Fandom: X-men (película)
Autor:
crystal_luna1Pareja: Pyro/Rogue
Clasificación: R (escenas algo gráficas de sexo)
Género: Romance y Angst
Palabras: 2676
Exención de Responsabilidad: Por supuesto que nada es mío; todo le pertenece a Marvel y Fox. Si acaso, solo la idea para la trama de este fic me pertenece. Gracias.
Tiempo: Durante X3.
Resumen: ¿Es posible hallar el amor en los lugares menos esperado, como en el corazón de un endurecido piromaniaco?
Notas: Posibles spoilers de la película X3 en los próximos capítulos.
Capítulo Anterior -¿A dónde vamos? - En realidad a ella no le preocupaba, era simple y pura curiosidad.
-A mi apartamento. No queda lejos de aquí. -
-¡Wow! Nos va muy bien, ¿eh Johnny? -
Se encontraban en el área de Manhattan reconocida porque solo personas de clase alta se podían permitir el lujo de vivir en dicho lugar. John le envió una sonrisa de total suficiencia, una de esas que eran de su personal signatura. Se detuvo para besarla de nuevo; era adictiva esa dulce boca. El colocó una mano en la nuca, otra mano en el redondeado trasero femenino y la apretó contra su erección. Para luego separarse de ella y decir con arrogancia sobre los labios femeninos:
-Y eso a ti no te gusta, ¿eh? -
Rogue no supo si se refería a besarla o al hecho de que él estuviera bien económicamente… o ambas cosas. Con John podría ser ambas, tan creído y petulante era él. Resumieron el apresurado paso y solo en cuestión de minutos llegaron al suntuoso edificio. Toda su arquitectura gritaba estilo y dinero, al igual que su lujoso recibidor. Entraron al elevador y Rogue dijo con sagacidad mientras llevaba su mano a los botones que indicaban los pisos:
-Déjame adivinar, ¿al penthouse? - Y sin esperar respuesta oprimió el botón; el dispositivo pidió un código de acceso.
Rogue no fue defraudada; John entró la numeración indicada y el elevador comenzó su ascenso. Ella le envió una sonrisa a medias, sus ojos entrecerrados e invitadores. Estaba enviando toda precaución al viento. Se había cansado del papel de niñita buena y obediente. De nada le había servido serlo. Ahora era una mujer que apenas dejaba atrás su adolescencia Añoraba saber que era ser acariciada, besada… amada por alguien. Una peculiar anticipación se apoderó de ella; pronto descubriría que sería ser amada por el volátil piromaniaco. La aprisionó contra la pared del elevador y él acercó su rostro al de ella.
-¿Dónde está el bloque de hielo? - Los ojos masculinos tomaron un tono acerado.
Rogue rodó sus ojos, ¿cuánto tiempo transcurrió antes de que le formulara esa pregunta? Tarde o temprano lo haría.
-No tienes que traer en colación al pendejo para nada. - Le contestó ella con frialdad.
Esa respuesta fue recibida con una sonrisa petulante; así que el hijuela terminó por hacer lo que él siempre sospechó haría. Tan pronto la clamara sería suya y solo suya. Bajó el rostro para posar sus labios en la sensitiva piel del cuello femenino; la sintió temblar bajo su cuerpo. Ella dejó escapar un gemido lleno de placer cuando sintió sus dientes morderla para luego succionar esa área sensible. Una de las manos masculinas resbaló el manguillo del traje por su brazo; sabía que debajo de ese ajustado material no existía ningún sostén y dejó al descubierto uno de sus senos. Esa misma mano se posesionó de la turgente y sedosa piel. Rogue enredó las manos en su rubia cabellera; desesperados quejidos brotaban de su garganta… nunca imaginó que ser tocada y besada sería así de maravilloso… Y tal vez solo con él podría sentir todas esas fascinantes sensaciones que recorrían todo el interior de su cuerpo, deseando cada vez más.
