Hace unos días leí
en Nostalgia del reino una nota breve que me hizo pensar. La reproduzco aquí al completo, porque me parece tan concisa que tengo miedo de que más adelante la misma desaparezca de su ubicación original y yo sea incapaz de plasmar la idea tan bien:
Esta tarde me tomaron una radiografía en el dentista. Mientras la doctora la estudiaba en su ordenador, algo surgió y tuvo que dejarme solo en la consulta. Desde la pantalla, mi calavera me sonreía burlona, y yo no podía apartar la mirada, horrorizado, recordando que pronto (no importa si es un año, diez, cien: siempre será pronto) tendré que morir, dejar esta vida, este mundo, abandonar sueños y proyectos. No vivas como si te quedaran mil años, decía mi maestro Marco Aurelio. Pero eso es lo que hago, esperando tranquilo, engañándome pensando que hay tiempo.
Hace unos días falleció un familiar (mi tío, hermano de mi madre), y todo lo que puedo pensar es en las ocasiones perdidas para estar más tiempo con él. Recordaré siempre el día en que siendo yo un niño de siete u ocho años me llevó a descubrir el centro de Málaga y en algún momento llegamos a la librería Denis (ya desaparecida), y cómo volví a casa cargado de tesoros, con tres libros de aquellos de Elige tu propia aventura que leí y releí una y otra vez, buscando todos los finales posibles.
Hoy falleció un amigo, el que durante los años de instituto (esos que tanto determinan en qué nos convertimos y qué seremos el resto de nuestra vida) fue mi mejor amigo, a quien también vi demasiado poco últimamente, la última vez hace un par de meses en una noche en la que, como en los viejos tiempos, nos fuimos de concierto y estuvimos charlando muchas horas.
Ahora me viene a la mente aquello tan nerudiano de que «pasa el invierno y deja sitios abandonados y habitaciones muertas». Y que quizá sea verdad aquello que leí a Delibes hace muchos años, que «la vida es eso, unos viven para enterar a los otros que se mueren».
Todo eso y nada es lo mismo, esta noche. Ya saben,
no me gusta soñar que la gente se muere. Pero aún menos me gusta que no sea un sueño.