Título: Take these broken wings
Autora:
hermyone_mex Beta:
hibichuu Cheerleader:
poison_d90 Pairing: Draco & Harry
Categoría: N-17
Temas: Romance. Drama. Angst
Advertencias: Muerte de un personaje. Slash
Resumen: Harry y Draco se encuentran en una clínica de maternidad tres años después de la guerra y embarcados en una nueva experiencia: la paternidad.
Notas de la autora: Ahora sí que me atrasé con la publicación del capi. Lo siento, mañana (hoy) salgo a la playa con mi familia y anduve todo el día con los preparativos, pero aqui está el capi de la semana. Ojalá lo disfruten y nos leemos el próximo miercoles.
Capítulo IV ¿Qué pasa después?
Si haberles hecho saber sobre el embarazo a Ron y Hermione había sido algo muy dificil, cuando Ginny y Harry hablaron con Molly y Artur Weasley, Harry aún peor, sumamente cansado y hasta un poco enfermo. Cierto que las reacciones de sus suegros habían sido menos escandalosas que las que había tenido su mejor amigo, y el que Ginny hubiera estado tan firme en apoyar su posición de que los dos estaban muy jovenes para casarse había sigo un bálsamo tan grande para Harry que hasta le costó disimular su alivio. Pero aún así no pudo evitar dejar de sentirse avergonzado y, seguramente por millonesima vez en dos semanas, terriblemente mal consigo mismo.
El haber visto la decepción en los rostros de los señores Weasley había sido mucho peor de lo que se lo había imaginado; aunque, conforme la velada fue pasando, el matrimonio pareció empezar a resignarse-por el momento-al hecho de que su hija de tan sólo 19 años estaba embarazada y que además no tenía planeado casarse antes del nacimiento del bebé. Cuando Harry se despidió y de que Molly le dijera de que, para ella, él seguía siendo como un hijo, el chico no pudo evitar suspirar. Aquellas palabras eran realemente reconfortantes y hasta consoladoras.
Sin tan sólo pudiera escuchar de Ron que para él seguía siendo como un hermano...
-Se lo han tomado mejor de lo que esperaba. -Le comentó a Ginny
Los dos se encontraban en el jardín trasero de La Madriguera. La noche estaba comenzando a enfriarse pero aún así el clima se sentía agradable.
-Cierto. -Fue la corta y seca respuesta de Ginny.
Harry suspiró mentalmente. Después de la gran pelea que había ocurrido entre él y Ron, a Harry le hubiera gustado hablar con su novia para advertirle que su hermano ya sabía lo del embarazo y cómo se había tomado las cosas, pero el chico se le había adelantado y le había “ahorrado” la molestía de ir a buscarla ya que justo a primera hora del día siguiente (cuando Harry estaba a punto de partir hacia La Academia de Aurores) Ginny se había presentado en Grimmauld Place y le había reclamado a gritos la desfachatez de haberle ido a contar a su hermano sobre su embarazo sin siquiera haberla tomado en cuenta o no haberse detenido a pensar ni considerar lo que ella opinaba. Harry se había justificado diciendole que si había hablado con Ron y Hermione había sido porque los dos eran sus mejores amigos; y ante aquello Ginny le había soltado una completa y bien memorizada lista de insultos y miradas de rencor. El chico terminó reconociendo que lo que había hecho no solamente había sido algo muy egoísta de su parte, sino que también muy imprudente dado que Ron no era precisamente de las personas que no pueden guardarse las cosas cuando están enojados. Así que, después de que los dos se hubieran tranquilizado y de que la chica se hubiera podido comunicar con Ron para casi implorarle que no le dijera nada del asunto a nadie de la familia, Ginny y Harry se prepararon mental y emocionalmente para lanzarles la bomba aquella misma noche a Arthur y Molly Weasley.
-Quizá deberíamos hablar con tus demás hermanos -sugirió el chico en un tono que intentaba ser conciliador. No le gustaba ver a la chica tan molesta, además de que estaba más que seguro que tantas alteraciones y enojos no eran buenos para el estado en el que se encontraba.
-No, no debemos. Sí, lo sé, son mis hermanos pero a ellos no les debo ninguna explicación, y ellos tampoco tienen porqué inmiscuirse en mi vida. -Bueno, era obvio que a la muchacha no se le pasaría muy pronto el enojo, la pelirroja no le había querido contar sobre todos los reclamos que le había soltado Ron, y él, sinceramente, no quería preguntarle. No si sabía que aquello podría volver a alterarla.
