[Simplemente Jean] Manos de santo | Havoc/Ed | Fullmetal Alchemist

Nov 16, 2008 19:29

Simplemente Jean
Título: Manos de Santo
Pareja: Havoc/Ed
Advertencias: Yaoi!! Lemon!! NC-17



Manos de Santo

-¡Maldito Coronel Mustang! ¿Pretendes hacerme viajar al otro lado de Amestris justo cuando acabo de llegar? -exclamó Edward, paseándose de un lado a otro del despacho del Coronel.- Estoy reventado, Mustang, esta mañana apenas podía mover el cuello -suspiró, dejándose caer en una de las sillas que había.

El Coronel Roy Mustang miró al alquimista con seriedad, sopesando sus palabras. Si Edward Elric se quejaba, era porque de verdad debía de dolerle. De no ser así, habría protestado, sí, pero nunca habría admitido en voz alta que estaba cansado. Quizá estaba sometiendo al muchacho a demasiada presión, con la carga añadida de su propia misión. Quizá.

-Tómate un par de días antes de partir, Acero -concedió él, a lo que Edward le miró extrañado.-Necesito que estés en perfectas condiciones, no me sirves de nada si estás lesionado. Vete a que te mire el quiropráctico, date un par de sesiones y lárgate.

El mayor de los Elric miró de manera desdeñosa a su superior.

-Para su información, señor, todos los quiroprácticos y las enfermeras con algún título de fisioterapeuta están colapsados de trabajo -argumentó Ed. Antes de ir a entregar su informe ya había tratado de conseguir a un especialista. E, incluso dentro de la misma central, todos estaban ocupados.

-Mierda -masculló Roy, revisando unos papeles del archivo. Entonces se oyeron unos golpes en la puerta y, tras ordenar el paso, el Alférez Havoc se cuadró ante sus superiores.

-Coronel Mustang, Mayor Elric -saludó con respeto.-La Teniente Hawkeye me envía a recordarle que en diez minutos tiene una reunión con el Generalísimo, Coronel Mustang.

-Está bien, ¡está bien! -exclamó Roy, irritado. Entonces miró al Alférez y un brillo de comprensión se reflejó en sus ojos.- Alférez Havoc, usted tenía el título de quiropráctico, ¿no es cierto?

-Así es, Coronel Mustang -afirmó Jean, extrañado.

-Muy bien, te voy a asignar tu siguiente trabajo: quiero que le de unas sesiones al Mayor Elric. Las que sean necesarias para que esté repuesto lo antes posible. Y deje lo que haya estado haciendo; comienza ahora -y dicho esto se fue, sin dejar opción a réplica. Entonces, ambos hombres se miraron durante un tiempo, sin saber que decir, hasta que Havoc decidió romper el hielo.

-¿Qué es lo que le ocurre, Mayor Elric? -inquirió, acercándose hasta el joven.

-Por favor, Havoc -advirtió él, con una mirada peligrosa.

-Perdona, Ed -rió Havoc-. ¿Qué te pasa?

-No es nada, tengo el cuello muy cargado. Sólo necesito descansar -intentó evadirse Ed. La mera idea de que Jean Havoc pusiera las manos sobre su cuerpo le perturbaba.

-Vamos, Ed, déjame hacer mi trabajo -insistió Havoc, posando una de sus manos en el cuello del chico. Un escalofrío recorrió la columna de ambos.- Lo tienes duro como una piedra -notó el Alférez.- Vamos, andando a la enfermería.

-¿Qué? ¡No-Havoc, espera! -gritó Edward, intentando librarse del más mayor. Sin embargo, Havoc tiraba de su brazo con fuerza y, por mucho que Ed se resistió, no logró soltarse del agarre.

-Adentro -sonrió Havoc una vez llegaron a su destino, encendiéndose un cigarro. Al abrir la puerta de la enfermería, notaron que ésta estaba desierta. Así pues, fueron hasta uno de los últimos cubículos y corrieron las cortinas una vez estuvieron dentro.- Desnúdate -ordenó Jean, con una media sonrisa, mientras él mismo se quitaba la chaqueta y se quedaba únicamente con una ajustada camiseta negra, que marcaba todos sus músculos. Edward tragó saliva. Mientras se deshacía de la parte de arriba de su ropa, Havoc se encargó de prepararle la camilla y agarrar el bote de crema.

