Aug 26, 2010 22:39
Solitaria lejanía
Aún recordaba el día en que la noticia había llegado a sus oídos. Su primera reacción había sido reír, para seguidamente burlarse de quién se había inventado esa broma tan estúpida, y en cierta manera surrealista.
Super Junior era una familia, y él confiaba ciegamente en que ninguno abandonaría el grupo por decisión propia jamás.
Pero la broma que en un principio le había parecido divertida se convirtió en realidad a pocas horas de haberla olvidado.
Hangeng se iba.
La confusión lo había aturdido y la rabia lo había cegado incluso antes de haber asimilado la noticia. Sus ojos recorrieron por última vez la palabra “demanda” escrita en letra cursiva antes de apagar el ordenador.
El chino no había contestado a sus llamadas y los demás habían alegado que estaban tan sorprendidos como él. Pero él ya no estaba sorprendido, estaba furioso.
No era un secreto de estado que la SM era pura bazofia. Se alimentaban hasta el último gramo de la energía de sus cantantes sin el más mínimo escrúpulo en vez de agradecer que debido a ellos vivían en la cima de la música. Era consciente de la explotación, y los demás también; pero la música, el dinero, el cariño de las fans, el reconocimiento y la cálida presencia de sus compañeros atenuaba el duro trabajo que les esperaba cada día.
Irónicamente Hangeng era uno de los que menos se quejaban. Cuando entre todos empezaban a criticar y a quejarse de su situación, él solo sonreía y daba la razón un par de veces. Habían sido pocos los momentos que en la intimidad de su habitación le había confesado que estaba cansado de todo.
¿Entonces por qué?
¿De verdad había estado tan harto que había decidido dejarlo todo de forma repentina? ¿O lo había estado pensando durante un tiempo considerable?
¿Por qué no se lo había dicho? ¿Por qué él no había notado nada?
Sus malas épocas siempre las había achacado a que echaba de menos a su familia, no sabía que hubiera más escondido tras su tristeza.
Quería verlo. Necesitaba verlo y pedir explicaciones.
Al llegar al apartamento cerró sin ningún tipo de cuidado la puerta, mostrando de forma descarada y un tanto solitaria su enfado. Notó que los ruidos que había escuchado al entrar cesaron durante un instante para luego seguir.
Se dirigió hacia el cuarto y lo primero que acertó a ver fue la maleta abierta encima de la cama del chino y a éste retirando la ropa del armario. Sus miradas conectaron y Heechul no tardó en expresar su frustración a gritos.
Hangeng lo escuchaba en silencio, como siempre. Poseía una calma que siempre conseguía tranquilizarlo, pero en esa ocasión solo lo enfurecía aún más. Empujó la maleta logrando que ésta cayera al suelo estruendosamente; más Hangeng no protestó, sino que siguió mirándolo en total silencio.
Heechul pudo notar que sus ojos brillaban a pesar de su expresión serena, pero no le prestó atención, no quiso prestarle atención porque solo pensar en la idea de que no iba a verlo cada día de su vida abría un enorme agujero en su pecho, por donde la agonía y la desazón aprovechaban para colarse.
Y lo que quería en ese momento era descargar todo lo que había sentido al enterarse, hacerle sentir culpable por haberlo excluido de su decisión a pesar de que no tenía ningún derecho a entrometerse.
Cualquier cosa era mejor que la opción de derrumbarse frente a él.
Había abandonado el cuarto después de haberle dedicado duras palabras fruto del tenso momento. Pasaron el día distanciados; el teléfono sonaba una y otra vez, logrando acrecentar su mal humor. Miembro por miembro, Hangeng fue contando el por qué de su marcha, alegando de forma idéntica lo que le había dicho a él.
Los abusos de SM, los problemas al proceder de otro país, el que no le hubieran dejado ir a visitar a su familia. No había aguantado más la presión.
Heechul consideraba sus razones más que suficientes, si hubiera sido otro lo habría felicitado por haber dado el paso, pero tratándose de él no podía evitar sentirse realmente mal. Sabía que estaba siendo egoísta, pero en ese momento no podía importarle menos.
Los días transcurrieron y su orgullo no mermaba, pues su enfado y el sentimiento de vacío que sentía no hacían más que alimentarlo. El día en que Hangeng debía partir a China cada vez estaba más cerca, pero Heechul aún seguía esperando.
Seguía esperando que se echara atrás.