-Sí, tienes razón -murmuró-. Pero... ¿no crees que tienen derecho a saberlo?
-Estoy segura de que mis papás se encargarán de que lo sepan -habló una vez más con aquel tono seco y hostil.
Harry supo que tenía que disculparse nuevamente con su novia si lo que deseaba era que dejara de lado aquella actitud.
-Ginny... realmente lamento lo de Ron. No fue lo más prudente haberle contado todo sin consultarte, no importa qué tan amigos seamos, antes que nuestra amistad él es tu hermano. -Casi recitó el muchacho.
Sí lamentaba lo sucedido, pero estaba comenzando a hartarse de tener que pedir tantas disculpas a medio mundo...
La chica suspiró audiblemente, la firmeza en su rostro y en su postura se aflojó un poco y cuando lo miró a los ojos ya no había tanto rencor en ellos, pero Harry pudo ver mucho dolor. Y él se dio cuenta de que ella no sólo estaba molesta con él, sino que también herida.
-Harry, yo... -vaciló pero volvió a hablar con más firmeza-. Vamos a tener un hijo, Harry. Seremos padres.
“¡Oh, no!” Ahí estaba aquella conversación que no quería tener. De acuerdo, lo admitía, estaba siendo absolutamente inmaduro pensando de esa forma, pero no podía evitar querer ahuyentar ese tema, si lo afrontaban entonces todo sería más irreversible, irremediable. El futuro que les esperaba y las decisiones drásticas que sabía que tendrían que tomar comenzarían a presentarse en el presente donde aún no sabía realmente lo que quería hacer. No, en definitiva no se sentía preparado para todo aquello, pero las cosas estaban pasando ahora, en el presente de los dos y no en el inalcansable mañana.
-Lo sé -susurró luego de unos momentos de silencio, pudo percibir el semblante de Ginny, ella también estaba igual de asustada que él.
-¿Qué sucederá cuando tú y yo tengamos algun pleito fuerte? ¿Irás con Ron a contarle lo sucedido? ¿Y si cuando tengamos al bebé con nosotros tenemos una discusión con respecto a una decisión que debamos tomar sobre él, también acudirás a Ron para que te aconseje, incluso sabiendo que su opinión jamás será objetiva?
-Creo que estás exagerando las cosas. -El chico comenzaba a enfadarse.
-No, Harry, no estoy exagerando nada. Lo que sucede es que no lo quieres entender. Dices que sabes que él es mi hermano antes de ser tu mejor amigo. Pero desde que tú y yo estamos juntos no has dejado de tener esa camaradería con él. Y no te estoy reprochando eso -agregó cuando Harry estaba a punto de replicar-. Lo que quiero que entiendas es que las cosas ya no pueden seguir siendo igual. No te digo que ya no sean amigos o que dejes de confiar en él; pero tampoco puedes estar yendo a contarle todo sobre nosotros o sobre mí cuando sabes perfectamente que es mi hermano y cómo suele comportarse cuando de nosotros dos se trata. Creo que tú más que nadie lo conoce lo suficiente como para ser consciente de lo posesivo y celoso que es conmigo.
-De acuerdo, ¿qué hay con Hermione? ¿También me prohibirás ir a contarle mis problemas a ella? -preguntó totalmente molesto.
-Es que yo no te estoy prohibiendo absolutamente nada, Harry. No puedo creer que quieras que vuelva a suceder lo mismo que hoy...
-No sucederá, Ginny. -La interrumpió bruscamente.
La chica respiró hondo tratando de tranquilizarse y no responder con la misma brusquedad que el otro. Un minuto después volvió a tomar la palabra y de una forma más metódica continuó hablando.
-Mira, no quiero discutir. No hoy. Ha sido un día bastante largo.
Harry le dio la razón mentalmente pero prefirió no decirle nada, seguía molesto.
-Tengo cita con el medimago la próxima semana, ¿quieres acompañarme?
-Por supuesto -contestó con el ceño fruncido. ¿Acaso pensaba que no quería hacerlo?-. Pe-pero nos veremos antes de ese día, ¿no?
-Sinceramente, no lo sé Harry. En este momento quiero estar sola -vaciló un poco y agregó-. Si quieres verme mañana u otro día entonces envíame una lechuza y ya veremos, ¿de acuerdo?