Las puertas del elevador se abrieron dando paso a un recibidor que al final se hallaba una puerta. No queriendo separarse de ella, continuó besando la aterciopelada piel del cuello mientras intentaba llegar a la puerta y con apenas contenida paciencia, la abrió para entrar al apartamento. ¿Cuántas noches no había él soñado con ella, así, entre sus brazos, deleitándose en el sabor de esa piel y boca mientras la escuchaba gemir como lo hacía ahora? De nuevo volvió a atraparla contra la pared, bajando el resto del traje hasta la cintura. Sus ojos se tornaron en el más oscuro jade al ver esos delicados senos con sus rosadas puntas. Con infinita reverencia, clamó una de esas deliciosas puntas con su boca. Rogue casi se deshace al sentir esa lengua haciendo movimientos circulares en esa parte sensitiva de su piel. A lo lejos, escuchó unos pequeños ruidos como el de un animal malherido; para su mortificación descubrió que era ella quien los profería pero no pudo reprimirlos. Nunca había sentido nada igual. Lo que ella no sabía era que esos pequeños gemidos estaban logrando que John perdiera toda onza de control.
Rogue comenzó a desabrochar la camisa de John, luego de quitarle la chaqueta; era una necesidad imperiosa para ella sentir el roce de su piel desnuda junto a la suya. Ella admiró ese corpulento pecho que no era extremadamente musculoso pero si tenía la fortaleza y firmeza de los ejercicios que de lo más seguro su nuevo líder le exigía. Intentó deshacerse de sus guantes y John le facilitó el trabajo. Ojos de un desconcertante color miraron los marrones mientras tomaba una de las manos y la llevaba a su boca. Mordió con delicadeza la punta de sus dedos para luego, con esos mismos dientes, atrapar la suave tela y deslizarla con lentitud, liberando su mano. A Rogue se le dificultó respirar al recibir la intensidad de esa mirada y él volvió a repetir ese gesto con su otra mano; nunca imaginó que deshacerse de sus guantes sería tan placenteramente erótico. Colocó sus manos en la caliente piel y con lenta precisión, la acarició como si delineara cada detalle de esa magnifica piel masculina. El levantó la cabeza mientras aspiraba con brusquedad y cerró sus ojos; esas manos creaban delicia y tortura. Unas manos que nunca pensó llegarían a estar sobre su piel. El tomó los muslos femeninos para levantarlos y acomodarlos alrededor de su cintura. Ella besó sus hombros, cuello, mentón… y le pareció escucharlo decir algo sobre buscar una jodida cama. Caminó con ella en esa posición, con las piernas aún alrededor de su cintura y entró a una enorme habitación.
El apenas se arrojó sobre la cama, ella debajo suyo, sintiendo los desnudos senos rozar su pecho. Fue pura electricidad lo que sintió recorrer por todo su cuerpo. Volvió a clamar esa dulce boca y ella correspondió al beso con exasperado anhelo, siguiendo cada movimiento de esa lengua en su interior. En su desesperada urgencia, John terminó rasgando el vestido del cuerpo femenino; era una necesidad física casi dolorosa tener contacto con toda esa piel aterciopelada. Rogue no deseó mantenerse atrás y desabrochó el pantalón de John y él le ayudó a alejar esa molesta intromisión. Al primer contacto de las pieles completamente desnudas se perdieron en las intensas sensaciones que recorrieron por todos los lugares de sus cuerpos, hasta lo más recóndito de ambos. John jamás había experimentado nada parecido en todas sus experiencias sexuales. Nada tan avasallador como lo que compartía con la hermosa sureña. Era su hermosa sureña. Luego de esa noche, nunca podría dejarla ir. Se convertiría en su más grande adicción… Esos labios, esa tersa piel, todo su larga cabellera café con sus dos plateadas franjas; toda ella sería suya.
El bajó su mano entre ambos cuerpos en búsqueda de esos suaves rizos que escondían todo ese dulce tesoro, esos pliegues satinados y los halló.
-¡Dios, Rogue! - Murmuró él con voz enronquecida en uno de sus oídos, -Estas tan caliente y húmeda. -
-Marie. - Ella le corrigió con suavidad.
-Marie… - El repitió ese nombre convirtiéndose en su más agridulce plegaria.
Ella no pudo reprimir los incontrolables estremecimientos; ¡Dios! esa mano creaba pura magia, despertándola a un mundo por completo desconocido para ella. Para su total sorpresa lo sintió levantarse; nunca estuvo preparada para ese nuevo asalto de parte de John. Su boca cubrió esos rizos, su lengua hallando ese lugar secreto en ella, haciéndola casi saltar fuera de la cama. Un gemido entremezclado con dolor y placer se escapó de lo más profundo de su alma. Ella sintió una fría brisa que la hizo estremecer cuando él se separó inesperadamente de ella y no sintió ese calor tan suyo. Apoyándose en sus codos, lo miró buscando algo en una pequeña cómoda cerca de la cama.
