En serio que no le importaba estar mojada, pero el estruendo que estaban causando las bolas de cañón le fastidiaba, por no decir menos. No tenía demasiado miedo, no más del necesario, ya que confiaba en Rich a ciegas. Le confiaba su vida, y también en el hecho de que mientras trabajaran juntas saldrían bien airadas de esa situación. La sirena, por su parte, no hacía más que reafirmar esa confianza evadiendo los múltiples y masivos tiros de los cuales eran objetivo en ese momento. Si de algo se podía regocijar Rich era del gran poder que guardaba su cola. Años en el Calm Belt no habían pasado en vano, claro que no.
Fue entonces que impactos más pequeños empezaron a descender sobre ellas. Miyu alzó la vista, observando que se acercaban a un callejón sin salida. Varios kilómetros más allá estaba posicionado un muro enorme de concreto, que separaba gran parte del océano. Sería fútil intentar rodearlo, estarían rodeadas de barcos de guerra antes de poder escapar al otro lado. Resignada, la tiradora le comunicó la situación a Richelle.
-Miyu, ¿puedo contar en que dejarás incapacitados a esos barcos un tiempo suficiente? - preguntó la sirena, sin dejar de nadar, esperanzada con las capacidades de su compañera.
-Lo intentaré. Si pasa algo fuera de lo previsto, no será mi culpa- respondió Miyu, mientras cambiaba de posición en la espalda de su querida sirena, encarando ahora a los múltiples barcos que la perseguían, blandiendo sus pistolas gemelas.
Ese era el momento para que su entrenamiento diera fruto. Primero tendría que deshacerse de los molestos tiradores enemigos que estaban muy cerca, en una embarcación sin cañones, pero especializada en velocidad.
-Miyu, puedo reducir la velocidad y dejar de hacer tantos cambios bruscos. Sé que debe ser difícil apuntar mientras…
-No te preocupes, Rich. No puedo llamarme tiradora si no me sobrepongo a las adversidades- le interrumpió, mientras apuntaba concentrada hacia aquel barco, esperando la oportunidad perfecta, el viento adecuado y el ángulo conveniente. Rich sonrió, reprimiéndose mentalmente. No saldrían de ahí sino confiaban plenamente en la otra.
Unos segundos después, la tiradora encontró el momento perfecto. Susurrando, disparó cuatro balas hacia el cielo, esperando que funcionaran.
Efectivamente, fue así.
Unos segundos después, cientos de balas mucho más pequeñas, diminutas al caso, descendieron sobre el lugar exacto por donde pasaban los tiradores adversarios, Miyu calculando de manera exitosa todos los factores temporales. Rich se extrañó al no sentir el olor característico de la pólvora que usaban en el Lamb, y le hizo saber su inquietud a su compañera.
-Lo que cayó no eran balas con pólvora, sino balas hechas de plomo comprimido, increíblemente pesadas cuando son liberadas. Bans me ayudó a hacerlas, y a diseñar el mecanismo. Fue un golpe de suerte que descubriéramos cómo comprimir el plomo, y cómo hacer que las balas se dividieran en el momento requerido. A decir verdad, no esperaba que funcionaran tan bien- terminó asombrada ante el resultado, mientras se acomodaba el cabello suelto al viento.
El barco a la distancia se estaba hundiendo, siendo víctima él y sus tripulantes de la terrible densidad de aquellas balas.
-Qué lindo trabajo- comentó la sirena, riendo divertida ante las palabras de su compañera. Un cambio en la corriente del océano causado por otro impacto de cañón les hizo recordar que aún eran perseguidas por dos galeones.
-No puedo creer que hoy tenga suerte regular, al menos. De seguro que el año que viene estoy privada del más mínimo fortunio- aclaró de repente Miyu, más que anonadad por el hecho de que no se hubiera caído al agua, o que no hubiera muerto aún, en general.
Suspirando, recargó sus pistolas con esas otras balas especiales que había diseñado con la adición de Hawk. Nunca había esperado que una sustancia como esa existiera.
-Lengüeta pegajosa- dijo en tono tenue, disparando unos metros delante de los galeones, mientras recordaba las palabras del médico.
Se suponía que la savia que estaba dentro de esas balas pertenecía a una planta que Hawk había descubierto en alguna isla que ya no recordaba. Dicha planta tenía la capacidad de expandirse a velocidades exorbitantes cuanto hacía contacto con agua, y su sabía era pegajosa al extremo.
Sus mismos ojos le confirmaron lo que le habían dicho, porque ni bien habían impactado las balas en el océano se formó una capa de un color que no podía reconocer bien, entre amarillo y verde, extendiéndose varios kilómetros a la redonda.