Kibum había hecho uso de su infinita paciencia para hacerle entrar en razón, pero Heechul había optado por hacer oídos sordos a los consejos de su amigo.
Cada vez que discutían o él se enfadaba por alguna causa, el primero en acudir a arreglar las cosas era Hangeng. Le hablaba con serenidad, le sonreía cuando intentaba contagiarle con su buen humor, y lo escuchaba cuando él se decidía a hablar, abandonando su pose orgullosa y arrogante.
Pero esa vez no había sido así.
Hangeng lo había ignorado de la misma forma en la que él lo había hecho, aunque al menos sí demostraba estar hecho una mierda. Tenía unas ojeras un tanto pronunciadas y su expresión desoladora no dejaba lugar a dudas sobre lo que esa situación significaba para él.
Incluso Kibum se sentía incómodo con la nueva situación. De las risas y el constante cachondeo que se traía Heechul con el chino habían pasado a tensos silencios y miradas de reojo.
La última noche, Heechul había terminado por aceptar que era cierto. Se marchaba de su vida, para siempre. Y él no podía hacer otra cosa que lamentarse.
Había llegado al apartamento como en una especie de trance y se había apoyado en el marco de la puerta, observando en la oscuridad, ligeramente aplacada por la luz del salón, como su amigo dormía.
Se había acercado y se había acostado a su lado. Estuvo cerca de media hora observando su rostro, con ligera fascinación. Su mano había acariciado la suave mejilla del menor hasta que éste abrió los ojos.
Ambos se observaron hasta que Heechul lo atrajo fuertemente hacia él en un abrazo desesperado. Hangeng se aferró a su cuerpo y el mayor pudo notar como las lágrimas que había contenido durante días mojaban su camiseta.
- Promete que volverás - Le pidió el moreno después de un rato de silencio, sin separarse de él.
- Lo prometo - sonrió el chino.
- También que llamarás cada día y me cantarás ese trozo de Don’t Don que tanto me gusta - Imitó su sonrisa al decirlo mientras Hangeng reía al escucharlo.
- Lo haré - le había dicho. Ninguno necesitó decir más porque no hacía falta, entre ellos era tan evidente que la ausencia de palabras no impedía que supieran lo que estaban pensando.
El menor volvió a dormirse, pero Heechul pasó la noche en vela, notando que su corazón encogía cada vez que la aguja del reloj avanzaba una hora más.
Desde esa noche, habían pasado meses.
La primera semana se había sentido dolorosamente solo al ver su cama vacía. La segunda se había descubierto llorando ante cualquier detalle que le recordara a él. Y la tercera se la había pasado odiándose a sí mismo por actuar de forma tan débil. Sabía que iba a echarlo de menos y que su marcha le iba a afectar, pero no de esa manera.
Esperaba con ilusión cada llamada, donde le contaba cómo le iba en China y lo contento que estaba de volver a ver a su familia, aunque sin duda su momento favorito de la conversación siempre era cuando dejaba caer un “te echo de menos” que para él era como un soplo de aire fresco.
Hasta que las llamadas empezaron a volverse cada vez menos asiduas, hasta finalmente cesar del todo. Y entonces notó que tocaba fondo.
Se encerró en sí mismo. No comía, no dormía y tampoco sonreía. Los demás estaban preocupados, pero ignoraba cualquier tipo de ayuda. No quería ver a nadie. La compañía de sus gatos fue la única que permitió durante mucho tiempo.
Se desahogó por medio de sus escritos. Palabra tras palabra expresaba su tristeza, y en demasiadas ocasiones no pudo evitar referirse a él. Porque él era la causa de todo.
A veces su mano buscaba el teléfono, pero terminaba apartándose del aparato como si quemara. ¿Qué ocurría? ¿Por qué actuaba de esa manera mientras Hangeng continuaba con su vida?
¿Por qué era el único que se sentía como una mierda?
¿El menor ya lo había olvidado mientras él seguía deseando volver a verlo?
En ocasiones, Kibum entraba en la habitación y dormía en la cama de Hangeng, con el único propósito de no dejarle solo. Atesoraba esos momentos porque el peso de la soledad disminuía, pero ningún “gracias” salió jamás de sus labios.
Por momentos creía que lo odiaba, y cuando eso ocurría se sentía ligeramente mejor. Porque odiarle era mejor que extrañarle de esa forma enfermiza y obsesiva. Pero el sentimiento de odio nunca duraba, era algo pasajero.
