Mi corazón futbolero está roto otra vez. Por lo menos esta vez es de pena y no de
rabia. Ayer jugamos como nunca y no perdimos como siempre, perdimos como nunca habíamos perdido porque no sólo hicimos sufrir a Brasil como no se lo esperaban en su propia casa y frente a su propia gente (como ellos nos han hecho sentir tantas veces) y les enrostramos en mal equipo que tienen (porque literalmente los salvaron los palos, nada de aplaudir a Julio César, por rico que sea), sino que entramos y salimos a la cancha como ganadores, demostrándonos nuestros jugadores que así tenemos que enfrentarnos a todos los problemas.
¡Grande, Selección Chilena! Aunque no me hicieron completamente feliz, me hicieron sentir orgullosa y ese es un sentimiento que una no asocia siempre con nuestro equipo.
Gracias.