Titulo: Rituales
Autor:
cloe2gsClaim: Salazar Slytherine/Godric Griffindore
Ranting: ¿Pg-16? No se como ponerlo, pg-13 a lo mejor se le queda corto; pero R me parece excesivo
Notas: Por la pareja veis dos cosas, la primera que es SLASH (relacion chico/chico) y la segunda que es en la epoca de los Fundadores
Resumen: Todos los sangre puras tienen sus propios rituales para la noche de brujas. Aunque no todos acaban el dia como esperaban.
―Creo que deberíamos organizar algunas actividades para la semana que viene.
Godric deja su copa sobre la mesa y se gira para mirar a la hermosa mujer sentada a su lado, la misma que ha hablado rompiendo el silencio del desayuno.
―¿Para mañana?
―Sí, Godric, para mañana. Samhain ―le explica al ver que no sabe a que se refiere―. Es una fiesta muy importante, ya lo sabes. No me puedo creer que lo hayas olvidado.
―¿De verdad no te lo crees, Helga? A mi no me sorprende. No sabría ni si es de día si no fuera porque los elfos le abren las cortinas para que entre el sol.
―Eso es cruel, Rowena ―dice un moreno sentado al otro lado de la mujer rubia que acaba de hablar―. Cierto; pero cruel.
―Dejadlo ya vosotros dos. Es demasiado temprano como para que empecéis a meteros con Godric.
―Gracias, Helga.
―Todos sabemos que es muy despistado y que no se fija nunca en lo que le rodea ―sigue hablando ella― pero no hace falta que le recordemos todos sus defectos desde primera hora de la mañana.
―Vale, Helga ―le dice Godric poniendo una mano sobre la de la morena mujer―, no me ayudes mas.
―Dejando a un lado al olvidadizo de Godric ―comienza a decir Rowena―, creo que Helga tiene razón. Samhain es un día importante para la magia y muchos de esos niños no conocen todo lo que implica para nosotros los magos. Es nuestro deber instruirles.
―Mis chicos ya están instruidos ―la interrumpe Salazar cogiendo su copa de zumo―. Que vosotros tengáis en vuestra casa a nacidos de muggle que no entiendan nuestras tradiciones, no implica que yo tenga que recordarles a los míos algo que ya saben.
―¿Y entonces qué? ―le pregunta Rowena empezando a fruncir el ceño― ¿Dejamos que los que no conocen nuestras tradiciones pierdan todos los beneficios de esta mágica noche, solo porque sus padres no son magos?
―Lo siento. ¿Eso era una pregunta? ―le contesta Salazar con una sonrisa petulante.
Godric intenta disimular su sonrisa divertida; ver a Salazar y a Rowena discutir es uno de sus pasatiempos favoritos, ninguno de los dos magos sabia cuando parar y los comentarios sarcásticos acababan, inevitablemente, en entretenidos duelos. Helga, no lo veía así, así que hace lo que suele hacer siempre que los otros dos empiezan a discutir, intervenir y evitar la discusión.
―Creo que Salazar tiene razón en parte. Si sus estudiantes ya conocen el motivo de la festividad y sus rituales, no veo por qué hemos de repetírselos. Pero Rowena también tiene razón cuando dice que los niños nacidos de muggles también tienen derecho a aprovechar su esencia mágica. Opino que cada uno de nosotros debería instruir a sus alumnos sobre esta festividad de la manera que crea más conveniente.
―Estoy de acuerdo ―acepta la rubia―. Mis estudiantes sin duda apreciaran un tono más explicativo que el que Godric pudiera enseñarles.
―Eso es porque tus estudiantes son todos unos aburridos que no aprecian el fino arte de la experimentación ―le contesta él.
―No creo que el acercarse a un dragón dormido para hacerle cosquillas pueda llamarse arte de la experimentación.
―Pero nos dio el bonito lema que hoy decora nuestro escudo. Deberías agradecérmelo, querida.
―¿Podéis dejar de discutir durante dos segundos? Me estáis levantando dolor de cabeza.
―No seas tan quisquilloso, Sal.
―Basta los tres ―les regaña Helga―. ¿Podemos volver a mi pregunta inicial? ¿Qué actividades deberíamos hacer? ¿Una hoguera de sacrificios? ¿Una purificación de piedras? ¿La talla de calabazas?
―Por mi casa no debéis de preocuparos ―la corta el moreno hundiendo al cuchara en sus gachas―. Muchos de mis estudiantes tienen rituales propios, que sus familias han hecho durante generaciones y me han pedido permiso para realizarlos. Les he dicho que sí.