-¿John? - Preguntó ella extrañada.
-Solo me tomara unos minutos, bebé. - Dijo él de manera aplacadora.
Cuando se giró hacia ella, para volverla a tomar en sus brazos, Rogue descubrió la razón. El buscaba un profiláctico y se sintió agradecida de que él pensara en ella.
-¿En qué nos quedamos, mi bella sureña? -
Era increíble como solo con volverlo a sentir sobre su cuerpo bastaba para que regresara toda esa ardorosa pasión. Sus ojos le miraron y ella se sintió perderse en las profundidades de todo ese mar tormentoso. Con una languidez inacostumbrada, él acarició su rostro, sus manos bajando por el cuello, sus senos, por todos sus costados y las detuvo en sus redondeadas caderas. Sin desviar sus ojos de los femeninos, tomó esas caderas con premeditada suavidad y le preguntó, en lo que a ella le pareció ser en un tono casi tierno:
-¿Es tu primera vez? -
Ella se mordió su labio inferior y asintió con su rostro. El colocó sus labios sobre los femeninos y murmuró sobre ellos:
-No puedo prometer que no te molestara inicialmente, pero si prometo que luego podrá ser tan hermoso como tú desees. -
Ella cerró sus ojos cuando él entró en ella en un movimiento rápido y certero; el dolor era casi insoportable, su estrechez ajustándose para aceptar toda esa forma masculina.
-Mírame, Marie. -
Ella hizo como le ordenó, un suave grito sofocado escapándose de su garganta al ver esos ojos como nunca antes. Tenía el oscuro color del cobalto. El colocó sus manos a cada lado del hermoso rostro. Sentía que al fin había llegado al lugar correcto; que toda su vida había esperado hallarlo y ahora al fin entendía porque. Sentir toda esa deliciosa humedad alrededor suyo, ver esos ojos marrones mirarlo con toda la confianza que ella poseía y por primera vez en su vida comprendía lo que era sentir que alguien era por completo suyo. Una feroz sensación de poseer y ser poseído tomó poder de todo su ser; porque él también necesitaba saber que le pertenecía a ella. Bajo sus labios y besó con ternura toda esa exquisita boca. La sintió gemir cuando se movió suavemente en su interior.
Era perversamente maravilloso sentirlo moverse en su interior; ni en sus más alocados sueños ella imaginó que sería así, como si pudiera levantar la mano y tocar un pedazo del paraíso. Siguió cada movimiento suyo, entregándose al frenesí de ese baile sensual. Ella subió sus manos para enredarlas en la rubia cabellera y le permitió el acceso a esos labios masculinos a su cuello.
-Johnny. - Murmuró ella, su acento sureño intensamente pronunciado.
El nunca creyó que su nombre pudiera ser tan erótico, siendo la primera vez que le agradaba tener ese nombre. Cada vez subía en volumen la cadencia de los unidos cuerpos, casi próximo a llegar a ese lugar que solo les pertenecía a ambos.
-Marie. - le llamó él con urgencia.
-¡Oh sí, John! - exclamó ella si aliento.
Sintiendo los espasmos femeninos alrededor suyo, se permitió unirse a la culminación femenina. Ninguno de los dos estaba por completo preparados para lo que arremetió contra ambos; la fusión de dos almas que si reconocían lo que era el uno para el otro, transformándose en una sola. Un solo corazón, un solo espíritu, un solo ser… John la abrazó a su cuerpo y sintió esas menudas manos en su espalda, compartiendo con él el mismo gesto.
-Eso fue deliciosamente sabroso. - Ella murmuró con una sonrisa satisfecha.
John levantó su rostro y le envió una sonrisa petulante. ¡Dios! Era hermosa. Toda esa alborotada cabellera, sus mejillas sonrosadas y sus labios, ¡cómo deseaba volver a besarlos! Pero no debía hacerlo; debía permitir que ella descansara un poco. Ella lo sorprendió cuando se escapó de sus brazos para salir de la cama.
-¿A dónde crees que vas? - El se movió con rapidez sin igual para tomarla de nuevo entre sus brazos.
Ella lo miró algo cohibida.
