De: Amigo Invisible
Para:
1dream_on |Título: Fall to pieces
|Fanwork: fanfic + fanmix
|Personaje/pareja(s): Blaine Anderson, Klaine
|Rating: PG-13
|Resumen: La primavera y Blaine nunca se ha llevado bien. Por lo que permanecer en casa no parece del todo malo, bueno eso hasta que decide adelantar la limpieza típica de esa temporada.
|Disclaimer: Nada es mío, todo es propiedad de RIB, sólo los tomé prestados un ratillo.
|Advertencias: ligeramente AU, angst con toques de algodón de azúcar.
|Notas: Todo lo mencionado en este fanfic sobre lo sucedido con Blaine en el Sadie Hawkins viene de mi headcanon.
Fall to pieces
***
Esta estación del año en particular, nunca ha sido la favorita de Blaine; todo el polen flotando en el ambiente provocándole alergias, hace de esta temporada un verdadero infierno para él. Muy al contrario Kurt goza de ella, pues esta quiere decir que la semana de la moda está a la vuelta de la esquina, con sus modelos y diseñadores pululando por toda la ciudad. Blaine le escucha y le sonríe mientras Kurt habla de sus planes para esa mañana algunos de ellos le incluían pero, desde que despertó, Blaine no ha parado de estornudar y ahora se aferra a la caja de pañuelos desechables con su vida mientras permanece recostado en el sillón.
“¿No prefieres que me quede? Marcel puede hacer mi trabajo; ya sabes, si el hombre quiere un aumento tiene que congraciarse con el jefe”, comenta Kurt al salir de la cocina, lleva en sus manos una humeante taza con té, la cual entrega a Blaine quien la coge con cuidado.
Kurt se sienta a su lado en el sofá, estira su mano y acaricia suavemente los rizos que descansan sobre la frente de Blaine. “Puedo preparar tu sopa favorita para el almuerzo y ayudarte con la banda sonora para esa película de la cual no me has dado ninguna pista”.
“Buen intento, pero no; voy a estar bien lo prometo. Anda, ve y acribillar los dulces sueños de los novatos, cuando vuelvas tendré lista la cena”, Blaine le besa los labios castamente. Kurt suspira brevemente, rozando brevemente la nariz de Blaine con la suya antes de separarse.
“Bien, te veo en la noche entonces. Llámame si necesitas algo, no importa qué; dudo que Christian Sirano se moleste si abandono su desfile a la mitad. Ya sabes que Rebeca no viene hoy, así que intenta no quemar la cocina. Te amo”
“Ok, vete o llegarás tarde. También te amo”.
Kurt le da un breve gesto con la mano antes de salir del apartamento. Blaine sonríe brevemente antes de que un nuevo estornudo lo sacuda y una nueva maldición en contra de la estación salga de sus labios.
Si hay otra cosa que detesta de esta época del año es la tan famosa limpieza de primavera. Claro, Kurt y él no tienen de qué preocuparse en ese aspecto, bueno, al menos en general, ya que Rebeca les es de gran ayuda con la casa. Pero en cuanto a su oficina o su parte del vestidor… Blaine sabe que es él quien tiene que hacerlo. Así que cuando las musas no acuden en los cuarenta y cinco minutos que lleva sentado al piano con las partituras en blanco frente a él, se le ocurre que quizás sea conveniente empezar con su limpieza de primavera. Tal vez le ayude a despejarse y pueda escribir algo, eso o empeorar su alergia con el polvo.
Blaine se encamina al dormitorio, decidiendo empezar por el vestidor. Se detiene brevemente mirando el enorme espacio. El lado ordenado de Kurt sobresale al punto de que Blaine no puede decir hasta qué punto su novio sufre algún grado de TOC pues todas las prendas, bufandas, sombreros, zapatos y demás accesorios, todo está en perfecto orden. En cambio, el lado de Blaine es un desorden con orden; él puede encontrar entre la marea de cardigans su bowtie favorita, o el par de tirantes verde con naranja que tanto detesta Kurt y con los que disfruta cucarlo sólo para verle reprenderlo y amenazarlo con desaparecer tal monstruosidad, pero a pesar de eso, Blaine decide que tiene que arreglar su mitad.
