Tradiciones ancestrales [Harry Potter] C'est la vie

Mar 17, 2013 23:23


Título: Tradiciones Ancestrales [7/7]
Autor: sra_danvers e intimisky
Fandom: Harry Potter
Pairing/Personaje: Scorpius Malfoy/Albus Severus Potter. Draco Malfoy. Harry Potter.
Rating: NC-17
Resumen: La amistad entre el Gryffindor Albus Severus y el Slytherin Scorpius Malfoy fue inesperada hasta para ellos dos. El amor que surgió después no sorprendió a nadie…
Advertencias: SLASH. Situaciones sexuales entre dos personajes del mismo sexo, que dan lugar a relaciones consentidas y gozadas por dichos personajes.
Nota de Autor: Este fic va de la mano con otro que también compartimos en este fest, pero ambos pueden leerse de manera separada y queremos creer sin perder el sentido. Esta historia transcurre en siete años y la otra en siete días.
¡Muchas felicidades fandom_insano! Gracias por darnos la oportunidad de disfrutar de este festejo y Ten thousand years!

|Primera Parte| |Segunda Parte|> |Tercera Parte| |Cuarta Parte| |Quinta Parte| |Sexta Parte|



La habitación de Scorpius no parecía su habitación. De hecho no lo era desde hacía medio año, cuando se había ido a vivir con Albus.

-Es increíble -valoró éste, los ojos moviéndose por la habitación sin saber dónde posarse; si en las innumerables velas flotantes (nada que ver con las cuatro velas que James había preparado en el piso de Teddy hacía años), o en los pétalos de flores esparcidos por la cama, mientras una suave melodía que no sabía de dónde salía le acababa de distraer-. ¿Seguro que tu padre no está? ¿Ni tus abuelos?

-Ya te lo he dicho tres veces; estamos solos en la mansión. ¿Quieres relajarte?

-Es que no sé por qué estamos aquí cuando podríamos estar en casa. En nuestra casa. Además, no sé qué demonios estamos celebrando, Scorp. No es tu cumpleaños ni el mío, y nuestro aniversario ya ha pasado.

-Yo nunca olvidaré esta fecha. -Albus se le quedó mirando contrito, cavilando preocupado qué se le había olvidado. Scorpius sonrió y, apiadándose de él, le tomó de la mano y lo empujó hacia la cama, donde se sentó a su lado-. El diecinueve de diciembre fue la primera vez que dormimos juntos.

- ¿Ah sí? ¿Dormir? ¡Ah! ¡Esa noche! -recordó Albus, aliviado. Besó a su pareja con cariño, qué romántico recordar algo así, cuando ni siquiera habían estado juntos entonces.

-Sí, esa noche. La noche que descubrí que te deseaba. -Los ojos de Albus se abrieron como platos. ¡Si tenían dieciséis años entonces!-. Y todo gracias a ti. ¿Quieres que te cuente? -preguntó, notando el desconcierto en el rostro de su amado, que se apresuró a mover de arriba abajo-. Nos quedamos dormidos con la ropa puesta, hablando en mi cama. En esta cama. ¿Recuerdas? Yo desperté casi de madrugada, por el frío, ni siquiera nos habíamos tapado. Alcancé la colcha y nos tapé. No quería separarme de ti, te sentías tan bien… -En ese momento, Scorpius besó a su pareja. Aprovechó la situación para estirarse sobre la cama, intentando imitar la posición en la que se había encontrado aquella lejana noche de hacía seis años-. Tú estabas así, medio apoyado sobre mí. El movimiento debió estimularte, porque empezaste a moverte. Así…

- ¡No! ¡No lo hice! -negó Albus, ruborizado-. Te lo estás inventando…

- ¿Con el propósito de…? Al, hace tiempo que te tengo en mi cama, no es ningún subterfugio para follarte.

- ¿Y por qué no me lo habías contado antes? -preguntó el moreno, que aunque seguía desconcertado por la situación empezaba a excitarse ante los comentarios de su novio y sus deliciosos movimientos bajo él.

-No sé. En su día le di demasiada importancia, y luego parecía tener demasiado poca como para habérmelo callado. Pero ahora… ¿Quieres seguir escuchando lo que pasó? Bien. Al principio no sabía qué hacer. Si te despertaba, tu erección delataría qué había pasado. Y no quería que nuestra amistad se enrareciera. Entonces me moví… y te noté sobre mí… y los roces… ¡Ah…!

-Joder Scorpius… -jadeó Albus, rozándose sin vergüenza contra su pareja. Despiertos los dos y con la experiencia que tenían, más que frotarse se estaban haciendo el amor con la ropa puesta.

-Si hubiera sabido entonces… pero no lo sabía. No sabía nada, joder. Únicamente quería seguir sintiéndote, que no pararas de moverte contra mí… ¡Así! Oh, Merlín. Te agarré por las nalgas y apreté. Lo siguiente que noté fue la humedad de tu corrida sobre mí. Imagina lo que eso me provocó…

Tan solo hablar de ello fue suficiente para que ambos aceleraran sus movimientos, encendidos por la imaginación, la lejana imagen de dos jovencitos inexperimentados sobrepasados por el placer.