―¿Qué tú has hecho qué? ―le grita Rowena golpeando con el puño la mesa― ¿Cuándo pensabas decírnoslo?
―Nunca. No vi la necesidad de decirlo. Si no hubiera salido esta conversación ni siquiera lo habría comentado.
―¿Y qué rituales son esos?
―No lo sé.
―¿Qué no lo sabes? ¿Qué pasa contigo? ¿Es que no te importa? ¿Y si son peligrosos? ¿Y si es sacrificar una cabra en un altar?
―Voy a recordarte una cosa, Rowena, que parece que has olvidado. Son sangre pura. No son como tus niñitos impuros. Provienen de largas líneas mágicas, líneas que tienen sus propios y secretos rituales, rituales que no se van divagando por ahí para que cualquiera los escuche. Ni ellos me los van a contar ni yo les voy a preguntar, porque recuerdo lo que significa ser un sangre pura y estar orgullosos de serlo. ¿Lo recuerdas tú?
Después de eso se pone en pie y se marcha del Gran Comedor, con su túnica verde hondeándose a cada paso que da y ese aire de nobleza que tanto le caracterizaba.
―No me lo puedo creer. Se ha marchado. ¿Es que no se da cuenta de que esto es importante? No pueda dejar que sus alumnos realicen peligrosos rituales sin supervisión.
―Rowena ―le dice Godric poniendo una mano sobre la suya―, ya sabes como es Salazar. Es un mago orgulloso de su sangre enteramente mágica. Siempre ha sido así y no vas a cambiarle. Además, por si lo has olvidado, él también tiene sus rituales para esa noche que nunca nos ha contado ni nos ha dejado presenciar. Recuerda que no todas las familias son tan abiertas como la tuya, la mía o la de Helga.
~*~
Godric entra en la sala común de su casa. Le gusta ir allí, con la chimenea siempre encendida y los chicos siempre riendo y jugando, todos felices y sin preocupaciones. Al verle las charlas cesaron y los chicos le miraron. Son pocos, no más de 50, no tantos como esos tejones de Helga; pero bastantes más que las serpientes de Salazar. Les sonríe a todos y saca un par de trozos de chocolate, que había cogido de la cocina, y se los da al chico más cercano, para que coja un poco y lo vaya pasando.
―Vale chicos, ¿sabéis que fiesta se acerca?
―El 31 es Samhain ―le contesta una jovencita rubia y con pecas.
―Eso es Samhain. Rowena y Helga me han estado fastidiando para que venga a daros una clase sobre lo que significa para los magos y lo que solemos hacer. Un rollo, lo sé ―los chicos dejaron soltar una risilla ante la cara de mortificación que había puesto el mago―. Así que vamos allá ¿Sabéis todos que día es? ¿Lo que representa? ¿Lo que hacemos?
―Es la vigilia para la fiesta de Todos los Santos ―repite un chico castaño con la cara llena de pecas.
―Para los muggles sí ―le responde Godric―. Para nosotros los magos es una fiesta algo distinta. Es sobre los espíritus rondando la tierra, en eso coincidimos; con la diferencia de que nosotros si sabemos que estos existen. Pero no sólo los espíritus de nuestros seres queridos, esos casi nunca aparecen, sino los malvados, los polterguéis, los espíritus malditos que escapan del infierno, los demonios… Los muggles dejan comida en sus puertas para alejarles, nosotros realizamos rituales porque con todo lo malvado sale también la magia más pura. Durante ese día nuestros hechizos se magnifican, nuestros rituales son más efectivos, las pociones más potentes y la adivinación más certera. Las familias de magos tienen cientos de rituales para esta noche. Algunos son muy básicos, como la purificación de piedras protectoras, y otros muy complejos llenos de danzas y runas. En mi casa, por ejemplo, los varones de más de 10 años salen a cazar al alba, sin su varita, y tienen que concentrarse en usar la magia sin catalizador en un hechizo que se trasmite de padres a hijos, y durante todo el día se tiene que llevar la piel del animal que se haya cazado, y parte de su sangre se utiliza para hacer una piedra protectora que hay que renovar todos los años.