Así que cuando los calcetines están listos como el resto de su ropa interior. Blaine decide continuar con sus fedoras, los panamá y el resto de sombreros y gorros que tiene. Guardando los de invierno y alistando los de primavera y verano, pensando que tal vez ahora si puedan hacer ese viaje que han estado posponiendo para visitar a Sebastian en Paris.
La mañana se fue rápido y también la tarde. Blaine apenas si se detuvo para comer algo antes de continuar con la limpieza, así como para reabastecerse de pañuelos desechables y llenar su tasa con ese té chino que según mejora sus sistema de defensa, al menos eso fue lo que dijo el herbolario que se los vendió en el barrio chino. Sus ojos recorren su obra, disfrutando de ver quizás un poco menos caótico su lado del vestidor, pero sabe que no durará, mañana el caos regresará pero por ahora se permite celebrar su pequeña victoria.
Está acomodando las últimas cajas en la parte alta del vestidor ayudado de una pequeña escalera cuando una, al fondo, llama su atención; una caja que hace años no veía y que creía permanecía guarda en el desván de la casa de sus padres en Ohio, junto al resto de cosas que prefiere olvidar pero que no se permite tirar a la basura…
¿Entonces que hace aquí?
Con la caja en sus manos baja el par de escalones y se sienta en el piso alfombrado del vestidor. Mira la cubierta fijamente recordando vagamente las cosas que hay en su interior: algunas fotos, unos recortes de periódicos y otras cosas que apenas si son recuerdos y sentimientos borrosos, tormentosos y escasamente felices de un momento que Blaine no puede olvidar pero que se obliga a no recordar.
The Sadie Hawkins Dance
in my khaki pants
There's nothing better
oh oh oh
The girls ask the guys
it's always a surprise
There's nothing better
baby do you like my sweater?
Ninguno de los dos lo podía creer ¡lo hicieron!. Blaine siente las mejillas entumecidas y el estómago le duele de tanto reír. No lo creía posible pero puede que esta sea la mejor noche de su vida. Ha venido al Sadie Hawkins Dance con Kevin y se ha divertido como nunca. ¡Qué les den a todos! Él está feliz y nadie puede quitarle eso.
Sus ojos se desvían a su pareja, quien no deja de jugar con el buqué que Blaine le ha regalado. Puede ver su sonrisa y saber que también lo ha pasado bien. Blaine se arma de valor y estira su mano para coger la de Kevin que juega con las cintillas del arreglo floral, entrelazado sus dedos y dando un suave apretón.
“Gracias, la pasé muy bien”, dice Blaine sonriendo y desviando su mirada hacia la calle vacía. Es media noche y están esperando al padre de Kevin quien va a recogerlos. Aún pueden escuchar la música y la risa de los que siguen en el baile, incluso desde afuera. Blaine tararea la canción que se escucha de fondo, lo que provoca que Kevin sonría más.
“No, Blaine, gracias a ti por invitarme la pasé muy bien”.
Blaine recuerda que Kevin comenzó a inclinarse hacia él con los ojos entrecerrados. No sabe si lo iba a besar o no y nunca lo sabrá pues en ese momento el estruendo metálico de un bote de basura que es golpeado los hace separarse de un brinco. Recuerda la primera imagen que tuvo de ellos, la cual no es fácil de olvidar incluso ahora después de tanto tiempo, tres muchachos con miradas de asco y odio cruzando la calle, caminando hacia ellos. Blaine recuerda el dolor de los primeros golpes, el dolor de las burlas y las palabras hirientes pero sobre todo eso recuerda los gritos de Kevin, su llanto y la impotencia de no poder ayudarle, de permitir que le sometieran de tal forma que no tuviera la oportunidad de ayudar a Kevin, de llegar a él.
