Título: Cara o Cruz
Fandom: Harry Potter
Rating: PG
Spoilers: Nones
Personajes/Pairing: Severus Snape/Pansy Parkinson
Notas Lo siento. Pensaba escribir otra cosa y al final salió esto. Lo se, merezco una muerte dolorosa y lenta, blah blah blah. La idea del "Cara o Cruz eXtremo" es de
Racazam. Gracias.
Todo empezó como un juego. Podría decir, tal y como se suele decir, “un inocente juego”, sino fuera porque con Draco los juegos pueden serlo todo menos inocentes.
Y si, mi-prometido-desde-que-nací es un gilipollas integral y un salido de mierda. Cómo si a mí me importara que se tire a toda niñata que caiga en sus brazos. Vamos, que me importa un carajo, mientras a mí me deje en paz. Que cada uno es como y bastante desgracia tiene.
Era una de esas tardes aburridas de domingo. Ya sabéis, esas tardes en las que sabes que deberías estudiar porque si no te fundirán en Encantamientos, pero aun así todo es demasiado aburrido y no hay ningún aliciente en tu vida. Que a mí siempre me han gustado los chicos mayores, y cuando estás en Séptimo no hay “chicos mayores”
Éramos nosotros. Y Draco. Las opciones eran tan reducidas que pensaba que cualquier día acabaría cometiendo una locura. No tenía ni idea de que sería tan pronto.
La idea fue de Draco, aunque él no lo había inventado. El “Cara o Cruz Extremo” es un invento slytherin con solera. Generaciones antes que nosotros han pasado las horas muertas puteandose entre ellos. Somos respetuosos con las tradiciones, todo hay que decirlo.
Ni siquiera se como empecé a jugar. Primero empezaron los chicos.
Cara: Crabble y Goyle tienen que liarse. Parecen acostumbrados.
Cruz: Draco tiene que meter la cabeza debajo del jersey de una niñata de Tercero. También parece acostumbrado.
Cruz de nuevo: Draco tiene que tragarse un cigarro encendido y tres chupitos seguidos de Whiskey de fuego.
Que.Gran.Espectáculo.
Siguieron jugando hasta que algunas chicas también se animaron. Yo continué fumando, atenta al juego, mas aburrida que otra cosa. Quién diga que el tabaco es un sustituto del sexo, se equivoca.
Al menos, no un sustituto válido.
Y, de repente, Draco me preguntó “¿Quieres jugar?”. Hubiera dicho que no, si no hubiera adivinado en su mirada a través del humo que eso era justo lo que quería.
-Por supuesto. Cara. Si gano, te cortas el pelo. Del todo.
Solo por ver su cara mereció tentar la suerte. Su pelo, su posesión mas preciada, el orgullo de todas las melenas rubias Malfoy. Puedo jurar que sintió pánico durante un momento. Pero, por Merlín, era Draco Malfoy, no podía dejar que su novia lo dejara en ridículo.
-Hecho. Cruz. Si gano... si gano tienes que robarle a Snape un bote de belladona.
Robarle a Severus Snape. Era casi tan absurdo como que Draco se cortara el pelo. Por supuesto, acepté. Podía sentirse la tensión en la sala. Ganara quién ganara, perdiera quién perdiera, los demás se divertirían.
Lanzó la moneda.
Contuve la respiración.
Salió cruz.
Por supuesto, la mala suerte me ha perseguido toda mi vida. Lo maldije en voz baja, sobre todo su estúpida expresión de complacencia, la satisfacción de haberme ganado. Me acabé el cigarro con dos caladas rápidas, y me puse en pie. Si había que hacerlo, mejor que fuera rápido. Salí de la sala común con toda la dignidad de la que me fue posible, aunque en el fondo estaba aterrorizada.
Robarle a Severus Snape.
Por mucho que fuera slytherin y Snape favoreciera a los de su casa, nunca permitiría un robo. ¿Y si me descubría? ¿Me expulsaría? Por merlín, seguro que me expulsaría. No me darían el título, y solo sería una esposa florero, viviendo del dinero de Draco.
Tengo que reconocerlo, estaba angustiada. Casi decidí dar media vuelta. A lo mejor, Snape estaba en su despacho. Recé fervorosamente para que fuera así. De ese modo, no podría coger el bote en ese momento y tendría que posponerlo.
Olvidaba que la mala suerte me perseguía.
En el despacho no había nadie. Vacío, completamente vacío. Snape podrías tardar horas en volver o diez minutos, cualquiera sabía. Era domingo por la tarde, a esa hora solía estar en su despacho corrigiendo.
Cogí aire. Casi me atraganto. Entré en el despacho lo mas rápidamente posible, y me fui derecha hacia el primer armario que vi. ¿Dónde estaría la maldita belladona?
Vi de todo allí dentro. De-todo. Tenía el pulso a cien, casi no podía respirar, y la maldita belladona no aparecía. Miré en otro armario. Nada. ¿Es que acaso no tenía belladona? Si no tenía entonces...
Juro que no lo escuché. Casi me da un infarto. Ya sé porqué lo llaman “Extremo”.
-¿Se puede saber que está haciendo aquí?
Nunca he estado mas cerca de la muerte que ese día. No podía respirar. Severus Snape me miraba, impasible, oscuro, con una ceja alzada.
“Me mata” pensé. “Va a matarme. Voy a morir con diecisiete años por un estúpido juego”.
Ni siquiera se como me salió la voz.
- Yo... Estaba buscando belladona para... para... una poción... - su ceja no dejaba de subir, pero noté como se tranquilizaba. La clave era seguir hablando. No parar de hablar- Usted no estaba... pensaba dejarle una nota...
-¿Tan urgente es?- parecía molesto, pero nada que no conociera. Respiré tan sonoramente que me asombré de que no lo advirtiera.
-Si... si, si, es muy urgente... es para una poción tranquilizadora.. los nervios... ya sabe...
-Ya... No está en ese armario. Otro día le sugiero que me Espere, señorita Parkinson. No voy a tolerar que mis alumnos anden rebuscando tranquilamente en mi despacho.
Merlín bendito. Me iba a dar el bote de belladona. Iba a ser más fácil de lo que había creído. Lo vi abrir otro armario, uno pequeño y bajo, y sacar una minúscula botellita. Siguió hablando, pero no sé lo que dijo. Estaba tan aliviada que casi parecía sedada. ¿Cómo no se me había ocurrido? Pedirle la botella directamente. Que estúpida.
- No más de tres gotas, señorita Parkinson- me dijo entregándome la botella. Si pudiera, le daba mas de tres gotas a Draco. Y más de tres cucharadas. Pero asentí, complaciente y le di las gracias.
No lo vi hasta que lo tuve delante de mí. Peeves, haciendo muecas horribles y con lo que parecía una especie de conejo desollado en las manos.
Mi corazón no daba para más.
Grité. Se cayó la botella. Se rompió. Resbalé. Me caí.
Encima de Severus Snape, Profesor de Pociones y Jefe de la Casa de Slytherin.
Los dos en el suelo, yo encima de él, con el corazón a mil. Y él me miró, fijamente. Pareció que iba a decir algo, pero no dijo nada finalmente. Debería haberme levantado justo en ese momento, pero no lo hice.
Era feo, pero la necesidad es muy mala.
Le besé.
No estuvo tan mal, la verdad.
Al final si que quedaban chicos mayores en Hogwarts.