―En mi casa ―añade la primera chica que había hablado―. No se puede comer en todo el día, las mujeres preparan pociones para todo el año y los hombres cazan los alimentos que luego arrojamos en la hoguera. Después mi abuelo, que es el patriarca de la familia, comienza un cantico y bailamos en torno a la hoguera. Es un ritual de fertilidad y de buena salud. Tiene un montón de pasos y hay que hacerlo todo siempre cuando toca, y tenemos que llevar la cara pintada de blanco con una mano negra.
―Nosotros también hacemos lo de la hoguera ―añade un chico moreno―. Pero lo hacemos desnudos. Nos pasamos todo el día desnudos para estar en sintonía con la naturaleza.
―Vaya parece que tenemos un montón de rituales. Hagamos una cosa ―dice Godric sentándose en el suelo y haciendo aparecer un pergamino y una pluma entre sus manos―, porque no decimos lo que solemos hacer y luego apuntamos aquí los rituales que más nos gusten para hacerlos.
―A mi me ha gustado ese de ir desnudos ―dice uno de los chicos mayores con una sonrisa pilla.
―No creo que Rowena o Helga nos deje hacerlo; pero me lo apunto.
~*~
Es curioso como el palo de madera que es su varita se ha convertido en algo tan cotidiano para Godric, tan indispensable como el simple hecho de respirar o de llevar ropa… porque es eso, como la ropa, y sin ella se siente desnudo, desprotegido, vulnerable… Por eso disfruta tanto de los rituales de Samhain. Sabe que no es fácil de entender, la verdad es que ni él mismo puede explicarlo, no hay palabras para describir la adrenalina que hace que su cuerpo siga funcionando sin descanso, el vacio que se siente al no poder acceder a tu magia y que se convierte en desbordante furor cuando consigues esa primera chispa directamente desde tu núcleo mágico, el miedo de que tu supervivencia dependa de tus propias habilidades y no saber si serán suficientes… Godric no ha experimentado nunca nada como eso.
Así que se interna en el bosque que rodea Hogwarts con las primeras luces del alba del día de Samhain, llevando solo unos gruesos pantalones y la piedra que consiguió el año pasado colgando de una fina tira de cuero, la piedra que un día fue del rojo más intenso luce ahora tan negra como el carbón, señal de que su tiempo ha llegado a su fin.
No se detiene hasta llegar a un riachuelo, donde monta su pequeño campamento. Recoge unas ramas de los alrededores, forma un círculo con algunas piedras, hecha algunas hojas secas y se sienta con las piernas cruzadas frente a lo que será la primera toma de contacto con su magia salvaje, la hoguera. Respira hondo y extiende las manos, cierra los ojos y vuelve a respirar. Oye las ramas moviéndose por el viento, el ruido del agua del rio que hay a su derecha, los pocos pájaros que aun no han emigrado hacia el sur y a las otras muchas criaturas que viven en el bosque, una de las cuales será su víctima en ese día. Ralentiza su respiración, mientras se deshace de los sonidos que le rodean hasta que solo se oye a si mismo, su corazón latiendo despacio, la entrada y la salida del aire de sus pulmones. Se encierra en su mente, buscando en su interior su núcleo mágico. Lo hace todos los años; pero eso no lo hace más fácil.
Su mente es un laberinto de piedra fría y antorchas que apenas iluminan. Es culpa de Salazar, Godric está seguro de eso, antes de conocerlo su mente era como un bosque lleno de arboles y de luz; pero ahora tiene la marca de su amigo, como casi todo en su vida, poco a poco ha ido moldeándose a la personalidad del otro mago. Comienza a andar y a girar en las esquinas, llega a caminos cortados y a paredes que muestras imágenes, se tropieza con recuerdos y con las falsas imágenes de gente que conoce. El recuerdo de Helga le acompaña durante un buen rato, hablándole de Hogwarts y de lo grandioso que será cuando lo construyan. El de su padre le retiene hablándole de negocios y de conseguir una esposa que le dé hijos fuertes y sanos. El de Salazar se escabulle dándole esa sonrisa de medio lado que oculta tantas cosas que Godric nunca es capaz de descifrar. Y entonces llega al centro del laberinto, una sala redonda llena de agujeros para acceder a otros pasillos, con un altar rodeado de tiras doradas. Godric se adentra en la sala, notando como el vello de su cuerpo se eriza al notar el poder puro y salvaje que proviene de allí, cuando da el primer paso la sala comienza a brillar y fuera de su mente, en su cuerpo, la temperatura comienza a elevarse. La sala cada vez es más clara hasta que ya no puede soportarlo más y sale de su mente. Frente a él una imponente hoguera.
