Título: Los buenos momentos de la vida.
Fandom: Mass Effect.
Personajes: Shepard/Kaidan.
Notas: Situado en ME3, ligeros spoilers. Escrito para
cerebroenoff en el San Drabbletín de la comunidad
normandia-sr Reconciliarse con Kaidan era, en el fondo, todo lo que Shepard había querido. Salvar la galaxia, ayudar a sus amigos, todo eso le importaba; pero se sentía vacía si no podía compartirlo con él. Él era lo mejor que le había pasado en los últimos años (no lo único bueno, pues había hecho amigos que durarían para siempre -fuera lo que fuera que durase ese "siempre") y volver a tenerle a bordo, cruzarse con él por los pasillos o quedarse hasta tarde hablando en el comedor eran los momentos por los que valía la pena seguir luchando.
Y las noches en las que acababan en el camarote del otro, también. Aquella había sido una de ellas. Habían cenado juntos, se habían quedado charlando hasta tarde y habían acabado en el bar, compartiendo bebidas y momentos. Las anécdotas habían dado paso a las caricias, a los susurros clandestinos y a los besos; y antes de que Shepard pudiera darse cuenta, habían recorrido todo el camino hacia su camarote. Nunca un viaje en ascensor se le había hecho tan largo.
La ropa volaba por la habitación en su camino a la cama. Se reían y se besaban, y en un momento dado Shepard echó a correr, huyendo de Kaidan con una sonrisa pícara, obligando al mayor a perseguirla. La persecución acabó con los dos tirados sobre la cama, riendo, y ahí fue cuando Shepard decidió tomar las riendas de la noche de una vez por todas. Fue una noche larga y, a la vez, corta. Shepard se acurrucó sobre el pecho de Kaidan, que ya dormía profundamente, y se dejó llevar por el sonido de su respiración, disfrutando del posesivo abrazo en el que se veía envuelta. Habían pasado dos horas escasas cuando el despertador de Shepard sonó. Lo apagó con pereza, cansada, deseando más que nada poder quedarse un rato más allí, en aquél remanso de paz en el que no había guerra, ni destrucción ni muerte. En el que todo lo que importaba eran Kaidan y ella, y nada más.
Pero no podía. El tiempo no se detendría por ella. Así que se levantó, y sin hacer ruido se fue directa a la ducha. Agua bien fría y un café y estaría como nueva. Al salir, recogió su ropa del suelo y se vistió. Kaidan seguía en la cama, ajeno a todo movimiento. Shepard pensó en despertarle, ¿pero para qué? Aún era muy temprano para la tripulación; que ella tuviera cosas que hacer no significaba nada. Así que salió de la habitación, echando un último vistazo a Kaidan, y la figura apacible y satisfecha del mayor, dormido en su cama, le dio ánimos para enfrentarse a un nuevo día.