-Pensé que no me querrías más a tu lado y que sería el momento apropiado para marcharme. -
-Para mi esto no fue una ocasión de sexo casual, Marie. -
Esos ojos marrones lo miraron confundidos. Volvió a abrazarla a su cuerpo. ¿Cómo decirle de las ocasiones que había soñado con ella, así entre sus brazos, durmiendo junto a él en la cama? Había descubierto la dulzura de amarla y nunca podría dejarla ir. De manera inconsciente buscó la pequeña marca que le había hecho en el elevador y la halló, sintiendo una indescriptible sensación de satisfacción. Ella era suya.
-Quédate esta noche conmigo. -
Ella asintió, escondiendo su rostro en el cuello masculino. Por extraña razón, sentía que había llegado a su hogar. Que esos fuertes brazos le proveerían toda la seguridad y protección que añoraba tener. Cerró sus ojos y se dedicó a escuchar la acompasada respiración de John y a perderse en el deleite de sentir todo ese calor peculiar que exudaba ese cuerpo masculino. Lentamente se dejó sucumbir al mundo de los sueños.
-X-
Era temprano en la madrugada, John la observaba dormir a su lado. No había dormido nada, se había mantenido despierto a admirarla. Solo tenerla así a su lado, le brindaba toda la paz y sosiego que necesitaba. Dormía boca abajo, ambas manos femeninas bajo el bello rostro, dándole un aire de niña. Con delicada ternura, acarició con sus dedos toda la aterciopelada piel comenzando por sus hombros hasta llegar a lo que él consideraba como un delicioso trasero. Ella sonrió en sus sueños y su corazón se contrajo ante esa imagen de belleza sin igual… Estaba por completo perdido. Con gran pesar, abandonó la cama. No podía perder más tiempo aunque quisiera hacerlo. Magneto esperaba verlo esa noche y debía comenzar los preparativos para irse si quería llegar al punto de encuentro con su líder a la hora acordada.
-X-
Un insistente sonido le hizo abrir sus ojos. No era uno desagradable pero nunca le había escuchado antes. Se sintió desorientada y al hallarse en un lugar extraño se alarmó. ¡Oh Dios! ¿Qué demonio había hecho anoche? Los recuerdos la asaltaron, haciéndole sentir un cosquilleo placentero por toda su piel. St John… De nuevo el extraño sonido y descubrió que provenía de la entrada. ¿Debería contestar? Tomando una de las sábanas - su traje estaba arruinado- se cubrió con esta y caminó hacia el insistente sonido. Ella no pudo evitar admirar lo suntuoso del lugar. Oprimiendo el botón de lo que ella creía debía ser el interfono, preguntó:
-¿Sí? -
-Es una orden de desayuno para la señorita Marie. -
Ella abrió la puerta y un hombre vestido con un uniforme que mostraba el nombre de un reconocido y costoso restaurante entró con un carrito al apartamento. Aprensiva, ella le siguió y vio como el hombre acomodaba todo con estilo sobre la mesa del comedor.
-Yo… no tengo propina. -
-No debe preocuparse, señorita. El caballero que hizo la orden dio una muy buena propina. Es uno de nuestros mejores clientes. - Y le sonrió.
Sintiéndose avergonzada por su estado de vestimenta, miró hacia el lado. ¡Rayos! ¿Qué tan bien le iban las cosas a John?
El hombre se retiró, no sin antes Rogue darle las gracias. Se acercó a la mesa y la fragancia del delicioso desayuno logró despertar su estomago, haciendo que este gruñera como un animal hambriento. Fue entonces que vio la nota y a su lado un objeto reconocible; el encendedor favorito de John. Ella tomó la nota.
“Marie:
Me hubiese gustado mucho poder acompañarte pero tengo asuntos importantes que no puedo echar a un lado. Perdona por lo del vestido… aunque en realidad no siento ninguna culpa.”
Ella se lo pudo imaginar sin dificultad alguna; esa sonrisa socarrona en esos sensuales labios.
“Tomé el tiempo para comprarte otro. Espero te guste. Y sobre el encendedor; te lo llevarás y me lo traerás de nuevo dentro de tres sábados. Nos vemos, hermosa sureña.
St John.”
Cerró sus ojos y se llevó la nota a sus labios. Una sonrisa pícara apareció en el bello rostro. Por supuesto que sería una niña buena y devolvería lo prestado.