Godric ríe al verla.
~*~
Esta siguiendo a su presa desde hace tiempo, acechándola entre los árboles, concentrado en no perderla de vista ni en que los hechizos que lleva sobre él se desvanezcan por un descuido.
Hacer magia sin varita no es fácil. Godric tiene que poner todo su esfuerzo en ellos, sabiendo que un solo descuido, un momento de debilidad, y el hechizo cesara y todo será en vano, la presa le olerá y huira haciéndole que tenga que volver a empezar. Es algo que aprendió por las malas cuando era pequeño, cuando creía que lo sabía todo y pensaba que era invencible. Cuantas presas se le escaparon durante aquellos primeros años, aun recuerda las risas de los hombres de su familia cuando ellos se comían a su presa junto a la hoguera mientras él tenía que volver a empezar.
Oye un ruido a su izquierda. TUM-TUM, TUM, TUM-TUM-TUM… Se acerca con curiosidad, sabe que no debería, que su presa se va en la dirección contraria; pero no puede evitarlo, quiere saber de dónde viene, que es lo que lo produce. Acecha entre la maleza y mira hacia el claro. Hay un grupo de tambores a un lado, moviéndose solos, tocando sin parar el mismo ritmo TUM-TUM, TUM, TUM-TUM-TUM, una y otra vez. Se le mete en el cuerpo, se repite en su cabeza, y siente un cosquilleo entre las puntas de los dedos. Ve una figura moviéndose sin parar. Es un hombre joven, parece de su misma edad, lleva el pelo negro suelto, cayendo por su cara sin control, moviéndose con cada paso que da, con cada salto, con cada vuelta… lleva unos finos pantalones negros no aptos para el clima en el que están, atados a su cintura con un sencillo cinturón de cuero, no lleva camisa ni zapatos, y todo su cuerpo, cada pedazo de piel que Godric puede ver, está pintado de blanco. Le mira desde donde está, de la misma forma en la que acechaba a su presa; pero con una diferencia, ahora lo único que quiere hacer es salir de su escondrijo y saltar sobre él. Es la magia la que habla, el poder puro embotando sus sentidos y dejando que le rijan los instintos.
No lo hace. No salta sobre él. No porque no quiera, sino porque le reconoce. En uno de los giros de su complicada danza, se ha girado en su dirección y Godric le ha reconocido, porque reconocería esa cara en cualquier sitio, a pesar de la franja negra que le cubre los ojos, reconocería el rostro de Salazar entre millones.
Así que retrocede lentamente y se da la vuelta para continuar con su persecución; pero justo antes de empezar la carrera le mira por encima del hombro y sonríe.
~*~
Con la media noche Godric termina el ritual. En el hoyo que ha hecho en el suelo rebotan los rayos de la luna y sale un fulgor dorado. Repite por última vez las palabras del ritual y cuando la luz se desvanece mete la mano y saca la pequeña piedra rojiza con la que sustituye a la negra del año anterior.
Comienza a caminar hacia el castillo, eufórico aun por los restos de la magia salvaje que sigue recorriendo su cuerpo, cuando ve un fulgor entre la espesura del bosque. Frunce el ceño ligeramente y camina hacia allí con cuidado. Hasta que no ve el claro no reconoce el lugar en el que Salazar estaba llevando a cabo sus propias tradiciones.
Hay una gran hoguera en el centro, alzándose hacia la oscura noche, de una forma que solo puede ser mágica, soltando chispas moradas y verdes, azules y negras, aquí y allá. Los tambores siguen sonando y le parece ver sombras bailando alrededor de la hoguera. Busca a Salazar con la mirada; pero no le ve. Oye un ruido a su espalda, una rama rompiéndose al ser pisada, y cuando se gira tiene a su amigo pegado a la espalda, mirándole con sus ojos verdes fijamente, y Godric siente que está intentando leerle el alma. Salazar ladea la cabeza ligeramente y Godric traga saliva, incomodo por lo cerca que están y por sentir como su cuerpo se agita por ello y por los restos de magia. Le ve alzar una mano y pasar su dedo por su mejilla ensangrentada con la sangre de la pieza que cazo, el otro no aparta la mirada cuando se lleva el dedo a la boca y lo lame.