El chico frunció aun más el ceño.
-Eh... sí. Mañana te mando una lechuza. -Le aseguró sintiendose un tanto decepcionado ante la clara falta de interés de Ginny porque se reunieran los dos. Aunque él también se sentía un tanto molesto no por eso quería empezar a que se alejaran, no con esa situación del embarazo.
-Bien. Entonces... adiós. -Se despidió Ginny y entró a la casa sin siquiera esperar a que Harry se retirara al punto del jardín donde podía desaparecerse.
***********
Era más de media noche y Harry daba vueltas y se retorcía sobre la cama totalmente frustrado consigo mismo por no poder conciliar el sueño. Al día siguiente tendría un entrenamiento especialmente duro en la Academia de Aurores y le convenía dormir algo si no quería que algún profesor lo amonestara por estar bostezando en plena clase, o peor aún, resultar vergozonsamente hechizado durante alguna práctica, pero simplemente le era imposible que llegara el sueño cuando su cabeza se había convertido en una guerra de voces discutiendo al mismo tiempo y contradiciéndose mutuamente. Para cuando por fin pudo quedarse dormido ya faltaban solamente dos horas para que el hechizo que funcionaba como alarma se activara.
Llegó con el tiempo justo a la Academia de Aurores. Apenas si había podido tomar una rápida y jodidamente fría ducha, ni de chiste había podido ingerir ningun alimento o tomarse una buena taza de café. Entró al aula de Sigilo y Rastreo y se sentó en una de las butacas del fondo del aula agradeciendo mentalmente que la primera hora de clase fuera teórica y no práctica. Aún no se encontraba lo suficientemente despierto como para alguno de los duros entrenamientos de aquella clase.
-Hey, Potter. -Lo saludó Dominic Midgley un joven australiando de padres ingleses y practicamente criado en Inglaterra que se caracterizaba por poseer una dentadura terrorificamente blanca pero muy bondadosa-. Pude ver tus ojeras desde que te apareciste en la recepción. -Y a veces muy burlona.
Harry bufó sin molestarse, sabía que debía verse fatal en aquel momento, pero el haberse despertado quince minutos antes de la clase tampoco le ayudaba mucho para lucir mejor.
-Existen hechizos que te borran eso, ¿lo sabías, Harry? -dijo una voz grave a su izquierda, el chico se giró para encarar a Jonathan Thacker un joven alto, moreno, bastante fornido y atractivo, el único chico abiertamente homosexual de su generación. No era nada afeminado como era estereotipado por muchas personas, pero eso sí, el muchacho era muy coqueto.
-Sí, lo sé Thacker. Mi novia los utiliza -enfatizó Harry empezandose a sentir muy incómodo ante la vehemente sonrisa del muchacho.
Desde que se habían conocido a principio de aquel ciclo escolar, Jonathan Thacker había puesto los ojos sobre Harry, y por más que éste lo ignorara y le demostrara con indirectas su heterosexualidad, el otro no quitaba el dedo del renglón y sus coqueteos estaban a la ordén del día, a veces unos más molestos que otros. Pero lo que más le enfadaba a Harry, y jamás lo admitiría a nadie que no fuera él mismo, era lo nervioso que le ponía la presencia de Jonathan, la ansiedad que experimentaba cada vez que era sometido a las continuas miradas cargadas de lujuria que le lanzaba el otro. Le molestaba que su cuerpo reaccionara de la misma manera que cuando solía coquetear con Ginny durante aquel año en Hogwarts en que habían comenzado por primera vez su relación; sus manos parecían convertirse dos gelatinas derritiendose, además de que sus piernas lo traicionaban en los momentos más innoportunos, y ni qué decir lo peor: el rubor que había parecido colocarse permanentemente en su rostro cada vez que tenía a Jonathan cerca. Peligrosamente cerca.
-¿Mala noche, Harry? -preguntó Dominic con la intención de distraer al chico del acoso (a veces divertido) de Jonathan.