“Miren a los maricas…”
“Oh, los estamos haciendo llorar…”
“Apuesto a que disfrutaras más de mi polla…”
Lo que pasó después no es muy claro. Blaine está seguro que, aun cuando forzara su mente, los recuerdos seguirían siendo una vorágine de imágenes sin sentido y sentimientos que le aprietan la garganta y el pecho, constriñéndolo a tal punto que le es imposible respirar.
Although it may seem unconventional sometimes
Indiscretion is worth a try
If you just play along I promise we'll be fine…
Blaine recuerda el baile, también que huyó y no miró atrás, que fue cobarde y que algo dentro de él murió aunque no sabe muy bien qué. Lo que sí sabe es que la culpa por su cobardía sigue ahí como una lápida pesada que a veces no le deja dormir, que por momentos le hace recurrir a las pastillas o a descargarse a golpes contra el saco de arena.
Eso es lo que hay en la caja, recuerdos de una noche que iba a ser maravillosa, que empezó como un sueño y terminó en pesadilla.
***
Kurt deja las llaves en el ridículo tazón de cristal-regalo de Rachel-que está sobre su hermosa mesa de diseño y se encamina al interior del apartamento. Este se encuentra extrañamente silencioso, no hay murmullos en la cocina, ni armonías escapando de la oficina de Blaine.
“Hey, estoy en casa y he traído la cena”, Kurt camina hacia la cocina donde la luz de la isla es lo único que alumbra el lugar; deja sobre la superficie de granito las bolsas con comida thai del restaurante favorito de Blaine. “¿Cariño?”, le llama pero no hay respuesta.
Quizás esté dormido, así que con el mayor sigilo camina hacia la habitación. Al entrar ve la cama vacía, pero hay luz en el vestidor. Es entonces que los ligeros sollozos que provienen del interior lo hacen acortar la distancia en unas cuantas zancadas. Kurt abre la puerta y se encuentra con Blaine sentado en el piso, rodeado por viejas fotografías, recortes de periódicos y lo que parece ser los restos florales de un buqué.
Dicen que ya no siente,
que su garganta lágrimas robó,
dicen que estás ausente,
que andas rondando por la soldedad.
Blaine permanece sentado con la mirada perdida y las lágrimas corriendo libres por sus mejillas. Kurt sabe lo roto que Blaine está, lo sabe desde hace mucho y los constantes ataques de ansiedad y pánico hacen que sienta impotencia de no saber cómo ayudarle, cómo unir los restos de ese Blaine que no conoce y que algunas noches lo despierta con suaves sollozos. El Blaine antes de él, el que empezó a boxear, el que se esconde tras las pastillas para combatir la depresión. Ese Blaine que Kurt desconoce a pesar de llevar tanto tiempo viviendo juntos.
Camina hasta estar junto a él para después deslizarse hasta el piso y sentarse a su lado. Kurt le mira y nota sus manos empuñadas, tan fuerte que los nudillos están blancos. Con su mano toma la izquierda de Blaine, esa que luce la sencilla banda de platino, esa que brilla fría y trémula pero que al contacto con la mano de Kurt se siente tibia. Kurt le hace saber que está ahí, que no va a dejarlo solo.
“Pensé que ese sería uno de los mejores días de mi vida ¿Sabes? Era la primera vez que invitaba a un chico a salir, que tendría el valor de mirar a todos y decirles: Miren, soy gay, y estoy orgulloso de ello… Creí que sería una noche mágica, pero se convirtió en una pesadilla”, la voz de Blaine está rota y anclada al dolor. “Una que me sigue atormentando…”
Kurt empieza poco a poco a entender de qué es de lo que está hablando Blaine. Le cuesta creer que había llegado el día en que Blaine confiaría un poco más en él, de la misma forma que lo hace con su terapeuta. “Pensé que nunca me hablarías de ese día”.