Un día después de haber acudido a un show en el que prácticamente ni había hablado, Leeteuk fue a su apartamento. Tocó y tocó con los nudillos la puerta a un ritmo realmente desquiciante, pero Heechul lo ignoró. Hasta que pasaron quince minutos sin que el ruido desapareciera y había acabado abriendo la puerta totalmente molesto.
El líder le había saludado con voz alegre y una sonrisa, como si no hubiera pasado más de un minuto tras la puerta. Alegó sin ningún tipo de tacto que seguía sin querer ver a nadie, pero Leeteuk pasó por su lado sin hacerle el más mínimo caso.
Durante largo rato solo habló el mayor, respondiéndose a sí mismo cuando formulaba preguntas que Heechul no contestaba. Sabía que si terminaba por hablar, el líder se las ingeniaría para enredarlo y acabaría hablando de más, expresando todas las emociones que había sufrido en silencio.
Finalmente Leeteuk se salió con la suya, y explotó.
Le contó a viva voz todo, dejando entrever la desesperación que sentía. Leeteuk lo escuchó en silencio; sus silencios eran diferentes a los de Hangeng. Cuando el chino rompía su mutis y hablaba, Heechul sabía que obtendría palabras de consuelo. Con Leeteuk simplemente no sabía a qué atenerse, porque le contestaría con la verdad sin rodeos y realmente no sabía si quería escucharla.
El líder había suspirado con pesar al oírlo todo.
- La pérdida de un amigo es francamente dura, pero la de alguien a quién quieres es insoportable.
Esperaba encontrarse con algún reproche, incluso con una mirada condescendiente que solo acentuara lo patético que se sentía, pero no esa respuesta. Posó una sonrisa incrédula que hacía tiempo que no aparecía en su rostro y preguntó:
- ¿De qué demonios estás hablando, Teukie?
- ¿No es evidente?
- Es ridículo - contestó con descaro.
- Piénsalo - murmuró mientras se apartaba de su lado - Cuanto antes asimiles lo que te ocurre, antes saldrás de ese pozo en el que tanto tiempo llevas, Heechul.
El moreno lo miró fijamente.
- Los demás siguen muy preocupados. Siwon no para de preguntar por el estado de su hyung - sonrió, y Heechul apartó la mirada - Todos queríamos a Hangeng y todos le echamos de menos, así que no olvides que puedes contar con nosotros. Somos Super Junior, ¿recuerdas?
Leeteuk se había marchado, abandonándolo con una sensación perturbadora rondando en su pecho. ¿Él? ¿Enamorado de un chico? Sencillamente estúpido.
Pero lo peor es que mientras más lo pensaba, más sentido tenía todo.
Su melancolía, su ansiedad, tener como único deseo en el día volver a escuchar su voz tras el teléfono, repasar sus fotos. Todo.
Se había enamorado de Hangeng, y ni siquiera se había dado cuenta.
La visita de los demás miembros no tardó en llegar, seguramente alentados por su líder; Todos habían esperado tras la puerta, secundados por un divertido Leeteuk y un firme Kangin.
Al principio su encuentro había estado cargado de monosílabos y pequeñas frases, hasta que las bromas de siempre y las risas empezaron a llenar el salón de Heechul, alejando la casi acostumbrada soledad con cada segundo que pasaba.
No había día en que un compañero no lo visitara.
Shindong solía quedarse bastantes horas hablando con él, e incluso la última vez se había marcado un baile sexy, según él especialmente creado para su hyung, que había logrado que le dolieran las costillas de tanto reírse.
Kangin, Kyuhun y Sugmin habían organizado una fiesta a sus espaldas, comprando bebida con la excusa de que debían olvidar las penas. Todos habían compartido con gusto la excusa, aunque Sungmin siempre cuidaba de que Kyuhun y Ryeowook no bebieran de más, pero Heechul siempre acababa pasándoles una copa cuando éste no miraba.
Yesung había intentado enseñarle unos pasos de baile, pero al ver que era imposible que Heechul siguiera su ritmo sin que de repente empezara a bailar como si le estuviera dando un ataque epiléptico, lo había dejado y ambos habían pasado bastantes ratos charlando de banalidades acostados en el suelo. Heechul adoraba lo raro que podía llegar a ser su compañero.
Leeteuk y Kangin lo habían arrastrado fuera de casa, llevándole de un lado a otro sin darle tregua a sus cansados pies. Parecían unos padres primerizos obligando a su hijo a caminar por todas las tiendas mientras éste preguntaba cuánto faltaba para volver a casa, o al menos para sentarse.
