Feb 28, 2007 21:33
Hoy K. se fue a Concepción. Esto traerá para mi varias consecuencias inmediatas y naturalmente implicancias afectivas sobre las que no voy a referirme ahora. En lo práctico para el uso de LJ, implicará en mi un retroceso tecnológico o más bien una vuelta ala realidad tecnológica tercermundista que hace tiempo caracteriza esta parte de mi casa. Implica naturalmente una mayor dificultad para subir fotos, imposibilidad de ver videos y una evidente demora en la descarga de los archivos y, lo que no es ni necesario mencionar, un evidente "gallito" de fuerzas entre mi paciencia y el rendimiento de este aparato.
Como el bus partió temprano, aproveché de hacer algunas cosas alrededor. Hice hoy dos colas. Ambas veces fui el primero en hacerla y, en ambas ocasiones , llegó la típica vieja chilena (hago el enfasis en la nacionalidad solamente por experiencia y no excluyo la posibilidad de que este especimen exista también en otros países. El apelativo manifiestamente peyorativo de "vieja" es precisamente para diferenciarlo de las distinguidas damas y señoras que no podría decir esta ciudad carezca.) que al verlo a uno más joven esperando igual que ella, se atribuyó el derecho de adelantarse.
Inicialmente, estoy frente al correo desde las 8:25. Era más sensato esperar a la hora de apertura (9:00) pues igualmente tendría que ir pronto al correo, llevaba conmigo dos periódicos y un libro y además estaba en un asiento techado ¿Qué más pedir? Así, decidí esperar. Llegó después otra gente (tres hombres) quienes al intentar entrar, se les dijo que aún faltaban unos minutos para la apertura de la oficina. Al verme también esperando la apertura, me hicieron alguno de esos comentarios ociosos que se suelen hacer cuando uno tiene que esperar y ve a otras personas también esperando. Normalmente me parece se hace para no sentirse como el único gil que espera. Un pauperrimo consuelo, pero consuelo al fin.
Dos minutos para las nueve, llega una de estas viejas chilenas y hace la astuta pregunta al ver que los demás también estamos fuera de la oficina parados con alguna carta "¿Todavía no abren, verdad?" En esa pregunta , aprovecha para ponerse justo delante de la puerta y apenas se abre la puerta, llega a correr para llegar al único funcionario que atiende. (Los demás caballerosamente no trataron de adelantarse)
Bueno, unas cartas no más. No tenía animos para discutir por eso. Voy a comprar algunas semillas y otras cosas que me encargaron. Voy al paradero del bus alimentador que está cerca de la Usach. Caminando por Ecuador adelanto a una mujer que coincide con este estereotipo (descripción más adelante) Llego al paradero. El bus debe haber pasado hace poco, pues soy el único. Unos instantes más tardes llega esta mujer que, al verme frente al paradero, se coloca delante mio. Unos minutos después llega otra señora con la misma actitud de "¿Aquí es el paradero?" y aprovecha de colocarse detrás de la señora, relegandome a un tercer lugar que al momento de subir al bus, naturalmente no ejercí, mirando fijamente a las fulanas maleducadas. ¡Si no se dieran cuenta, pasaría! pero si apenas hecho eso, uno las mira a los ojos y tratan de no mirarlo a uno, de esquivarlo (en buen chileno "de hacerse las lesas") uno se da muy bien cuenta de que son plenamente conscientes de su actitud.
Son detalles sin importancia. Naturalmente, pero resulta que si las personas "sin importancia" se comportan así en actitudes "sin importancia" ¿Que cadena se está creando? Con todo, mi estimulo al escribir al respecto no era tanto el discurso moralista urbano, sino el advertir que esas viejas curiosamente tienen tantas cosas en común que hasta casi se podría decir que es posible distinguirlas de antemano.
Casi todas llevan una blusa blanca o vestido blanco con cuello puntiagudo estampado con florcitas. Llevan casi siempre el pelo mal teñido, de manera que se notan las canas. Casi todas tienen una manifiesto sobrepeso. Abundan entre ellas las pinochetistas y en sus conversaciones habituales (debería agregar una aparente sordera porque hablan de manera que todos las terminan escuchando ) si no hablan de los programas de televisión de la farandula local, hablaran de sus parientes y más especialmente de sus hijos. Es muy raro que lleven el pelo suelto, normalmente está semitomado o lo usan corto con permanente. Usan lentes de sol graaaandes que le cubren casi toda la cara. A pesar de que hay asientos desocupados siempre que andan en grupos, prefieren sentarse separadas por el pasillo, sentadas , precisamente en el asiento del pasillo y hablando de un lado al otro de la micro, sin dejar libre la ventan y molestando (porque nunca se van a la parte de atrás del bus ni tampoco se bajan por atrás, dificultando a los pasajeros que quieren subir) a quienes quieren pasar, pues normalmente además van acompañadas de bolsas de plástico y carteras de cuero. Rarísima vez (demasiado rarísima) llevan un libro consigo y si lo hacen (lo que es tan extraordinario que practicamente merecerían colocarse fuera de esta clasificación) será generalmente de Isabel Allende (casi siempre con el marcador en las primeras páginas) Paulo Coelho o Dan Brown... zamarrean a los hijos cuando los llevan consigo y en sus conversaciones suele escucharse "roto, ordinario, picante, último..." No es conveniente empezar una discusión con ellas (a veces son de garabato fácil y siempre la culpa es de los otros) y compadezco al ingenuo que se ponga a intentar discutir con ellas algún político, pues lo no escuchará y lanzara una perorata quejona-incoherente-desinformada.
Ya. No es tan interesante tampoco. Lo que si, ahora estoy más desahogado.