Me gustan las dualidades, quizás porque la vida en si misma es una dualidad. Una de las dualidades que más me gustan son las musicales, como las de la gaita y el violin, por ejemplo. La gaita y el violín son de los pocos instrumentos (de los que he escuchado) que pueden saltar entre la alegría y la tristeza con asombrosa facilidad. Escuchando una
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