Eunhyuk y Donghae solían ir a visitarle juntos. Mientras Eunhyuk le enseñaba los nuevos raps que había improvisado en horas de aburrimiento, Donghae se adentraba en la cocina y preparaba una suculenta cena. El rapero siempre acababa abrazándolo, preguntándose en voz alta y dramática que harían sin él, logrando que Donghae riera. Esos momentos le traían recuerdos a la mente, pero los descartaba tan pronto como venían.
El más reservado era Siwon. En todas sus visitas parecía debatirse entre abrazarlo o saludarlo cortésmente, y eso hacía que Heechul lo quisiera aún más. Porque el menor no sabía cómo actuar, porque él también había estado dolido por la marcha de Hangeng y no había visto venir que su mayor apoyo en el grupo lo dejaría de lado, atendiendo más su estúpida depresión que su amistad.
Fue él quien lo abrazó un día y le pidió disculpas, asegurando que lo había echado de menos. La sonrisa de Siwon contra su hombro le causó un intenso alivio.
Durante el transcurso de una noche en la que Kibum se adentró en su habitación para dirigirse hacia la cama del chino, Heechul agarró su mano y le hizo un hueco en su propia cama. Allí, frente a él y con una sonrisa, le agradeció que hubiera estado siempre a su lado, sin decir nada, pero haciendo notar su presencia y aprecio.
Todos lo habían ayudado a salir a flote, pero aún tenía ataques de melancolía y aún se acordaba de él, porque seguía herido y enfadado, y eso era algo que no desaparecería hasta que lo viera. O al menos hasta que los sentimientos que finalmente había admitido desaparecieran.
El grupo con su apoyo consiguió sacarlo de esa oscuridad que lo había atrapado durante meses en sus garras, pero fue una frase de Eunhyuk la que consiguió activar el interruptor de su mente.
- Hyung, no eres bueno ni cantando ni bailando, pero no podemos hacerlo sin ti - Le había dicho, y Heechul lo había observado sorprendido.
La marcha de Hangeng había sido un duro golpe para Super Junior, pero él con su actitud estaba hundiendo aún más el grupo. Se había centrado en su dolor y había olvidado todo lo demás.
Super Junior era su vida, no permitiría que muriera.
Pasó bastante tiempo desde el día en que se había hecho esa promesa a sí mismo. Había aprendido a apreciar al grupo de una forma distinta, no se sentía indiferente o distanciado de ninguno. No tenía ningún amigo especial, porque todos eran especiales para él.
Super Junior seguía adelante, con cada proyecto aún más innovador que el anterior. Se sentía bien, todo había empezado a mejorar hasta que lo vio. En la pequeña pantalla de su televisor el rostro de Hangeng miraba con atención al periodista coreano que acababa de preguntarle por su antiguo grupo.
Su corazón se aceleró, pero Hangeng solo posó una tímida sonrisa y declaró que no había tenido mucho tiempo para seguir los progresos de Super Junior, pero que estaba feliz de que les estuviera yendo bien.
Heechul observó la pantalla antes de dirigirse rápidamente hacia ella, apretando el botón y logrando que la imagen de su antiguo amigo desapareciera.
¿No había tenido tiempo? ¿Se alegraba de que les fuera bien?
- ¡Maldito gilipollas! - Gritó, rompiendo el silencio de la habitación mientras tiraba unos papeles que había en la mesa de al lado de un manotazo.
Volvía a estar furioso, y esa furia se hacía más intensa al recordar lo mal que lo había pasado por alguien que ni siquiera tenía tiempo para preocuparse de saber cómo estaba.
No soportaba más la situación. Quería olvidarlo pero no podía, quería odiarlo pero no podía, así que finalmente optó por la idea que había pasado miles de veces por su cabeza, pero que nunca había tenido la osadía de llevar a cabo.
Compraría un billete a China de ida y vuelta.
-
Y de esa manera había acabado frente a su puerta.
Le había costado encontrar su domicilio, pues no sabía prácticamente nada de chino. Había actuado por impulso y lo había pagado caro durante horas en las que se había encontrado totalmente perdido. Incluso se había comprado una peluca y unas gafas de sol, debido a que bastante gente lo había reconocido y le era imposible entender que le decían mientras le perseguían.
Tocó varias veces, sin recibir respuesta. Alzó la ceja y volvió a tocar, esta vez con intención de echar la puerta abajo si hacía falta. Contuvo la respiración al oír una voz molesta que hablaba en su idioma natal. Su voz.
