Feb 06, 2010 21:57
Demasiadas razones
Sus espadas se cruzaron con una determinación desigual. Por un lado, Santa Teresa luchaba por acorralar a Gamuza, con una fuerza y una firmeza extraordinarias, sin embargo, ésta última conseguía esquivarla con facilidad. Nnoitra sintió la presencia de Neliel por su lado izquierdo, por lo que su enorme arma fue directa hacia ella, sin ningún tipo de vacilación.
- ¡Joder! - Gritó cuando ésta rozó el aire. Sin embargo, no había obtenido el rango de Octava Espada por pura casualidad, supo al instante que Neliel, con una velocidad realmente admirable, se había trasladado a su espalda, por lo que se giró rápidamente y agarró fuertemente a Santa Teresa de cada extremo de su mango, logrando parar su ataque en el centro de éste.
Le costaba horrores admitirlo, pero la joven tenía una fuerza asombrosa, aunque no era eso precisamente lo que más le enfurecía. Era su jodida mirada de condescendencia mientras ejercía más presión, consiguiendo que él tuviera que apoyar una rodilla en la arena para aguantar el duro asalto. Le devolvió la mirada con rabia, queriendo transmitirle con ella que no ganaría, no esta vez.
- ¿Aún quieres seguir con esto, Nnoitra? - Su tono de voz era indiferente, lo cual incrementó su frustración - Ya sabemos como va a acabar, no perdamos el tiempo.
Contuvo la respiración al notar como el reiatsu de Neliel aumentaba. Gotas de sudor bajaban por su rostro, sentía como sus extremidades perdían fuerzas con cada segundo que pasaba y de repente, su arma daba la sensación de pesar una tonelada. Se negó a soltarla, no volvería a perder.
Le demostraría a esa zorra que no era tan débil como ella creía.
Ella observó su insistencia en silencio. Segundo tras segundo, días tras día, pelea tras pelea, siempre era igual. Nunca se rendía, ni aún en el estado en el que se encontraba y a sabiendas de que tenía las de perder, soltaba esa maldita arma. Apartó la suya bruscamente y se dio la vuelta.
Nnoitra notó que toda la tensión y adrenalina concentrada en sus brazos desaparecía de golpe, junto al reiatsu de la tercera espada, que había disminuido notablemente. Se inclinó hacia delante, apoyando sus manos junto con su arma en el suelo, presa del cansancio. Alzó la vista y apretó la mandíbula al ver la figura de la joven alejarse.
- ¡Vuelve aquí, maldita sea! - Le ordenó. Ella giró un poco el rostro, dejando entrever su perfil y parte de su rostro. Su silencio era una clara pregunta, aún a sabiendas de lo que quería el moreno. - ¡No hemos terminado, Neliel!.
- Sí, Nnoitra - Su tono no dejaba lugar para una réplica. Volvió a reanudar la marcha, con paso lento pero firme - Hemos terminado.
Odiaba su expresión indescifrable. Nunca estaba realmente seguro de que podría estar pasando por su cabeza, que era lo que realmente pensaba sobre los planes de Aizen o que sentimiento recorría su cuerpo cada vez que clavaba el filo de su espada en el corazón de un enemigo que solo pretendía salvar lo que le pertenecía.
Pero sí estaba seguro de algo.
Lo consideraba inferior a ella, débil, indigno de ser tratado como un Espada. Lo sabía, y por ello le demostraría cuán equivocada estaba.
Apoyó el filo de su arma contra la arena, y se agarró a ella para incorporarse, retomando su posición anterior. Respiró lentamente, formando una sádica sonrisa en sus labios mientras levantaba el brazo y estiraba el arma, ignorando el pinchazo de dolor que recorrió su cuerpo. Santa Teresa resplandeció ante el sol.
- Dije que hoy te derrotaría - Alzó la voz - Y así será.
Quería ver en sus ojos sorpresa, quería ver en su rostro temor, cuando finalmente tomara consciencia de lo que pretendía hacer. Sin embargo, la mujer frente a él solo detuvo sus pasos. Apretó con furia el mango de la espada al ver que no se giraba. Su indiferencia era clara, y realmente dolorosa. No aguantaba más, liberaría, la derrotaría, y finalmente lo consideraría un igual.
- ¡Reza, Santa Ter...
Siempre había admirado su rapidez y agilidad a la hora de luchar contra ella, pero sin duda, en momentos como aquel, lo consideraba una auténtica molestia. La mano de Neliel yacía cerrada con fuerza en torno a la muñeca del moreno, donde sostenía a su fiel arma, y la otra reposaba en sus labios. Había retrocedido rápida como un rayo, y él ni siquiera lo había notado hasta que ésta yacía agachada frente a él, a su misma altura e impidiendo que diera paso a su liberación.
Creía que si liberaba, ella lo vería como un verdadero rival, su lucha sería esta vez a muerte, y no una estúpida pelea donde ella simplemente le seguía el juego. Pero como siempre, volvía a sentirse minúsculo a su lado.
Otra razón más para odiarla.
La mano que yacía en su boca bajó lentamente, sus dedos yacieron en los labios de Nnoitra durante unos segundos, que él juraría que fueron horas, su otra mano no se apartó de su muñeca. Ninguno apartó la mirada del otro, y el moreno comprendió en ese momento que con su poder sellado o sin sellar, ella lo vencería, y eso lo hundiría.
Y no sabía que sentir al ver al ver en sus ojos que no quería que eso pasara, no al menos en ese instante, ni en ese día y mucho menos en aquel solitario desierto de Las Noches.
- Realmente no te soportó, zorra - Murmuró en un tono bajo, pero impregnado de arrogancia y molestia.
Ella bajó la cabeza, sus labios se curvaron un poco, aunque si fue una pequeña sonrisa o una ligera mueca, nunca lo supo, pues su largo pelo cubrió su cara al levantarse y apartar su otra mano de él. Esta vez supo que no se daría la vuelta, observó como se iba, sin intentar detenerla.
Eran demasiadas razones las que tenía para odiar a Neliel, pero sin duda, la peor de todas era que en el fondo no podía odiarla.
neliel,
nnoitra