Pero antes de que alguien pudiera decir algo más la profesora Georgette Crockford llegó al aula y con su sola mirada obtuvo un silencio casi sepulcral en toda el aula. A veces, aquella mujer le recordaba a Mcgonagall. Físicamente eran muy diferentes, la proferosa Crockford era joven y a pesar de su baja estatura uno podía percibir su fuerza, pero en el temple eran muy parecidas, la mujer era tan estricta y severa como la actual directora de Hogwarts. A Harry realmente le gustaba que en el mundo mágico las mujeres tuvieran esos puestos de poder sin sufrir las mismas discriminaciones y críticas conservadoras y machistas que las que se suelen sufrir en gran parte del mundo muggle. Un ejemplo claro era el de Hermione quien, a su corta edad, ya estaba adentrandóse en el Ministerio de Magia aún cuando todavía se encontraba estudiando Leyes Mágicas.
Harry se acomodó en su butaca preparado para recibir la primera hora de estudio teórico, aquel día la clase comenzó con un nuevo tema “Estrategías de ocultamiento y visualización sobre el aire”.
Ese día resultó ser más pesado que los normales para Harry. La desvelada le cobró ni más ni menos que media hora de castigo luego de haber caído dos veces de la escoba en su clase práctica con Cockford, además de que el hecho de haberse llevado a uno de sus compañeros consigo al suelo encantado para que no sufrieran daños considerables, le trajo también una hora más de entrenamiento en el campo para los de primer año.
*********
Ginny llegó en la noche a Grimulde Place a través de la Red Flu, al ver que el lugar estaba en penumbras y que no se escuchaba ningún sonido, imaginó que las clases de Harry todavia no habían terminado. Sus ojos aún estaban rojos y un poco hinchados después de haber pasado una tarde bañada en silenciosas lágrimas. Aunque su embarazo apenas tenía muy poco de haber comenzado y de que aún no requería de ningún cuidado especial y tampoco había comenzado a interferir con su magia, Ginny había decidido acudir esa mañana al club oficcial de Arpías de Holyhead, un equipo de Quidditch al cual estaba aspirando formar parte como cazadora, y al que tuvo que renunciar dolorosamente después de darse de baja en el programa de aprendices que duraba un año y medio antes de poder participar para ser o no elegida en la liga principal del equipo. Le había costado mucho obtener un lugar en el club ya que era la primera temporada de Quidditch profesional luego de que se hubiera cancelado todo tipo de evento artístico y deportivo durante la guerra y poco después de ella, había luchado tanto por ser aceptada entre tantos candidatos y ahora ya ni siquiera sabía si podría volver a tener ese lugar entre sus manos. Eran muy pocas, incluso estaba segura de que no había más de diez brujas que, después de haber tenido un hijo, se hubieran dedicado al Quidditch profesional.
Se sentó en uno de los cómodos sillones ubicado en la sala de estar y trató de entretenerse mirando las fotografías que Harry tenía colocadas sobre la chimenea, pero su atención se dirigió una vez más a lo que había sucedito durante ese día. Después de haber entregado su baja al club de Quidditch había ido a La Madriguera donde había hablado con su madre sobre la decisión que había tomado.
Molly Weasley siempre había sido una mujer dedicada al hogar, un ama de casa. Después de haber terminado sus estudios en Hogwarts se había dedicado a ayudar a ayudar a su familia, principalmente a su madre en los deberes domésticos, pero nunca había tenido una pasión por tener un futuro profesional; tal vez por esa razón no había reaccionado tan mal ante el embarazo no planeado de su única hija. Ciertamente siempre había deseado que todos sus hijos tuvieran éxito en su vida, siempre los había alentado para que fueran los mejores en sus estudios, especialmente a los gemelos que habían nacido con una vena rebelde dificil de roer. Pero Molly tampoco podía obligar a su hija a hacer algo que ni ella misma había hecho. Ginny se sentía un tanto aliviada ante la reacción tranquila de su madre, pero después de que le comentara sobre su renuncia al club de Apías de Holyhead su madre no había parecido muy interesada en el asunto, le había dicho que aquello era algo de esperarse, que no se preocupara, después podía buscar otra profesión, mucho después. Entonces Ginny había soltado todo lo que cargaba por dentro, su coraje y rabia, pero sobre todo su impotencia.
Desde que había entrado al equipo de Quidditch de Gryffindor en Hogwarts lo había sentido, había sabido que lo que ella quería y debía hacer con su futuro era el dedicarse al Quidditch profesional. Pero ahora aquello solamente sería un sueño el cual apenas había rosado con los dedos para después sentir que se lo arrebataban.
No era justo...
