Ya sé que es tarde (finales de febrero) para colgar la lista de la mejor música del 2007 (según el que escribe). Por si alguien me cree, la tenía definida desde finales de febrero. Pero mi tiempo es escaso y he acabado dejando pasar dos meses. Sea como sea, aquí está la lista. Dudo que a alguien le sorprenda ver a Iron & Wine en primer puesto: desde el primer momento en el que escuché The Shepherd's Dog, supe que era mi disco del año. Ahora bien, quiero mencionar cuatro discos que se han quedado fuera y por qué. No he puesto The Magic Position (Patrick Wolf) porque no cabía. Sound of silver (LCD Soundsystem) tampoco cabía... y me daba mucha pereza incluirlo, todo sea dicho. White Chalk (Pj Harvey) no me ha enganchado tanto como intuí que me engancharía en la primera escucha. Y, para acabar, Kala no aparece porque MIA es una hortera al nivel de Camela. Una vez hechas estas aclaraciones, prosigamos con la lista en cuestión...
20.
Half Cousin
Iodine
Iodine es el álbum que múm habrían firmado este año si, queriendo alejarse de su imagen dulce, hubieran escuchado más a Hood. Aunque lo cierto es que Half Cousin trascienden etiquetas (¿electro-pop? ¡y una mierda!): sus canciones buscan continuas vías originales para hacer mella en quien escucha. Y a fe que lo consiguen.
19.
The Tough Alliance
New Chance
En los últimos años, los ochenta se han recuperado desde la vertiente goticosa (es decir: Siuxsie, The Cure, etc) o desde La Movida (es decir: Derribos Arias, etc). The Tough Alliance vienen a abrir una nueva vía de homenaje que pasa por las percusiones petardas y los sonidos deliberadamente horteras. Sorprendentemente, el resultado es un álbum fresco y vital que no da signos de desgastarse fácilmente.
18.
Midnight Juggernauts
Dystopia
En un año en el que Daft Punk han sido reivindicados (por no decir plagiados) de forma directa e indirecta, se agradece un grupo que aborda la influencia electrónica de los franceses sin las pamplinas de Kanye West ni el auto-bombo de Justice. Sí, b tienen los bajos rítmicos y el aire de disco setentero del Discovery. Pero también tienen temazos contagiosos como Into the galaxy o Road to discovery. Definitivamente, tienen mucho más que otros. Por desgracia, esos otros han sonado con más frecuencia.
17.
The Sea and Cake
Everybody
Everybody es un disco de pop entendido desde la sensibilidad bossa y desde el gusto por un jazz amable. Everybody es pura delicia para los aficionados al pop que busquen nuevas vías. The Sea and Cake vienen a probar lo que siempre se ha sospechado: que sin muchas pretensiones se consiguen resultados mucho más interesantes que cuando se apunta demasiado alto.
16.
Battles
Mirrored
La sorpresa del año. Battles consiguen que la voz pierda su expresión lingüística para convertirla en una textura de sus canciones. Suenan a laboratorio de sonido habitado por cuatro profesores chiflados a los que se les escapan continuas genialidades. Todavía no me he recuperado de la primera escucha de Atlas. Ni de su infeccioso e impactante directo. Y puede que, con un poquito de suerte, no me recupere nunca.
strong>15.
Bill Callahan
Woke on a whaleheart
Bill Callahan abandona el nombre de (smog) para firmar su nuevo trabajo. ¿Por qué? Escuchando Woke on a whaleheart es más que evidente que ha abandonado los ambientes viciados, deprimidos y (deliciosamente) deprimentes para explorar un folk-pop de raíces norteamericanas. Algo que no te sorprendería escuchar un domingo por la tarde en el porche de tu casa (si tuvieras porche, que va a ser que no).
14.
Róisín Murphy / Kylie Minogue
Overpowered / X
Pareja de divas. Imposible poner una por encima de la otra: ambas han firmado discos que las hacen brillar en la pista de baile. Puede que el de Kylie sea más redondo y con menos altibajos, pero es que el de Róisín Murphy contiene trallazos incontestables de la talla de You know me better o Cry baby. Sea como sea, ambas se han confirmado como reinas del pop. A la mierda con las nuevas generaciones. ¿Quién quiere una Christina Aguilera cuando tiene a estas dos?
13.
Okkervil River
The Stage Names
Por ahí llegué a leer que Okkervil River habrían accedido al público masivo si Spoon no hubieran escupido el Ga Ga Ga Ga Ga (o como se llame). Pues, ¿qué quieren que les diga? A mí el último álbum de Spoon no me dice nada y, sin embargo, The Stage Names me descubre nuevos recovecos repletos de chicha a cada nueva escucha. Será que soy un snob y me gusta que las letras digan algo inteligente.
12.
Beirut
The Flying Club Cup
Sí que es cierto que si The Flying Club Cup incluyera Elephant gun, muy probablemente estaría un par o tres puestos arriba en este ranking. Pero al segundo álbum de Beirut le sobran canciones redondas: Nantes, Cliquot, Cherburg, St. Apollonia... ¿Que todas suenan a francés? Será porque el corazón de influencias de Zach Condon ha viajado de los balcanes a la chanson. Y le sienta más que bien. A este paso, el chaval va a ganarse lo de geniecillo.
11.