Hangeng abrió la puerta con el ceño fruncido, pero éste desapareció al momento, dejando en su rostro una expresión totalmente atónita.
- Hyung - Murmuró.
Sentimientos contradictorios recorrían el cuerpo de Heechul, pero se sintió orgulloso de poder mantener una expresión firme mientras avanzaba y cerraba la puerta tras él abruptamente. Hangeng pareció incluso más sorprendido que antes.
- ¿Qué estás haciendo aquí?
- ¿No te alegras de verme?
- Claro que me alegro de verte - Heechul tuvo ganas de gritar cuando notó que forzaba una sonrisa - Pero es tan repentino, no sabía que venías.
- ¿Cómo ibas a saberlo?, hace meses que no hablamos - Su tono era mordaz.
- Sí… - Hangeng apartó la mirada de la suya. Heechul lo conocía, y sabía que cuando eso ocurría, mentía - He estado ocupado con la discográfica, y todo esto de la demanda que no paran de atrasarla. Prácticamente ni toco el teléfono - Volvió a mirarlo.
Heechul apoyó su espalda contra la puerta mientras metía sus manos en los bolsillos de su oscura chaqueta. Sus ojos expresaban claramente que no creía ni una palabra.
- ¿Por qué no nos sentamos? Te prepararé algo, el vuelo de Corea a China no es precisamente corto - Se dio la vuelta, evitando su mirada.
- Prefiero quedarme aquí - Dijo de forma cortante. Hangeng cerró los ojos antes de volver a girarse y mirarlo.
- Heechul… - Sonó casi como una súplica. No quería discutir, no después de tanto tiempo sin verse.
La llevaba clara si pensaba que había ido hasta China para una visita cordial. Quería gritar, desahogarse, pedir explicaciones e incluso herirlo, arrancarle de sus labios que había sufrido todo ese tiempo igual que él.
Y de paso gritarle a su propio corazón que parara de latir de esa forma. Porque ya no lo veía como un amigo, ahora era consciente de que le quería. Era consciente de cada detalle de su maravilloso rostro y de lo que le hacía sentir con solo mirarlo.
Habría preferido sustituir sus reproches descargando todo lo que sentía en su boca, pero sabía que eso no estaba dentro de sus posibilidades, por lo que se conformaría con gritarle.
- ¿Qué? - Alzó la barbilla y Hangeng calló - ¿De verdad crees que estoy aquí para que nos sentemos y me cuentes tu vida mientras comemos cerdo agridulce? - Separó bruscamente su espalda de la puerta y el chino se sobresaltó ligeramente - ¡No, joder! ¡Me importa una mierda como te esté yendo aquí!, solo quiero saber por qué demonios no has cumplido tu promesa.
Notó que Hangeng volvía a apartar la mirada y dio un paso hacia delante, apretando la mandíbula mientras alzaba su mano. Cogió fuertemente la barbilla de su compañero y volvió a posar su mirada en él. Sus ojos estaban llorosos.
- ¿Ya no te importo? ¿Super Junior ya no significa nada para ti?
- Hyung, basta - Hangeng apartó su mano mientras daba un paso hacia atrás.
- ¿¡Por qué!? - El grito retumbó en las paredes y logró que Hangeng se sintiera aún peor. Heechul era puro nervio, hacía y decía lo que sentía sin pensar en las consecuencias, no quería escuchar más porque sabía que no podría aguantar las lágrimas.
- No quiero seguir esta conversación - Hizo un esfuerzo por continuar hablando - Tú estás en Corea y yo aquí, es difícil mantener una amistad en la distancia. Simplemente sucedió así, no fue porque yo lo quisiera.
Heechul lo miró, negando con la cabeza.
- Solo sabes decir tonterías - replicó con tono arrogante y pudo ver una chispa de enfado en los ojos del chino - Ni siquiera con diez conciertos y cincuenta entrevistas encima, me habría faltado tiempo para ti. Olvidaste Super Junior en el momento en que te marchaste, y con ello a mí.
- Tú no lo entiendes
- No, tú no lo entiendes. Para ti ha sido fácil olvidarte de todo lo que hemos compartido, yo me he pasado meses en un puto agujero pensando en ello.
- ¿Crees que yo no lo he pasado mal? - Le espetó Hangeng bruscamente, y Heechul fue consciente de que pocas veces lo había oído hablar así - Haber venido aquí es lo mejor que he hecho.
- ¿De qué estás hablando?