Salazar sonríe con petulancia y Godric se pregunta si realmente el otro sabe lo que está pasando, si es realmente consciente de sus actos o si esta perdido en la vorágine de la magia salvaje. Pasa por su lado con paso seguro y vuelve a entrar al claro, Godric le sigue con la mirada sin saber qué hacer, y es entonces cuando el otro se gira y le mira, con esa mirada que tiene Salazar y que usa para retar a Godric, para provocarle, para presionarle a que le siga el juego y demuestre quién de ellos es el mejor. Le da esa mirada mientras camina de espaldas hacia la hoguera antes de girarse y volver a bailar entorno a las llamas.
No se resiste. Nunca ha sabido rechazar uno de sus retos. No va a empezar ahora. Se adentra en el claro y camina hacia él, interponiéndose en su baile, cogiéndole de los brazos y haciendo que se detenga. Salazar sonríe con petulancia y sube las manos hasta la piel del animal que cubre la cabeza del otro, la deja caer hacia atrás, enredando los dedos entre el pelo del otro y le besa. Godric gime al sentir la lengua de su amigo entrando en su boca, sus dedos en su pelo y la ola de magia que les recorre a ambos y les envuelve, magia pura, salvaje, impredecible y oscura… la magia de Salazar, saliendo de su cuerpo y entrando en el del otro, juntándose con su propia magia, mas blanca, más inquieta, más manejable… uniéndose en un remolino, mezclándose, potenciándose… Lo que pasa con su magia, pasa con su cuerpo. Se besan con desesperación, con pasión desbordante, mucha lengua, mucha lujuria, unas manos inquietas que no saben donde quedarse, que tocar, que acariciar. Las de Godric recorren la piel blanca de Salazar tintándose de lo que queda de la pintura que lleva sobre el cuerpo, las del moreno se escabullen entre la capa de piel y le arañan la espalda. Se frotan y se retuercen con placer, buscando mas contacto, mas presión en las partes correctas, dejándose caer sobre la hierba. Los gemidos, los gruñidos y los jadeos son silenciados por el TUM-TUM, TUM, TUM-TUM-TUM de los tambores que siguen sonando. La ropa estorba, sus cuerpos se sienten arder, el aquí y ahora ya no importa, el mundo se ha difuminado a su alrededor, no sienten el frio de la noche contra su piel desnuda, no oyen el ruido de las ramas moviéndose por el viento, ni el chisporrotear de la hoguera, ni el ruido de los tambores, no notan la hierba contra su piel, ni el sudor… solo importan ellos y el placer que sienten y que amenaza con hacerles explotar.
Godric nunca había sentido nada igual.
~*~
Los primeros rayos de sol le dan en la cara haciendo que frunza el ceño sin llegar a abrir los ojos, gira hacia un lado, buscando la sabana para poder taparse la cara; pero no hay sabana, solo una piel tupida y cálida cubriéndole. Gira ligeramente quedando tumbado sobre su espalda y nota l hierba pinchándole en la piel desnuda. Gruñe con molestia y se sienta con desgana. Si Rowena o Helga o su madre le vieran, con la espalda encorvada, el pelo alborotado y los ojos medio cerrados, le estarían dando una larga charla sobre maneras y posturas; Godric no puede sino agradecer que ninguna de ellas este allí.
Mira a su alrededor desorientado. No sabe donde esta ni como ha llegado allí ni porque ha pasado la noche a la intemperie y no en su cama. Lo mira todo con atención, esperando a que los recuerdos de la noche regresen a su cabeza. No es la primera vez que no recuerda nada a la mañana siguiente de Samhain, la magia corriendo libre y salvaje suele tener ese efecto, así que no le preocupa, sabe que si se da tiempo los recuerdos volverán, primero serán imágenes inconexas y sin sentido; pero poco a poco las brumas se irán despejando y los sucesos terminaran encajando hasta contar una historia.
Los primeros recuerdos son de una hoguera.
Luego de sombras bailando.
Unos tambores.
Un hombre blanco.
Salazar.
Abre los ojos de golpe por la impresión cuando comprende lo que ha ocurrido. Él y Salazar. Salazar y él. Gira la cabeza con rapidez buscándole en los alrededores. No hay nadie. Esta solo en el claro, no hay ninguna hoguera, ni cenizas, ni piedras, ni tambores… por un momento se plantea la posibilidad de que todo hubiera sido un sueño, falsos recuerdos que su mente a creado para llenar los huecos. Sube la mano para pasársela por el pelo y al tenerla a la altura de los ojos se detiene. Esta pintada de blanco, un blanco corrido por el sudor, el blanco que queda de haberla pasado por el cuerpo tintado y desnudo de su amigo.