-¿Ginny? -La voz de Harry llamandóla la sacó de sus pensamientos haciendola brincar sobre su asiento, el muchacho se encontraba frente a la chimenea. Al parecer acababa de llegar por via Flu y ella ni se había percatado.
-Hola -saludó ella en voz baja.
Harry se acercó a ella un poco preocupado, Ginny tenía los ojos rojos e hinchados, clara muestra de que había estado llorando. Ella nunca, o mas bien, casi nunca lloraba.
-¿Qué sucede? -preguntó hincandose ante ella y tomando sus manos que se sentían muy frías en contraste con las suyas- ¿Pasó algo?
-No, no pasa nada. -contestó ofreciendóle una diminuta sonrisa-. Sólo quería verte... pedirte disculpas por lo de ayer, por haberme ido de aquella manera.
Harry suspiró y le dio un cariñoso apretón en las manos antes de soltarlas y decirle:
-No tienes que disculparte por nada, Ginny. Creo que yo tampoco me he estado portando muy bien.
Se quedaron en silencio por varios minutos sin encontrar sus miradas, sin buscar el contacto del otro, cada uno sumergido en sus pensamientos que se asimilaban tanto pero que a la vez eran dos polos opuestos. Después Ginny, un poco más ánimada pero aun sin querer tocar el tema del club de Quidditch sugirió que cenarán algo. Harry no era muy bueno en la cocina pero se defendía lo suficiente para no morir de hambre, el problema era que en aquel momento la despensa estaba practicamente vacía.
-Creo que si mi madre viera tu cocina moriría de un susto, Harry -comentó Ginny con un poco de burla después de que comprobara por ella misma la falta de alimentos servibles en el lugar- ¿Cómo es que sobrevives en esta casa?
Harry sonrió un poco y se rascó inconcientemente la nunca antes de contestar.
-Sabes que estoy practicamente todo el día en la Academia, suelo comer fuera. Pero mañana sólo tendré clases en la tarde, creo que me daré una vuelta por el callejón Diagon y compraré varias cosas que necesito. Comida incluida.
-Podrías mandar a Kreacher a hacer esas cosas por ti, sabes que para eso está.
Harry no dijo nada, sólo frunció el ceño y miró atentamente la grande y antigua mesa de la cocina. Ante la falta de respuesta Ginny imitó el gesto con sus cejas.
-No me digas que has dejado libre a Kreacher, Harry. Sabes que eso es torturar a los elfos, no todos son como Dobby.
-No lo he dejado libre, Ginny. -Medio gruñó pero al momento se arrepintió, no quería comenzar una pelea, no de nuevo. Sabía que ese era la forma fácil de evadir los temas más importantes y a la vez más dificiles de tratar. Pero tenían que hablarlos... Por supuesto que él no sacaría el tema a colasión- Lo siento.
-En la mañana fui al club y me di de baja del programa de entrenamiento -soltó Ginny sin más, su expresión era de tensión a punto de explotar. Harry la miró con sorpresa y por varios segundos no supo qué decir pero no fue necesario que lo hiciera ya que la muchacha continuó hablando-. Sé que es muy pronto y que el medimago me dijo que aún no era necesario que cambiara mi rutina de vida, pero creo que es lo más conveniente. Unas semanas más unas semanas menos... Sería una tontería seguir acudiendo a los entrenamientos si muy pronto tendré que renunciar al Quidditch profesional. Tal vez para siempre, quién sabe.
Los dos estaban sentados en aquellas sillas viejas y elegantes que habían formado parte de una familia de sangre pura y con ideas bastante conservadoras y con prejuicios ante la sangre muggle para después ser el lugar de reuniones de una Orden que defendiera a, irónicamente, los muggles.
-Yo... mierda. -murmuró Harry soltando la respiración que había tenido contenida sin siquiera haberlo notado.
-Precisamente.
Al parecer, los silencios incómodos se estaban convirtiendo en invitados frecuentes entre las pláticas que los dos establecían.
-¿Cómo... qué sientes?
Ginny miró el techo como si buscará en él la respuesta a la pregunta de Harry. ¿Qué sentía?
-¿Honestamente? Coraje, Harry. Mucho coraje. Sé que soy tan responsable como tú de este embarazo, sé que pudimos haber evitado toda esta situación si no hubieramos actuado tan precipitadamente, si hubieramos pensado antes de actuar, o que si tan siquiera hubieramos tomado más precauciones. Pero seamos honestos, la que las llevará todas de perder aquí seré yo, solamente yo.