“Si lo hice, ¿recuerdas?, cuando me pediste que fuera al baile contigo. ¿Acaso lo olvidaste?”.
“No, pero apenas si me dijiste algo. Esa noche vi un gran dolor en tu mirada, Blaine, no lo entendí entonces, ni lo hago ahora. No hasta que me digas realmente qué fue lo que pasó…”
“Ese día, Kurt, tuve el valor de enfrentarlos, de invitar a un chico a ir al baile y decirles a la cara que soy gay... pero después huí. Estuve un año recluido en un siquiátrico y, cuando por fin salí, cuando logré convencerlos de que no había más fantasmas hablando en mi oído, me refugie en la seguridad de Dalton y no miré atrás. No di la vuelta, me encerré en una burbuja de falsa felicidad donde fingí olvidar. Fui tan cobarde Kurt, le di la espalda a Kev, a sus padres, y a mí mismo, cuando todo lo que pasó fue mi culpa, si tan sólo no lo hubiese invitado, si hubiese seguido en mi bajo perfil…”, dice Blaine con la voz atorada, apenas sostenida por un hilo de culpa que lo hace escucharse vulnerable y roto. “Su voz, él, no estaría aquí atormentándome…”
Este es el Blaine que poco conoce, el Blaine que Kurt escucha batallar con el frasco de píldoras en las peores noches, aquellas en las que las pesadillas no lo dejan dormir; el que va a las citas con el terapeuta solo, dejándolo fuera de su sufrimiento, negándose a mostrarse ante Kurt por miedo a que este vea lo imperfecto que puede llegar a ser y lo abandone, siendo relegado a seguir viviendo solo con sus demonios.
“No puedes seguir cargando con esto solo, y menos seguir culpándote por algo que un grupo de ignorantes bestias homofóbicas hicieron”, dice Kurt mientras que con su otra mano sujeta el mentón de Blaine buscando que sus miradas se encuentren. “Blaine, no fue tu culpa, sólo eras un chico que quería disfrutar y pasarla bien como el resto”.
“No pude salvarlo, lo intente pero no pude…”, Blaine mira los ojos de Kurt, donde el amor que ahí brilla, así como la redención, provocan que nuevas lagrimas escapen de sus ojos. “Te lo juro, Kurt, intente ayudarlo, pero no pude…”. El llanto salía de él a borbotones, incontrolable y poderoso, como una ola que se llevaba su razón, su dignidad, como nunca había dejado que lo hiciera. Y cuando sintió el brazo de Kurt sobre él, no supo hacer otra cosa más que aferrarse a él, estrecharle como si fuese la única cosa viva e importante a la que aferrarse para no perderse en medio del profundo océano que era su dolor, su tormentosa oscuridad.
“Oh, mi amor”, susurra Kurt mientras lo atrae más hacia su pecho, encerrándolo en un abrazo.
Won't tell anybody that you turn the world around
I won't tell anyone that your voice is my favorite sound
I won't tell anybody
Won't tell anybody
They wanna see us fall they wanna see us fall down…
Permanecen ahí llorando, uno en brazos del otro, buscando una forma de sanar viejas heridas y menguar el dolor, de hacerlo menos lacerante y más llevadero, tratando de que la culpa injusta desaparezca.
Kurt le sintió agarrarse desesperadamente a él, llorando tan amargamente que todo otro pensamiento en su mente fue puesto a un lado ante la urgencia de sostener y confortar a su Blaine. Le tomó con fuerza entre sus brazos, y le obligo a levantarse y caminar juntos hasta la cama, donde se recostaron. Kurt siente las manos de Blaine aferrarse a él incluso un poco más fuerte, y las lágrimas humedecer su camisa. Blaine se estremecía y sollozaba, por lo que Kurt le abrazo con más fuerza, respirando el olor de sus cabellos, mientras fija su mirada en la ventana sin saber qué hacer, sin poder hacer más que sostenerle ahí, perdido en su dolor.