Mientras recuperaban el aliento, aún abrazados, Scorpius buscó bajo la almohada. Su mano salió de debajo con un anillo en la mano. El de su familia, del que había hablado tanto a Albus que no tenía sentido esconderlo en una caja.

-Hace tiempo que sé que esto sería tuyo. Dime que lo llevarás por el resto de nuestras vidas, marca y señal de que perteneces a los Malfoy.

Albus le besó como única respuesta, sabiendo que no tendría voz para contestar semejante declaración. Pronto los besos se humedecieron con la sal de sus lágrimas.

-Tu padre, tu familia… ¿lo saben? -Scorpius asintió, sonriendo a la luz de las velas.

-Podemos quedarnos toda la noche. Mis abuelos están en Francia, no llegarán hasta pasado mañana. Mi padre… no sé dónde está, pero me ha prometido que no aparecería. ¿Qué quieres hacer? -preguntó entonces, conociendo demasiado a su pareja como para perderse esa emoción en sus ojos, o la indecisión mordida en su labio inferior.

- ¡Quiero contárselo a mi padre! -gritó Albus, ilusionado-. Sé que es una noche especial, sólo para nosotros. Pero últimamente… no sé, está extraño, lo noto decaído. Sé que la noticia le alegrará. Una visita relámpago, lo prometo.

Scorpius sonrió. Como si pudiera negarle algo a esos ojos verdes, cuando le miraban de ese modo…

***

-Oh, mierda, lo que faltaba -se quejó Harry ya en la cama sin más ropa que unos holgados pantalones de pijama al oír el sonido del hechizo que le avisaba que alguien intentaba acceder por la chimenea-. A estas horas y con el día que llevo. ¿Puedes ir tú? -preguntó al hombre que estaba a su lado, sentado con un libro en las manos-. Déjalo, ya voy yo -se corrigió sin añadir nada más, recordando que se suponía que estaba solo.

Resignado, se puso una bata y salió de la habitación sin decir nada más.

Draco suspiró. Sabía quién había llamado a la puerta. Scorpius no podía retener a su león, y con la pedida de mano estaría tan ilusionado que sin duda había querido compartirlo con su padre.

Lo había previsto. Lo había temido.

Después de años de discusiones sobre la confesión de su verdadera relación, hacía unas semanas que Harry ya no discutía más. Se había dado por vencido, aceptando su opinión (y la de sus padres), de que no era conveniente que el mundo mágico supiera que Harry Potter se había casado con Draco Malfoy.

Primero había sido el tema de los estudios de los niños. La mala publicidad podría haber puesto en peligro el puesto de Scorpius en la escuela de Leyes Mágicas. Después se añadió el tema de Astoria, opositora a una plaza de relaciones públicas en el Ministerio. Había sido conveniente para ella ostentar el apellido Malfoy, que aunque aún maldito siempre era mucho mejor que presentarse como divorciada ante la tradicional sociedad mágica. Lo mismo ocurrió antes de que Scorpius también encontrara un puesto en el Ministerio. Lo último había sido el ingreso de Albus en el cuerpo de Aurores.

Harry había luchado esa vez, insistiendo en que su nombre era suficiente respaldo para su hijo, si es que no lo eran las excelentes notas que había sacado en la academia. Draco le había acusado cruelmente que no importarle el futuro de su hijo. Harry se había ido de la mansión, en la cual pasaba mucho tiempo desde que Scorp se había ido a vivir con Albus.

Pasaron dos semanas sin verse, el mayor espacio de tiempo que había pasado separados en seis años. A pesar de que la poción ya no le obligaba a desearse y a acoplarse, a Draco le dolía el cuerpo por su ausencia. Pero Harry había cerrado la chimenea para él, sellado la puerta de su casa con un fuerte hechizo, y se negaba a reconocerle en el Ministerio, devolviéndole una cruel sonrisa, sabiendo que el rubio nunca se atrevería a reclamarle en público.

Fue el mismo Harry el que volvió a él, sin una explicación ni un solo comentario. Hicieron el amor sobre la mesa de su escritorio, con una pasión que hacía años que no sentían.

Y eso fue todo. Después de aquello no hubo más recriminaciones, ni peticiones por parte del Gryffindor. Sus sonrisas, aquellas que llegaban al brillo de sus ojos, también desaparecieron por completo. Lo mismo que sus gritos y exigencias cuando hacían el amor. Las pocas veces que lo habían hecho después de aquella pelea, donde Harry se había rendido.

Pero Draco no se sentía como ganador. No cuando el hombre que amaba desde hacía tantos años ya no era el mismo. Y por su culpa. Se estaba consumiendo en su interior, y él sabía por qué. Porque lo estaba sintiendo en sus huesos, allí, en ese mismo momento, sabiendo que abajo las personas más importantes de su vida estaban compartiendo un momento especial y único, irrepetible, cosa que se estaba perdiendo por su estupidez y sus miedos.

Sí, eso era lo que sentía Harry, no pudiendo compartir su alegría y su amor con su familia. Y su familia era lo más importante para el auror, tanto la que había creado con Ginevra Weasley como la que le había unido a él por accidente.

Decidido, se puso la bata y salió de la habitación, dispuesto a demostrarle a su esposo lo que estaba dispuesto a hacer por él. Por su familia.

Flashback… y Epílogo

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