-¿A qué te refieres? Estoy en esto igual que tú, Ginny. No pienso echarme para atrás si eso es lo que crees -rebatió Harry comenzando a sentirse tenso.
-No, Harry. No me refiero a eso. Sé que tomarás responsabilidad como padre y todo eso, pero tú no tienes que renunciar a lo que yo he hecho, a todo lo que tendré que renunciar.
-Oh, ¿entonces quieres que también me dé de baja en la Academia de Aurores para que así sientas que estamos empatados o algo así?
-Mira, Harry. No te estoy pidiendo nada de eso, ni siquiera lo he sugerido. Tú me preguntaste cómo me sentía y yo estoy siendo honesta contigo, no seré condencendiente con mis respuestas sólo para que no te enojes o te sientas ofendido, ¿de acuerdo? No te estoy culpando de lo que tuve que hacer en la mañana, pero tampoco me siento muy feliz de que yo sea la que tenga que hacer más sacrificios aquí. Tómalo como es y no exageres las cosas. -A pesar de su claro enfado la voz de Ginny estaba tranquila y su temple no se había alterado-. No tienes porqué sentirte culpable por todo. Esto ya no es la guerra.
-A veces siento que no ha terminado -susurró Harry más para sí mismo que para Ginny y aunque la chica lo escuchó no dijo nada al respecto.
**********
El callejón Diagon había pasado de ser un lugar eternamente concurrido y alegre a un lugar silencioso y, a pesar de la gente que continuaba frecuentandolo, con un alma solitaria y vacía. Las heridas que la guerra había dejado en el mundo mágico aún no sanaban y sus espacios libres de muggles se habían convertido más en una especie de cementerio-donde los magos y brujas acudían a llorar y recordar a sus muertos-que en los espacios cien por ciento mágicos y agradables que una vez habían sido.
Mientras Harry caminaba entre los edificios y la poca gente que todavía se encontraba haciendo compras, no dejaba de pensar en todo y nada. Se daba cuenta de que su pequeña discusión con Ginny había sido una de tantas que últimamente tenían, pero también era muy consciente de su propio cambio de actitud ante las peleas con su novia. No era que no le interesara resolver las cosas con ella. Merlín sabía lo que deseaba estar en paz con ella, pero tampoco podía evitar contestarle mal cada que ella le decía algo, o exaltarse a un punto exagerado ante cualquier cosa que no le pareciera. Era como si en el fondo lo que más deseara era terminar discutiendo con la chica para después sentirse mal tanto consigo mismo como con su novia. Quería convencerse de que todo eso era sólo producto del shock sobre el embarazo les había provocado, pero sabía que no era así, sabía que las cosas entre ellos ya habían estado mal desde antes de que incluso existiese la posibilidad de ser padres.
Harry entró en un local de comida italiana, uno de los pocos restaurantes que cerraban en un horario compatible con los comercios del mundo muggle y no tan temprano como la mayoría de los locales en el Callejón Diagon.
-Buenas noches, señor Potter. Qué agradable sorpresa verlo por aquí -lo saludó un hombre alto y robusto al que Harry sólo conocía de vista y, aunque no tenía nada en contra del hombre y su exagerada amabilidad, le molestaba un poco la manera tan fascinada con la que sus ojos brillaban al verlo entrar, era como si se tratase de un mismisimo milagro el que entrara al lugar y no un simple mago mas.
-Buenas noches -respondió el saludo con un tono neutro y sin hacer contacto visual. Había aprendido que aquello lo llevaba a conversaciones incómodas e imprudentes.
-¿Mesa para uno, señor? ¿O está esperando a alguien más?
-No, no quiero mesa, eh... ¿tienen servicio para llevar?
-Por supuesto, señor Potter -contestó con una sonrisa radiante.
“Agh” cómo odiaba la manera en que pronunciaba su apellido, era incluso más fastidiosa que el tonito arrastrado que Malfoy siempre empleaba al dirigirse a él.
-Entonces deme dos ordenes de spaghetti, por favor.
-Muy bien. ¿Le gustaría acompañar las ordenes con algún vino de nuestra colección? El tinto es el recomendable para el platillo que ha pedido.