Cuando estuvo listo, Edward ni siquiera esperó una orden: se tumbó boca abajo, sobre la camilla, apartándose el pelo del cuello, y esperó a que Havoc hiciera su trabajo. El cubículo olía a tabaco. Ed notó cómo le aplicaban calor en la zona adolorida y, de repente, unas fuertes manos comenzaron a masajear la zona. El joven alquimista contuvo un suspiro. La verdad es que Havoc sabía lo que hacía. Conforme el rato pasaba, el dolor comenzaba a remitir y quedaba sustituido por el placer que provocan los masajes bien dados. Y entre el calor y las manos del hombre sobre su espalda, Edward apenas era consciente de los suspiros y gemidos que escapaban de sus labios.

Sin embargo, Havoc oía perfectamente dichos suspiros, que estaban logrando erizar todo el vello de su cuerpo. Siguió masajeando la zona adolorida, tragando saliva al oír un nuevo gemido, esta vez más fuerte. Realmente no sabía lo que le ocurría, ¿por qué escuchar al muchacho le perturbaba tanto?

-¿No se da cuenta de cómo está gimiendo? Me recuerda a una chica con la que salí, Ithil, una rubia que estaba buenísima -pensaba Havoc, mientras continuaba con su labor-. Hacía los mismos sonidos que Edward cuando nos acostábamos… un momento, ¿Ed está gimiendo en plan sexual?

Este pensamiento alarmó a Havoc. Definitivamente, Edward estaba emitiendo unos gemidos de lo más sexuales. Totalmente eróticos.

-¡Arg! ¿Desde cuándo me parecen eróticos los gemidos de Ed? Ni hablar, sólo me parecen… extraños. De ningún modo me resultan eróticos ni estimulantes. Y eso que noto ahí abajo NO es una erección. Definitivamente, NO lo es -trataba de convencerse inútilmente Havoc. Sin embargo, la presión en sus pantalones indicaba todo lo contrario.

-…vale, sí, es una erección -suspiró Havoc, resignado.- ¡Pero cualquiera se excitaría al escuchar esta clase de sonidos! Además, esto tampoco significa que yo esté disfrutando del masaje. Quiero decir, no es como si realmente disfrutase de poder tocar la fuerte espalda de Edward… aunque para ser tan joven está muy… trabajado. Mmm… ¿y todas estas cicatrices? Pobre, debe de haberse sometido a un entrenamiento muy duro. Me gustaría poder… ¡¿pero qué demonios estoy pensando?!

Ligeras gotas de sudor recorrían el rostro de Havoc. Le estaba costando, pero comenzaba a admitir que quizás estuviera ligeramente interesado en el alquimista. Puede que, quizás, sí que estaba disfrutando del masaje. Qué diablos, lo estaba haciendo. Quería seguir recorriendo su cuerpo, y no quedarse sólo en su espalda. Pero sabía que no podía. El último cigarro hacía tiempo terminado; sin embargo, por nada del mundo separaría las manos de ese cuerpo. La terapia continuó, y mientras que quedaba más que claro que Edward estaba disfrutando como nunca en su vida, pues ya no hacía intento alguno por contener los gemidos, Havoc estaba siendo sometido a la peor de las torturas. Oír, precisamente, los suspiros del menor.

-Qué escandaloso es, por dios -pensó Havoc, frustrado. ¿Es que el chico no era consciente de lo que le estaba provocando?- Si existe dios, por favor que pare este tormento. No puedo tocarle, no puedo tocarle…

-Ah, Havoc… -susurró Edward, sorpresivamente.-Tienes manos de santo -gimió. Este comentario sobresaltó al Alférez.

-¿Manos de santo? -pensaba Havoc, frustrado.- Si tan sólo pudiera, te demostraría todo lo que estas manos de santo son capaces de realizar.