- Clausulas de contrato incumplidas, derechos negados, humillación, trato inhumano. Soporté y callé mucho por estar en Super Junior, incluso el suicidio pasó por mi cabeza - Heechul sintió un nudo en la garganta al escuchar eso - No insinúes que Super Junior no me importa, porque te estarás equivocando.
Le había impresionado todo lo que le había dicho. Sin duda, era inhumano y en ese momento deseó ir capando uno a uno a los de la SM hasta que imploraran perdón. ¿Por qué Hangeng no le había contado nada?
¿Se merecía ese trato por ser única y exclusivamente de otra procedencia?
Posó las manos a cada lado de su rostro, contra la pared, en cierta manera acorralándolo. Hangeng le sostuvo la mirada con firmeza, y gracias a eso supo que había tocado un punto débil en el chino.
- ¿Entonces por qué no mantuviste contacto? - Miró su boca sin poder evitarlo.
- Lo siento, hyung. Eso no es de tu incumbencia - Había contestado Hangeng, resistiéndose a contarle la maldita verdad.
Heechul no supo si fue por acallar sus palabras, por la cercanía de su cuerpo o porque simplemente se moría por hacerlo desde que lo había visto. Se impulsó hacia delante y lo besó.
Atrapó sus labios entre los suyos en un beso salvaje, provisto de rabia y necesidad. Una de las manos que tenía contra la pared descendió hasta apresar su nuca, logrando atraerlo aún más a él. Hangeng, tras recuperarse de la sorpresa, había abierto la boca, incitando a su lengua a enroscarse con la suya.
Ambos mantenían los ojos cerrados, concentrándose en la sensación que les producía el roce de sus cuerpos y el contacto de sus labios. Hasta que Heechul se separó dando un fuerte golpe en la pared en la que antes había tenido su mano y se daba la vuelta, dándole la espalda.
El mayor se maldijo por su poco control, pensando que había ido hasta China para aclarar sus pensamientos no para cumplir la que había sido su fantasía más solicitada durante meses. Hangeng le había correspondido y no quería creer que había sido por dejarse llevar o por pena.
La voz trémula de Hangeng llegó a sus oídos, pero no se giró.
- No mantuve contacto porque no quería saber de ti - Heechul bajó la cabeza, apretando la mandíbula - No quería seguir ilusionándome en vano. Durante años nuestra amistad fue muy especial, pero yo no podía sentirme peor.
Heechul no vio la sonrisa de tristeza que se había formado en el rostro de Hangeng.
- Creías que lo sabías todo sobre mí, pero lo cierto es que siempre tuve algo que contarte - Heechul se giró y conectó su mirada con la de su amigo al momento en que éste pronunciaba las palabras que nunca había esperado oír.
- Te quiero - Dijo en perfecto coreano, sin apartar su mirada del atónito rostro de Heechul - Llevo colado por ti prácticamente desde el momento en que te vi. Tú jamás te diste cuenta; salías con chicas, besabas a los demás en el escenario - rió ante eso último - aunque creo que me sentía peor cuando intentabas besarme a mí, porque era más consciente que nunca de que eso solo sucedería en un escenario, con miles de personas presenciándolo y fans pidiendo fanservice a gritos.
Heechul escuchaba en silencio. Le faltaba el aire y lo único que deseaba era volver a acercarse, recompensarlo por todo el tiempo perdido que al aparecer su amigo había sufrido.
- He pensado mucho en ti durante todo este tiempo, pero tomé la decisión de no torturarme más. No importa cuánto quisiera hablar contigo, no iba a hacerlo. Es injusto para los demás, pero quería comenzar una vida desde cero. Estaba harto de sentir algo en lo que nunca sería correspondido.
Heechul se acercó, pero paró al notar que Hangeng se ponía tenso.
- Pero has venido hasta aquí y me has dicho todo eso, mirándome de una manera totalmente distinta a como solías hacerlo. Me has besado - Lo miró - ¿Por qué?
- Te he besado y volvería a hacerlo. De hecho, estoy deseando volver a hacerlo. ¿No responde eso a tu pregunta? ¿No es evidente? - Hangeng había echado de menos ese tono impaciente - Estoy en China, he tenido que medio disfrazarme para que me dejaran en paz, he andado durante horas y he tenido que comunicarme por señas. Dejemos las explicaciones para luego.
Volvió a atraerlo hacia él y lo besó de nuevo, dispuesto a disfrutar de lo que había anhelado durante meses.
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