~*~
Salazar mueve el dedo por el espejo empañado de vapor, acaba de salir del baño y no se ha molestado en cubrirse, sólo pasa el dedo por el cristal escribiendo proporciones de ingredientes y tiempos de coción que se le han ocurrido durante su baño. Los días posteriores a los de Samhain son los más productivos, es cuando su cerebro esta más activo que nunca, más receptivo, aprovechando los últimos vestigios del ritual.
La puerta de su habitación se abre; pero él no se molesta en ir a descubrir quien es. Sigue escribiendo hasta que el espejo está cubierto en su totalidad y su cerebro siguen fluyendo las mezclas y los ingredientes. Coge su varita y lo hechiza para no perder el trabajo hecho y, sin molestarse en cubrirse, sale del baño directo hacia la pila de pergaminos que hay en su escritorio.
Godric, sentado en la cama, ha desviado la mirada mientras nota como sus mejillas se sonrojan por la desnudez y la desvergüenza de las que hace gala Salazar. Espera en silencio a que el otro se vista; pero tras unos segundos comprende que el moreno no tiene ninguna intención de hacer eso, demasiado ocupado escribiendo con rapidez en un pergamino.
―Salazar ―dice intentando llamar su atención.
El aludido levanta la cabeza y le mira por encima del hombro, antes de volver al pergamino.
―Ahora no tengo tiempo Godric.
―Tenemos que hablar.
―Estoy seguro de que puede esperar.
―Es importante.
―Para ti todo es importante. La última vez que algo fue importante, me hiciste correr por todo el castillo de madrugada. Eran las sirenas del lago asomadas para mirar la luna.
―Te digo que es importante.
―Disculpa si creo que no tenemos el mismo concepto sobre lo que implica la palabra, ”importante”.
―Nos acostamos anoche. Yo a eso lo llamo importante.
Salazar deja la pluma en el tintero y se gira para mirar a su amigo mientras se frotaba con un trozo de tela la punta de los dedos que se le habían manchado.
―Si no me miras ¿Cómo quieres que hablemos?
―Si te taparas podría mirarte ―contesta abochornado por la desnudez de Salazar.
―A veces eres como un crio ―le reprocha mientras iba hacia el armario y sacaba unos pantalones oscuros― ¿Mejor?
―Sí, gracias ―Godric por fin es capaz de mirarle, aunque siente que sus mejillas siguen tintadas―. Anoche nos acostamos.
―¿Y?
―¿Y? ¿Es eso todo lo que tienes que decir?
―¿Qué quieres que diga? ―le pregunta apoyándose contra el escritorio― Era Samhain.
Godric abre y cierra la boca sin saber cómo contestar. ”Era Samhain”, como si eso fuera razón suficiente para acostarte con tu mejor amigo en un bosque.
―Los sentidos se magnifican, la magia corre libre, se desatan las inhibiciones, el mundo deja de tener reglas… de eso se tratan mis rituales ese día, de amplificar esa sensaciones ―comienza a explicarle al ver que su amigo no termina de entender lo que quiere decir―. Para ti pasa como una brisa, te acaricia y te deja anhelando por más, es controlable mostrándote una pizca de lo que podrías tener. Para mí, para mi familia, es como un tornado, te levanta del suelo y pone tu mundo del revés, es el caos, el poder, incontrolable, adictivo, renovador…
―Yo también lo siento ¿sabes? Todo eso que has descrito lo he sentido.
―Lo dudo mucho.
―Lo hago.
―Crees que lo haces; pero yo sé que no ―Salazar se acerca a él y se agacha a sus pies quedando de cuclillas―. ¿Recuerdas como te sentías anoche? ¿Cuándo nos encontramos en el prado? Dime que te habías sentido así alguna vez.
Godric le mira a los ojos y ve la emoción contenida en los otros. Hay pocas cosas que hacen que sus ojos brillen de esa manera, las pociones, los duelos, el soufflé de chocolate… a Godric le encanta ver ese brillo. Piensa en lo que le acaba de decir y recuerda la otra noche. Recuerda los besos y las caricias, la brisa contra su piel y la de Salazar, la hierba verde oscura a su alrededor, el brillo de las estrellas, el calor de la hoguera… Antes de darse cuenta esta besando a Salazar, y no sólo eso, el otro le está respondiendo.
―Mas te vale que no desaparezcas por la mañana ―le advierte Godric cuando se separan para coger aire.
Salazar ríe y vuelve a besarle.