-Aaah, Havoc, ahí, justo ahí… -volvió a gemir. Y Havoc se juró a sí mismo que, si el joven volvía a gemir su nombre de una manera tan incitante, saltaría sobre él.- Havoc, que bien lo haces…

Dicho y hecho. Eso fue más de lo que el autocontrol de Jean pudo soportar. Bruscamente, separó las manos de Ed, quien se giró para preguntarle qué ocurría. Sin embargo, ninguna palabra llegó a salir de su boca, pues Havoc las acalló todas con un furioso beso. Con fuerza, se subió él también a la camilla, quedando encima de Edward, y comenzó a acariciarle el torso, recorriéndole con sus grandes manos.

-¿Eso piensas? -susurró en su oído, tras terminar el beso que dejó sin aliento al Elric.- Te voy a demostrar que mis manos no son tan santas como crees -añadió, mordisqueando el lóbulo de Edward.

-Mmm... Havoc, ¿qué coño…? -trató de preguntar Edward, frunciendo ligeramente el ceño; sin embargo, un nuevo beso, esta vez más desesperado, le impidió continuar.

-Tú has empezado esto, pequeño -le recordó Jean, impidiendo que Edward protestase por el apelativo mordiéndole el labio inferior- con todos esos gemidos tan eróticos. Ahora, hazte cargo de las consecuencias.

Edward no podía pensar. Su cabeza intentaba advertirle de que aquello estaba mal, le gritaba que era incorrecto. Sin embargo, las manos del Alférez recorriendo su pecho, endureciendo sus pezones, y el trabajo que su lengua hacía en su cuello, se ocupaban de acallar cualquier protesta que Ed pudiese llegar a pensar.

Mientras tanto, Havoc devoraba ansiosamente cada centímetro de piel que se ponía a su alcance. Besó nuevamente la boca del chico, quien con cada caricia se volvía más y más participativo, y fue descendiendo lentamente. Repartió besos y mordiscos por doquier, hasta llegar a la zona donde automail y cuerpo se unían. Con suavidad, empezó a besar los bordes, aprovechándose de las zonas más sensibles y logrando arrancar un suspiro de sorpresa del alquimista.

-Esto… no está bien, Havoc -intentó resistirse Edward. Poco a poco, era más consciente de lo que estaba sucediendo. Sin embargo, Jean no se detuvo.

-Sólo me detendré si me lo pides -declaró el mayor, dándole así a Edward la posibilidad de decidir. Y Edward se dio cuenta de que, por nada del mundo, quería que parase; así que agarró el cuello de la camiseta de su compañero y, de un tirón, lo puso a la altura de su cara.

-Ni se te ocurra -ordenó con voz ronca, comenzando él mismo un desesperado beso. Pillando desprevenido a Havoc, introdujo ambas manos por debajo de la camiseta y comenzó a acariciar con pasión el pecho y la espalda del hombre. Al contacto con el frío automail, Havoc emitió una exclamación que quedó ahogada dentro de sus bocas. Aprovechando ese momento de debilidad, Ed invirtió los papeles y quedó recostado sobre el pecho de Havoc

El joven alquimista empezó a tirar de la camiseta del militar, arrancándosela casi literalmente. Con un movimiento de caderas, Edward hizo rozar sus erecciones, haciendo que la mirada de Havoc se nublase por el deseo. Con pasión mal contenida, comenzó a besar y morder todo el pecho de Jean, dejando una serie de marcas rojas que tardarían en borrarse. Havoc se dejaba hacer, ahogando gemidos de placer mientras enredaba las manos en el pelo de Edward. Sin embargo, cuando el menor se acercó a su apretado pantalón, Havoc consideró que ya se había dejado lo suficiente y volvió a cambiar las posiciones.

-No pienses ni por un momento que vas a tomar el control de esto, pequeño -gruñó Havoc, cerca de su oído.

Por toda respuesta, Ed movió nuevamente las caderas, creando más fricción. Havoc jadeó.

-¿Estás seguro? -le retó Ed, clavándole los colmillos en el cuello hasta que salió un hilillo de sangre. Luego, se dedicó a lamer la herida, deleitándose con el sabor metálico de la sangre. En otra situación, habría jurado que hasta la sangre del Alférez contenía nicotina; era adictiva.