Y lloró, amarga y desconsoladamente por todo lo que había ocurrido en el pasado, por el miedo, la ira y el dolor, la culpa y la vergüenza, el anhelo... y cuando pudo por fin calmarse, se sintió rodeado por Kurt, quien le cobijó y le sostuvo consolador en su abandono. Se abrazó al cuerpo que estaba apretado al suyo, ajeno a las heridas que seguían, abiertas y sangrantes, en su interior. Alzó la mirada, para encontrarse con los ojos azules de Kurt, que le miraron sin dureza ni reproche, sino preocupado como alguien se ve cuando sabe que aquel a quien ama está sufriendo y no puede hacer nada al respecto. Se acercó a su rostro, con el suyo afiebrado y húmedo por las lágrimas, apretándose con vergüenza contra su pecho.
“No lo salvé…”
“No, pero no porque no quisieras hacerlo, es que no pudiste, amor. Pero ¿sabes una cosa?, a mí sí me salvaste, Blaine, aquella tarde en la cafetería de Dalton”, susurra Kurt contra el cabello de Blaine desprovisto de gel y sólo oliendo a su champú de manzanas.
“No, tú me salvaste. Tú me hiciste crecer Kurt, me hiciste ver que lo que yo tenía en Dalton aunque perfecto, no era vida. Entonces apareciste ahí, de pie en las escaleras, y aunque en ese momento no lo entendí ahora sí, siempre estuve esperando por ti.”
“Ambos nos salvamos”, le susurra Kurt, besándolo suavemente, uniendo sus frentes y mirando fijamente los ojos de Blaine. “Blaine, tú me diste el coraje para ponerme de pie cada día… para hacer que valiera la pena. Déjame ayudarte, Blaine, permíteme enfrentar junto a ti tus monstruos. No me alejes en las noches de pesadillas, ni cuando te encierras por horas en tu oficina, dejándome afueran sin saber qué hacer, sólo de pie en el pasillo escuchando los golpes de tus puños contra el costal de arena… déjame entrar, Blaine”.
“¿Y si no te gusta lo hay, si no te gusta ese Blaine?”.
“Escucha, te amo con todo tu equipaje y tus horribles tirantes verde y naranja. Te amo, porque también estuve esperando por ti”, Kurt le sonríe con suavidad.
Sus palabras provocan una sonrisa en Blaine.
“Sabes, creo que en secreto realmente amas mis tirantes, tal vez algún día deberías ponértelos”.
“Jamás, Anderson, jamás. En ti puede que sean un poco adorables, claro que tengo que guardar muy en el fondo mis ganas de querer quemarlos”.
“Gracias, Kurt”, dice Blaine con sinceridad. Kurt lo besa suave y lento, disfrutando de la salinidad que han dejado las lágrimas y del sabor propio de Blaine, de la textura un tanto reseca de sus labios agrietados y la aterciopelada humedad de su lengua.
It's heaven on earth
In her embrace
Her gentle touch
And her smiling face
Cada beso es lento y profundo, cada caricia es exasperante y tendenciosa, no queriendo apresurar las cosas. No, en esta ocasión Kurt quiere ir despacio y ser excitante de una forma los dos que sientan que no pueden tener suficiente. Kurt, quiere demostrarle y hacerle sentir que no importa qué, él siempre va a estar a su lado.
“Recuerda, nunca voy a decirte adiós”, es la promesa de Kurt, susurrada contra la nuca de Blaine.
Blaine se aferra a las palabras y al calor que desprende la piel de Kurt, quiere creer que la demencia que amenaza con devorarle cada día retrocederá hasta desaparecer. Quiere creer que mientras Kurt esté a su lado ninguna sombra o fantasma del pasado puede alcanzarlo. Incluso si el constante susurro de Kevin en su cabeza le sugiere acabar con todo.
Son tan solo sombras
Sin pena ni gloria
Son una ilusión
Una proyección de ti
Lamento tus pensamientos
Que no me creas nada ya
***
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