


He aquí otro semi-drabble de Rurouni Kenshin.... me han dicho que hay demasiados de MA, pero bueh, ya lo hice y no pienso borrarlo XD. El día de hoy me puse a leer mis historias viejas... y me doy cuenta de que, salvo uno que otro error gramatical, mi escritura no ha cambiado en nada. No he mejorado ni un poco, ni siquiera después de 17 capítulos con Kamisama Kenshin, ocho con Aishiteruze Killer, tres con Immoral Desire y cuatro con Incomparable (my very first story ::tears::). A veces pienso que la escritura no es lo mío, de hecho, al ver escritos anteriores pareciera que voy retrocediendo en vez de avanzar... Pero bueh, qué se le va a hacer XD Es un hobby nada más, de todas formas. No es que mi destino dependa de qué tan buena novelista soy, no? XD.

"Rurouni Kenshin" no me pertenece en lo absoluto, ni ninguno de sus personajes. Este escrito es por mero entretenimiento.

Misao desvió su vista al cielo un momento tras oír un trueno. Se veía negro y amenazante a pesar de que sólo eran las cinco de la tarde; las nubes plomizas lo invadían con cruel displicencia. "Pronto lloverá", dijo Okina despreocupado, llenando a la joven ninja de una profunda consternación. Él de seguro seguía allí, como todas las tardes, y no quería que se resfriara si decidía volver.

-¿Vas a salir, Misao-chan? -Preguntó el anciano sin obtener respuesta, contemplando cómo la chica salía a gran velocidad de la casa con un paraguas en la mano.

-¡Esa comadreja nunca deja a Shinomori en paz!

-Cállate, Yahiko, te puede escuchar. -Reprendió Kaoru a su pupilo.

Las gotas comenzaron a caer con más fuerza y abundancia a medida que Misao caminaba, razón por la cual aumentó su velocidad. Él siempre meditaba por las tardes en ese templo y volvía al Aoiya al anochecer, pero como no sabía cuánto duraría aquel llanto de las nubes lo esperaría aunque tuviera que quedarse allí el resto del día. La vista de la puerta principal que daba al patio del santuario detuvo sus pasos, y empujó su madera humedecida con la cadera para lograr entrar. La puerta no se movió ni un centímetro, a pesar de las múltiples veces en que repitió la acción, cada vez con más fuerza. "Estúpida puerta", pensó taimada, dejando el paraguas a un lado para ayudarse con las manos a abrir la trancada entrada, como pensaba ella que estaba. Sin embargo, la puerta no se movió, y al parecer no lo haría, pues notó al asomar su ojo por el espacio que quedaba entre ésta y el muro que había una gran madera que las mantenía unidas.

Miró al cielo con desconsuelo, maldiciendo a esas nubes negras que entorpecían su tarde, y al ignominioso pedazo de madera a modo de cerradura, que impedía su misión y anhelo de ayudar a Aoshi-sama. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba empapada, pues luego de dejar el paraguas a un lado la lluvia recorrió libre su cuerpo, ignorando el ínfimo techo que cubría la entrada al templo. Sería inútil quedarse, pensó, pues lo más seguro era que Aoshi-sama no saliera con una tormenta como ésta; lo más sensato era irse, sí señor.

Y Misao se sentó con el paraguas abierto sobre ella, apoyando su espalda en la entrada del templo y viendo correr el agua como un río de barro por el suelo empapado, al igual que ella. "Bueno, nunca me he caracterizado por ser sensata", se dijo como justificación, no notando cuándo se quedó dormida entre el frío de la noche y el viento de hielo que calaba sus huesos.

Cuando pudo al fin abrir los ojos, todo su cuerpo se sentía como en medio de un fuego abrasador. La cabeza y los párpados le dolían al igual que cada parte de sí, mientras a su al rededor las cosas daban vueltas y vueltas como si hubiera bebido gran cantidad de alcohol. No era una sensación agradable en lo absoluto. No pudo distinguir en dónde estaba salvo que se encontraba bajo techo, pero sí reconoció al hombre que, junto a ella, cambiaba sus ropas mojadas bajo una manta blanca, cuidando escrupulosamente de no revelar nada de su cuerpo femenino que pudiese avergonzarle mostrar. Su primer impulso era cubrirse y resistirse, pero se sentía tan débil que perdió la conciencia una vez más, sin poder verificar si en efecto, ese hombre era quien ella creía.

La noche cayó sobre el templo, oscureciendo sus rincones aún más bajo la incesante tormenta. Aoshi puso sobre la cabeza de la chica un paño húmedo, para bajar su fiebre. Recordó las muchas veces en que ella hacía esto mismo; cada vez que llovía lo esperaba afuera del templo o en el cuarto contiguo si hacía mucho frío, hasta que él decidía salir. No entendía por qué ella seguía haciéndolo si no había ni una sola oportunidad en que él en efecto hubiese salido para caminar junto con ella en la lluvia, pues ésta siempre terminaba antes de que él saliera, o bien no terminaba hasta el amanecer y ella dormía en ese cuarto.

Había olvidado la razón por la que este día en especial decidió cerrar la puerta; el cielo se veía hermoso en la mañana y jamás pensó que llovería. Si no hubiese sido por el ruido que sintió en la entrada y porque le extrañó no oír los pasos de Misao en el patio del templo bajo el agua celestial, jamás  habría sabido que la chica estaba ahí, durmiendo en la entrada del santuario. Las horas pasaron lentas y silenciosas, permitiéndole al ex Oniwabanshuu reparar en detalles a los que antes no prestaba especial atención. La lluvia sobre él parecía iluminarlo a nuevas conclusiones.

Se detuvo para contemplar a la luz de la chimenea la chica que dormía a su lado. Sus rasgos femeninos ya no eran tan toscos e infantiles como antes; ahora Misao estaba creciendo y la adolescencia causaba estragos en su cuerpo, al grado de ya no verse como un niño, sino como una mujer. Con un rostro de seriedad inquebrantable, acarició levemente sus cabellos negros, analizando minuciosamente su rostro enrojecido por la fiebre y su boca entreabierta que respiraba con dificultad.

A la mañana siguiente, Misao despertó en el templo sobre un futón y cubierta por mantas. Llevaba puesta una bata blanca, y en su mente daban vueltas recuerdos vagos de la noche anterior, en la que veía a Aoshi-sama cuidándola, observándola con detención, acariciando sus cabellos, rozando levemente sus labios masculinos con los de ella... Se llevó los dedos a la boca, casi segura de haber sentido el contacto y la tibieza de la de su superior, sorprendida y confundida ante la posibilidad de que fuera cierto.

-Vístete pronto. Iremos a ver a la doctora Takani, aprovechando de que vino con Himura y los demás. -Le oyó decir a Aoshi-sama a través de la puerta, con la seriedad y frialdad que acostumbraba ver en él desde que ella era un bebé.

-¡S... sí! En un momento, Aoshi-sama.

"Jejeje, qué tonta...", Rió para sí misma, sonriendo ruborizada, y sin quitarse los dedos de los labios. "Como si realmente eso pudiese pasar".

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Demasiado empalagoso? Seh, lo sé... el día de hoy ando rosa hasta la muerte... al menos en cuanto a escritos, como podrán ver luego de este semi-drabble. Ya hasta se ha vuelto el tag más gigan que hay en mi lista x_x definitivamente debo escribir más.

drabbles - romance

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