-Completamente -reafirmó Havoc, mordiéndose ligeramente los labios

Edward intentó protestar, pero no llegó a hacerlo porque la mano de Havoc ya había hecho su camino por debajo de los pantalones, y acariciaba su miembro sobre la tela del bóxer. Mientras Edward se perdía en esas caricias, Havoc había logrado deshacerse de los pantalones del chico y se dispuso a hacer lo mismo con el resto de su ropa. Ed ahogó un jadeo cuando sintió cómo le quitaban los bóxers, gritando al sentir la mano de Havoc envolverse alrededor de su erección y comenzando a masturbarlo. Conforme el ritmo aumentaba, los gemidos del alquimista se hicieron más audibles.

-Ahh… Havoc, joder, me voy a… -murmuró, con los ojos cerrados y la frente perlada de sudor.

-¿Quieres llegar hasta el final? -preguntó Havoc, jadeando. Ver al chico en aquel estado febril, retorciéndose de placer por él, estaba llevándolo al borde de un colapso.

-Oh… joder, eso ni se pregunta -respondió Edward, entrecortadamente.

Havoc no se lo pensó dos veces, y retiró la mano del miembro de Ed haciendo que éste emitiera un sonido de protesta. Con rapidez, se deshizo de sus propios pantalones y una vez estuvo desnudo, pegó su frente a la del joven y le besó. Fue un beso profundo, con el que Havoc quería transmitir al chico que tendría cuidado. Las manos de Edward buscaron la suyas y, tras romper el beso, se dedicó a lamer y besar cada uno de sus dedos, humedeciéndolos. Jean jadeó, retirándolos, y se dirigió hacia la entrada del joven. Ed ahogó un quejido cuando los dedos de Jean se abrieron paso por su entrada, pero poco a poco comenzó a acostumbrarse a la sensación. Cuando Havoc le notó preparado, sustituyó los dedos por su propio miembro y le penetró, lentamente, sintiendo como su compañero se tensaba.

Edward se aferró a la espalda de Jean, clavándole las uñas. Havoc, cuidadosamente, comenzó a repartir ligeros besos por el cuello del chico, buscando relajarle.

-Muévete -ordenó Ed, mordiéndose los labios. Sin necesidad de otra palabra, Havoc comenzó a moverse dentro de él, lento al principio. Conforme los gemidos de su amante se hacían más audibles, Jean aumentó el ritmo, penetrándole más profundamente cada vez. El calor era palpable en el ambiente y las embestidas adquirían un ritmo cada vez más frenético hasta que, Havoc primero y Edward al sentirlo, alcanzaron el orgasmo.

Jadeando, Jean se dejó caer encima del joven, dándole un profundo beso. Lentamente salió de dentro suyo y se hizo a un lado, alcanzando con una mano el paquete de cigarros que había en el suelo. Con parsimonia sacó uno y lo encendió, al tiempo que se levantaba y comenzaba a vestirse.

Edward iba a imitarle cuando le oyó tararear.

-Mi corazón babea a popa, no se dónde está mi ropa, la habré perdido junto al miedo…

Elric rió.

-¿Siempre cantas después de acostarte con alguien? -preguntó, con una media sonrisa.

-Sólo cuando el orgasmo ha sido tan increíble -respondió él, al tiempo que le guiñaba el ojo. Edward gruñó, tratando de ocultar su sonrojo mientras se ponía la camiseta.- Por cierto, me ha dado la sensación de que tu cuello aún no estaba curado, creo que vas a necesitar más sesiones.

-Yo creo lo mismo -asintió Ed, sonriendo, mientras se encaminaban a la puerta de la enfermería; ambos esperando el momento en el que aquellas sesiones volvieran a repetirse.

EPÍLOGO:

Horas después, Havoc salía de la ducha de su pequeño apartamento. Con una toalla en la cintura y el cuerpo húmedo, se dirigía hacia el armario de su habitación cuando al pasar por delante del espejo del baño algo en su espalda le hizo detenerse.

-¡Maldito Elric! ¡Me ha dejado la espalda hecha un cuadro! -gritó frustrado.- Voy a tener que decirle que, o deja de arañarme, o se pone uñas en el automail. Cualquiera adivinaría con quién me acuesto sólo con verme la espalda.

Y se dio la vuelta, de camino al dormitorio, luciendo una espalda marcada por las uñas en un solo lado.

Crossposteado en fma_esp y jean_havoc_esp

longitud: one shot, simplemente jean, fic, fandom: fullmetal alchemist, personaje: jean havoc, personaje: edward elric

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