Las cosas han cambiado mucho en poco tiempo.
Un día y todo puede cambiar. En un solo día vi a mi hermana morir y revivir en los brazos de mi padre. Al día siguiente, ya estábamos compartiendo como familia en la playa. Y al día siguiente, mi madre me daba la noticia de que, quizás, tendría que congelar la universidad.
Sueños frustrados, es la única palabra que se me viene a la mente.
No lo he visto. Hace tres semanas que no lo he visto y solamente hablo con él vía internet. Y no estoy muy segura de qué es lo que verdaderamente siento por él. Pero si de algo estoy seguro, es que ya no le odio. Es más, ya no creo que lo quiera como decía quererlo antes.
Mentir.
Soy una estúpida si me miento a mi misma diciendo que ya no lo quiero como antes. Y tengo celos, sí, muchos de esos bichitos negros que revolotean cuando veo que otra está por atacar. Pensaba que era la única, pero veo que no. Para ti no existen las únicas opciones, para mi si las hay. Tú eres mi única opción.
Durante estos días, la depresión bajó nuevamente. Pensé que era algo que tenía controlado, pero cuando viene, viene. Y llega con una fuerza abrazadora parecida a la de un meteorito a punto de colisionar con algo.
Y la única canción que me ha subido el ánimo es Give your heart a break de Demi Lovato. ¿Extraño? Lo es. Pero cuando, ni siquiera en tu propio estilo puedes buscar consuelo, recurres a otro. Es parecido a lo que ocurre con los amores no correspondidos. Cuando no te funciona, recurres a otro. Y creo que es lo que sucede conmigo. Nunca he sido tu primera opción, siempre seré la segunda.
Y no importa cuantas veces me digas lo que te provoco (o no), no podré creerte hasta que me lo digas tú. Cara a cara, sin pantallas o kilómetros que nos separen.
Siempre has sido tú, con tus ojos, tus gestos, tu todo que me descolocan el mundo y lo ponen de cabeza. Y parece que así será durante un largo tiempo.