“Claro, una botella de vino para que así Ginny me reclame de que yo sí puedo beber y ella no” Se dijo a sí mismo con un tono sarcástico y amargo.
-No, sólo el spaghetti, por favor -contestó con una muy mal fingida sonrisa.
-De acuerdo. Si gusta esperar en la barra y en un momento le traeré sus ordenes.
-Gracias.
Harry entró por completo al restaurante y se sentó en un taburete que le pareció muy incómodo. Le hubiera encantado estar dormido en aquel preciso momento, haberse tomado una refrescante ducha al llegar de la Academia y simplemente haberse echado en la cama sin nada de ropa y dormir hasta la mañana siguiente. Pero Ginny seguía en Grimauld Place y después de la conversación que habían tenido lo que menos deseaba en ese momento era iniciar otra discusión. Había tenido un día muy dificil y agotador, bastaba una sola pelea por aquella noche. Y aunque sí tenía hambre, hubiera deseado no tener que acudir al Callejón Diagon por comida, pero Kreacher estaba en casa de Adromeda Tonks por aquella semana. Eso era algo que hacía a menudo, enviarle al elfo para ayudar a la mujer con el que, después de todo, era su ahijado.
Quince minutos después Harry regresaba a paso lento hacia el Caldero Chorreante, bostezó varias veces antes de regresar por via Flu a su casa donde una hambrienta y un poco fría Ginny lo esperaba.
*********
-Vaya, vaya. ¿Viste eso? -preguntó Blaise luego de que el camarero le entregase a Potter una bolsa con comida para llevar y de que el héroe saliera del lugar.
-Sí, Blaise, lo vi. Potter pidiendo comida para llevar, algo nada aceptado en mi familia pero tampoco fuera de lo común si te interesa -respondió Draco un tanto fastidiado luego de que hubiera interrumpido su discurso (entiendase por discurso a un monólogo de quejas sobre su padre y su familia) al notar que Blaise había dejado de prestarle atención por tener su mirada e interés dirigidos en la barra de bebidas.
-¿Y qué opinas? -preguntó el otro sin dejarse intimidar por la mirada molesta que el rubio le lanzó y sin perder ese tono de emoción que tenía cada vez que hablaba mal de alguien... es decir, siempre.
-Pues que Potter tiene demasiada hambre o que tiene visita en su casa.
Blaise bufó pero no dejó de sonreír socarronamente.
-No hablo de eso, idiota. ¿Acaso no viste su semblante? Se veía amolado, todo decaído, como si fuese la criatura más triste y patética del mundo.
-Siempre he pensado que es la criatura más triste y patética del mundo, Blaise. Creo que es bueno que Potter por fin se haya dado cuenta de lo que es.
-No lo sé, creo que algo le pasa -Después ensanchó su sonrisa- Seguro que ha querido ligar con alguien y lo han rechazado, y siendo el héroe arrogante que se cree ser pues no le cayó nada bien el rechazo.
“Sí, por supuesto. Mas bien lo que tiene es una novia embarazada y un millón de Weasley queriendolo casar con ella” pensó Draco.
Pero, a pesar de la vida de Potter le importaba en lo más mínimo y jamás había sido una dificultad divulgar chismes y verdades sobre el Chico-que-vivió, esta vez no quiso compartir su valiosa información. Sinceramente no sabía por qué lo hacía, era cuestión de tiempo para que todo el mundo se enterara de la noticia, pero aún así, esta vez no quería ser él el que la hiciera llegar a todas partes.
-No sé si es eso, Blaise y honestamente no me interesa. ¿Podemos hablar de un tema más importante... revelante?
-Creo que tú también andas como Potter, Draco.
El muchacho frunció el ceño como única respuesta.
-Sí, de acuerdo. Vienes de la Mansión. ¿Tan mal te fue, sucedió algo?
-Oh, ya sabes. Lo usual: una pequeña charla antes de la cena, la cena y conversación privada con Lucius en su lujoso despacho. Lo de siempre.
-Supongo que no terminó bien.
-¿Cuándo ha terminado bien una coversación con mi padre, Blaise? -preguntó Draco antes de llevarse una copa de vino tinto a los labios.
Blaise se tragó el “nunca” que iba a decir y en su lugar decidió continuar con su cena mientras Draco, con la mente ausente, dirigía una vez más la mirada hacia el lugar donde Potter había estado sentado esperando su pedido momentos antes.