-Huh, entonces el potenciador de la savia sí funcionó- exclamó más asombrada que antes al ver como los galeones se estancaban en aquella sustancia.
Salió de su conmoción cuando Rich le informó que ya casi llegaban al muro.
-¿Qué haremos ahora, Rich? - le preguntó mientras volvía a su posición original, encarando de nuevo a la sirena. La playa y adentrarse a la jungla no era una opción, por razones obvias. Lo que tenían que hacer ahora era buscar el Lamb, e intentar reunirse con los demás tripulantes.
-Miyu, ¿te molestaría quedarte en la playa mientras intento algo? No quiero ser maleducada, ni nada por el estilo…- empezó la sirena, visiblemente apenada por tener que dejar a la tiradora sola por unos momentos.
Ella entendió, y no puso objeción alguna. Todo lo contrarió, tranquilizo a su amiga, diciéndole que no tenía nada de que apenarse y que confiaba en ella como para saber que las sacaría a ambas de ese aprieto.
Después de dejarla en la playa, Richelle se situó en un punto intermedio, y mirando hacia el muro, se sumergió, dejando a Miyu algo preocupada, e intrigada, no podía negarlo.
Se exaltó más cuando, justo donde se había sumergido la sirena, empezó a generarse un remolino, que incrementaba en radio con el tiempo. Sin embargo, se tranquilizó al darse cuenta la fuente de origen de aquel fenómeno: Richelle.
Bajo el agua la sirena empezó a trazar un circuito una y otra vez, poniendo toda su determinación en cada aleteo de su cola. El remolino que estaba formando no era suficiente, se decía, mientras aplicaba más fuerza a su nado. Estaba consciente del inminente peligro al cual se enfrentaba. Un coletazo en falso y terminaría siendo succionada por el mismo remolino que ella había creado, lo cual no sería para nada agradable.
Y de repente, se le vino a la cabeza la imagen de Miyu, quien la esperaba expectante en la playa, y fue todo lo que necesitó. Sonriendo, cambió su rumbo de repente, ignorando las leyes de la física, y saltó fuera del agua con toda la gracia posible.
Ante la mirada embobada de la tiradora, se sumergió de lleno en el centro del remolino, el cual ya había alcanzado dimensiones desproporcionadas.
-¡Richelle! - se sorprendió gritando, sin poder contener su angustia.
De nuevo bajo el agua, la fuerza del agua estaba haciendo pequeños cortes en la cara de la sirena, pero eso era lo que menos le importaba en aquellos momentos. Sólo… un poco más para alcanzar su objetivo.
Y lo hizo. Centrándose en la mitad del cauce del remolino, cambió su curso de manera drástica, aplicando toda la fuerza que tenía en su cola para generar una onda de impacto lo suficientemente grande, y rogando que sus conjeturas cobre la fuerza centrifuga no fueran erradas.
-Wody estoc(1) - conjuró, poniendo un último impulso, recibiendo más de lo que esperaba.
Había funcionado. Del cambio drástico en la corriente se había generado una masa de agua comprimida a gran presión, que viajo de lleno hacia la base del muro. Rompiéndolo, rompiéndolo
Richelle no podía creerlo. El hueco era del diámetro suficiente, no, más que suficiente para que ambas pasaran sin problemas, y no tan grande como para suponer un peligro inminente para el sostenimiento de aquel muro. Sonriente, nadó con ánimos renovados hacía Miyu.
No se lo creería.
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-¿En serio no puedes usar tus poderes para ver qué camino debemos tomar? - preguntó por segunda vez Kmiya, mirando expectante a su navegadora. Frente a ellas tres se mostraba una encrucijada de caminos, y perdónenla, pero no quería perderse más.
No después de que una planta carnívora gigante casi se la engulle viva, y ni recordar el incidente con los insectos en su cabello.
-No me viene nada- respondió afligida Ligabiss. Kmiya pareció notarlo, porque le sonrió de manera despreocupada, dándole a entender que no era inconveniente.
-Al menos hemos quedado las tres. Siempre podemos plantar un camino de girasoles en caso de que nos extraviemos- intervino Bans, mientras sonreía radiante.
Y aunque la rudimentaria de la idea no era la mejor, la idea en sí era perfecta, una básica para esas situaciones de supervivencia. Además, Bans tenía razón: mejor las tres juntas que separadas.
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Notas: (1). Estoque de Agua en Suizo, si no estoy mal.
One more chapter to go, yay~~