//COMICS + CINE: Persépolis ¿Será que el tópico de "el libro es mejor que la película" empieza a mutar en "el cómic es mejor que la película"? Teniendo en cuenta que la cartelera de los últimos años se ha visto asediada, una tras otra, por adaptaciones mediocres de cómics (algunos mejores, otros peores), sorprende ver que la adaptación que por fin accede al gusto de la crítica resulte ser el epítome del concepto blockbuster: Persépolis. Llegó a España tras acumular premios internacionales. Y, como en muchas de las ocasiones que un film adquiere una resonancia atípica, la sensación tras abandonar la sala es de pequeño y frustrante "bluff". El principal problema es que los directores (Vincent Paronnaud y la misma autora del cómic original, Marjane Satrapi) se obstinan en hilvanar la apasionante historia original en una historia lineal. Si hay algo apasionante en el cómic de Satrapi es su capacidad para conseguir que la cabeza del lector monte la historia general a partir de múltiples historias diminutas: los capítulos, de escasas páginas, nunca pasan de una aventura anecdótica que, de alguna forma u otra, remite a un retablo de dimensiones mucho mayores que nunca se muestra directamente, sino que se da por supuesto que es el lector quien está juntando las piezas en su cabeza para formarse una idea de conjunto. La película, por el contrario, prescinde de los trozos de vida del formato original para plantar delante del espectador un argumento lineal, plano y sin brío. Además, los pasajes en color (¿el presente?), que deberían hilvanar el resto de pedazos narrativos en blanco y negro (ahora sí: el pasado), molestan por su inconcreción y ambigüedad. De esta forma, al prescindir de las pinceladas como herramienta narrativa y optar por la brocha gorda, el film pierde el mundo de matices que convierten a Persépolis (cómic) en una experiencia deliciosa (aunque ligeramente más pálida que sus hermanos mayores también surgidos de esa comuna de autores de cómics que es L'Association, especialmente si se le compara con La ascensión del gran mal de David B.). Por suerte, el film conserva el magnetismo de las imágenes en blanco y negro: lo que en el cómic era una habilidad magistral para la composición de la página y el volumen de las formas en blanco y negro, en el film se redondea con una animación fluida y expresionista en el que algunos personajes incluso se mueven como sombras inquietantes y amenazadoras (en una sublime metáfora de lo que representan: las guardianas de la revolución). También puede ser que esta comparativa que frustró mi visionado del film nazca en el hecho de que fui al cine un par de días después de haber acabado de leer el cómic de Satrapi: dicen que hay que dejar reposar el original antes de enfrentarse a cualquier adaptación... Sea como sea, no puedo quitarme de encima la engorrosa sensación de que Persépolis (film) no es más que un parco consuelo para aquellos a los que les da pereza enfrentarse al inolvidable Persépolis (cómic).\\