Apr 02, 2015 01:07
Hoy acompañé a mi madre a su primera sesión de terapia con sicóloga.
Fue horrible.
No puedo profundizar mucho más por ahora porque básicamente estoy hecha pebre, emocionalmente hablando. Intelectualmente hablando, me fui a la mierda, no tengo recursos. Físicamente no tengo fuerzas, y siento como si me hubiera pasado un camión por encima.
Había aguantado la terapia todo el rato, mientras mi madre se explayaba con ciertas cosas que siente, que piensa respecto de mí. Primero explicaba todo de forma más o menos calmada, después argumentó de manera más acalorada, y empezó a hablar de mi relación con Elisa, que todo en mi vida está bien, que no hay atado, que para qué me preocupo de ella. Que ella no me importa.
Y ahí me quebré. Me fui a la mierda. Mi vieja me miraba de lado, diciendo "que llore, le hace bien, si ella no tiene problemas". La sicóloga le decía que me estaba haciendo daño, que eso demostraba que yo estaba afectada por todo esto, que necesita terapia, que necesita conversarlo, a pesar de tantos años con depresión.
Me sentí sola. No sola respecto de Elisa, o en mi vida, me sentí abandonada por ella. Suena egoísta, puede ser, lo admito, me he vuelto una persona más narcisista, más enfocada en mi propio bien, y de paso, he ido tratando de dejar de lado cosas que me ocupen mucho tiempo, para poder estar para Elisa, para mi casa, para mi madre también... pero ahora fue como un golpe bajo. Mis respuestas la dejan enojada, siente rabia de lo que he decidido, de las cosas que le digo, y no sé qué demonios decirle para que esté mejor. ¿Qué hacer? Pues claro, ir a verla, estar ahí, conversar, en una ciudad que está a kilómetros de la mía, de mi hogar, de mis actividades.
Quedé hecha pico. Llore el último rato en que estuvimos con la sicóloga tratando de convencerla de que tome una hora con ella, para continuar, y mi vieja se negó a hacerlo. Lloré de vuelta a casa en el auto de mi madre, porque no me podía el dolor del pecho, la angustia. Lloré al bajar del auto, tras ver que mi mamá se iba a su casa (su puta casa que queda a la mierda, lejos, lejos, en el espacio y en el amor), lloré sentada en un banquito, lloré en mi departamento, en los hombros de Elisa...
No sé si mi madre quiera seguir con la terapia. Todo indica que no. Y con eso cierra las puertas que le abro, con las que trato de ayudarle (me).
Y yo quedé a tres galaxias de distancia de ella, al menos por hoy y probablemente, mañana, cuando me toque ir a kendo, a combatir con hombres enormes, y con suerte tenga fuerza para levantar el shinai.