Arcade Fire
Neon Bible
Salió Neon Bible. Era un álbum esperado como agua de mayo y, aunque recibió serias críticas, lo defendí a capa y espada. Tres meses después, descubrí que no lo escuchaba casi nunca, así que empecé a plantearme si era tan defendible. Entonces los vi en directo (en Amsterdam) e hicieron que tocara el cielo. La próxima vez que escuché Neon Bible, todas las canciones habían ganado en amplitud y, sobre todo, en profundidad. Ahora vuelvo a escucharlo con frecuencia. Y siempre duele igual. Eso es bueno.
10.
Elvis Perkins
Ash Wednesday
While you were sleeping es posiblemente mi canción del año, con esa evolución pluscuamperfecta que juega a un equilibrismo en el que, al mismo tiempo añade (capas de sonido) y desnuda (emoción pura). Le sigue All the night without love y, para cuando quieres darte cuenta, ya ha puesto alas en tu corazón. Als que te acompañañ durante el resto de un álbum precioso. Sí, precioso. Y no es nada negativo afirmarlo.
9.
La Casa Azul
La revolución sexual
Guille Milkyway hacía pop piruletero y fue la avanzadilla de una generación que revalorizó las chapitas. Hoy por hoy, Guille Milkyway sabe que la inocencia pop no es suficiente y se/nos propone La revolución sexual. Es una revolución que pasa por una ingeniería de sonido inteligente a medio camino entre el nippon-pop y el pop de divas de toda la vida. Pero donde brilla especialmente Milkyway es en unas letras que retratan a la perfección las neurosis de esa generación que ha substituido las piruletas por pastillas para dormir.
8.
Bonnie 'Prince' Billy
Ask forgiveness
Si hay alguien que piensa que Bonnie 'Prince' Billy está en esta lista porque soy un fan fatal, es porque no ha escuchado Ask Forgiveness. Puede que no sea más que un EP, pero en éstas ocho canciones quedan empaquetados muchos minutos de todo aquello que ha hecho grande a Will Oldham: melodías crepusculares, voces cansadas pero intensas... y letras que supuran melancolía y decepción. Porque por mucho que las letras no sean suyas (todos los temas son versiones), las conduce hacia donde le interesan. Hacia su terreno.
7.
Michael Cashmore
The snow abides
Tener a Antony (sin los Johnsons) de colaborador en un disco está de moda. Pero si hay alguien que está fuera de toda moda, es Michael Cashmore, miembro habitual del grupo que arropa a ese trobador de la desgracia que es David Tibet (Current 93). En solitario, Cashmore firma una preciosidad de corta duración en la que se contiene la ligereza de un copo de nieve en su caída. Pero también contiene su gelidez. Y su melancolía.
6.
Bat for lashes
Fur and gold
Fur and gold es un disco que suena a clásico de forma inmediata. Parece imposible que sea un álbum de debut. Igual que parece imposible que unas niñas vestidas de indias puedan llegar a tal nivel de virtuosismo a la hora de enfrentarse a un puñado de composiciones a medio camino entre los experimentos de Björk y la fuerza rotunda de la PJ Harvey menos roquera.
5.
Jens Lekman
Night falls over Kortedala
Si el pop fuera valorado en su justa medida y no como un arte musical menor y facilón, Jens Lekman sería el puñetero rey. Porque lo que hace el sueco no tiene nada de "menor" y, mucho menos, de "facilón". Night falls over Kortedala olvida por un momento las palmadas de su anterior disco para investigar en la dirección de melodías setenteras que bién podrían surgir del corazón de un Xanadú en el que por las calles sonase Burt Bacharach.
4.
Low
Drums and guns
Posiblemente el disco más olvidado (injustamente) a la hora de recopilar lo mejor del año. Cuando se pasaron a un pop-rock escoradamente luminoso, el público protestó y la crítica bostezó. Y ahora que vuelven a escarbar en la mugre de sus propias heridas, parece que a todo el mundo le da igual. A mí no. A mi Dragonfly y Murderer me hacen llorar. A mí Drums and guns al completo me emociona y me rasca el fondo del estómago de forma dulce pero inquietante.
3.
Amy Winehouse
Back to black
Sí. Debería haber estado en la lista del 2006. Pero si el resto del mundo puede poner a Amy Winehouse en sus listas del 2007, yo también. Sobre todo, porque es raro que un álbum te "acompañe" durante todo un año sin dar síntomas de agotamiento. El soul-pop de la nueva diva británica sigue brillando en todo su apogeo, lubricado por una voz prodigiosa y por unas melodías que redefinen el concepto de "pegadizo". Además, la Winehouse puede jactarse de haber firmado una de las canciones más tristes de la década: Back to black.
2.
Panda Bear
Person Pitch
Sonará a oportunismo ahora que todas las listas lo han situado en los primeros puestos de lo mejor del año. Y aunque no es así, me gustaría tener alguna forma de probar que ya allá por el verano del año pasado yo intentaba que todo aquel que estuviera a mi alcance le diera una escucha a este onírico experimento en el que la música de los Beach Boys se embarca en un pausado viaje de ácido. Recomendación: escucharlo por la calle en un día soleado y disfrutar del cambio de ritmo entre el exterior y el interior.
1.
Iron & Wine
The Shepherd's dog
A esto se le llama crecer. O evolucionar. Según a quien preguntes. Lo que es incuestionable es que Sam Beam se ha pasado por el forro las expectativas de un disco emocional de folk desnudo. Hay emoción para dar y tomar, eso sí. Pero el folk desnudo ya lo sublimó en el excelente Our endless numbered days. The Shepherd's Dog va de otra cosa: va de añadir exhuberancia y progresión a las melodías. Va de añadir para, al final, conseguir el mismo grado de desnudez emocional. Va de no hacer siempre lo mismo. Hay muchos artistas que deberían tomar nota.