Siempre me he jactado de tener una muy buena memoria; sin embargo esto a veces no es una cosa tan buena como uno podría pensar.
Regresemos un poco, a fin de tener contexto y que esto tenga sentido. En alguna de las últimas entradas de este journal en 2011 intentaba justificar mi ausencia escrita diciendo que a veces era más fácil escribir algunas cuantas palabras crípticas en Facebook o Twitter que tener que ahondar en los recovecos de mi mente por aquí. Curiosamente, en el último par de meses la función de "memories" de Facebook me ha vuelto a mostrar algunos de esos "estados" tan crípticos a los que me refería y encuentro que en muchos de los casos puedo recordar claramente qué era lo que pasaba por mi mente o por qué había escogido ciertas palabras tan cuidadosamente - llegando incluso a experimentar la misma emoción como si el tiempo no hubiera pasado. "Hay noticias que a uno no debieran darle en ayunas", por ejemplo me devolvió el mismo balde de agua fría que experimenté la mañana de jueves que el GD me anunciara que se casaría. Pero bueno, estoy empezando a desviarme del tema.
El punto es, hay una cierta intencionalidad en eso que publico y pareciera que por eso es más fácil de recordar. Sin embargo, ayer me encontraba inmersa en la mundana y nada placentera tarea de realizar mi reporte de gastos y revisando los miles de papelitos y papelotes dentro de mi cartera me encontré con un bendito ticket de Walmart, con dos artículos únicamente: un paquete de pingüinos y unas velitas de cumpleaños. No hizo falta ni siquiera revisar la fecha para recordar la noche en que fui a comprarlos, la ilusión (¡por dios! ¿cuantos años quedamos que tengo?) con que esperé la media noche para encender la velita, o la foto que tomé, o la primera mordida al pastelito que pareciera una decisión tan intrascendente pero detrás de la cual hubo tanta deliberación.
Adelantemos algunas horas hasta hoy en la mañana, que Spotify decidió que era buena idea mostrarme las canciones que he escuchado este año y esta década. Se asoma mi lado cursi (Love of my Life), mi lado nerd (Hamilton), mis placeres culposos (demasiados para enumerarlos) y el soundtrack de mi corazón roto (Adele, por supuesto). No puedo evitar, sin embargo, notar que esa playlist no denota en lo absoluto la que fuera la presencia más relevante de este año.
Así que ahora me encuentro aquí, sentada, tratando de decidir qué significa eso. Y no, todavía no acabo mi reporte de gastos.