"Todo esto que hago, poner límites, es para protegerme. Deberías hacer lo mismo..."
Cosas que pasan, ¿no? La palabra del año es "límite", y es algo que no conozco.
En un afán weón de querer agradar siempre, de querer "llegar más allá y darlo todo", siempre trasgredo mis límites. Ya sea bajo la premisa y la idea ilusa de querer ser valorado, me paso por encima a mí mismo, igual que el Mario que le tira la concha a otro Mario, y salgo cagando de la pista.
No es realmente gracioso.
No, cuando la persona que quieres, y quien se ha transformado en tu familia, -porque básicamente la mamá es una ilusión bonita que se perdió en las vueltas de mi transición-, que esta persona te diga esto es heavy.
Sí, soy del tipo "lo doy todo por quien amo". Paja. Ahí me desdibujo con el pesar de mi alma. Mi terapeuta me ha dicho esto tantas veces, pero me cuesta detectar mi propio patrón, y pararlo antes de demolerme.
Por ejemplo,
"¿esto (la situación) me haría cansar más?
¿me dolería faltar a X por hacer esto otro?
¿eres estrictamente necesario para esta actividad?
¿esto me hace feliz?
¿quiero realmente hacer esto?"
Pero no, generalmente mi boca se apura en decir "Sí, démosle" y chao.
Camila me dice en medio de una conversación muy sentida, muy dolida además por parte de ambos: "Todo esto que hago, poner límites, es para protegerme. Deberías hacer lo mismo...", y me quedo de una pieza.
Lógico.
Las expectativas que a veces tengo son las de un " lo siento, en verdad nanai, mira te voy a hacer caso, entiendo lo que me dices, etc", pero OBVIO no es así la cuestión. Porque dejé que pasara por encima mío desde el principio, por darle en el gusto, por ofrecer incluso mi casa y mi espacio para que lo ocupáramos les dos, pero ahora la cosa es asimétrica.
Más weón.
Sé que debo poner límites, y ella me lo dice de la mejor forma.
Pero no me agrada para donde va todo esto.
Ni conmigo, ni con Camila.